La historia de la joven Miss Argentina que luchó hasta convertirse en la primera mujer piloto de Aerolíneas

María del Carmen Sabaliauskas soñaba con volar desde que era una nena que jugaba en un pequeño pueblo cordobés. Su recorrido como modelo, el concurso de belleza que ganó en 1967 y sus aventuras alrededor del mundo

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La joven cordobesa cumplió el sueño de convertirse en piloto de avión
La joven cordobesa cumplió el sueño de convertirse en piloto de avión

-Mirá el cielo, ¿ves ese avión? Sueño con que alguna vez yo aprenda a pilotear uno y te salude desde lo más alto...

Ante el ferviente deseo de María del Carmen Sabaliauskas dicho en voz bien alta, a su hermano, Juan le asomó en su rostro alguna que otra lágrima, la abrazó fuerte y le dijo al oído: “Yo te voy a ayudar”. Ambos eran niños y estaban sentados en el patio de su casa de Malena, un pueblo cordobés cuyo fuerte son la agricultura y la apicultura, distante unos 40 kilómetros de la ciudad de Río Cuarto.

Así, casi imprevistamente, aquel deseo de esa chica de apenas nueve años comenzaba lentamente a hacerse realidad. Porque nada la detuvo hasta lograrlo, Claro que antes pasaron varias otras cosas trascendentes en su vertiginosa vida, tal como era ella.

Crianza en libertad

Sus padres inmigrantes la criaron con libertad. María Elena, su mamá de origen italiano, trabajaba como empleada en casas de familia. Jonas, su papá, nacido en Lituania, llegó a la Argentina como peón de limpieza de un barco escapando de la invasión rusa, y luego, ya instalado se hizo ferroviario.

Una imagen de María del Carmen como modelo antes de convertirse en piloto de avión
Una imagen de María del Carmen como modelo antes de convertirse en piloto de avión

Eran muy pobres. Vivían en una humilde casa en la que se proveían de agua a través de la clásica bomba, y cuando caía la noche la luz llegaba a través de un farol a kerosene. María del Carmen era tan estudiosa que ya en el secundario cursaba el bachiller en el turno mañana y el comercial por la tarde. Pero decidida como era, cuando terminó con ambos y se recibió a los 17 años, puso proa rumbo a Buenos Aires porque quería cursar Derecho.

Se instaló en Villa Crespo, en la casa de un lituano conocido del padre que le alquiló una pieza con baño compartido. Empezó a estudiar abogacía en la Universidad del Salvador cuando en su vida sucedió algo tan mágico como inesperado.

“Tomaba un café con un grupo de estudiantes en un bar porteño, cuando alguien que estaba en una mesa cercana se acercó a ella, se presentó, y como era integrante del grupo dedicado a organizar el certamen para consagrar a nuestra Miss Argentina 1967, se deslumbró y la invitó a formar parte del concurso. De inmediato pasó a ser una modelo más del recordado Jean Cartier. Y causó furor: se consagró Miss Córdoba y luego Miss Argentina en Mar del Plata con televisación de Canal 8 de dicha ciudad en dúplex con Canal 9 para el programa ‘Sábados Continuados’”, lo describe como nadie Marcelo González, especialista nacional e internacional en la historia de los certámenes de modelos, en su página de Facebook Glamour Argentino.

La coronación le valió representar a nuestro país rumbo al concurso para Miss Mundo en Londres. Allí fue elegida nada menos que primera princesa, secundando a la reina, la peruana Madelaine Hartog-Bel. Y como era costumbre de la época a manera de agasajo y protocolo, fue invitada con todos los honores a tomar el té con la reina Isabel II. Y le otorgaron un premio que resultó a la medida justa para sus aspiraciones futuras: una gira mundial de un año como modelo para desfilar alta costura, con su 1,75 metros de altura. Tenía apenas 19 años.

La joven fue consagrada Primera Princesa en el concurso de Miss Mundo
La joven fue consagrada Primera Princesa en el concurso de Miss Mundo

El sueño de volar

Entonces recorrió con éxito España, Francia, Yugoslavia, Australia, Alemania, realizando producciones para innumerables empresas de productos relacionados con la moda y terminó instalándose y haciendo base en New York firmando un importante contrato con la agencia Stewart. Allí pudo retomar su tan ansiada carrera de Derecho en la Universidad de Columbia. Pero en su mente estaba siempre presente el anhelo de pilotear aviones. Puso manos a la obra y obtuvo el título de piloto comercial y privado, el correspondiente certificado de Transporte de Líneas Aéreas, habilitación psicofísica y el aval de radio operador en menos de un año, todo un récord increíble con gran esfuerzo y dedicación.

No fue todo, porque decidida a cumplir sus propósitos como era empezó a sumar millas en Air Atlantic Inc. de Boston y con el correr del tiempo pudo ser comandante de los aviones de carga en los Estados Unidos. Sumó experiencia con Beech 18, Beechcraft Baron, Queen Air 380 HP, Cessna 421, 310, Piper Navajo Cheeftan y el Apache. Y un párrafo aparte le valió darse el gusto de hacer acrobacia con un avión pensado para volar invertido.

Estaba feliz porque en algunos de sus vuelos logró darles la bienvenida a bordo a personajes de la talla de Farrah Fawcet Majors y Ted Kennedy. Pero quería cumplir su anhelo de incorporarse a Aerolíneas Argentinas. Y cuando se iniciaba el año 1979 se enteró de un llamado a concurso para contratar pilotos. Pensó que era la oportunidad que tanto estaba esperando. Y hacia allí fue haciéndose presente en sus oficinas. El primer blooper lo vivió cuando llegó y preguntó dónde era el lugar para anotarse. El empleado la miró fijo y le respondió que debía presentarse el postulante directamente, que no podía hacerlo una tercera persona a la que llamó: “familiar, amiga, hermana, novia...”. María se acomodó los anteojos, respiró hondo, contó hasta diez y con voz calma le dijo: “la postulante soy yo”, ante la sorpresa del oficinista, y agregó: “Cuento con 1568 horas de vuelo como capitán o copiloto en los Estados Unidos”. Y por la sorpresa que generó su intención, pudo acceder a una entrevista de trabajo con el presidente de la empresa, quien le expresó textualmente: ‘el público argentino no está preparado para innovaciones’”.

María del Carmen posa desde la ventanilla de su avión antes de despegar
María del Carmen posa desde la ventanilla de su avión antes de despegar

La pelea por volar

Su presentación quedó en stand by mientras concursaron casi 200 hombres, de los cuales fueron aceptados unos 80. Un detalle resultó más que llamativo para los evaluadores. Ninguno de los que participaron se acercaban ni por asomo a las horas de vuelo experimentadas por María, que no bajó los brazos. Siguió presentándose cada tanto para consultar qué iba pasar con ella, preguntándoles a las autoridades correspondientes por qué una mujer no podía ser piloto, enigma que nadie se atrevía a responder. Supo presionar de tal manera y con tanta inteligencia que en agosto de 1979 se quitó del acta del Directorio de Aerolíneas Argentinas el requisito de “pertenecer al sexo masculino” como condición para poder ingresar a la empresa. Semejante estrategia le valió convertirse en la primera mujer piloto en la historia de la compañía. Y entonces voló en un B-707 y B-737 de Ezeiza a Sudáfrica, Nueva York, Los Ángeles y distintos lugares del mundo.

Juan, su hermano, que es un reconocido escritor y reside en Río Cuarto, rememora una anécdota que le quedó grabada y siempre la cuenta para demostrar la valentía y el coraje a toda prueba de María del Carmen: “Estaban todos muy cerrados a recibirla, no sabían qué hacer para que no ingresara a la empresa. Entonces se ve que a alguno se le ocurrió una maldad para hacerla desistir de su propósito. Claro, no la conocían. Ella fue a hacer la prueba correspondiente en el simulador de vuelo y se encontró con una culebra que asomaba y la miraba. ¿Sabés lo que hizo? La agarró con un trapo que había, la sacó afuera y les dijo a los que estaban allí: ‘me crié en un pueblo de campo, no me va a asustar una viborita’. En ese momento Basilio Lami Dozo era un hombre encumbrado en la Fuerza Aérea y supe de muy buena fuente que no quería que se incorporara bajo ningún punto de vista. Pero mi hermana se terminó imponiendo en épocas que no eran fáciles, así que mirá si no tenía carácter...”.

Supo presionar de tal manera y con tanta inteligencia que en agosto de 1979 se quitó del acta del Directorio de Aerolíneas Argentinas el requisito de “pertenecer al sexo masculino” como condición para poder ingresar a la empresa
Supo presionar de tal manera y con tanta inteligencia que en agosto de 1979 se quitó del acta del Directorio de Aerolíneas Argentinas el requisito de “pertenecer al sexo masculino” como condición para poder ingresar a la empresa

En los Estados Unidos se siguió capacitando porque siempre quería sumar nuevos desafíos a su vida. En Nueva México se cruzó con Jeff Swan, fotógrafo profesional, se enamoraron, se casaron y juntos disfrutaron de grandes momentos porque eran muy compinches. Además, él siempre tuvo una excelente relación con los padres de María del Carmen y fue fundamental para que ella pudiera lograr llevarlos a vivir con ella.

Otro detalle relevante en la historia de María del Carmen sucedió en 1975 cuando residía en New York, y una tarde de otoño recibió en su departamento un llamado más que inesperado. Era nada menos que Dean Martin que la había observado en uno de los tantos comerciales que María filmó y para los cuales también se fotografió. Había pedido amablemente su teléfono a la agencia para la que entonces trabajaba y le propuso que vestida de novia, su rostro fuera la tapa de su próximo disco I have but one heart (Solo tengo un corazón). La joven no podía creer semejante propuesta y aceptó gustosa, mucho más cuando se puso a leer parte de la historia del cantante y descubrió que era hijo de italianos, como María Elena, su amada madre.

En 2011, a los 64 años, una afección cardiaca terminó con su vida. Su esposo Jeff cumplió con un pedido expreso de María del Carmen cuando muriera. Que arrojara parte de sus cenizas desde un avión y así lo hizo. Y que lo restante se lo entregara a Juan, su hermano menor, junto a quien veía volar los aviones en el patio de su casa y fantaseaba con su futuro.

Más allá de su exitosa vida como modelo lo que más amaba y lo que mejor hacía María del Carmen Sabaliauskas era volar y soñar.

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