El artista que esconde sus misteriosos muñequitos en las calles de Buenos Aires: la historia del personaje

Martín Agazzi hizo una pequeña escultura que representa a un hombre dormido en situación de calle y repartió 50 copias en las calles de San Telmo. Su obra llamó la atención en las redes sociales, y desencadenó una iniciativa que sorprendió hasta al propio autor

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Martín Agazzi es el artista que creó la pequeña escultura conocida como "El Fisu" (Video: Instagram @el.keni)

Martín Agazzi, más conocido como El Keni, es artista desde hace más de una década. Recorrió un camino personal lleno de desafíos, hasta que descubrió su pasión y encontró lo que ama hacer. Al principio fueron las pinturas, luego los murales y finalmente las esculturas. En plena pandemia se reencontró con una idea que tenía en mente y resurgió un personaje que ahora es furor en las redes, “El Fisu”. Se trata de una figura que moldeó con sus propias manos, basada en una persona real, luego creó un molde y repartió unas 50 copias por las calles de San Telmo, escondidas en algunas paredes del barrio. Detrás de la intervención hay un enfoque social que apunta a la empatía.

Nacido en Merlo, Provincia de Buenos Aires, y criado en Floresta, el artista asegura que lleva el Oeste en el corazón. Creció en una familia súper numerosa, él es el sexto de 11 hermanos, y cada vez que llegaba el verano la tradición era pasar los tres meses en la casa de la abuela paterna, en su barrio natal. Hoy tiene 39 años y considera que su infancia fue la etapa más significativa para dar sus primeros pasos en el mundo del arte, aunque todavía no se imaginaba que esa iba a ser su profesión. “Era mucho esfuerzo para mis viejos que nos fuésemos todos juntos a algún lugar, así que las vacaciones eran en lo de la abuela, y nos encantaba porque no sentíamos en libertad, andábamos con nuestros grupos de amigos de aquí para allá”, rememora.

Familia luchadora

Su madre es maestra de nivel inicial, y su padre, un trabajador independiente que se reinventó muchas veces en el taller de su casa. “En la terraza tenía todas las herramientas y hacía juguetes de madera, después hizo billeteras de cuero, así que con mis hermanos aprendimos a coser y a pegar. Y esperábamos a que él terminara para ir a hacer nuestras propias creaciones”, indica. Ese proceso le parecía mágico, que unos retazos de tela se pudieran convertir en un monedero, o en algo que pudiera usar.

Uno de los murales de
Uno de los murales de Martín Agazzi: las situaciones cotidianas y las escenas de la vida son su inspiración

Mi papá siempre trató de laburar de lo que le gustaba, mientras pudiera se sostenía con eso, y cuando no funcionaba, cambiaba y se rebuscaba con otra cosa que también le copara, y eso fue un ejemplo para mí, el ir tras lo que te hace feliz”, reflexiona. Hoy tres de los once hermanos tienen vocaciones artísticas: un hermano mayor es músico, otro se dedica a la producción humorística, y él es el que pinta, dibuja y esculpe. Cuando era chico en la primaria ya se destacaba en plástica y en los trabajos prácticos de tecnología, donde las representaciones gráficas eran protagonistas. “Después hice el secundario en el Fader de Flores, una escuela técnica con orientación artística, y ahí aprendí un montón, como dibujar con modelo vivo, que era algo que nunca había practicado”, relata.

Confiesa que en aquel entonces estaba más enfocado en otro proyecto, uno que mantuvo por 15 años. Tocaba el bajo, formaba parte de una banda y le dedicaba muchas horas a la música. Salvo en las tareas de la escuela, no le daba atención al dibujo, y las únicas veces que tenía un contacto más cercano con el arte eran los días que acompañaba a su novia de aquel entonces a los talleres de modelaje vivo. “Ella trabajaba de eso y yo la acompañaba, pero durante varios años no pinté”, comenta. Trabajaba en un locutorio para tener un ingreso y manejar sus horarios con el grupo musical, hasta que decidió dejar la agrupación.

“Quería ser independiente, ya no compartíamos las mismas ideas y me fui, pero al mismo tiempo me separé de mi novia; tenía un emprendimiento de estampas y me fundí; no me renovaron el contrato del departamento donde estaba viviendo, es como que todo lo que había construido hasta ese momento se derrumbó”, revela. Uno de sus hermanos lo recibió en su casa, estaba sin trabajo, y no sabía cómo iba a repuntar. En ese contexto se asomó por primera vez la idea de un “Fisu”, pero todavía quedaba trecho por recorrer.

Le dicen El Keni y
Le dicen El Keni y desde hace más de 10 años se dedica a las artes plásticas

El arte como salida

Una amiga lo invitó a un taller de mural gratuito, y desde la primera clase quedó fascinado. “Me cebé como nunca, me entusiasmé un montón, y empecé a ayudar al profesor de mural con unos trabajos”, cuenta. Antes de eso no había contemplado la posibilidad de tomarse la pintura o el dibujo como una profesión y encararlo como su sustento de vida. Hizo varios encargos como realizador, y cuando sintió que ya tenía las herramientas técnicas suficientes, se animó a las obras propias. “Había una pared para pintar, y yo no sabía qué hacer; en el camino dibujé a un tipo que iba en el colectivo durmiendo, pinté a ese a ese personaje y me di cuenta que podía pintar eso, porque el arte te da esa libertad, de elegir qué retratar”, sentencia.

Consiguió un trabajo de medio tiempo en una cooperativa donde preparaba viandas, y lo mantuvo hasta que empezaron a llegar cada vez más oportunidades laborales para hacer murales. ”Empecé a a ver que podía trabajar de esto, mantenerme, y así fue”, remarca. Cree que hubo un factor de suerte que ayudó, como las amistades que cultivó en el secundario, que le abrieron puertas inesperadas. “Tenía un amigo que estaba en pareja con una chica que también iba al Fader, y ella era la hija de un pintor reconocido, Miguel Ángel Bengochea, y ella me lo presentó”, manifiesta. Cuando el renombrado artista necesitó un ayudante, él se ofreció, y su tarea fue encarar la clasificación de sus obras.

“Aprendí un montón, de mirar sus cuadros y charlar con él, porque me transmitió una pasión por la pintura que no había visto nunca; tenía cuadros que había hecho a los 16, y ya tenía 76 años, habían pasado 60 años y cuando se reencontraba con sus pinturas guardadas, tenía un vínculo único, se le iluminaba la cara y rejuvenecía”, dice con emoción. Era como si pudiera viajar en el tiempo y volver a ver al adolescente que fue, trasladarse a esos sentimientos y al instante en que daba aquellas pinceladas. Después siguieron las clases con José Alberto Marchi, un dotado de la pintura y el dibujo, otro de sus grandes maestros.

Otra de sus obras: al
Otra de sus obras: al principio solo trabajaba como realizador y luego se animó a ir por más

“Todavía hoy a veces estoy pintando y digo: ‘Esto me quería decir cuando me dijo tal cosa’”, reconoce entre risas. A los 28 años se decidió a seguir su instinto y apostar de lleno a la pintura. Hizo un taller de anatomía, donde conoció a Abril Barrado, y luego un taller de escultura, donde finalmente nació El Fisu. Mucho tuvo que ver una historieta de Liniers que le llamó mucho la atención, y lo motivó a cubrir esa temática. “Era una historieta bastante gráfica, donde se veía a una persona durmiendo en la calle, en la viñeta siguiente pasaba por al lado un transeúnte que no la miraba, y en la última ese ser que estaba durmiendo de pronto de tanta gente que pasó y no lo registró, se fue transformando en unas cajas y bolsas”, describe.

“Pensé en el concepto de las personas como cosas, un decorado al que por ahí no le prestamos atención, y en cómo se naturaliza y cosifica la situación de calle”, expresa. Todo eso quedó dando vueltas en su cabeza, y no tuvo dudas cuando vio a una persona durmiendo al costado de la salida del subte de Plaza Flores, y hacer un boceto rápido de aquella imagen para resguardarla para cuando llegase el momento. Ese era el Fisu real, alguien que dormía en las cercanías a una de las estaciones de la línea A.

Transformar y crear

Hasta ese momento su especialidad eran los murales, por lo que pensó plasmar la imagen de aquel personaje en una pared, pero con una estética diferente. “Quería hacer algo de estilo pop, con colores planos, y aproveché que fui a un evento en Córdoba a pintar, y lo hice, pero sentí que me quedó horrible; me daba vergüenza el resultado final”, confiesa. No se rindió, y supo que simplemente no era el formato correcto, y que había que repensar la manera de transmitir la información. “Tenía pensado hacer una escultura para poner en las plazas, hacer una especie de intervención y ver qué pasaba, si la dejaban, si la sacaban, si gustaba o no, si había repercusiones, y ahí pensé: capaz El Fisu está bueno para eso”, señala.

Algunos de los Fisu, pintados
Algunos de los Fisu, pintados a mano, que están a la venta y aparecen en la ciudad en lugares inesperados (Fotos: Instagram @el.keni)

Cumplía con el objetivo original, que fuese algo más masivo, pero implicaba cambiar su enfoque. Pasó de paredes enormes a una figura pequeña con relieve, que se convirtió en un gigante social. “Me pareció que estaba bueno pegarlos en las calles y que diera la sensación de que brotaban de las paredes, así que los empecé a pegar muy de a poquito, uno cada tanto”, cuenta. Lo empezó a compartir en las redes sociales, y la complicidad con sus más de 20.000 seguidores de Instagram -@el.keni- creció a pasos agigantados. Él les daba pistas de dónde los había dejado, y ellos descubrían los Fisus.

“Llegaron las devoluciones, muchos mensajes, en su mayoría con buena onda, y la obra empezó a tener su dinámica propia, ya me excedía lo que cada quien interpretaba”, relata. Luego ocurrió algo aún más transformador. Keni pegó uno de los personajes en una pared del barrio de Palermo y el humorista y dibujante Martín Garabal lo detectó, lo filmó y lo subió a sus historias. Cuando supo quién era el autor, se sentaron a tomar un café y surgieron ideas para potenciar el personaje. Eso desembocó en la primera muestra de arte donde participaron 20 artistas que intervinieron los Fisus. “Cada uno hizo una versión, algo que no se me había ocurrido nunca, y cuando los vi todos juntos no lo podía creer”, admite.

Cada una de esas obras se vendieron, y lo recaudado fue para un centro cultural que organiza ollas populares para personas en situación de calle. “No tenían tanque de agua, faltaba la instalación del tanque y la cañería, con la venta se consiguió poner agua en el lugar, y a mí me partió la cabeza que justo fuese un lugar le da comer a mucha gente de la calle; fue como si todo volviese a su sentido”, reflexiona. Esa experiencia se convirtió en un motor para apostar aún más a la iniciativa, y hoy proyecta que El Fisu siga saliendo de paseo, pero no solo en un barrio de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, sino en cada una de las comunas, luego continuar en Provincia y finalmente en todo el país, para que se vuelva un proyecto federal.

El artista de 39 años
El artista de 39 años tiene un público virtual que sigue atento los movimientos de sus personajes

“Hay muchas necesidades antes de las artísticas, más prioritarias, como la salud, y darme cuenta de que con el arte podía hacer algo que sirviera para ese fin, fue una revelación para mí”, asegura. Y lo que más le gusta es la naturalidad con la que todo fluyó, y la conciencia social que despierta el personaje en sí mismo. “Aunque no es que yo quiera dar un mensaje con lo que hago específicamente, me doy cuenta de que pasan cosas alrededor del Fisu, que genera cierta empatía, porque hay gente que me dice que lo ama, que le encantan, que sale a buscarlos en la calle, y me pregunto en qué otro contexto dirían eso de una persona que ven en la calle durmiendo; entonces la próxima vez que vean a alguien durmiendo cerca del subte van a conectar con eso, y el pensamiento va a ser otro, más transformador”, sostiene.

Cada uno de los murales que pintó y las escenas de la vida cotidiana que retrató son momentos reales que le llamaron la atención. “Simplemente respeté ese llamado, y trabajé en base a eso, no es que me planteo cubrir una temática para hacer una crítica social, sino que voy formando también un punto de vista e ideas sobre estos tema; lo voy descubriendo y la pintura me lo revela”, indica. No tiene dudas de que cada pincelada es un pequeña decisión, y que un cuadro es la sumatoria de todas esas decisiones. Una vez realizado, la interpretación puede variar según quién observa, y con los Fisu pasa lo mismo.

Más Fisus, que ahora se
Más Fisus, que ahora se enmarcan en un proyecto federal que lleva el nombre "Magia Fisura" (Fotos: Instagram @el.keni)

Algunos confundieron los primeros con Diego Maradona, porque llevaba los colores celeste y azul, cuando en realidad eran en honor al Club Atlético San Telmo. El artista nunca tuvo dudas de cuál sería el nombre del personaje, inspirado en lo que coloquialmente se conoce como “Fisura”. “Es una persona a la que se le hizo larga la noche, que capaz se peleó la mujer, o tomó sus copas demás; hay muchas historias y razones por las cuales una persona duerme en la calle, no solo por no tener un lugar a donde ir. Creo que hay tantas historias como Fisus”, comenta.

De alguna forma también hay algo de ironía en el cambio de contexto, porque al presentarlo en las paredes de Buenos Aires pudo captar las miradas de los transeúntes, los mismos que quizá en medio de la inercia colectiva habían ignorado a otras personas en situación similar. Detrás de ese gesto, hay una noble esperanza, que es nada más y nada menos que la empatía marque el rumbo para que nadie más se convierta en cajas y bolsas, como en la historieta de Liniers. “Me gusta que la gente participe, así que para el próximo barrio que voy a hacer, que es Monserrat, voy a invitar a través de mis redes sociales a 10 personas que quieran intervenirlos en el taller, y así con cada barrio”, anticipa.

También hay Fisus personalizados para los fanáticos del personaje, que pueden pedir el suyo para tener una pieza única, y con cada una de esas ventas y sus ingresos como artista, Martín mantiene a flote el proyecto. “Como va a haber uno por cada barrio, van a hacer coleccionables, y me gustaría presentarlo a concursos para conseguir un poco de financiamiento, porque me banco todo solo, y una base económica me impulsaría a hacer más rápido las cosas”, proyecta. Por el momento, sus siguientes pasos serán la provincia de Corrientes, donde irá a hacer un trabajo de investigación sobre el Gauchito Gil, y luego irá a Tafí del Valle, Tucumán, donde dará un taller de metales, cerámica y pigmentos naturales, y llevará también la iniciativa “Magia Fisura” a las calles de la capital.

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