El 30 de diciembre de 2004 quedó marcado en la memoria colectiva por la tragedia de Cromañón, el incendio de la discoteca en la que murieron 194 jóvenes que habían ido a ver un recital de la banda Callejeros. A 19 años del luctuoso hecho, se ofició una misa en la Catedral de Buenos Aires en recuerdo de las víctimas, cuya homilía estuvo a cargo del arzobispo de Buenos Aires, Jorge Ignacio García Cuerva.
La jornada estuvo cargada de actividades, impulsadas por diferentes organizaciones, que tuvieron sede en el Obelisco, el Santuario de Once -lindero al ex boliche bailable-, Plaza de Mayo, la Catedral de Buenos Aires y la estación Tapiales de la Línea Belgrano Sur.
La misa fue impulsada por el Movimiento Cromañón, que inició la jornada cerca de las 10 de la mañana en el Santuario y continuó con la ceremonia religiosa que comenzó a las 18 horas, y contó con la homilía del arzobispo de Buenos Aires, José Ignacio García Cuerva. La ceremonia fue concelebrada por el monseñor Jorge Lozano y los sacerdotes Pancho Vello, César Femia y Nicolás Viel.
En la misa, se leyó la parábola de Simeón, del Evangelio de Lucas, que relata el momento en el que un anciano que estaba en el templo le dijo a la virgen María que “una espada le atravesará el corazón”.
Durante la homilía, el arzobispo reflexionó: “Aquí nos volvemos a convocar con una espada que atraviesa nuestros corazones hace 19 años; una espada que sigue provocando un profundo dolor, un dolor que no queremos anestesiar con otras noticias, o distraer detrás de algún escándalo mediático o farandulero. Es una espada afilada de injusticia, es una espada punzante de tristeza, es una espada cortante de bronca e impotencia”.
“Tanto dolor queremos que sea fecundo, que tenga algo de sentido. Madres, padres, hermanos, amigos y víctimas de aquella tragedia, me permito decir que son “testigos incómodos” para una sociedad que, a veces, quiere olvidar o esconder esa herida que es un crimen social, una herida abierta en la ciudad que sigue sangrando en sus calles y en la vida de tanto”, expresó hablándoles directamente a los familiares de los fallecidos.
Por esto mismo, agregó: “Su testimonio clama por una sociedad que sea madre solidaria como quienes entraron y salieron varias veces del boliche para rescatar a quienes estaban adentro y morían asfixiados”. Sin embargo, hizo una dura crítica a la sociedad al decir: “Parece que no aprendemos más” antes de mencionar los motivos que llevan a los adolescentes a la muerte: “Asfixiados por la exclusión y la violencia, por el consumo de drogas, por el hambre y por la trata de personas”.
Así, tomó el Evangelio para resaltar la esperanza que el anciano Simeón tenía y pedirles a los familiares de los fallecidos que “sigan siendo luz, no permitan que las tinieblas del horror apaguen sus vidas”. “Como ciudad de Buenos Aires, y como argentinos, los necesitamos mucho. Sus vidas y la de los 194 hermanos víctimas de la tragedia son un clamor al cielo contra la impunidad y la resignación”, sostuvo.
Para finalizar la homilía, el arzobispo primado de la Argentina eligió una poesía, en cuyos versos se destaca la frase: “No te rindas”.
Lo que sucedió en Cromañón estremece hasta hoy. Esa noche comenzó como un recital normal, pero de un momento a otro todo cambió. Una bengala lanzada en el espacio cerrado del boliche de Once encendió la media sombra de polietileno -un material muy inflamable- que cubría la mitad del cielorraso. Sobre ella, pegada al hormigón, había planchas de goma espuma de poliuretano de 2,5 centímetros de espesor, hechas de isocianato y polioxipropileno. Las llamas tomaron el control del lugar en cuestión de minutos.
Todos corrieron para salvar sus vidas, pero en Cromañón nada era legal: las salidas de emergencia estaban obturadas con vallas y el escape secundario estaba clausurado. La única forma de escapar era la puerta de entrada.
Las pericias concluyeron que el principal causante de las muertes fue el poliuretano de la goma espuma usada para insonorizar el boliche, del que se desprendió un ácido mortal para los humanos. 194 personas murieron y más de 1400 resultaron heridas. Para la Justicia, la responsabilidad penal de la tragedia recayó en Omar Chabán, Rafael Levy y el grupo Callejeros.