El encuentro con Chaplin: una misión superada con creces y una conmovedora confesión

En el episodio de hoy del podcast “Medio siglo de periodismo”, Alberto Amato explica cómo fue que halló al actor inglés en Suiza y cómo se hizo la foto de tapa de la revista Gente

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[El podcast ”Medio siglo de periodismo” puede escucharse clickeando acá]

Cuando Charles Spencer Chaplin murió llevaba largo tiempo alejado de las cámaras fotográficas que lo habían enfocado durante décadas. Estaba recluido en su residencia de Manoir de Ban, en Corsier-sur-Vevey, Suiza, donde vivía desde 1953. La imagen -graciosa y enérgica- del personaje con bigotes, bombín y bastón dejaba lugar al anciano que ya no podía caminar. Tenía 88 años, se trasladaba en silla de ruedas y pasaba sus días junto a la mujer con la que estaba casado: Onna O´Neill, hija del dramaturgo norteamericano y ganador del premio Nobel de Literatura Eugene O´Neill. Dos meses antes de la Navidad de 1977 en la que falleció Chaplin, Alberto Amato llegó a Suiza junto a un fotógrafo con quien tenían una misión que no cumplirían y que superarían con creces.

En el nuevo episodio del podcast “Medio siglo de periodismo” Amato lo recuerda: “La revista Gente siempre había querido hacer un reportaje a Chaplin. El gran maestro de periodistas, Alfredo Serra, que fue también mi maestro, había intentado entrevistarlo. Pero no daba entrevistas. En ese momento, la revista Gente tenía una serie de notas que se llamaba ´Los vecinos de´. Se fotografiaba la casa de un vecino ilustre, por ejemplo, la casa de Ernesto Sábato en Santos Lugares y los dos habitantes de la derecha y la izquierda hablaban de su vecino famoso. Muy lindo. Yo había ido a Italia y luego a Francia para entrevistar a Carlos Reutemann. Y me dijeron ´Andá a Suiza y hacé a los vecinos de Chaplin´”. El verbo hacer en el lenguaje periodístico tiene varias acepciones: significa entrevistar, fotografiar o la combinación de esas dos acciones.

Con aquella premisa había partido el cronista hacia Suiza: “Pero Chaplin no tenía vecinos -agrega Amato-. Vivía en una mansión extraordinaria con canchas de tenis y pileta de natación que daba a un barranco. Y todo el predio era de él”. Es decir que la nota pedida se había frustrado. Pero sucedió algo mejor.

Alberto Amato-con su cámara de fotos colgada- junto a Oona O´Neill y Charles Chaplin en Suiza.
Alberto Amato-con su cámara de fotos colgada- junto a Oona O´Neill y Charles Chaplin en Suiza.

Amato y el fotógrafo se encontraron con Chaplin en la calle. No fue un cruce fortuito sino el resultado de una estrategia exitosa que se explica en el podcast. El cara a cara en el que lo retrataron e intentaron entablar una conversación se materializó el 20 de octubre de 1977 y se transformó en la tapa de Gente.

Lo sucedido se publicó en la revista que salió a la venta el 3 de noviembre de ese año, 52 días antes de la muerte del protagonista de La quimera del oro, Tiempos modernos y el Gran dictador, entre otros clásicos del cine.

En la tapa de la revista se leía: “Un documento conmovedor. Chaplin hoy, a los 88 años. Oona O´ Neill y el genio en Vevey (Suiza)”. Y en la foto aparecían el hombre, la mujer y un perro blanco.

En el episodio del podcast Amato explica cómo hizo para acercarse a la casa de Chaplin. Y también cuenta algo fundamental para lograr parte del cometido periodístico: cómo pudo saber a qué hora y por dónde iba a tener lugar el paseo diario de Chaplin y O´Neill. En esa parte del recuerdo se revela cómo un periodista debe apelar a todos los recursos disponibles para conseguir el objetivo: la entrevista y la foto. Una de ellas o ambas.

La historia de la tapa de la revista Gente con la imagen de Chaplin denota un periodismo de otros tiempos, sin celulares, en los que una revista semanal enviaba un equipo (cronista y fotógrafo) a Europa con una tarea que parecía fácil y que terminó con un gran hallazgo.

El título de aquella nota de nueve páginas firmada por Alberto Amato fue “Chaplin hoy”. Y la bajada decía: “Una silla de ruedas. Una manta azul. Un abrigo gris. Un sombrero. Los gruesos cristales de sus anteojos. Los ladridos de caniche Rocky. La sonrisa cándida de su esposa, Oona O´Neill. Su figura inmóvil. Y sus manos que apenas si pueden sostener un bastón. Una única chispa de vida en sus ojos. Tiene ochenta y ocho años. El cine nació después que él. Y él vivió solamente para el cine. Así son los días de Charles Spencer Chaplin”. El periodista y el fotógrafo Héctor Carballo habían conseguido algo más que los vecinos -inexistentes, por cierto- del gran actor inglés.

Las primeras líneas de un texto periodístico intentan atrapar al lector y llevarlo hasta el punto final. El artículo que escribió Amato sobre Chaplin cumplió con ese objetivo. La nota comienza así:

“Lo sabe. Nadie puede decir exactamente desde cuándo. Pero lo sabe. Es probable que lo haya sabido siempre y que siempre haya vivido esperando la llegada de estos largos días. Es probable también que lo haya sabido hace un año. O un mes. O diez días. Y entonces está esperando. Simplemente esperando. Pero Charles Spencer Chaplin lo sabe. Estoy seguro.

La tapa de la revista Gente del 3 de noviembre de 1977.
La tapa de la revista Gente del 3 de noviembre de 1977.

Lo descubrí al verlo llegar, inmóvil sobre la silla de ruedas que empujaba su esposa Oona. Mirando sin ver las aguas tranquilas del lago Leman. Mirando sin ver las hojas secas caídas sobre el Quai Perdonnet. Mirando sin ver el comienzo de su nuevo otoño en Vevey, el refugio suizo que eligió hace 24 años. Charles Spencer Chaplin lo sabe. Y lo saben también sus ochenta y ocho años.

Por eso es esta frágil silueta que apoya sus zapatos negros sobre los estribos de acero de la silla. Que deja descansar su mano izquierda sobre la manta azul que lo cubre desde la cintura hasta los tobillos. Que no siente como el viento tímidamente el pañuelo blanco que asoma por el bolsillo de su sobretodo gris. Por eso es esta frágil silueta que apenas si puede sostener en su mano derecha un grueso bastón de madera tan distinto a aquel otro por supuesto tan distinto”.

Casi al final del episodio del podcast Amato revela: “Voy a decir algo que no confesé nunca: antes de que lo subieran al auto, yo le toqué la mano. Él tenía la mano apoyada en el brazo de la silla y yo puse mi mano sobre la de él y él movió la suya”. Fue entonces cuando el periodista se conmovió por lo hecho. Por haber conseguido esa foto y también por haber rozado la mano de uno de los más grandes de la historia: Charles Chaplin.

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