La caída de unos 670 árboles solo en la Ciudad de Buenos y, hasta el momento, la remoción de alrededor de 142.000 kilos de restos de árboles, ramas y troncos junto a los casi 8.000 llamados relacionados con el temporal a través de la Línea de Emergencias 103 y las derivaciones de la Línea 911, son algunos de los números que dejó la catástrofe climática del sábado por la noche.
Cortes de cables, vehículos dañados, carteles rotos, viviendas y calles obstruidas, entre otras situaciones, también estuvieron involucrados en los daños materiales de CABA, más allá de la tragedia humana en Bahía Blanca y Moreno. Pero el foco también se ubica acerca de la gestión porteña en la poda de árboles y los efectos inherentes ante un evento meteorológico de estas características.
Por citar un ejemplo, el domingo por la mañana en el -de por sí- laberíntico Parque Chas era muy difícil transitar, en vehículo, por calles que no hayan sido atravesadas por árboles caídos. Ese panorama de obstrucción (y destrucción) producto de troncos y ramas que atravesaron la traza dejaron flotando una pregunta: ¿se podría haber evitado tanto daño en la naturaleza más allá del poder de la tormenta? ¿cómo es el estado, en plazas, parques y arterias, de las especies que quedan en pie y acumulan años y años de poda indiscriminada?
El ingeniero Carlos Roberto Anaya, presidente de la Asociación Civil de Arboricultura, le explicó a Infobae que con “vientos de más de 60 km/h no hay estructura física que aguante, todo se puede romper”, aunque también reconoció que es “crítico de cómo se vienen podando los árboles y que existe cierta mala praxis”, en relación a los trabajos de mantenimiento por parte del GCBA.
Y fue tajante con respecto a las cuadrillas. “Son cortadores de árboles, no podadores, la poda es un diálogo entre el podador y el árbol, no es cortar por cortar, no todos los árboles necesitan ser podados, porque sino sucede que el porcentaje de muerte de especies es altísimo, como ocurrió”, sentenció.
Vale recordar que las especies plantadas actúan como pantalla para reducir ruidos, moderan las altas temperaturas y disminuyen la polución y el CO2 atmosféricos, mejorando la calidad del aire, además de preservar la memoria histórica de la Ciudad.
Los paraísos y las tipas, especies arbóreas de gran altura, fueron -según los especialistas- las que más sintieron el impacto de las potentes ráfagas de viento como así se vio a varios plátanos diezmados por la zona de Villa Urquiza, Agronomía y Parque Chas.
Vale aclarar que, por más buena voluntad que haya para evitar complicaciones diarias, está prohibido que los vecinos intervengan en el fraccionamiento de los árboles dañados, sólo debe hacerlo personal capacitado del GCBA. Eso al igual que la remoción y movimiento de cables, carteles y todo aquello que signifique un eventual riesgo para el ciudadano.
Las tareas de mantenimiento se realizan junto a 115 inspectores de arbolado; profesionales que prestan sus servicios a través de un convenio con la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, quienes se encargan de garantizar el correcto procedimiento en cada una de las tareas ejecutadas. Y según información del gobierno porteño, alrededor de 2500 personas se encuentran afectadas en el operativo.
El daño arbóreo y la gestión
Árboles que se quebraron y volcaron por el daño en las raíces -producto del encajonamiento en las veredas o colocación de cal sobre las mismas, para que se sequen y evitar que se expandan en las baldosas- son algunas de las causas que los ejemplares atraviesan a diario y los destinan hacia una muerte segura.
Según Anaya, el árbol siempre intenta llegar a un equilibro entre las fuerzas endógenas (su anatomía) y exógenas (el medio ambiente) y que cuando ese equilibrio “se rompe”, intenta generar más madera. Y en esto, los tiempos (y no exactamente los meteorológicos) son cruciales. “La cuadrilla de poda retrasa el crecimiento natural del ejemplar y, si hay una tormenta de esta magnitud, ocurre el mismo fenómeno por los daños posteriores causados”, ejemplificó.
En palabras del especialista, el GCBA debería invertir un mayor presupuesto en una poda formativa y no dejar crecer árboles “hasta que quedan todos torcidos”, como así también en “realizar una buena plantación y hacerse cargo de esas especies recién plantadas, porque a esos, se los ignoran y dejan a la buena de dios”. Para él, “la Ciudad en su conjunto debe hacerse cargo de las nuevas especies plantadas y no cada Comuna”.
Y cierra: “La solución es ir árbol por árbol, analizar la situación de cada uno en particular, cuanto menos los toquemos, mejor, sino lo único que veremos son árboles descopados o con cuatro muñones y nada más“.
Los tipos de poda
Según informa el portal del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, la poda invernal es la más importante. Entre mediados de mayo y fin de agosto se realiza un trabajo intensivo que comprende la poda de reducción de la copa para “el futuro crecimiento saludable y con buena forma de los ejemplares”. Además, “si bien estas actividades finalizan en septiembre, a lo largo de los 365 días los trabajos continúan enfocados a situaciones de emergencia, el corte de raíces o el despeje de luminarias”, se indica desde el sitio gubernamental.
También se consigna la poda de mantenimiento (todo el año, menos los meses de veda), una poda menos intensiva que afecta en menor escala la estructura del árbol, como así también se consigna la poda de formación, o sea el corte de ramas inferiores y balanceo de copa.
A estos tipos de trabajo se suma la poda de aclareo (corte de ramas superiores para permitir iluminación y aire al árbol), balanceo (corte de ramas que desequilibran su peso), limpieza (corte de ramas secas y de ramas desgajadas) e invasión de medianera/despeje de luminarias, que abarcan los trabajos que afecten el frente de viviendas y obstaculicen el alumbrado.