“Estaba paseando por LinkedIn y encontré que algún diseñador gallego hijo de p*** les vendió el logo a esta fiambrería y es la clásica silueta de Jorge Julio López, lpm”, tuiteó la usuaria @agussxng. “O puede ser un argentino sádico que dijo: guita fácil. Me la juego por esta opción”, arriesgó Agustina.
Ahora, el característico logotipo con la silueta del rostro y la gorra que solía usar López, desaparecido en septiembre de 2006 luego de brindar el testimonio judicial que dejaría al genocida Miguel Etchecolatz preso hasta su muerte, se convirtió en la imagen de El Tío Blas, un negocio de Valencia especializado en la venta de quesos y jamones.
La publicación que compartió Agustina pertenece a Javier Ortega Giménez, un productor y editor de video que brinda servicios audiovisuales. En ese posteo, el profesional cuenta cómo fue el trabajo realizado para las redes sociales de la fiambrería “para potenciar la marca y atraer a más clientes” y muestra fotos del interior y el exterior de la tienda. El logo de Jorge Julio López no solo aparece grabado en una de las paredes del salón sino también dibujado en la vidriera del frente del local.
La persona que lo convocó para hacer este trabajo fue Arturo Tornero Giménez, CEO en Insight España, una empresa especializada en marketing digital. “Muy buen trabajo! y que rico está el jamón”, le comentó su jefe.
Infobae se contactó con ambos pero ninguno de los dos dijo estar al tanto de lo ocurrido. Se excusaron con que ellos no fueron los creadores del logo y dijeron desconocer quién es el autor del dibujo. Tampoco sabían de la existencia de Jorge Julio López y del caso de su desaparición en 2006, que conmocionó a toda la Argentina.
“No sé quién hizo el logo. Preguntale a Arturo Tornero Giménez”, respondió Ortega Giménez. Por su parte, Tornero Giménez aseguró: “A mi me contrataron para una sesión de contenido de vídeo, yo no tengo ni idea realmente”. Y sugirió consultar a los dueños de El Tío Blas.
Como si fuese una especie de juego del “gran bonete”, cada uno de ellos fue delegando responsabilidades en otros y ninguno se hizo cargo. Ni siquiera los propietarios de la fiambrería, que al cierre de esta nota no habían contestado las preguntas de este medio.
Lo único que queda bien en claro es que la firma está usufructuando una imagen que tiene un alto valor simbólico para los argentinos y que nada tiene que ver con la venta de productos comestibles.
Jorge Julio López, un albañil y militante peronista de 76 años de La Plata, desapareció el 18 de septiembre de 2006 luego de brindar ante la justicia un contundente testimonio que dejó al genocida Miguel Etchecolatz preso hasta su muerte. Hasta el día de hoy nada se sabe de su paradero.
Al recibir el llamado de este medio, su hijo Rubén se mostró sorprendido por lo ocurrido y aclaró que “lamentablemente no se puede hacer nada porque ese logo nunca fue registrado”. Contó que las personas que lo diseñaron “no quisieron patentarlo porque el objetivo era que esa imagen sea de uso popular”.
Si bien no recuerda con precisión en qué año fue creado y quiénes son sus autores, todo indicaría que ese logo se hizo en la época que nació la Multisectorial de La Plata y fue presentado ante la organización Encuentro Memoria Verdad y Justicia para que lo difundieran masivamente.
En nuestro país, el artículo 9 de la Ley 11.723 de Régimen Legal de la Propiedad Intelectual establece que “nadie tiene derecho a publicar, sin permiso de los autores o de sus derechohabientes, una producción científica, literaria, artística o musical que se haya anotado o copiado durante su lectura, ejecución o exposición públicas o privadas”. Pero como en este caso el logo de López no fue patentado, la familia no tiene derecho a demandar a El Tío Blas por usarlo.
“Es muy fuerte ver ese símbolo en una fiambrería. Y si hablamos de ética profesional, realmente no corresponde utilizar un diseño sacado de Internet y aplicarlo en una marca comercial”, afirmó Esteban Civilla, fundador y director de operaciones de Somos Lumba, una empresa especializada en branding, diseño de productos y estrategia de contenidos. “Tampoco es ético hacerle pequeños cambios más allá en que esta caso puntual tampoco los hubo porque la imagen fue copiada tal cual”, agregó.
Consultado acerca de si ese logo pudo haber sido extraído de algún banco de imágenes gratuitas, Civilla explicó: “En nuestra agencia tenemos prohibido utilizar esas fotos y logos para los proyectos. Pero también soy consciente que hay otras que creen que son herramientas que dio la digitalización para hacer más ágil el trabajo”.
Al momento de su desaparición, López estaba jubilado y disfrutaba de la vida familiar. También se sentía en paz consigo mismo, sobre todo por haber cumplido con la promesa que se había hecho casi tres décadas antes: la de contar ante la justicia las torturas que sufrió cuando fue secuestrado el 27 de octubre de 1975 y llevado a varios centros clandestinos del “Circuito Camps”.
El grupo de militares que lo detuvo ilegalmente estaba encabezado por el director de Investigaciones de la Policía Bonaerense, Miguel Etchecolatz. Lo mantuvieron durante casi seis meses en las mazmorras de los centros clandestinos conocidos como Cuatrerismo, Pozo de Arana, Comisaría Quinta y Comisaría Octava. Allí también tuvo que presenciar varios asesinatos, entre ellos los de sus compañeros de militancia en Los Hornos, Patricia Dell’Orto y Ambrosio Francisco de Marco.
El 4 de abril de 1977, cinco meses y cinco días después de su secuestro, fue “blanqueado” y puesto “a disposición del Poder Ejecutivo” en la Unidad 9 de La Plata, de donde fue liberado el 25 de junio de 1979. Lo que vivió esos meses fue lo que relató como testigo ante el Tribunal Oral Federal número 1 de La Plata.
El genocida Miguel Etchecolatz murió el 2 de julio de 2022 purgando una condena de prisión perpetua. Y a 17 años de la segunda desaparición de Jorge Julio López, sigue sin conocerse su destino. Si Etchecolatz lo sabía, se llevó el secreto a la tumba.