En un exceso de nostalgia juvenil, en su primer disco, Sui generis cantaba ”Hubo un tiempo que fue hermoso...”. Estaban en 1972 y ya presagiaban futuros días de oscuridad. Hoy, obviamente, se reconoce a la década del 70 como la más divertida, creativa y experimental en la historia de la música.
Quizás tenga que ver, habría que llamar a un sociólogo recibido para confirmar esto, que un lustro después de terminada la Segunda Guerra mundial, la humanidad pensó que lo mejor era dedicarse a vivir en paz y más confortablemente. Así entre los años 50 y 60 se inventaron entre otras cosas, el televisor, la minifalda y el rock´n roll. Fueron tiempos en los que parecía que todo iba a ser mejor para siempre. De ahí el boom de nacimientos que se dio en llamar baby boomers, una generación de niños nacidos en la posguerra.
Así como hoy existen los centennials y los milennials, a los hijos de los crecidos entre el dolor de una guerra espantosa por primera vez transmitida por la radio y explicada en los periódicos, y miles de expulsados de sus hogares llegando a América, por ser la zona más alejada de la violencia enfermiza del resto del planeta, se los bautizó baby boomers.
Los hippies pacifistas eran en su mayoría absoluta baby boomers adolescentes, tratando de redimir el sufrimiento de sus padres, diría un psicoanalista de barrio.
Pero bueno, cuestión que a pesar de la lejanía y la falta de información precisa, en este pintoresco rincón del mundo el rock´n roll llegó a tiempo, para quedarse creciendo como un yuyo.
El rock, el twist, el jazz y sobre todo Los Beatles, marcaron todo lo que se escucharía en el circuito baby boomer argento.
Los 60´s terminarían con Los Gatos, Almendra, La Joven Guardia, Manal, Los Náufragos, Vox Dei, Sandro, Pedro y Pablo es decir Miguel Cantilo y Jorge Durietz, La Cofradía de la Flor Solar de La Plata con Kubero Diaz y Skai Beillinson de guitarristas, Mercedes Sosa, Barbara y Dick que hacían la de Mamas & The Papas incluso versionando brillantemente " California Dreamin’”, José Larralde, Piazzolla, y Pappo´s Blues.
Ya estaba la mesa servida para los 70´s. Justamente hay varios hechos para destacar del año 1970. El cambio de década siempre es reseteador.
Los Iracundos llegan, con el inmenso Eduardo Franco al frente, hasta el Madison Square Garden en medio de un festival de música hispanoparlante. Aparece la revista Pelo con posters de Canned Heat o Bob Dylan ejerciendo unas críticas musicales muy discutibles. Arco Iris, un cuarteto de hippies del conurbano liderados por Dana intelectual, espiritual y musicalmente, e integrado por Ara Tokatlian, Guillermo Bordarampé, Gustavo Santaolalla y Drupi Gianello se consagran. Ellos ganan el festival de música beat de Mar del Plata ese verano con “Blues de Dana”, el blues mas psicodélico de la historia de la República Argentina.
Hasta ese momento los discos eran difundidos por las radios básicamente, con infinidad de programas musicales, de todos los ritmos y colores. Todavía no existían las FM´s, por lo cual no había diferenciación por estilos. Seguramente eso fue lo más saludable de la época.
A modo de información, los vinilos long plays eran objetos culturales muy populares esos días. Con repertorios de los más variados, como en los bailes de carnaval de grandes clubes. No había tiempo para separar las aceitunas de las pasas, que lo haga la gente en sus hogares.
¿Es música? se preguntaban en los sellos. Si la respuesta era sí, listo, pasemos a otro tema. No creo que tuvieran esa actitud desde la nobleza, más bien creo que ni ellos sabían claramente cómo era el asunto.
Vinilos se vendían hasta en las estaciones de servicio. Cada petrolera tenía su colección de discos a la venta, así mientras los padres hacían cola para cargar combustible los chicos bajaban y se compraban un disco.
Tal vez todo esto haya surgido en mi mente cuando encontré un vinilo que había comprado mi padre en una estación de servicio. La línea musical de las Esso se llamaba “Cordialidad Musical”. Tenían unas tapas bastante lisérgicas, con toda la estética de la costa oeste americana, para los iniciados, eran calcados de los afiches del Fillmore East y el Fillmore West, dos históricos salones de rock´n roll donde grabaron discos Jimmy Hendrix, Allman Brothers Band y Frank Zappa.
Colores estridentes y contrapuestos, muchos círculos formando otros círculos, detalles y señales por doquier imposibles de decodificar, bellísimas dicen.
La edición que tengo dice “Vol. 8″, así que debe haber siete mas que adoraría tener. Y el track list hermoso. Hoy imposible de entender sin un GPS con temporizador.
En perfecta comunión conviven en este disco Los Náufragos haciendo “Estoy Herido” versión de un éxito internacional de Bill Deal & The Rhondels y Sandro, ambos con orquesta dirigida por Jorge López Ruiz, de lujo todo. Hay otra Big Band más devaluada que era la de Andre Kostelanetz, ruso exiliado que fue el creador del concepto Easy Listening tan de moda este siglo. Vivía en New York dirigiendo conciertos poniendo de moda a muchos, su repertorio estaba construido por cualquier canción que haya vendido mas de 100.000 placas. Estaría bien aclarar que el lado uno lo cierra una canción de Horacio Guarany llamada “Canción del Adiós”, a cargo de María Helena, que es María Elena Walsh con la orquesta de Oscar Cardozo Ocampo nada menos.
El ultimo track del vinilo es el Quinteto Nuevo Tango de Astor Piazzolla tocando “Fracanapa”.
Veamos.
El Quinteto Nuevo Tango de Piazzolla lo formaban Astor, Pablo Ziegler al piano, el guitarrista espectacular Horacio Malvicino, Héctor Console contrabajo y con el violinista Fernando Suarez Paz. Verdaderamente se la jugaban de igual a igual al quinteto de Miles Davis. Esto no lo afirmaría jamás yo, esto lo dijo uno de la banda de Stan Getz cuando vino a tocar a Buenos Aires. El mismo Stan Getz que cuando lo llevaron a escuchar al 5to. Nuevo Tango en vivo se negó a cerrar el show él. Dicen que dijo, en inglés,
-” No podemos cerrar nosotros después de que toquen éstos, nosotros estamos para abrir el show...”-
Tras algunas negociaciones armaron un mezcladito para cerrar la noche, y cuentan que cuando estaban al costado del escenario, Getz y el vibrafonista Gary Burton aprovechaban para mirar solapadamente algunas partituras del Quinteto Nuevo Tango.
Va esto a modo de terminar de darle forma a una de las 900 piezas que arman este rompecabezas.
¿Cómo sucedió que hoy está todo este continente de música, tan en pedacitos?
Ahora pienso que cuando este long play llegó a mi casa debería tener entre 8 y 9 años. Aun no habían fragmentado el mercado en música para adultos, para niños, para parejas, para adolescentes, para adolescentes sin estímulos, para adolescentes hiperkinéticos, para adultos con orientaciones extravagantes, para todos esos nichos que tanto embelesan hoy a los gerentes de marketing.
Así que un disco tiene básicamente música, y ya. Vaya uno a saber a quién le pega y dónde. Lo único importante es difundirla para que se conozca.
De manera que un niño de 9 años podía cruzarse con Los Naúfragos o el quinteto de Astor Piazzolla, en un disco al que se acercó quizás esperando una nueva canción de María Elena Walsh, que era lo único que podía sonarle de algún lado.
Buenísimo. A ningún bien pensante se le hubiese ocurrido insinuar que algo así podía serle nocivo al pibito. De la misma forma que al niño jamás se le hubiese pasado por su cerebrito suponer que la canción de Sandro era una porquería o una genialidad. Nadie nació para juzgar los gustos ajenos desde los propios. Pero. Que palabra puta “pero”, como dice Eduardo Saccheri con mucha razón.
Pero, lo que pasó es que un par de años más adelante, los de Manal hablaban pestes de Sandro. Los del pasquín Pelo no transaban con los que hacían músicas complacientes, así que muchas notas a cualquier drogado con una guitarra colgando y La Joven Guardia, Jorge Calandrelli o Vinicius de Moraes eran unos caretas que no merecían ni una mención en sus páginas por blandos con el sistema. La ópera rocker “Hair” llenaba el teatro Argentino de la Plata hasta que grupos violentos de extrema derecha lo incendiaron. Igual destino tuvo “Jesucristo Superstar” que sufrió el ataque sistemático de ultracristianos. Los hippies empezaron a camuflarse con las personas “normales” para que los militares, que estaban poniéndose cada vez peor, los dejaran seguir viviendo, mientras en la radio empezaban a censurar canciones y en la televisión a artistas.
El deterioro cultural empezaba a hacer estragos. Al poder ya no le caían bien esas pequeñas multitudes que iban a bailar y cantar tantas canciones tan diferentes.
Un dato a tener en cuenta es que los primeros perseguidos no fueron los rockers. Los primeros que empezaron a fastidiar al poder eran esos grupos beats que en cualquier pueblo del país, por más alejado que estuviera, lograban juntar a miles un sábado a la noche en un club o en una sociedad de fomento.
Después empezaron a tomar en cuenta a esos folkloristas nuevos que hablan de revolución popular y reformas agrarias, y un tiempo después se la agarraron con los pelilargos sucios del rock o como se llame. Ignoro si ese afán persecutorio de los poderosos tendrá algo que ver con las grietas musicales que padecimos tantas décadas. Si el trasfondo es comercial, político o simplemente fruto de la ignorancia.
Solo sé que estuvieron, que todos fuimos parte, todos fuimos otro ladrillo en esa pared de necedad que nos aisló del verdadero disfrute.
Que para eso se inventó la música.
Para disfrutar.
Lo demás es discutible.