Tiene 22 años, es mamá de dos hijos y un curso de serigrafía cambió su vida: los sueños que Micaela quiere cumplir

Creció en una familia de ocho hermanos, sufrió la trágica pérdida de su padre, y en medio del duelo tuvo que recomenzar. Terminó la secundaria y se formó en un área en la que no tenía nociones previas. Eso le abrió puertas y hoy integra un equipo de cinco emprendedores que puede grabar 100 botellas en menos de una hora

El recuerdo de la primera clase de serigrafía a la que fueron los jóvenes (Fotos: Gentileza Micaela Ruiz)

Desde hace más de un año Micaela Ruiz forma parte de un emprendimiento de serigrafía en Bernal, partido bonaerense de Quilmes, donde un equipo de cinco jóvenes prepara pedidos de 600 botellas por día, además de hacer impresiones en telas, remeras, bolsas, y lonas. Cuando la oportunidad surgió no tenía nociones previas sobre la técnica, qué pinturas usar, ni el procedimiento, pero en tres meses aprendió todo y se puso manos a la obra. Poco antes de ser madre por segunda vez sufrió la pérdida de su padre en medio de una tragedia, un dolor que la acompaña hasta la actualidad. Con la ayuda de sus hermanas volvió a empezar, terminó la secundaria, derribó sus propios miedos con voluntad y hoy ella misma se sorprende de todos los conocimientos que acumuló. En una carrera hacia sus sueños, está en proceso de construir la casa donde vivirá con su pareja y sus dos hijos.

En el marco de una iniciativa de la Fundación Formar Argentina -organización sin fines de lucro que funciona como puente entre emprendedores excluidos del ámbito laboral y potenciales clientes particulares o empresas- Micaela no dudó en aceptar cuando le propusieron que se anotara en el curso de serigrafía. “No sabía ni lo que era, nunca había visto la máquina con la que se hace, pero dije que sí porque tenía ganas de trabajar y no importaba lo difícil que fuese, iba a poner empeño para aprender, y por suerte salió bien”, dice la joven de 22 años en diálogo con Infobae. Su motor son Catriel y Dalan: el mayor tiene 6 años y el menor 10 meses.

“Estoy pendiente para darle algo mejor a ellos, porque no me gustaría que pasen por las mismas cosas, sino que tengan una vida mejor”, expresa. Viene de una familia numerosa, de ocho hermanos -cuatro mujeres y cuatro varones-, son todos muy unidos y se ayudan entre sí, pero pasaron tiempos muy difíciles. Ella vive junto a sus hermanas, que también son madres, y son su apoyo constante. “Cuando tuve a mi primer bebé era muy chica, no me animaba a dejarlo en casa, no me quería despegar y por eso dejé de estudiar, en cambio ahora con mi segundo hijo es diferente, yo me voy a trabajar y sé que está bien cuidado, que tiene también a su hermano mayor que le enseña a hacerle caso a las tías, y a veces me lo llevan al trabajo para que le pueda dar el pecho, porque sino son muchas horas separados”, explica.

Micaela aprendió la técnica de impresión y hoy sellan logos en bolsas, textiles y botellas

En 2022 retomó la cursada en un secundario nocturno para adultos y se graduó cuando faltaba un mes para dar a luz. “Terminé en diciembre y en enero nació mi segundo bebé”, relata. Su materia preferida era informática, y le encantaría aprender más. Quiso anotarse en un curso orientado a la tecnología, pero no cumplía con el requisito de tener una computadora y tuvo que desistir, al menos hasta que pueda acceder a una pc en el futuro. Pero Micaela no se rinde, tiene una sonrisa luminosa y no pierde la fe en lo que se propone. “Aunque no tengo compu, ya sé manejarme un poco, en la escuela me estaban enseñando todo el tema del Excel, porque me gustaría ser secretaria o administrativa en algo que involucre ayudar a la gente y desarrollo social”, revela.

Cambio de vida

Antes de sumarse al emprendimiento de serigrafía, había pasado por momentos muy duros. “Mi papá se ahogó en el río, le agarraron calambres, el río estaba crecido y no pudo salir, ya hace dos años que me hace falta”, dice con la tristeza a flor de piel. “Yo vivía con él, íbamos a hacer las compras juntos, pagábamos las cuentas, todo a la par, y me duele que no pudo conocer a su nieto menor, y no hay un día que yo no diga: ‘Si estuviera acá lo vería crecer y estaría emocionado’”, agrega. Mientras atravesaba el duelo por esa repentina partida, sufrió otra inesperada situación. “El papá de mi primer hijo, con quien estuve casi ocho años de novia desde muy chica, de un día para el otro se fue, nos dejó y fue difícil porque el nene era chico y nos quedamos solos”, revela con impotencia.

Así fue como decidió vivir junto a sus hermanas, para estar las cuatro juntas, y colaborar en la crianza de hijos y sobrinos. Tiempo después conoció a Dylan, su pareja actual, y padre del bebé de 10 meses. La falta de trabajo era una de sus grandes preocupaciones, y la oportunidad apareció cuando más la necesitaba. De alguna manera, siente que fue un regalo que le hizo su papá desde arriba. “A los cinco chicos que estamos con el emprendimiento, entre los que está uno de mis sobrinos, nos cambió por completo la vida, y ninguno sabía nada, aprendimos de cero”, destaca. Se acuerda de cuando fue a la primera clase, le explicaron que se trata de una técnica de impresión para grabar imágenes, le mostraron la máquina, practicó por primera vez, y entendió que la prolijidad resulta clave para que el resultado sea bueno.

Aprendieron a manejar diferentes telas, pinturas y entregar todo con una buena presentación

“Al principio nos costaba mucho estampar las telas, no nos quedaban bien los logos, se nos movía, o no la poníamos bien derechita, y como todo es manual, hay que ser ordenado para ahorrar tiempo”, indica. Ahora tienen tanta experiencia que en menos de una hora pueden hacer dibujos en 100 botellas. “Cuando lo pienso no lo puedo creer, que ahora sé lo que es emulsionar, grabar, qué pinturas sirven y cuáles no, y que un pedido de 600 botellas es nuestra actividad normal, de rutina, con el secado de 24 a 48 horas, que una por una las llevamos a un cuartito para que queden perfectas”, detalla.

Uno de los profesores también la llamó para que trabajara en su taller, así que de no tener ningún empleo pasó a tener dos, y va intercalando según la cantidad de pedidos que lleguen. ”Si se pone empeño y esfuerzo todo se puede, eso es lo que le demuestro a mis hijos, que al principio va a costar, pero después ves los frutos de eso, y nosotros nos ponemos contentos cuando nos encargan más cosas, porque ya tenemos cancha y ahora sabemos hacer en todas las superficies, desde bolsas, lonas playeras, pantalones, y después colgamos todo para que quede perfecto”, comenta. Cuando llueve o hay mal tiempo ponen sogas adentro de lo que llaman “La Casita de Formar”, en alusión al espacio de trabajo, y organizan cada prenda adentro, para evitar cualquier complicación por el clima.

Cada vez que saluda a su hijo mayor antes de irse a trabajar, el niño de 6 años le dice: “Ma, que tengas suerte”, y esos instantes son los que la cargan de energía. “Él ya entiende, y lo he traído varias veces para que vea lo que hace la mamá cuando se va; tuvo un año difícil porque empezó la primaria, y antes en el jardín era todo jugar, ahora después de la pandemia a muchos nenes les cuesta escribir y leer, pero está aprendiendo”, cuenta. El más chico extiende sus brazos en señal de bienvenida y pedido inminente de upa cada día que la ve atravesar la puerta. “Todo lo que hago es para poder construir nuestra casa, que cada plata que ingresa la uso para eso, y Dylan ya está construyendo con ayuda de su tío, y estamos empezando con la separación de las que va a ser nuestra pieza y la de los chicos”, dice con entusiasmo.

Los pedidos de 600 botellas por día forman parte de la rutina habitual de los cinco emprendedores (Fotos: Gentileza Micaela Ruiz)

Aunque todavía los jóvenes no tienen trato con los clientes y la Fundación Formar cumple el rol de puente -las empresas o particulares interesados en realizar encargos se comunican al correo electrónico: emprendimientos@fundacionformar.ar-, pronto empezarán a tomar pedidos ellos mismos. Hasta el momento hicieron kits institucionales para varias organizaciones de renombre, entre las que se destaca una empresa de consultoría líder y una cadena de entregas de comida a domicilio. “Tenemos que aprender a armar presupuestos, a calcular los precios y fechas estimativas de entrega, es un mundo nuevo para nosotros, pero tenemos ganas y lo vamos a poder hacer”, proyecta.

Lo que más le gusta de su trabajo es compartir la rutina laboral con sus compañeros, verse todos los días, hacer la compra de materiales, preparar todo para la jornada y seguir formándose. Su pareja también está en la búsqueda de oportunidades laborales, y le gustaría trabajar en el rubro de carpintería. “Ahora junta cartón y chatarra, pero se da maña con la madera y la construcción, así que está tratando de progresar”, cuenta Micaela. Convencida de que la voluntad, la honestidad y la tenacidad componen un combo motivador, se imagina con su hogar terminado. “Gracias a todo esto pude darle más cosas a mis hijos, y por más que todavía falta bastante, de apoco estoy yendo hacia ese sueño”, concluye.