En los años 70 y 80 no era habitual que un periodista argentino viajara a Los Ángeles para cubrir la entrega de los premios Oscar. Alberto Amato lo hizo y cuenta su experiencia en el segundo episodio del podcast “Medio siglo de periodismo”.
Lo hizo y más de una vez. Amato presenció la ceremonia en tres oportunidades, en tres momentos distintos de la Argentina.
La primera fue en 1975 cuando la película La Tregua, dirigida por Sergio Renán, compitió y perdió frente a un clásico del cine: Amarcord de Federico Fellini. Aquellos años caóticos en la Argentina son reflejados en el episodio dos del podcast. Amato relata cómo fue la relación con Renán y con el resto de los integrantes de la delegación nacional. Y también, cómo fue vestir un smoking por primera vez en su vida.
No sería la última, ya que en 1985 cuando la película Camila, de María Luisa Bemberg, compitió por el Oscar al mejor filme extranjero, Amato volvió a ir a Los Ángeles y a usar smoking. En aquella ocasión la ganadora resultó ser la suiza La diagonale du fou (La diagonal del loco), de Richard Dembo.
Amato ya había reportado, desde Estados Unidos, dos derrotas de películas argentinas. La tercera fue la vencida.
En 1986, nuevamente vestido con un elegante smoking, Amato cubrió la victoria: fue cuando “La historia oficial” de Luis Puenzo obtuvo el Oscar a la mejor película extranjera.
En el filme, se narraba el drama argentino de la apropiación de hijos de desaparecidos durante la dictadura militar que había terminado en 1983. En la pantalla, la madre adoptiva de una niña se acerca a Abuelas de Plaza de Mayo y descubre la trama de una de las tantas caras horribles que tuvo la represión ilegal en Argentina. Fue Norma Aleandro, protagonista del filme quien pasó a entregar el premio.
En el podcast, Amato se traslada a 1986 y cuenta: “Me puse mi tercer smoking y el último de mi vida, porque tenía que tenía que estar así, fue una gran alegría. Norma Aleandro salió junto a Jack Valenti, que era un directivo muy importante de la cinematografía norteamericana a anunciar el Oscar. Entonces dijo el Oscar es para... Y Valenti le da el sobre a Norma para que lo abra. Al hacerlo, lee para sí misma: ´La historia oficial´. Y dice ´God bless you´. Dios los bendiga. Dios los bendiga. En la platea, Puenzo cree que perdió, algo que me confesó luego”.
Después de la ceremonia hubo una fiesta a la que Amato no pudo ir porque tuvo que escribir la nota. Y allí aparece otra viñeta de cómo era la profesión de periodista en el siglo pasado. No existía el mail ni los teléfonos celulares, que bien habrían podido ayudar enviar una nota desde Los Ángeles a Buenos Aires en apenas segundos. Se transmitían vía telex. Pero aquella noche -Amato cerró su texto a las 3 de la mañana de Los Ángeles- hubo un desperfecto tecnológico y hubo que grabar la nota.
Es decir que Alberto Amato llamó desde una cabina telefónica a la redacción y leyó lo que había escrito. Del otro lado pusieron un grabador y luego desgrabaron el texto para, finalmente, publicarlo.
Pero allí no terminaba la tarea: era imprescindible que las fotos llegaran vía avión desde Estados Unidos a la Argentina. Para ello había que conseguir que un pasajero que volara hacia Ezeiza hiciera de cadete de lujo y llevara consigo los rollos y, una vez en el aeropuerto, los entregara al personal de la revista que había ido a buscarlos.
Fueron épocas de un periodismo más artesanal, en el que era mucho más importante que un argentino viajara para contar con mirada argentina lo que sucedía en el exterior, que las imágenes de televisión que, además, llegaban en cuentagotas.
El segundo episodio del podcast “Medio siglo de periodismo” muestra cómo se trabajaba en aquellos años y cómo era el país. Un país que cambió mucho, igual que el oficio más lindo del mundo.