Que cada día canta mejor es indudable e indiscutible. Lo que se duda y discute, en un tire y afloje sin precedentes en la historia, es la verdadera nacionalidad de Carlos Gardel, que llegó a este mundo para hacerlo mejor con su voz, el 11 de diciembre de 1890.
Luego de un trabajo de investigación para el libro El padre del Gardel, del argentino Juan Carlos Esteban y los franceses Georges Galopa y Monique Ruffié, sacaron el enigma de las sombras cuando dieron con (nada más y nada menos) la propia partida de nacimiento de El Zorzal: es francés, nacido en la ciudad de Toulouse, específicamente.
Ese documento fue publicado por los autores tras una década de investigaciones y entrevistas, gracias a las que descubrieron que Charles Romuald Gardes –nombre de nacimiento- fue anotado en el registro civil de esa pintoresca ciudad.
La historia que sigue es un poco más conocida: la llegada en barco en los brazos de su madre, Berthe Gardes (expulsada del seno familiar por haber sido madre soltera) cuando tenía 2 años. Estos mismos autores revelaron que su padre, Charles Romuald, había tenido otros hijos y que gran parte de su vida la pasó tras las rejas por distintos delitos que habría cometido.
Reconocido en todo el mundo, amado hasta hoy, Carlos es la figura emblemática de Argentina, país que amó y que eligió para vivir junto a su madre, a quien le compró una casa en el Abasto, hoy convertida en un museo minimalista. Allí cerca se alza la estatua de unos de 2 metros de altura que en este momento, seguramente, ya tendrá alguna ofrenda floral como sucederá también en el mausoleo de la Chacarita donde descansan sus restos.
Argentino por elección
El 4 de noviembre de 1920, ya famoso y aclamado por el público, Carlitos recibió el documento de identidad argentina. ¿Pero, cómo era el país y la ciudad, sobre todo, que lo vio llegar cuando aún usaba pañales?
“Para entender el desarrollo del fenómeno Gardel tenemos que remitirnos a la Buenos Aires de principios del siglo XX y a los cambios originados con la inmigración, multiplicados con tal fuerza y masividad, que inauguraron una dinámica social y un mestizaje con un vuelo que sólo el tango fue capaz de mostrar y expresar”, invita a pensar Walter Santoro, presidente de la Fundación Internacional Carlos Gardel.
Al momento de su llegada, en la Capital Federal el 7% de la población era de origen extranjero; para 1914, la cifra alcanzaba el 50 por ciento. Además, en Buenos Aires había una gran porción de migrantes llegados de otras provincias y apenas un tercio eran porteños de nacimiento. “El cambio que tuvo la nación fue de una magnitud inusitada: la nueva situación generó cambios en los ejes culturales sobre los que pivoteaba nuestra sociedad y los arquetipos sociales derivados de la cultura variaron radicalmente”, destaca.
Como lo hicieron otros miles y miles de inmigrantes llegados a esta tierra, seguramente Berta eligió Argentina porque era la nación prometedora de grandes oportunidades. Los motivos reales son desconocidos, pero de sobra están demostrados los sentimientos que Gardel tenía por este suelo, y sus tangos dan fe de ello.
Durante su infancia, el pequeño Carlitos fue cuidado por distintas amigas de Berta mientras ella trabajaba en tareas domésticas, lavando y planchando ropas a cambio de un poco de dinero, el suficiente para los platos de comida. “Cuentan los hijos de Rosa Corrado de Franchini, que compartieron su infancia con el pequeño, que ‘desde muy chiquito soñaba con ser cantor. Él mismo lo decía. Muchas veces, de noche, cuando se acostaba, lo veíamos en la cama con un pequeño palo, a manera de guitarra, y cantaba las canciones de la época. A los siete años se sentaba en las puertas de calle a cantar, y enseguida lo rodeaba un mundo de muchachitos y por intermedio de ellos, muchas familias se lo llevaban a sus hogares, durante días enteros’”, revive Santoro, uno de los grandes estudiosos de la vida y obra gardeliana.
Según contó su propia madre, cuando tenía 12 años le pidió las llaves de la puerta de calle porque “esa noche tenía un programa”. A esa edad, daba recitales amateurs en casas de familia y donde lo llamaran a cantar. Talento innato.
Su adolescencia no fue distinta a la de otros niños humildes y solía pasar buena parte del tiempo rebuscándosela para hacerse de un dinero: iba de timba, apostaba y hasta tuvo alguna actitud que le valió vérselas con la policía. “Ese tipo de vida era una obsesión para aquel muchachito morocho, peinado con raya al medio, bastante gordito y de andar desenfadado”, repasa el también coleccionista de objetos gardelianos.
“Doña Berthe ya había perdido las esperanzas de retenerlo a su lado y la calle pasó a ser su casa. En diferentes ocasiones, durante días e incluso meses, se ausentaba de su hogar. Es conocida su detención en Florencio Varela por vagancia o fuga del hogar, en 1904, por la Policía de la provincia de Buenos Aires. Por lo que sabemos, estos encuentros con la policía habrían sido frecuentes. Esto describe la compleja situación socio-económica en la que vivía; situación que supo sortear por su inteligencia y tenacidad, cualidades que fueron un eje fundamental para encarar los desafíos futuros”, explica Santoro quien además publicó un libro en el que recopila desconocidas fotografías de la historia de Carlos Gardel y su época, “Gardel en imágenes”.
Su carrera, aunque no de manera profesional, comenzó en el café de los Traverso y en el comité conservador de la calle Anchorena al 600. Más tarde, en 1927, se mudó con su madre a la casa de Jean Jaures 735, la única que pudo comprar y que actualmente es la Casa Museo Carlos Gardel.
En esa primera etapa, se vestía con ropas de gaucho y payaba. Se le discutía que no era muy hábil para improvisar sus propios versos a medida que cantaba (característica decisiva para el éxito de los payadores), pero su voz comenzaba a hacer latir todos los corazones y además a abrirle camino en el mundo de la canción.
A comienzos de 1911, conoce al uruguayo José Razzano con quien inicia su carrera musical, en la casa de un amigo en común, en la calle Guardia Vieja, cerca del Mercado de Abasto. Gardel ya cantaba a dúo con Francisco Martino, y se suma Razzano y poco después el cuyano Saúl Salinas. Había iniciado una de las etapas más conocidas del tango.
Su carrera comenzó a crecer de manera exponencial y en 1931 conoce a Alfredo Le Pera, con quien ya había empezado a tener contacto el año anterior. Para entonces, Gardel ya estaba en el apogeo de su carrera musical ya actoral, pero la dupla con Le Pera la disparó al resto del mundo: juntos compusieron los tangos más reconocidos y que los catapultaron a la fama internacional. Estaban juntos con sus guitarristas cuando el 24 de junio de 1935 murieron en el trágico accidente de Medellín.
El primer argentino famoso
El historiador Felipe Pigna cuenta en su libro “Gardel”, que El Zorzal fue primer argentino del siglo XX en trascender a niveles poco comunes en España, Francia, los Estados Unidos y casi toda Latinoamérica. Es que además de cantor, Carlitos fue un eximio actor actor que filmó en París y en Nueva York, que estuvo atento a los guiones y que creó las melodías para sus películas, dando lo mejor de sí para su público que se extendía cada día.
Al recordar su trágica muerte, en una entrevista con Infobae, Pigna revela que Gardel intuía que algo podría pasar en ese vuelo, más allá del miedo que tenía a volar.
“Esos diálogos son completamente reales, provienen de los testimonios de los sobrevivientes José María Aguilar Porrás, guitarrista, y José Plaja. Hay una permanente cuestión sombría en ese viaje final y una negativa a viajar que no tenía que ver con alguien paranoico sino con un mundo donde estaba empezando la aviación aéreo comercial y eran muy frecuentes los accidentes aéreos y Carlos tenía la prevención lógica de no querer viajar en avión y, además, se lo había jurado a su madre; por eso cuando ella se entera del accidente no lo podía creer porque él le había dicho que nunca se iba a subir a un avión”, advierte.
Pero eso no es todo. Según investigó “también se dieron una serie de sucesos desafortunados en ese vuelo”. “No pasó nada de lo que se dice sobre la leyenda del tiroteo, pero sí una cantidad de errores acumulados, la precariedad de un aeropuerto que no estaba en condiciones, la señalética era completamente humana con un banderillero como el de Fórmula 1 que marcaba la presencia de un avión y hubo una especie de discordia en marcar a destiempo la presencia del avión alemán de la pista. También había una cierta sobrecarga en el avión de Carlos y mal distribuida donde había mucho el peso en la parte de atrás de la aeronave que complicó el despegue. El piloto era excelente en aviones pequeños y no en uno de ese tamaño; y un copiloto que no sabía pilotear. Entonces se conjugan una cantidad de cosas en una situación trágica que dio como resultado la muerte de la mayor parte de los tripulantes, a causa de una serie de graves errores humanos”, concluye.
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El Mausoleo de Carlos Gardel espera la visita de cientos de fanáticos
Un cigarrillo que dejará caer sus cenizas con el soplido del viento (varios, en realidad), cantores octogenarios y de los nuevos que, pañuelo anudado al cuello y algún sombrero de costado, entonarán los tangos que Gardel inmortalizó y otros que conocen aquellos gardelianos de alma.
Seguramente decenas de turistas también llegarán con algunas flores para visitar el mausoleo donde descansan los restos de Carlitos y su madre. La visita es la cita obligada que se repite cada 11 de diciembre, para celebrar su nacimiento, y los 24 de junio, para recordar el día en que murió tras el fatal accidente en Medellín luego de la colisión de la aeronave en la que viajaba con otra, de similar porte, mientras carreteaba.
Del homenaje, que iniciará a las 13.00 en el mausoleo (calle 6 y 33), participarán los cantantes Alfredo Sáez, Leonardo Pastore, Oscar Fernández con sus guitarristas y Jenni Zubillaga, acompañará el pianista Hernán Malagoli.
“El acervo que Gardel nos ha dejado es inmenso y el aporte cultural más caudaloso que un artista pudo dejar. Su voz ha sido declarada como Patrimonio de la Humanidad y fue aclamado como argentino por los artistas más destacados del mundo, como también reyes, reinas, príncipes, presidentes, etc. Es el argentino que nos representó en muchos países, cantando no sólo tangos sino también decenas de otros géneros musicales, entre ellos folclore, plasmando nuestra idiosincrasia a través de sus letras”, destaca Edith Beraldi, la mujer que custodia los restos del cantor y su madre.
Además, resalta que él destacó como actor y que sus películas batieron récord en New York, lugar donde fue velado durante 8 días. “¿Quién otro logró tanto? Y podría seguir relatando sus “hazañas” ya que, por la época en que vivió, realmente lo fueron las cosas que ha hecho. Y como si fuera poco, la grandeza que tuvo en el arte también la ejerció como ser humano, porque le importaba mucho el otro y ayudaba a todo el que lo necesitaba. Su piedad era infinita y la mayoría de las veces le hacía llegar dinero en el silencio y la discreción. Cada vez que salía de alguna actuación, hacía que sus guitarristas desenfunden sus guitarras para brindarles varios temas a la gente que lo aclamaba afuera y no habían podido ingresar, sea por localidades agotadas o por no tener dinero para pagar su entrada”.
Emocionada, pregunta: “¿Cómo no admirar y quererlo a Gardel? ¿Cómo no tentarse en ser una mejor persona y seguir su ejemplo? Eso es sencillo, ahora, cantar como él... ¡imposible!”.