Las “pocas neuronas de Galtieri” según el embajador inglés y la derrota en Malvinas que abrió la puerta a la Democracia

En diciembre de 1981, el general Galtieri, junto con el Almirante Anaya y el brigadier Lami Dozo pergeñaron la abrupta salida del entonces presidente de facto Roberto Viola. El plan de la Armada para ocupar las islas, la debacle militar y la oportunidad civil para recuperar la República

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Videla, Galtieri y Viola
Videla, Galtieri y Viola

El lunes 9 de noviembre de 1981 a la noche, el teniente general Leopoldo Fortunato Galtieri llegó sonriente al amplio hall del aeropuerto de Nueva York donde debía embarcar para Buenos Aires. Así ponía término a un exitoso segundo viaje a los Estados Unidos donde había sido majestuosamente agasajado. De pronto su cara adquirió un rictus de tensión cuando el cónsul Gustavo Figueroa le transmitió un mensaje “urgente” que acababa de recibir de Buenos Aires. Le relató que pocas horas antes el presidente Roberto Eduardo Viola había sido internado de urgencia en el Hospital Militar Central. Dejó a su esposa Lucy a un lado, se sentó en un sillón, encendió un cigarrillo, y perdió su mirada en el infinito durante cuarenta minutos. Se había quedado solo con sus pensamientos. La Casa Rosada estaba al alcance de su mano. En un rincón del amplio salón conversaban el embajador Figueroa y el coronel Norberto Ferrero. “Esto se derrumba”, palabras más, palabras menos, me comentó el embajador Gustavo Figueroa que le dijo al ayudante de Galtieri. “No se preocupe, el jefe tiene un plan”, respondió Ferrero. Una vez más, como aventuró el diario Le Monde, estaba por comenzar un “ballet tragicómico que los generales de Buenos Aires representan en torno de la Casa Rosada”.

En Buenos Aires, ese lunes 9 de noviembre de 1981, a las 15.05, el presidente Roberto Eduardo Viola junto con su esposa y su hijo salieron en su automóvil blindado rumbo al Hospital Militar Central, en la avenida Luís María Campos. Sus íntimos dejaron trascender que la presión arterial había alcanzado niveles peligrosos. Además del estrés, Viola era un hombre de 57 años que fumaba tres atados diarios de “True” y bebía whisky sin discreción en sus largas conversaciones. Su físico estaba muy desgastado y aparentaba más edad, por eso lo llamaban “El Viejo”. Su desgaste no se reflejaba solamente en su persona, era su gobierno, el Proceso Militar, el que ya no tenía mucho margen de maniobra. No despertaba adhesiones, nadie le creía. Galtieri había hecho mucho para que el fin de Viola estuviera cerca. Desde hacía meses se hablaba de “golpe” y él no decía nada.

El ascenso de Galtieri
El ascenso de Galtieri

Galtieri llegó a Buenos Aires el martes 10 de noviembre y a las pocas horas se encontró con sus pares de la Armada y la Fuerza Aérea. Lo que debió ser una reunión informativa sobre el panorama que encontró en Washington se transformó en un análisis de la nueva situación a la vista. De este encuentro salió la versión de adelantar la asunción del brigadier Basilio Lami Dozo como comandante en jefe de la Fuerza Aérea (debía asumir en enero). Mientras, el teniente general Galtieri se preparaba a observar a la Junta de Calificaciones del arma, porque de allí saldría la nueva “cadena de mandos”. En otras palabras, haría un Ejército a su medida.

Los anuncios de los nuevos cambios en el Ejército salieron publicados en los diarios del sábado 5 de diciembre. La Nación mostraba en su tapa una foto del presidente Roberto Viola, ojeroso pero sonriente, conversando con el periodismo, y más abajo, las fotos de algunos jefes militares que asumirían. El 8 de diciembre, Galtieri viajó a Bahía Blanca y puso en funciones al general de división Osvaldo Jorge García como comandante del Cuerpo V. Al término de la ceremonia, el nuevo jefe acompañó a Galtieri a la base naval de Puerto Belgrano para participar de una formación que presidía el almirante Anaya, donde se exhibió nuevo equipamiento de la Armada. Lo más llamativo fueron los aviones Súper Étendard con la nueva versión del misil Aire-Tierra AM 39 Exocet. El mismo martes 8 de diciembre, entre las 22 y casi la una de la madrugada del miércoles, Galtieri se entrevistó con Viola en la residencia presidencial de Olivos. Los pocos trascendidos de ese encuentro resaltan que el punto clave fue la negociación sobre las modalidades de la sucesión de Viola. En su edición del miércoles 9, La Nación informa en la tapa que Viola “tiene un bloqueo de un ochenta por ciento en una coronaria y un bloqueo menor en otra, además presenta un enfisema pulmonar que le crea dificultades respiratorias y una complicación renal. Los comandantes creen que en estas condiciones no se puede gobernar a la Argentina de 1981″.

Nada de lo que sucedía y habría de ocurrir era sorpresivo o impensado. Según me contó el brigadier general Arturo Basilio Lami Dozo, después de la guerra encargó una investigación sobre el momento en que Galtieri y Anaya convinieron en realizar la ocupación de las islas. Esa investigación señala que “empezaron a hablar de Malvinas” en abril de 1981. Ambos habían sido contemporáneos en el Liceo Militar General San Martín y se tenían gran confianza. Los dos —principalmente Anaya— estaban interesados en las Malvinas. Para Lami Dozo la ecuación era sencilla: según lo entendió Galtieri, Anaya se comprometió a respaldarlo como presidente y comandante en jefe del Ejército al mismo tiempo, para que completara el período de Viola y, si todo marchaba bien, cumpliera un período presidencial más. Como Viola debía terminar en 1984, con otros cuatro años más el Proceso debía llegar por lo menos hasta 1988.

Según algunos cronistas, a mitad de diciembre de 1981 se realizó una reunión del almirantazgo en la que el almirante Juan José Lombardo se expresó con inusitada severidad sobre gobierno militar al que pertenecía. En esa cumbre naval Lombardo habló de “la descomposición del país y la necesidad de encontrar una solución política” y llegó a sostener la eventualidad de su pase a situación de retiro. Tan alterado se lo vio que, para calmarlo, el almirante Anaya lo invitó, con su esposa, a pasear por el Delta en el navío del comandante en Jefe de la Armada. Hay un punto de encuentro con Malvinas si se comparan estas evaluaciones de Lombardo con sus opiniones en un documento de mayo de 1981, en el que afirma que dado el desgaste de la dictadura militar, hay que encontrar una “válvula de escape”: “La cuestión Malvinas, pese a las sucesivas optimistas apreciaciones de nuestro servicio exterior a lo largo de los últimos años, tampoco permite avizorar una finalización favorable a la soberanía argentina […] el proceso de cambio de autoridades y sus consecuencias en lo político y económico, me lleva a colegir que estamos en un momento y situación que es importante tratar de encontrar una válvula de escape para aliviar las presiones interiores de la expectativa nacional.”

Vicealmirante Juan José Lombardo
Vicealmirante Juan José Lombardo

Tras analizarse la propuesta firmada por Lombardo, el almirante Alberto Gabriel Vigo, comandante de la Base Naval de Puerto Belgrano, la aprueba y el 22 de junio de 1981 la eleva a Jorge Isaac Anaya, en ese momento jefe del Estado Mayor de la Armada. Tras varias consideraciones de tipo militar y estratégico, Vigo agrega: “No podemos dejar de considerar el significado positivo que, en el orden nacional, implicaría concretar el acto posesorio de las Islas Georgias. Creo que ello redundaría beneficiosamente en el orden interno, demostraría nuestra determinación en el orden internacional y contribuiría especialmente a alimentar la cohesión de los argentinos y el espíritu nacional, decaídos por la inestabilidad y las frustraciones que desde tanto tiempo nos aquejan”.

Para Oscar Camilión, un testigo privilegiado, “el tema internacional fue decisivo en el proceso de transición de Viola a Galtieri, es decir, en el golpe de Estado que finalmente llevó a la presidencia al general Galtieri”. En su libro Memorias políticas (1956-1996) relatará: “La Armada estaba convencida de que era menester dejar el gobierno, pero en condiciones de negociación fuertes como para que no ocurriera lo mismo que en 1973 (asunción de Héctor Cámpora y la izquierda montonera), y para esto la operación Malvinas era fundamental. Como la operación Malvinas no se podía hacer con Viola, la conclusión muy simple era sacarlo”.

La tapa con los cambios de la Junta Militar
La tapa con los cambios de la Junta Militar

El jueves 10 de diciembre de 1981, durante una recepción al periodismo en el edificio Libertad, el almirante Jorge Anaya anunció la decisión de la Junta de remover al Presidente y pidió su renuncia lo más rápido posible: “Se han agotado los procedimientos y los tiempos para el tratamiento de la actual situación institucional”. Era un ultimátum. A su lado escuchaban sonrientes el teniente general Galtieri y Graffigna. En la mañana del 11, Viola se entrevistó con los tres miembros de la Junta en el edificio Libertador y el general Héctor Eduardo Iglesias, en nombre de la Junta Militar, informó que el teniente general Galtieri asumiría la presidencia de la Nación el martes 22 de diciembre en dependencias del Congreso de la Nación. La Armada aceptó que Galtieri ejerciera la presidencia y la comandancia al mismo tiempo y el brigadier Omar R. Graffigna adelantó el traspaso de la Fuerza Aérea a Basilio Arturo Lami Dozo. Las crónicas de los diarios no cuentan que el brigadier Lami Dozo estuvo a punto de no integrarse en la Junta Militar, simplemente, porque aceptar las dobles funciones de Galtieri significaba tirar por la borda años de discusiones sobre el papel del “cuarto hombre” y el Órgano Supremo del Estado, que era la Junta Militar. “Así no asumo”, le había dicho al brigadier general Graffigna. Este lo hizo participar en una reunión de la Junta —en la que también estuvo el general Liendo— en la que Galtieri se comprometió a pasar a retiro en un tiempo “prudencial” (fines de 1982).

Las “usinas” militares y civiles próximas al Proceso trabajaron a destajo en esos días para imponer a sus hombres en el nuevo gabinete. Las condiciones para ser canciller las adelantó el secretario general del Ejército, Alfredo Saint Jean: “Deberá ser una persona que comparta ‘la firmeza’ de las Fuerzas Armadas sobre dos temas: el conflicto de límites con Chile y la recuperación de la soberanía argentina sobre las islas Malvinas, actualmente en poder de Inglaterra”. También fuentes militares no identificadas adelantaron que se buscaría un mayor acercamiento con los Estados Unidos y “es muy probable que Argentina se retire del Movimiento de Países No Alineados que lidera Fidel Castro”. Muchos observaron sorprendidos la nueva ubicación de la Argentina. Entre otros se destacaba el embajador Shlaudeman, cuando el 10 de diciembre de 1981 (Cable 08589-E3) informó que “Galtieri tiene una actitud altamente favorable hacia los Estados Unidos y generalmente apoya los objetivos de nuestra política internacional […] Es crítico respecto de la adhesión del gobierno argentino al Movimiento [de Países] No Alineados y ha expresado exasperación por los intentos del canciller Camilión por mantener las credenciales argentinas del tercer mundo. […] Sin embargo, no prevemos un enfoque complaciente en los problemas clave de la región, el Beagle y las Malvinas. Sobre ellos Galtieri es un individuo de línea dura y difícil de disuadir mediante influencias externas”.

Al día siguiente, el embajador británico Anthony Williams envió a Patrick Robin Fearn, el jefe del departamento de América del Sur de la Oficina de Asuntos Exteriores, algunas observaciones sobre la personalidad de Galtieri y, en especial, del almirante Anaya, que también eran un llamado de atención acerca de lo que sobrevendría en la relación bilateral.

Nota del embajador británico Anthony Williams sobre los cambios en el gobierno
Nota del embajador británico Anthony Williams sobre los cambios en el gobierno

[…] “Es evidente que, tras el cambio de jefes de la Fuerza Aérea y con el Ejército cubriéndose de forma visible con hojas de roble, Anaya surgió como un hombre muy eficiente que sabe lo que quiere y puede insistir para obtenerlo. La influencia de la Armada alcanza sin problemas el tercio reglamentario, o incluso puede llegar a superarlo. Como es el servicio con la visión más dura sobre Malvinas y el Beagle, puede que esto no represente buenas noticias para nosotros en lo político. Me temo que, otra vez, los militares argentinos están demostrando su capacidad para dar la peor imagen posible al mundo: indecisos y arbitrarios a la vez. Como recordará, cuando conocí a Viola antes de su designación pública dudé mucho de que estuviera a la altura de lo que se prometía. Tengo todavía menos confianza en las pocas neuronas de Galtieri. Sospecho que es un héroe falso (¿al estilo de Haig?) —todo color de rosas—, y que, como tal, es peligrosamente impredecible”.

Un “golpe blanco”, sin ruido, lo denominaron en el exterior. “La última oportunidad” fue el título de una larga columna que firmó Álvaro Alsogaray el 13 de diciembre en La Prensa. Allí clamó por un cambio de política económica y “una apertura política que lleve a la constitución de un congreso a partir de 1984″.

El martes 15 de diciembre de 1981, el almirante Anaya se desplazó a la Base Naval de Puerto Belgrano con el objeto de poner en funciones al nuevo comandante de Operaciones Navales, vicealmirante Juan José Lombardo. Después de la ceremonia se realizó una sobria recepción en el casino de oficiales. A su término, Anaya le pidió que lo acompañara a la base aeronaval Almirante Espora pues quería hablarle a solas durante el trayecto. En no más de veinte minutos de viaje, con la parquedad que lo caracterizaba, Anaya le dijo a Lombardo: “Quiero que prepare un plan para capturar Malvinas”. Le dijo, además, que lo proyectara en soledad. Un par de días más tarde Lombardo viajó a Buenos Aires y se encontró en el piso 13 del edificio Libertad con el comandante en Jefe de la Armada. Según el contralmirante Eugenio Luis Bézzola, en ese tiempo director de Electrónica Naval, Anaya le aclaró: “Se debe planificar para ocupar las islas, vale decir, no para ocupar y mantener las islas, sino solo ocuparlas”.

El 16 de diciembre los dirigentes más importantes de la Multipartidaria se reunieron en la Casa Radical para firmar la declaración “Antes de que sea tarde”. Sus diecisiete carillas fueron rubricadas por Deolindo Bittel (PJ), Carlos Contín (UCR), Arturo Frondizi (MID), Oscar Alende (PI) y Francisco Cerro (DC), y en ellas se realizó un fervoroso llamamiento “para encontrar el camino de la unión” y se reclamó elecciones generales “sin proscripciones, gradualismos, ni condicionamientos de ninguna especie”.

Anaya, Galtieri y Lami Dozo
Anaya, Galtieri y Lami Dozo

El 17 de diciembre Basilio Lami Dozo asumió como comandante en Jefe de la Fuerza Aérea Argentina. Frente a las novedades, el embajador estadounidense Harry Shlaudeman aconsejó al Departamento de Estado que se le enviara a Galtieri tan solo un saludo, sin felicitaciones: “Creo que un mensaje de nuestro presidente sería adecuado para la ocasión”. Algo así: “podría desearle a Galtieri que le vaya bien con los importantes temas que debe resolver”.

En el medio de una gran indiferencia de la sociedad, el 22 de diciembre de 1981 el teniente general Galtieri juró en el edificio del Congreso —sede de la Junta Militar— como presidente de facto de la Nación. El bastón se lo entregó el almirante Anaya y la banda se la impuso el brigadier Basilio Lami Dozo. Como era de prever, estuvieron ausentes Viola, Massera y Lambruschini. Al día siguiente, el embajador Shlaudeman envió un escueto informe de la ceremonia: “Fue breve (nueve minutos) y austera con una obvia falta de interés popular […] Anaya no quiso entregarle la banda presidencial a Galtieri por temor a que debido a su estatura diminuta se viera ridículo tratando de pasar la banda sobre la cabeza del gigantón Galtieri”.

El nuevo presidente intentaba reflotar el Proceso pero nadie esperaba demasiado. “El efímero gobierno de Viola dejó una herencia de dificultades económicas y prácticamente en el mismo lugar el proyecto de apertura política, no obstante los primeros esfuerzos concretos para colocarlo en sus carriles”, dijo el diario O Globo de Brasil. También afirmó: “Los signos de agotamiento del régimen discrecional saltan a la vista”. Más contundente fue el Jornal do Brasil al afirmar que el “ciclo de intervenciones militares se revela agotado”. El mismo día de la asunción, el almirante Anaya le pasó a su jefe de Estado Mayor, vicealmirante Alberto Gabriel Vigo, una orden escrita a mano que contenía tres puntos, tal como se desprenden de su minúscula letra. Fue la primera orden del conflicto armado que se avecinaba:

1. Malvinas

1.1. El CON [Comandante de Operaciones Navales] presentarme un plan actualizado.

1.2 Enviar personal seleccionado para reconocimiento.

1.3. Plan después ocupación.

1.3.1. Efectivos para permanecer en Stanley.

1.3.2. Apoyo a dichos efectivos.

1.3.3. Logística para Stanley.

1.3.4. Defensa de Stanley.

(Primeras directivas de Anaya del 22 de diciembre de 1981)

Sobre la base de esa disposición, al día siguiente el vicealmirante Vigo le envió el documento “secreto” Nº 326/81 al vicealmirante Juan José Lombardo con la instrucción de que “deberá elaborar personalmente y entregarme a la mano, el Plan actualizado para la recuperación de Malvinas”. El contenido del documento comprende los cuatro puntos del plan esbozado en el punto 1.3 de la orden de Anaya. Los dos restantes debían ser llevarlos a cabo en otros departamentos de la Armada, relacionados con Material Naval (contralmirante Víctor José Nasini), Material Aeronaval (contralmirante Santiago Vignale) y el jefe de Operaciones del Estado Mayor General de la Armada (contralmirante Edgardo Aroldo Otero).

Fragmento inicial del documento "secreto" Nº 326/81
Fragmento inicial del documento "secreto" Nº 326/81

El jueves 23 a la noche, Galtieri apareció hablando por primera vez en cadena nacional al país como presidente de la Nación. Pidió confianza a la población y reclamó austeridad a su gobierno. Y en política exterior señaló que la Argentina no adoptará “posiciones equivocadas o grises, susceptibles de debilitar nuestra raíz occidental”.

El se mismo día jueves, la Confederación General del Trabajo, en una declaración que tituló “Por una Navidad en paz”, reclamó a Galtieri un gobierno de emergencia con la participación de “todos los sectores de la vida nacional”, al estimar “el fracaso total y absoluto de la pretendida gestión gubernamental del llamado Proceso”. La organización sindical que dirigía Saúl Ubaldini propuso “la movilización popular” en favor de un “perentorio llamado a elecciones generales, y decretar el estado de emergencia social”. Llama también a la “concordia” y “la unidad nacional”.

El 30 de diciembre, la Junta Militar comenzó a deliberar sobre las “Las Pautas de la Junta Militar al P.E.N. para el Ejercicio de la Acción de Gobierno 1982-1984″. En el Área Internacional se indicó “contribuir a la solución del conflicto con Chile desarrollando acciones fijadas por el comité militar; defender y controlar los intereses argentinos en el Cono Sur; preservar nuestros derechos antárticos y desarrollar la presencia argentina en la Región; intensificar todos los cursos de acción necesarios y oportunos para que se obtenga el reconocimiento de nuestra soberanía sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del sur”.

Galtieri, ya presidente
Galtieri, ya presidente

El sábado 2 de enero de 1982 Buenos Aires estaba silenciosa, triste. Muchos, despreocupados, habían partido de vacaciones; otros, los más, aún se reparaban de la fiesta de Año Nuevo. Hasta ese día habían entrado en Mar del Plata 50.000 personas por la angosta y peligrosa Ruta 2. Los diarios del martes 5 de enero de 1982 informaron que los tres comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas se reunirían para analizar distintas cuestiones. La reunión se llevó a cabo en el edificio Libertador, sede del Ejército, a partir de las 9 de la mañana. Aunque no se informó a los medios periodísticos, allí se analizó la cuestión Malvinas en el contexto de la política exterior y se concluyó que debía adoptarse una política “agresiva”. Poco antes del inicio formal de la reunión, Lami Dozo me relató que el jefe del Ejército le comentó como al pasar, en un pasillo del tercer piso del edificio Libertador: “Negro [así lo llamaba Galtieri a veces], quiero hablar con vos sobre Malvinas. La cosa no anda bien”.

Según el informe de la Junta Militar, “en esa reunión el caso Malvinas fue tratado fuera del temario de la Junta Militar. Tras numerosos y extensos argumentos que acentuaban la importancia de las islas y el desasosiego argentino por los años de negociaciones, en la reunión se decidió encargar un estudio de Estado Mayor “abreviado” con la participación de un representante por cada fuerza armada.

Párrafo del informe de la Junta Militar
Párrafo del informe de la Junta Militar

Como surge de la documentación expuesta, la fecha determinante fue el 5 de enero. Ese día se consideró llevar adelante una acción militar en el caso de no progresar la vía diplomática. La decisión fue tomada con la presencia formal de los tres comandantes en jefe. Sin embargo, la cuestión había sido analizada y planificada por la Armada, primero, y tratada entre Anaya y Galtieri, después. El martes12 de enero la Junta Militar, reunida en el edificio Libertador a las 9 de la mañana, terminó de completar “un análisis político”, según La Nación, y estudiarlas próximas designaciones de gobernadores y embajadores. Lo que no se dijo al periodismo fue que el 12 de enero “se trató la planificación militar de Malvinas como acción alternativa en caso de fracasar la solución negociada con Gran Bretaña y teniendo siempre el propósito de lograr el objetivo político a través de un acuerdo.

Otro párrafo del informe de la Junta Militar
Otro párrafo del informe de la Junta Militar

Por Resolución no incorporada al Acta de la Junta Militar, se designaron—por consiguiente—los señores General de División García, Brigadier Mayor Plessl y Vicealmirante Lombardo para analizar la previsión del empleo del poder militar para el caso Malvinas con un enfoque político-militar que especificara los posibles cursos de acción. Se planeó asimismo que el trabajo sería secreto y manuscrito, eligiendo distintos lugares de reunión; y que además de los miembros designados, tendrían conocimiento del tema, en el momento oportuno, los jefes del Estado Mayor General de las tres Fuerzas Armadas y el Sr. Canciller”.

Así nació la “Operación Azul” o “Rosario” que se llevo a cabo el 2 de abril de 1982. El fracaso, la caída de “Puerto Argentino” el 14 de junio de 1982, hizo que las fuerzas Armadas se retiraran del poder al año siguiente. Habría de renacer la Democracia en la Argentina como hija de una derrota. Palabras más, palabras menos, así lo reconocerían más tarde los dos primeros presidentes constitucionales que surgieron en 1983 y 1989.

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