Según la Real academia española la psicodelia es una tendencia surgida en la década de 1960, caracterizada por la excitación extrema de los sentidos, estimulado por drogas alucinógenas, músicas estridentes, luces de colores cambiantes y demás blableos.
Luego de eso, el Arte Psicodélico es también explicado como arte lisérgico. Abarca expresiones artísticas surgidas desde el uso de LSD o ácido lisérgico, también desde el peyote y similares. El artista, que puede ser pintor, músico, escritor, lo que sea, pretende volcar en su obra el propio universo interior. Su alma digamos. Lejos de ser un cronista, un lúcido espectador de su época, un testigo inapelable de la circunstancia, el artista psicodélico lo que pretende es socializar sus propias experiencias, pensamientos u ocurrencias.
Una búsqueda absolutamente espiritual, en la que el mensaje se multiplica por la cantidad exacta de personas que lo escuchan, que lo mira o que lo lee. Ahí entran en juego las percepciones personales, que pocas veces son transitivas. Lo curioso es que se logra. Muchas veces cuando los críticos de artes no pueden finalizar la decodificación de una obra, puede ser una canción, o un cuadro, le otorgan el calificativo de psicodélico al asunto en cuestión y chau, a otra cosa.
Estábamos con Daniel Morano haciendo una radio que se llamaba Bitbox, una experiencia tan bellísima como extraña, sin programas fijos, con separadores que apelaban a textos a veces indescifrables, con músicas bastante corridas del estándar, en la que algunas noches en vez de pasar una canción atrás de otra, pasábamos un disco entero atrás de otro. En fin, tanto era así que un día una reconocidísima periodista televisiva me preguntó si era yo el que estaba en esa “radio psicodélica”.
En esa radio también nos caracterizábamos por poner solamente música de Luis Alberto Spinetta como artista argentino. Hasta que una mañana Morano programó una banda desconocida hasta entonces, estábamos en 2011, llamada Los Espíritus, que habían editado un tema que se llamaba “Lo echaron del bar”. Cuando lo crucé y le pregunté que era eso solo encogió los hombros diciéndome que era psicodelia. De ahí en más empezó a sonar todos los días. La radio ya no está, pero Los espíritus sí. Van por su séptimo disco y cada vez están más grandes.
Nacieron como banda en La Paternal, igual que Pappo´s Blues. Luego de sus primeras canciones echadas a rodar en las redes o en forma de EPs en 2010, llega “Lo Echaron del Bar”, que en las radios de México fue una de las canciones del año. En 2013 graban su primer álbum, tras ser elogiados por todas las encuestas del año anterior, titulado igual que la banda. En 2014 editan “Gratitud” y esa obra los lleva a presentarse en los principales escenarios de aquí mismo y de Perú, Costa Rica, Chile, Colombia y España. Un par de años después, con “Agua Ardiente”, llegan a Alemania, México y Francia. Lanzan en 2019 “Caldero” y en 2021 “Sancocho Stereo I” y “Sancocho Stereo II”. Este año acaban de presentar espectacularmente en el microestadio de Ferro “La Montaña” y se huele a consagración.
Sus shows se llenan de sibaritas del buen ritmo, la crítica los ama mientras ellos siguen subiendo al escenario enfundados en esas camisas, que yo mas bien llamaría psicodélicas aunque me han dado una decena de nombres más adecuados para el estilo, aunque ninguno es comprobable.
Son sujetos de personalidades disímiles, que más allá de algunos dolores de estómago producidos por una cancelación anónima y la deserción de algunos integrantes fundacionales, hoy se encuentran en un gran momento artístico. “La Montaña” es un disco que los muestra más adultos y afilados. Con invitados lujosos que suman mucho al sonido original del grupo, lo que habla muy bien de los invitados y de Los Espíritus por permitírselo.
Siempre han tenido músicos sumados en las placas que anteceden a ésta. Melingo y Carca ya hicieron lo suyo en discos anteriores. Incluso en algunas presentaciones han tenido a Mimi Maura y Sergio Rotman aportando talento escénico. Ahora en “La Montaña” aparecen en los créditos Juanse y nada menos que el eximio guitarrista neoyorkino Marc Ribot, ex Tom Waits, Los Cubanos Postizos y Sarah Jane Morris entre otros por el estilo.
Los Espíritus son hoy Maxi Prietto junto a Miguel Mactas en guitarras, el bajista Martín Ferbat, con Pipe Correa en batería y Luciano Escalera en percusión. Grabado por Mario Breuer (cuándo no?) en los estudios ION de Buenos Aires y mezclado por Joe Blaney, el de “Clics Modernos”, quien también trabajó para Ramones, The Clash, Calamaro, Keith Richards y Prince, en su estudio neoyorkino Joe Music. La Montaña tiene nueve canciones originales con la contribución de Juanse haciendo voces y guitarras en “Av. Calchaqui”, Marc Ribot en guitarra y tres cubanos en “Hijo del Hijo”, “Directo al Hueso” y “La Fuerza”. Por otro lado Dana Colley saxofonista de Morphine toca en “En este Mundo no hay Lugar” y “Directo al hueso”. El otro saxo que se escucha en el disco es el de Melingo en “Ramas”.
Un disco poderoso, hablo de algunas canciones con Maxi Prietto.
— ”En cuanto a las letras de “La Montaña” hay una diferencia con los discos anteriores, es que por primera vez acepté el rol de escritor. Así que me lo tomé como si estuviese escribiendo una película de ficción, donde hay un personaje al que le van ocurriendo diferentes cosas. Eso me inspiraba a componer.
Ocurre que hay una tríada de temas que están determinados por unos momento de este personaje particularmente.
Una es “Funeral”. El tipo que cava una tumba para enterrar sus penas, a modo de rito chamánico, con algo de psicomagia, para sembrar un futuro mejor.
Después en “Calles Rotas” el mismo sujeto parece tener una visión, un despertar en el que se ve a sí mismo bailando por calles rotas besando su cicatriz. Esta es acerca de un asunto de reconciliación amorosa consigo mismo.
La tercera es “Directo al Hueso”, un blues oscuro con un sonido de guitarras western. Acá el protagonista se bate en un duelo propio y hace un juramento. Dice “Cualquier colectivo no es mi destino. Tengo un alma, tengo un don, y voy directo al hueso”, con una especie de western urbano de fondo. La imaginé como una escena de final de película, donde el protagonista ya esta destruido, sin nada. El tipo solo con su don, su intuición, la que tomó a fin de cuentas para su determinación.
Si bien salieron en distinto momento, las tres canciones están inspiradas en todo eso, recién cuando escuché el disco completo caí en la cuenta que estaban ligadas, y eran los tres temas partes de la misma película.
Cuando le pregunto por lo de Marc Ribot, como sucedió, me cuenta...
— ”Estábamos de gira por Ecuador, en Quito bordeando una montaña, cuando me entra un mensaje en el teléfono. Era Joe Blaney. En el mensaje misteriosamente había un link en el que solo había una tecla para dar Play. Un enlace como un archivo de reproducción. Lo puse en Play y no se escuchaba nada así que les conté a los otros que iban en la camioneta. Íbamos camino a la prueba de sonido, super cansados porque recién llegábamos del vuelo y de ahí directo a la prueba. Estábamos probando y de pronto empezamos a escuchar por abajo una guitarra. Paramos prestando atención a eso, caímos en que era la viola de Marc Ribot en una sesión directa del audio en una grabación, tocando las guitarras para el disco nuestro. Alguien había logrado hacer sonar el mensaje de Joe Blaney en el teléfono. Enganchamos justo cuando estaba pasando ‘Directo al Hueso’, que era el blues donde dejamos libre la parte del medio para que él metiera el solo de guitarra. El momento se tornó inolvidable porque estábamos justamente ladeando una montaña cuando llegó. De vuelta en la montaña lo escuchamos como seis o siete veces seguidas, con los distintos solos que hizo, que eran todos increíbles. Con esa combinación de blues con una guitarra distorsionada, podrida, y al mismo tiempo una fineza realzada con toques de jazz y del blues mas tradicional. El sonido de Ribot nos educó a Los Espíritus, sus grabaciones con Tom Waits, con los Cubanos Postizos. No podíamos terminar de creer que el disco que llamábamos “La Montaña” lo estábamos escuchando justo bordeando una montaña con Marc Ribot poniendo los solos en nuestras bases. Eso fue un sueño, de verdad.”
Entrar y salir de las zonas confortables, encontrar las camisas adecuadas para los shows, tener a Marc Ribot haciendo las violas de sus canciones, a Melingo metiendo saxos. Nada mal para un grupo que asomó su cabeza al mundo influenciados por Manal, Pescado Rabioso y Color Humano, lo más granado de los inicios sapienciales de nuestro rock. Cada vez mas espíritus envueltos en formas humanas se dan cita en sus conciertos. Nunca dejan de llamar la atención en donde suenen y por donde suenen.
Blues psicodélico, rock básico, arreglos progresivos. Los Espíritus es una de las grandes promesas de nuestra música, más que promesa, acaban de sacar el documento de integrante de la liga mayor de nuestro acervo cultural, prometen mucho más. Ese es el mejor augurio.