Este jueves 7 de diciembre por la noche, el pueblo judío celebra la fiesta de Janucá, que conmemora el coraje de un pequeño grupo hebreo, que se rebeló contra el ejército de Antíoco cuando éste prohibió la observancia del judaísmo. El milagro de su triunfo fue seguido por el del aceite al encender la menorá (candeladro ritual) del recuperado Templo Sagrado de Jerusalem: lo que debía durar una jornada fue suficiente para iluminar durante 8 días. Por este motivo la costumbre es encender velas, comenzando por una la primera fecha y completando la junukiá de ocho velas la última noche. Se enciende la luz para terminar con los días oscuros y recordar que los milagros son posibles. Se celebra desde el 25 de Kislev al 2 o 3 del Tebet del calendario judío, fecha que cae entre finales de noviembre y mediados de diciembre del calendario gregoriano y recuerda el milagro del aceite.
También, durante la celebración, se cantan canciones -entre otras- como Maoz Tzur, que dice: “¡Oh, poderoso Baluarte de mi salvación! / alabarte es un deleite / Restaura mi Casa de Plegaria/ y ahí traeremos una ofrenda de agradecimiento/ Cuando hayas preparado la matanza del blasfemo enemigo / Entonces completaré con un cántico, con un himno / la dedicación del Altar”. O Janucá, Janucá, cuya traducción al castellano es: “Januca, Januca / es una gran fiesta / Rodeada de hermosa luz / Diversión para los más pequeños / Januca, Januca / Sevivón gira, gira /¡Gira, gira, gira! / ¡Gira, gira, gira! /¡Qué maravilla!”.
Asimismo, se comen platos con aceite de oliva, como los latkes hechos de papa, cebolla y huevo. También los padres les dan monedas a los niños. Y se juega con el sevivón, una suerte de “perinola” judía de la que, se presume, usaban para disimular la enseñanza de la Torá durante la época de la dominación seleúcida y el rey Antíoco, que la había prohibido. Cuando los soldados ingresaban a una casa, se escondían los libros y se jugaba con el sevivón.
El rabino Tzvi Grunblatt, Director General de Jabad Argentina, señala al respecto: “El próximo jueves 7 de diciembre por la noche el mundo judío celebra la fiesta de Janucá, la fiesta de las luces, la fiesta del milagro, la fiesta de la inauguración. Janucá tiene un mensaje extraordinario. Lo celebramos encendiendo el candelabro, cada día una vela más. Empezamos este jueves con una vela más la vela piloto. La segunda noche, el viernes por la tarde antes de la puesta del sol, antes de las velas del Shabbat, la segunda vela. Y así sucesivamente hasta el día 14 de diciembre, donde llenamos el candelabro. El mensaje es poderosísimo. Es el mensaje que nos muestra que no es la cantidad lo que prevalece, sino es el espíritu lo que prevalece. Y es un mensaje muy pero muy importante, ya que cada vez, cada año, tenemos sorpresas que nos mueven la estantería, y se ve nuevamente sacudido como lo fue con esta terrible matanza del 7 de octubre, sus secuelas con los secuestrados, más todo lo que estamos viviendo ahora, en este momento, para poder salir adelante de lo que ocurrió. El mensaje es: cada uno tenemos que encender nuestra propia llama. Cada uno encendemos el candelabro en nuestros hogares, cada familia se enciende el candelabro. Es la celebración de que no te fijes en el poder material, no te fijes en la cantidad, fijate en la calidad. Que este Janucá nos vea más unidos que todo, que siempre, y que este Janucá traiga finalmente esa luz universal que brillará en el mundo entero, para todos sin excepción con la llegada del Mashíaj. Janucá Sameaj. Feliz Janucá”.