Hace 120 años la Armada Argentina, en un esfuerzo coordinado por el teniente de navío Julián Irizar -a bordo de la corbeta Uruguay- rescató con éxito a la expedición antártica comandada por el geólogo sueco Otto Nordenskjöld y capitaneada por el explorador noruego Carl Anton Larsen.
La Uruguay zarpó desde Buenos Aires el 8 de octubre de 1903 y el 20 de ese mes tocó tierra en Ushuaia. Pocos días más tarde, el 1 de noviembre, se embarcó camino a la isla Paulet, sin saber que allí estaban los náufragos del Antarctic, un buque ballenero que transportó a los exploradores y tuvo un final inesperado.
La travesía argentina tuvo como primer destino la isla Cerro Nevado en donde el 8 de noviembre de 1903 se produjo el encuentro con la comitiva científica escandinava quienes habían quedado atrapado entre los hielos australes. Larsen, capitán del Antartic, formó junto a Nordenskjöld, parte de la Expedición Antártica Sueca, quienes junto a otros integrantes invernaron durante 10 meses, no estipulados, en aquella isla antártica y sobrevivieron a base de pingüinos y focas como principal fuente alimenticia.
Poco después del hallazgo, la corbeta zarparía hacia la isla Paulet, en donde recogería al resto de los náufragos y emprendería el regreso el 12 de noviembre de 1903. Esta operación es recordada como una de las primeras manifestaciones de cooperación internacional en el continente helado.
El operativo
El 16 de octubre de 1901, un velero provisto con un motor auxiliar de vapor partía hacia la Antártida desde el puerto de Gotemburgo, Suecia. Era la primera expedición científica, hacia esas remotas tierras, que terminó con la nave encallada en las heladas aguas australes.
De camino hacia el Polo Sur, la misión escandinava arribó a Buenos Aires el 15 de diciembre de 1901, donde el Gobierno argentino le facilitó suministros y combustible. A la comitiva se sumó un joven alférez, José María Sobral de tan solo 21 años, quien se convirtió en el primer argentino en invernar en la Antártida al pasar dos años con Nordenskjöld en la isla Cerro Nevado.
El rescate, surgido de la necesidad de enfrentar desafíos de gran magnitud ante la hostilidad geográfica, hidrográfica y meteorológica antártica, con recursos extremadamente limitados, se considera un mojón histórico para los anales de la exploración polar.
La odisea del Antartic y la posterior misión de salvataje encabezada por la corbeta Uruguay, simbolizaron la solidaridad y el ingenio requeridos para superar las más duras pruebas en los confines del mundo. Dicha gesta también marcó el comienzo de una era de exploración antártica donde la colaboración entre naciones se convirtió en un eje central en circunstancias de riesgo y adversidad.
Durante el viaje de regreso de la corbeta hacia Argentina, la Uruguay se enfrentó al espíritu agresivo del mar, escollo que había sido sorteado durante el viaje de ida. El 13 y 14 de noviembre, la tripulación desafió un vendaval meteorológico que destrozó buena parte de las instalaciones de cubierta provocando serios daños al buque en cuestión.
La caída del palo mayor y el trinquete (luego arrojados al mar) demoraron el regreso a tierra. El 22 de noviembre la embarcación ancló en el Puerto Santa Cruz y desde Río Gallegos comunicaron la hazaña a través de un telegrama. La nave arribó a Buenos Aires el 2 de diciembre de 1903 siendo recibida por una multitud.
El recordatorio en un acto
Con motivo de un nuevo aniversario de esta hazaña, el Centro Naval culminó su ciclo anual con una conferencia sobre la historia y el futuro de la exploración antártica, resaltando la epopeya de la corbeta Uruguay y la cooperación internacional en la Antártida.
Entre los oradores estuvieron el ministro Fausto López Crozet, el capitán de navío Dr. Eugenio Facchín y el contraalmirante Enrique Balbi, quienes abordaron detalles de la hazaña de rescate llevada a cabo en el siglo XX hasta los desafíos actuales de Argentina en la región polar.
El acto, que tuvo lugar en el Salón Dorado, puso en foco la valentía y la fortaleza humana frente a los imponentes desafíos de la Antártida. El capitán Facchín compartió experiencias sobre las difíciles condiciones en la exploración antártica y la importancia de una política de Estado para afrontar dichos retos. “La hostilidad antártica plantea a la vulnerabilidad del ser humano, como así también identificar la presencia de una política de estado, que tuvo como artífice al General Roca”, destacó este último.
Por su parte, López Crozet desarrolló sobre el rol central de la política nacional antártica destacando especialmente la importancia del Sistema del Tratado Antártico en “la singular gobernanza que hoy tiene lugar” y el rol protagónico que tuvo la República Argentina en su constitución y en su desarrollo.
En ese contexto, enfatizó “la relevancia de la política nacional antártica establecida mediante el Decreto del Poder Ejecutivo Nacional 2316/90, que tiene como objetivo fundamental afianzar los derechos de soberanía en la región”. Y señaló que, para cumplir este objetivo, se delinean varias políticas, siendo la primera de ellas fortalecer el Tratado Antártico y su sistema.
López Crozet postuló el reconocimiento que Argentina manifestó- en la invitación de la república de Finlandia- acerca de la implementación armonizada del Código Polar, en el marco de la Reunión Consultiva realizada en Helsinki entre mayo y junio de este año. En tal sentido, resaltó que “la actividad antártica es compleja, costosa y requiere de un aceitado trabajo en equipo”.
Por último, puso de manifiesto “no sólo en la permanencia y actividad científica en tierra sino también en la dimensión marítima” y agregó sobre la implementación de espacios de trabajo en equipo, entre los distintos Ministerios, que implicó la realización de cruceros de investigación científica y tareas de inspección en dichos espacios marítimos empleando aeronaves y buques.
Por su parte, el Contraalmirante Balbi presentó los desafíos que enfrenta la Armada Argentina y el proyecto de un Centro Coordinador SAR (Búsqueda y Salvamentos Marítimo) en respuesta al incremento de la actividad marítima en la región. Resaltó los riesgos para la vida humana en el mar y para el medio ambiente que plantea el crecimiento de la actividad marítima antártica, particularmente por el crecimiento exponencial de la visita de cruceros.
Además remarcó el valor estratégico que para el país tendrá la Base Antártica Petrel como cabeza de puente logístico con Ushuaia en el otro extremo y su potencialidad como recurso para la protección de la vida humana y el medio ambiente.
También resaltó que tres de los cuatro Patrulleros Oceánicos, recientemente adquiridos por la Armada, cumplen con las especificaciones del Código Polar que establece estándares estructurales y funcionales para los buques que navegan en aguas polares.
El evento incluyó además representantes de la Armada Argentina, del Programa Antártico Argentino y de gobiernos extranjeros como la embajadora de Finlandia, Nicola Lindertz, junto con descendientes del alférez José María Sobral.
Por último, el analista político Rosendo Fraga cerró el ciclo con un análisis sobre la importancia de los hitos históricos de la Antártida en la geopolítica y el futuro papel de Argentina en la región.