Vendía desde el living de su casa y hoy emplea a 30 mujeres en una cadena de verdulerías: la historia de “Las Chicas”

Vanesa se recibió de despachante de Aduana, cuando su hijo, que ya cumplió 12, era un bebé. Había trabajado varios años en el Hipódromo de Palermo, en diferentes puestos, hasta que una situación personal la llevó a cambiar de rubro. La reinvención de una mujer que logró salir a flote cuando había quedado sin trabajo durante la pandemia. Cómo creó su negocio, hoy atendido en su mayoría, por madres solteras

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La emprendedora empezó con un
La emprendedora empezó con un local en Villa Libertad y luego se extendió a Caseros y Ramos Mejía (Fotos: Instagram @verdulerialaschicas_)

Hace tres años Vanesa tenía cajones de zanahoria, papa y cebolla distribuidas en el living de su casa, y todos los días salía a las 3 de la mañana rumbo al Mercado de Tres de Febrero para reponer la mercadería. En paralelo se encargaba de la crianza de su hijo, que actualmente tiene 12 años. En tiempos de pandemia tuvo que volver a empezar, y se reinventó una vez más. Entregaba pedidos de frutas y verduras a domicilio, al principio sola, y después se sumó su hermana. El emprendimiento creció y decidieron alquilar un local con venta al público. Así surgió la primera sede de “Las Chicas”, en Villa Libertad, Provincia de Buenos Aires, y aunque el nombre hacía referencia a ellas dos, en muy poco tiempo se convirtió en el símbolo de oportunidades de trabajo para un total de 30 mujeres. La mayoría son madres solteras, y todas empezaron sin conocer nada del rubro: hoy tienen cuatro sucursales y planean abrir dos más en 2024.

“Todo lo que pasó en tan corto tiempo es algo que me llama la atención y hasta yo me sorprendo”, confiesa Vanesa en diálogo con Infobae. Amable y simpática, hace una pausa en su día laboral para repasar cómo sucedió todo esto. Antes de comenzar con la cadena de verdulerías trabajaba en el Hipódromo de Palermo, y había logrado una trayectoria de ascenso que la entusiasmaba. “Arranqué colgando ropa en los guardarropas, al año pasé a atención personalizada, dos puestos más arriba, y estaba a punto de pasar a jefa de sector cuando vi que el papá de mi hijo estaba en muy malas condiciones, tanto económicamente, porque estaba juntando cartones, como en todos los sentidos, y yo no lo podía ver así”, explica, y cuenta que estaban separados hacía ocho años.

“Dejamos de estar juntos cuando nuestro hijo tenía 2 años, pero después de pensarlo muchísimo decidí ayudarlo, y empezamos a vender papas en la calle, porque él tenía 30 años de oficio como verdulero; y yo hacía las dos cosas, iba a trabajar el Hipódromo y vendía papas en la calle”, detalla. Ese ritmo de doble jornada era difícil de sostener, y cuando se presentó la oportunidad de alquilar un local, charlaron sobre la posibilidad de tener una sociedad comercial juntos. “Dejé mi trabajo y nos dedicamos de lleno a la verdulería, y nos fue muy bien, incluso pudimos cambiar de local a otro mejor en una esquina, hasta que empezó la pandemia y bajaron las ventas; empezaron las peleas, los maltratos, y él no quería entender que no estábamos en pareja, que era una sociedad de trabajo y nada más, y le planteé que quería irme y hacer mi propio camino”, comenta.

Al principio Vanesa y su
Al principio Vanesa y su hermana encararon solas la verdulería, y así surgió la primera sucursal en Villa Libertad

Había cuentas pendientes, como los pagos por una camioneta que usaban para los traslados de la mercadería, y Vanesa quiso organizar una división de esos bienes para que cada uno pudiera seguir trabajando por su lado. “Si vos te vas, no te llevás nada porque nadie te está echando”, fue la respuesta que obtuvo. Y así se fue, con una mano atrás y la otra adelante, sin saber de qué iba a vivir en medio de la cuarentena por el aumento de casos de coronavirus. La ruptura comercial no fue en buenos términos, así que sabía que no contaba más que con ella misma.

Se me ocurrió hacer delivery de frutas y verduras, iba al mercado a comprar medio cajón de varias cosas y publicaba los precios en los grupos en Facebook, filtraba por zona y pegaba en todos los que encontraba la publicación”, indica. De a poco llegaron los pedidos, y con humor cuenta que no tenía una balanza apropiada. Su herramienta de trabajo era una balanza de comida que solo pesaba hasta medio kilo, por lo que tenía que anotar en un papel de a 500 gramos e ir sumando hasta llegar a los kilos que necesitara para cada combo. Como parte del servicio se ofrecía a hacerle las compras a sus clientes, sobre todo a las personas mayores que no podían salir por prevención de su salud. Una vez que tuviera todo el listado de lo que necesitaran, se los llevaba hasta la puerta junto con las frutas y verduras.

En uno de los festejos
En uno de los festejos de fin de año que organizan en cada una de las sucursales para celebrar junto a los clientes

30 chicas en acción

Llegó un punto en que Vanesa ya no podía sola, no daba abasto con las bolsas de zanahoria, papa, cebolla, y los cajones de hortalizas en el comedor. Su mamá la ayudaba y muchas veces la acompañaba al mercado porque le daba miedo que fuera sola a la madrugada antes de que amaneciera, y también su hermana, pero necesitaba un lugar físico para vender más cantidad. Un pequeño local frente a la plaza de Villa Libertad se convirtió en la primera sucursal de “Las Chicas”, sin imaginar que sería solo el comienzo.

“Nos gustó ese nombre porque como éramos mi hermana y yo, la gente podía decir: ‘Vamos a comprarle a las chicas’, pero nunca pensé que iba a representar a 30 mujeres”, confiesa. Llevaban algunos meses instaladas, la rentabilidad era buena y cada vez las conocían más por su amabilidad en el trato con el cliente y la característica de ofrecer mercadería fresca de buena calidad. “Nos encargaban cada 15 días, porque pueden tenerla hasta un mes en la heladera, y les explicamos cómo la tienen que guardar para que les dure, de esa manera se evita el desperdicio y se cuida el bolsillo del cliente; lo mismo si viene un abuelito y se lleva medio kilo de algo que está en oferta, le mantenemos el precio igual porque sabemos que tienen la plata justa”, explica.

El negocio ofrecía mucho y ellas no podían con todo. “Estaba hablando con mi hermana y le dije: ‘Che, me parece que tendríamos que tomar a alguien más porque solas no estamos pudiendo’, y justo nos escuchó una chica que estaba comprando lechuga y tomate, y me dice: ‘Perdón que me meta, pero yo vendo sánguches de milanesa en la calle, y si necesitan a alguien a mi me gustaría venir para trabajar acá’”, relata.

Vanesa tiene 36 años y
Vanesa tiene 36 años y proyecta abrir dos sucursales más en 2024

Le dijo que se presentara la mañana siguiente para una prueba, y esa joven hoy es la encargada de la sucursal más grande. “Tengo cuatro encargadas y las cuatro empezaron sin saber absolutamente nada, casi todas son del barrio porque son vecinas que venían como clientas; y la mitad son de barrios humildes. Creo que cuando hay voluntad todos merecemos una oportunidad, y son súper laburadoras y responsables”, describe la emprendedora, que a veces se define en tono de humorada como “empresaria” porque de pronto la estructura creció, y se extendió a Caseros y Ramos Mejía.

“A veces los cargo a los chicos cuando voy a comprar al mercado, porque arranqué comprando medio cajón de verdura y ahora lleno cuatro camiones. Les digo: ‘¿Vieron? ¡Y ustedes que no me tenían fe!’”, expresa con alegría. Nunca mejor dicho, está cosechando los frutos de su esfuerzo. En base a su propia experiencia, no se olvida de que al principio se dividía los tiempos con su hermana para poder ir a las reuniones de padres o buscar a su hijo a la escuela, y por eso la política que aplica para las empleadas es la de la empatía.

La gran mayoría son mamás, y pueden ir a buscar a sus hijos sin ningún problema, también a veces los traen cuando no tienen con quien dejarlos; se cubren entre ellas, nadie las mira con mala cara y pueden repartir sus tiempos para estar más presentes en sus casas, aunque a veces vienen tan contentas que no se quieren ir”, dice entre risas. Una de las tradiciones que establecieron en diciembre es una fiesta de fin de año: alquilan una quinta todas juntas, ese día no se trabaja, cierran todos los locales y todas van a disfrutar de un merecido descanso.

Con cuatro encargadas y 30
Con cuatro encargadas y 30 empleadas, la cadena de verdulerías está en pleno crecimiento

“Las chicas son muy genias, la única condición que pongo es que traten a los clientes siempre pensando que una de ellas puede ser la que esté del otro lado”, indica. Algunas de las jóvenes terminaron hace poco el secundario, están iniciando sus carreras terciarias o universitarias y el trabajo les sirve para solventar sus gastos mientras avanzan con los estudios. Así se fue tejiendo una red laboral que se caracteriza por la comprensión y el compañerismo. “Hay una de las chicas que tuvo problemas personales muy feos, y le damos mucho apoyo porque son los momentos en que más se necesita contar con alguien”, cuenta, y una vez más, haber vivido en carne propia situaciones difíciles la lleva a tender la mano.

Sueña con que haya más sucursales, y por ende más encargadas. “Mi idea es el año que viene, si se puede, abrir dos más; nos piden mucho que abramos en Capital Federal, y capaz lo logremos”, proyecta. Vanesa es de las personas que siempre sorprende, y desde la humildad tiene algún as bajo la manga. Hace poco hizo la prueba piloto de abrir las 24 horas la verdulería de Villa Libertad, una iniciativa poco común en el rubro. La modalidad tuvo éxito y sumó ventas en horario nocturno. “El horario que hacemos originalmente es de 7 de la mañana hasta las 20.30, pero los fines de semana va muchísima gente porque hay promos bancarias, y hace calor para que estén esperando, así que al estar abiertos las 24 horas en esa sucursal, pueden ir más tarde, y nos está funcionando bastante bien”, destaca.

El boomerang de la vida

A puro sacrificio, Vanesa se recibió de despachante de aduana cuando su hijo era un bebé de pocos meses, y creyó que iba a hacer carrera una vez que tuviera el título, pero nunca pudo ejercer. “Cerraron la importación y se cortó mucho el trabajo, pero el conocimiento me sirvió mucho, aprender de logística, de métodos de cálculo, junto con los conceptos de marketing y servicio al cliente que acumulé en el Hipódromo, fue la base para crear mi propio negocio”, sostiene. Ella se sigue encargando de las compras en el mercado, preparar la lista de los cuatro comercios, hace un recorrido todas las mañanas y tardes para hablar con las encargadas, y lleva la responsabilidad del alquiler de los locales y la liquidación de los sueldos, además de administrar la cuenta de Instagram -@verdulerialaschicas_-.

 En menos de tres
En menos de tres años celebró cuatro inauguraciones, y hoy cuida la estructura que montó en tan poco tiempo (Fotos: Instagram @verdulerialaschicas_)

“Es un montón de organización, pero estoy haciendo lo que me gusta y me veo muchos años más haciendo esto”, asegura. Confiesa que su otra vocación es la veterinaria, porque siempre le gustó cuidar a los animales. “El tema es que soy muy sensible, no podría ver sufrir un animal, ni mucho menos hacer una operación porque me desmayo, así que pensé: ‘Algún día tendré un refugio y seré feliz’”, manifiesta risueña. Muchos años se dedicó a rescatar perros de la calle, buscarles familia y fomentar la adopción. “Ahora mismo en mi casa tengo cuatro gatitos que habían abandonado”, cuenta. Sin duda, Vanesa es una de esas personas que transforma la vida de los demás, y forma parte de su esencia capitalizar y resignificar situaciones.

Frente a la pregunta de dónde viene su fortaleza, menciona a su madre, y aclara que aunque ambas tienen diferentes personalidades, la resiliencia la aprendió de ella. “Pasó por lo mismo, no tenía trabajo, estaba embarazada y tenía una nena chiquita, pero a ella se le complicó mucho más porque en esa época no era como ahora; 31 años atrás la mujer no podía salir a trabajar a cualquier lugar, había mucho más machismo”, reflexiona. De la misma forma que le enseñó su familia, se dedicó a trabajar para progresar, y aunque no fue nada sencillo y requirió 9 años para sanar dolores del pasado, hoy siente que logró mucho más de lo que soñaba.

En gratitud a los fieles clientes que las eligen, suelen organizar sorteos presenciales para que conozcan cada una de las sucursales, y en cada aniversario de los locales hacen una fiesta en cada comercio, llevan torta y brindan con cada una de las personas que va a comprar diariamente. “Sin ellos no hay ninguna historia que contar, al igual que sin las chicas, que siempre les digo que esto no queda acá, que este es el comienzo, que yo apunto a que cada una pueda tener su verdulería porque no quiero progresar sola, sino que todas las que estamos trabajando progresemos a la par”, sentencia. Y por supuesto, hay un premio mayor que vale más que cualquier trofeo y el éxito profesional. No hay como las palabras de un hijo. “Ahora que tiene 12 años y entiende más, el otro día me dijo: ‘Mamá, estoy orgulloso de vos’”, concluye la emprendedora, que confía en que todo lo que se da de corazón en la vida, siempre vuelve con creces.

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