Sus vecinos le dicen que se volvió un laburante de raza. Se levanta a las seis de la mañana. Mira las noticias por la tevé. Y planifica su día. A veces sale en uno de sus tres remises, uno de ellos sólo para eventos especiales. O le surge algún flete en su camioneta. Hay días en que su garaje se transforma en una especie de taller mecánico: arregla motos, autos y restaura vehículos y los revende. No sólo eso: les da trabajo a hombres y mujeres que tienen antecedentes. Y su proyecto inmediato es instalar un taller textil para el estampado de remeras y la confección de indumentaria.
Así, con esa descripción, podría definirse a un hombre decente que busca, como dice él, “hacer el mango para llegar a fin de mes y no rascar la olla”. Hay un detalle: el emprendedor de 63 años tiene un pasado legendario en el hampa argentina. Fue uno de los miembros principales del robo del siglo: el asalto cometido el 13 de enero de 2006 en el banco Río de Acassuso, donde los siete ladrones huyeron en dos gomones con unos 15 millones de dólares. Antes de fugarse (después vino la caída, la cárcel), dejaron una nota en la bóveda del banco, tras burlar a más de 300 policías, que decía: “En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es sólo plata y no amores”.
-El robo del siglo ya fue. Basta de ese tema. Es pasado. ¿El botín? Lo perdí. La Policía se quedó con un palo verde que era mío. Bah., más que mío…un palo que había robado en ese asalto.
El que habla, pausado, como si la aceleración e intensidad delictiva se hubieran ido de su cuerpo y alma, es Rubén Alberto de la Torre, ladrón del siglo.
Por más que reniegue de ese asalto, considerado uno de los mejores y más audaces del mundo, tiene un club de fans que le rinde culto.
-No me quejo. Es increíble, pero cometí más, mucho más, de cincuenta asaltos. Pero ese robo es celebrado por mucha gente. Me piden autógrafos, se sacan fotos conmigo, me pasó estando preso. Es que fue contra el sistema, contra los bancos del corralito. Más allá de eso, siempre resalto que no fuimos héroes. Pero me llaman a comer asados, a dar charlas, me invitan a sus casas. Es raro, ¿no?
“Beto”, como le dice el mundo de la delincuencia, además actúa. Hace bolos en series, tuvo un rol de prefecto corrupto en la exitosa Un gallo para esculapio, dirigida por Bruno Stagnaro y protagonizada por Peter Lanzani y Julieta Ortega, y se puso en la piel de un policía en El robo del siglo, la taquillera película dirigida por Ariel Winograd y protagonizada por Guillermo Francella y Diego Peretti, que fue vista por más de tres millones de personas.
En la actualidad podría considerarse un trabajador versátil.
Con su Trafic hace fletes. Tiene un Renault 19 que usa como remís en la zona de Wilde. Un Chevrolet Cruze que anda por Capital y un Peugeot 307 Cabriolet que usa para situaciones que lo ameriten: para fiestas, cumpleaños de 15, agasajos, eventos o ir a buscar personas al aeropuerto. Y tiene una moto Honda 125 que utiliza para entregas de pedidos (mensajería) inmediatos.
“No hago todo yo. Delego. Le doy laburo a personas que decidieron, gracias a Dios, retirarse del delito y salen con una mano atrás y otra adelante. Es difícil que la sociedad les dé una oportunidad. La reinserción social es un tema fundamental. Los del robo del siglo la cumplimos: ‘Marito’ formó familia, trabajó como joyero y está por jubilarse, El Paisa Julián Zalloechevarría es abogado, yo me las rebusco como puedo. Ninguno volvió al delito, más allá de que delinquir hoy es muy difícil por la tecnología, pero por mi cabeza jamás se me cruzó la idea de volver al robo”.
Otra de las tareas de De la Torre es colaborar en un estudio jurídico (estudió ocho materias de Derecho Penal), donde lee algunas causas de sus compañeros o va a chequear determinado dato. Eso no es todo: escribe un libro de relatos cortos delincuenciales inspirados en sus vivencias al margen de la ley. Hizo un taller de escritura y se volvió lector incondicional de Roberto Arlt y le fascina el lado literario, lejos de la no ficción es investigación, del notable periodista y escritor Ricardo Ragendorfer.
“Siempre me gustó leer y escribir. Es una manera de desembuchar historias y cosas que uno tiene atragantadas”, dice el ex ladrón.
Otra de sus tareas, por las que no cobra ni querría cobrar si se lo propusieran, es dar charlas en cárceles e institutos de Menores. Dio una en El Instituto Belgrano . El 1, hoy viernes, participará de un evento en la Unidad Penal Número 9, de La Plata, donde estuvo detenido, y el 17 de diciembre en la Unidad 42, dos cárceles donde cumplió condena.
“Administro un grupo de WhatsApp con ex detenidos y familiares de detenidos em lo que debatimos, tratamos de dar una mano en lo laboral, acercar a personas que necesitan trabajar con las cooperativas, recaudar fondos por una causa social, Derechos Humanos, reunir bolsas de comida, hablar temas jurídicos y buscar todo lo que aleje al que sale de la cárcel de volver a delinquir. El Patronato de Liberados tiene algunos especialistas, entre ellos las asistentes sociales, pero hay cuestiones que se vuelven muy burocráticas”, dice el ex rufián.
De la Torre pensaba que iba a morir ladrón, “como todo ladrón de raza, sin las manos manchadas de sangre”. Mordiendo reja, como dice en lunfardo, en alguna cárcel bonaerense, cometiendo asaltos hasta su muerte o asesinado en un tiroteo con la Policía. Tuvo que hacer terapia, hablar con amigos y su familia para llenar el vacío que le producía no robar: para él era un tónico. Le daba más vida la adrenalina que el botín. Obvio: iba por los dólares o las joyas. Sin embargo, el hecho de salir armado, después de trazar un plan, y entrar en un lugar y fugarse con plata sin lastimar a nadie llenaba sus días de tristeza en los que se sentía solo, alejado de su familia.
Porque una regla no escrita del hampa es que el del ladrón es un camino solitario. Atarse a un amor, a la familia, hasta un gato o un perro, es un problema, dicen en los bajos fondos. “Este viaje es mejor hacerlo solo”, es una frase que tanto Beto como otros ladrones se apropiaron y pertenece al mítico Andrés Calamaro, conocedor de ex delincuentes de raza, y autor de la canción que lleva esa especie de letra de himno guerrero: “Tuyo siempre”.
Fue el tema de cabecera de Beto durante los días del robo del siglo y después, con la caída en la cárcel y la pérdida de los millones a manos de la Policía.
Hubo un tiempo en que cada vez que “Beto” entraba en un banco para hacer un trámite, se sentía raro. Algo en él, por dentro, encendía una alarma. Como si sus gestos, mirada o movimientos estuvieran por liberarse hacia lo prohibido. El músculo tiene memoria. Pero el ladrón retirado oprime sus deseos y al final es un cliente más. Sacaba número, iba hacia las cajas de atención y en vez de “arriba las manos” esperaba en un silencio incómodo que llegara su turno.
Se habla de un ladrón con 35 años de carrera, que pasó por las bandas más importantes de la historia criminal argentina. La banda de las corbatas (robaban de traje y zapatos de golf), la superbanda que robaba bancos y blindados y la banda del robo al banco Río de Acassuso. “Beto fue el primer líder de la banda, el primero que entra a un banco y dice esto es un asalto, es el de mayor experiencia, el que arranca el robo es el líder en ese momento”, opinó Luis Mario Vitette Sellanes, “El hombre del traje gris”, y ex compañero de Beto en la banda en la que marcó el retiro del delito de ambos.
- ¿Extraña robar?
-Hasta hace poco extrañaba. Era un orgasmo para mí. Gritar un gol hermoso que hace ganar a tu equipo. Pero asumí mi retiro. La vejez, las ganas de disfrutar de la libertad, no terminar en cana ni causar daño a nadie, todo eso hace que ahora viva del lado legal.
“Ya está. No hay que vivir del pasado. Me arrepiento de la ilegalidad de lo que hice caso toda mi vida, desde que era pibito y caminaba los barrios, Constitución, San Nicolás, San Cristóbal, zonas compadritas, diría un tango. Ahora trato de dar una mano. En las charlas cuento todo lo que se sufre llevando una vida errante y errada. Hay que estudiar, el conocimiento, la solidaridad y la empatía son fundamentales. Yo no estoy haciendo un mango con muchas cosas que hago, pero lo hago de corazón y porque es un aprendizaje. La situación está brava. Por eso es muy reconfortante que uno pueda darle una mano laboral a alguien que lo necesita o para que tenga un plato de comida”, dice.
Se queja sólo por “los tiempos” del Patronato de Liberados de Avellaneda. “Cajonearon un proyecto que tenemos con un grupo que es crear puesto de trabajo en un taller textil. Y hemos gestionado las máquinas, las impresoras y los cartuchos para sublimar remeras. Ponerle la imagen que el cliente quiera. Pero está trabado”.
En la película El robo del siglo, De la Torre es interpretado por Rafael Ferro. “Beto” había sido el asaltante que entró en el banco disfrazado de médico: delantal blanco y estetoscopio. Una peluca completó ese disfraz inverosímil que no había sido elegido al azar: la figura de médico o de maestro es muy familiar entre las personas. Los rehenes iban a sentir una especie de protección ante esa autoridad ficticia, y quizá también iba a confundirlos cuando tuvieran que describir al ladrón: es probable que solo se refirieran “al tipo de guardapolvo blanco”, sin reparar en algún rasgo particular.
Pero eso era en la teoría, porque en la práctica un testigo habló de los ojos celestes de ese ladrón, los mismos ojos que ahora miraban con calma. Este hombre que me hablaba en confianza había sido señalado por los rehenes como el ladrón alto, vestido con delantal y peluquín que iba de acá para allá con una escopeta. Su rol no había sido menor: fue el primero en entrar en el banco. En la banda era uno de los que más experiencia tenían en este tipo de hechos.
Pero su carrera delincuencial se derrumbó por la delación de su esposa, Alicia Di Tullio, quien según la versión instalada lo habría denunciado a él y a sus compañeros porque pensaba fugarse con una presunta amante. Lo que él desmiente.
- ¿Cuántos asaltos cometió?
-Decenas. Fue una vida, no un día. Una vida haciendo lío. A esta altura lo veo como un camino equivocado, por más que haya producido una moneda en su momento, me dio muchos sinsabores. Perdí una familia, perdí cariño, perdí tiempo, perdí vivencias. En la cárcel se pierde un montón de cosas. Ahora, ya con unos cuantos años afuera, trato de disfrutar de lo que puedo, de lo que fue mi familia, rearmando de a poco. Tengo nietos, sobrinos... Se perdieron los años, pero no el cariño y estamos tratando de recuperar todo a través del recuerdo. Cuando entré en la cárcel eran bebés y cuando salí eran hombres. Estoy arrepentido de lo que hice, pero no me arrepiento de quién soy. Porque por suerte no dejé mal rastro de mi camino, así que puedo ir a cualquier lado, cualquier barrio, cualquier villa, cualquier lugar importante, cualquier penal, porque fui presidente de la comisión de ex detenidos. Puedo entrar a cualquier penal, a cualquier lado sin que me puedan dar una puñalada. Algunos hechos pagué, otros pude zafar. Pero seguro cometí más de 100 robos. En una época eran varios por día.
Junto con Vitette, aunque Vitette se volvió inalcanzable, dio decenas entrevistas y tiene un perfil alto en las redes. Son los dos de la banda que más dieron la cara en lo mediático.
Hasta le pidió un perdón “social” y real a la gente afectada por el banco y a los trabajadores y superiores asaltados en el robo del siglo.
- ¿Cuesta quitarse el estigma o el disfraz de ladrón?
-Es la vida que tuve. No reniego. Para porque seas buena persona, asumas tus errores, aprendas a quererte y a querer. No mentir. Decir la verdad por más dura que sea. Y no marearse por la guita. Yo vivo tranquilo. No me interesa la opulencia. Sigo al lado de mi familia. De mis amigos. De mis hijos. Recorro los barrios con gente amiga o conocido o que plantea conocerse. Viajé a Córdoba, a Mar del Plata, y a Corrientes, por el Gauchito Gil y San La Muerte. Hay que seguir un camino espiritual. Todos podemos cambiar. Robar no está bien. Pero robé con vocación, no puedo versear. Mi humildad es mi tesoro. Y la plata no compra el cariño verdadero.
- ¿Es verdad qué se retiró del delito?
- Sí, estoy retirado
-Es uno de los pocos asaltantes en pedirles perdón a sus asaltados. Lo hizo en varias notas.
-Sí. Porque sé que no es honesto robar. Y se viven o dicen cosas que tienen que ver con la violencia. El robo del siglo es distinto, pero hubo personas que no nos atacaron porque un banco te roba más. Sé que no fue una obra de arte para muchas personas, por más que el asalto fue perfecto, con armas de juguete, actuaciones de teatro y cordialidad. Hubo gente que creyó que iba en serio. Y que perdió cosas valiosas en las cajas, sobre todo joyas. Aprendí con los años a bajarme del caballo, a hacerme cargo de las cosas y pagar lo que haya que pagar. Lo importante de que no hubo maltrato, fue todo siempre tratando de preservar la vida de la víctima, tratando de evitar que hubiera disparos y no hubo sangre en el camino. Así que todos los hechos que pueden corroborarse en las causas que yo tuve no hay heridos, no hay muertos ni nada que se parezca. Solamente yo salí herido en alguna oportunidad. Y ahora estoy vivo. Cambiaría una frase del robo.
- ¿Cuál?
-Borrá esa que dice “Es sólo plata y no amores”…poné esto: “Es sólo amores y no plata”.