El 25 de noviembre quedó agendado como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. La fecha no es azarosa: un 25 de noviembre de 1960, las hermanas y activistas Patria, María Teresa y Minerva Mirabal fueron brutalmente asesinadas por órdenes del dictador Rafael Leónidas Trujillo, quien gobernó República Dominicana durante 31 años.
Podría decirse que es un día de visibilización, de reflexión, una excusa para parar la pelota y analizar el partido: en qué situación estamos las mujeres en el mundo, qué luchas diarias damos en cada territorio para mejorar nuestras vidas, quiénes se oponen.
La sexualidad de las niñas, adolescentes, jóvenes y adultas es un particular espacio de disputas. Lograr autonomía y libertad para tomar decisiones sobre nuestros cuerpos, sobre nuestros deseos o falta de deseos de maternar, de tener relaciones sexuales, de emparejarnos, para expresar nuestra sexualidad de la manera en que la sentimos sigue siendo una epopeya llena de episodios tenebrosos.
Solo a modo de ejemplos: en Centroamérica las mujeres se enfrentan a condenas de cárcel por la interrupción de un embarazo aunque sea involuntario, y en toda América Latina y el Caribe se cuentan las tasas más altas de partos de niñas menores de 15 años. Además, en 8 de cada 10 agresiones sexuales las víctimas son nenas de entre 10 y 14 años, y las Naciones Unidas calculan que, a nivel global, 736 millones de mujeres -casi una de tres- han sido víctimas de violencia física y/o sexual al menos una vez en sus vidas.
Pero así como se comparten cifras fatales, la región latinoamericana puede mostrar también zonas de trincheras: iniciativas de cuidados colectivos, de defensa y acceso a derechos que hacen más vivibles las vidas. Y con la singularidad de echar mano a la tecnología. Personas y organizaciones que a lo largo y ancho de América Latina están pensando de qué manera los avances tecnológicos pueden ser aliados para solucionar algunos de los desafíos más importantes en materia de salud y derechos sexuales y reproductivos.
Diana, el chatbot contra la criminalización del aborto
Chakakuna significa “puentes” en quechua. De ahí el nombre que la CEO Lucero Cuba le puso a la agencia de investigación e innovación que en los inicios de la pandemia fundó con otros profesionales en Perú para diseñar las soluciones sociales del futuro. Entre los proyectos, le dieron vida a “Diana”, un chatbot que multiplica a esa amiga que acompaña en momentos difíciles.
“Investigamos mucho sobre aborto. Específicamente la criminalización de esta práctica en Perú, que está penada y que implica procesos muy duros. Diana es la amiga a la que le contás por lo que estás pasando y que te ayuda. Quisimos multiplicar las Dianas”, explica Lucero.
Basado en inteligencia artificial, Diana es un chatbot que articula servicios y organizaciones sociales que ya existen en Perú con las necesidades de mujeres, niñas y adolescentes que transitan un aborto.
Lucero detalla cómo la tecnología logra funcionar como un puente: “Suele ocurrir que cuando una mujer ingresa a un hospital con un dolor ginecológico el médico empieza a preguntar si tomó pastillas para abortar e inmediatamente llama a la policía. Eso pasa bastante en los hospitales de Perú y las mujeres no saben qué hacer. No saben que tienen derecho a guardar silencio hasta que se presente un abogado, no saben qué pueden preguntarles y qué no. Muchas veces terminan autoincriminándose. La propuesta, entonces, es que si se enfrentan a una situación así le escriban a `Diana´ para conseguir información precisa y actualizada. En paralelo, el chatbot pone en aviso a la organización más cercana para que se active un asesoramiento legal. Es decir, conecta con personas de carne y hueso que puedan llegar al hospital. Diana es la mediadora tecno, la que agiliza redes de solidaridad entre mujeres que ya existen”.
La app fue presentada (y festejada) en el último Foro Latinoamericano sobre Creatividad, Innovación y Nuevos Medios para los Derechos Reproductivos que organiza Planned Parenthood Global. Un jurado de especialistas la eligió, además, como una de las dos ideas que recibirá capital y asistencia técnica para su desarrollo.
GPS sexual y reproductivo
Juliana Pontón es la directora de soluciones digitales de Wingu, una organización que opera en Colombia, México y Argentina creando proyectos de tecnología con impacto social. Juliana es igualmente la encargada de dar a conocer “Kanantabáa”, una plataforma en fase de diseño que se propone facilitar la búsqueda de información sobre anticonceptivos modernos y eficaces y de lugares donde realizar abortos legales y seguros en México.
“Kanantabáa combina un sistema de geolocalización que cruza la información de la persona usuaria con los lugares de acceso al aborto legal y seguro, con las redes de solidaridad, los espacios médicos amigables y con todos los datos relevantes del proceso. Otro elemento importante es que la herramienta incluye traducción a lengua maya para romper con ciertas barreras de comunicación y lograr llegar a poblaciones alejadas de los centros urbanos”, sintetiza Juliana.
El 7 de septiembre pasado, la Suprema Corte mexicana despenalizó el aborto en el territorio entero tras una decisión unánime que concluyó que es “inconstitucional” el sistema jurídico que castiga el aborto en el Código Penal federal al violar derechos humanos, por lo que ninguna mujer ni persona con capacidad de gestar en México podrá ser juzgada ni condenada por hacerlo.
Kanantabáa surge en este contexto, y desde Wingu se vienen ocupando de generar medidas que protejan la página web de posibles hackeos y que a su vez permitan un uso anónimo, sin registros personales que expongan las decisiones sexuales y reproductivas.
Reinas Migrantes
Reina pepiada es el nombre de la arepa más famosa de Venezuela. Una preparación asada que se rellena con una mezcla especiada de pollo, aguacate y queso. Una delicia culinaria que desde hace años migra con las mujeres venezolanas que se mueven por el mapa en busca de nuevas oportunidades.
Pero no solo circulan las mujeres y las comidas típicas de sus lugares de origen. También sus historias. Y ese fue el germen de Las Reinas Migrantes, un espacio virtual seguro construido por mujeres refugiadas y migrantes que comparten relatos de camino mientras amasan arepas.
“Reinas Migrantes nace desde la responsabilidad de haber escuchado tantas historias. No hay denuncias, no aparece en ningún lado lo que está pasando en las rutas migratorias. Lo que viven las mujeres que migran hacia Estados Unidos, Canadá, que vienen para Ecuador y siguen a Brasil o Argentina. Hay un movimiento masivo y las violencias en las fronteras no cesan. Por eso el propósito de Reinas Migrantes es que mujeres que estén pensando en salir puedan tener información de primera mano, que escuchen a otras mujeres que ya pasaron por la experiencia de los coyoteros, de asesores que se quedan con documentos, o lo que supone cruzar una selva, solas o con sus hijos, con o sin dinero”, dice Alexandra Maldonado, la cabeza gestora del proyecto.
Fácil de usar, el sitio web actúa como repositorio de memorias, de información. Diez relatos de mujeres en formato podcast con consejos sobre qué conviene hacer antes de salir; qué trámites agilizan la vivienda en los distintos países; recomendaciones sobre documentación y alimentación para maternar en ruta; trayectos seguros; acceso a la salud; o tips para evitar que te escondan droga en los equipajes.
En diálogo con Infobae, lo cuenta Alexandra: “Algunas Reinas caminaron entre dos meses y medio y tres meses hasta el país de destino. Es válido ese movimiento, pero deberíamos ser libres de poder movernos. Libres sin tener que cubrirnos el pelo por miedo a que lo corten en la ruta o para parecer menos mujer y que no nos violen o nos secuestren. Hay experiencias maravillosas de migración y en general suceden cuando pidieron el consejo a una mujer. Cuando otra le dijo `Yo llegué a salvo haciendo esto´. Que no sea un hombre el que te cuente en TikTok cómo es pasar la frontera entre Venezuela y Colombia, porque luego llegas tú que eres mujer y es una cosa totalmente diferente. Las Reinas Migrantes honra historias de mujeres para otras mujeres”.