Barreda, el cuádruple femicida y su obsesión por la casa del horror y el Falcon verde que amaba más que a su familia

A 31 años de los asesinatos de sus hijas, su esposa y su suegra, por qué se cree ahora que el odontólogo, que murió en 2020, inventó que mató a su familia en un rapto de locura por sentirse humillado. El frío y calculado plan que tenía para recuperar su mansión, su auto y su consultorio

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Ricardo Barreda, el cuádruple femicida
Ricardo Barreda, el cuádruple femicida de La Plata (NA)

Ricardo Barreda tenía una costumbre extraña. Un ritual que le daba paz.

Un ritual que le dio paz aun después de matar sin piedad.

Buscaba estar solo. Y varias veces le hablaba a la elefanta Pelusa, del zoológico de La Plata, como si fuera una charla fluida. Le preguntaba de su infancia, su edad, o le contaba de sus problemas. A las dos cotorras que tuvo al salir de la cárcel, les decía “hijas mías”. Cuando ellas escuchaban su voz chillaban hasta que él se acercaba y les seguía hablando.

A su Ford Falcon verde lo llamaba flaco y lo tenía impecable: lo cuidaba más que a un hijo. También, algunos días, a cualquier hora, le surgía hablarles a sus muertos queridos. Sobre todo a sus padres. Les preguntaba cómo andaban y si estaban bien.

Con las únicas personas muertas que el odontólogo no quiso o no pudo hablar fueron su esposa Gladys Mc Donald, su suegra Elena Arreche, y sus hijas Adriana y Cecilia.

Hoy, a tres años y medio de su muerte, a los 83 años, a nadie se le ocurre hablarle a quien fuera un asesino odiado y hasta admirado por hombres que le pedían autógrafos porque consideraban que Barreda había sido víctima de humillaciones de las mujeres que mató a sangre fría.

Ocurrió el 15 de noviembre de 1992, un domingo. Las fusiló a escopetazos en su casona de la calle 48 entre 11 y 12, en La Plata.

“Hablo con los muertos que quiero. Y siento que me responden con señales”, dijo Barreda a Infobae hace ocho años. Evitaba hablar de sus víctimas. No mostraba arrepentimiento, sino alivio.

Cada vez que habló ante la prensa, dijo que se encegueció y las mató porque no paraban de maltratarlo y le decían Conchita. Esa hipótesis es incomprobable. Estuvo preso y al salir de la cárcel siempre buscó desesperadamente volver a vivir en esa casa cargada de muerte.

Su esposa Gladys Mc Donald,
Su esposa Gladys Mc Donald, su suegra Elena Arreche y sus hijas Adriana y Cecilia, las cuatro víctimas del femicida Barreda

En los últimos años surgió otra teoría. Que el cuádruple femicidio fue planificado. Barreda practicó tiro (la escopeta Víctor Sarrasqueta se la había regalado su suegra), fue a una charla sobre criminalística y al parecer eligió el domingo porque iban a estar juntas. Una de sus hijas vivía con el novio.

El móvil lo creó Barreda. El hombre decente y callado que estalla por la humillación. ¿Y si él inventó que le decían Conchita? Una palabra que se le ocurrió a él, como “Chochán”, la forma despectiva con la que trataba a Berta André, su última pareja.

Lo que no se investigó es otra hipótesis. La familia del dentista había descubierto que tenía una amante. Y por eso dormía en otro sector de la casa. Y la esposa pensaba demandarlo por adulterio. Barreda iba a perder la casa, el consultorio donde atendía a sus pacientes, la vida que llevaba sin sobresaltos. A eso se suma lo que le decía su otra amante, “Pirucha” María de las Mercedes Guastavino. Se autoproclamaba vidente y se jactaba de no pestañear durante media hora. Barreda no tenía una sola amante. Llegó a tener tres al mismo tiempo. La amante oficial era Hilda, a quien invitó a cenar y luego a un hotel alojamiento el día de la masacre. Con ella paseaba por el centro de La Plata y la llevaba al teatro. No le importaba ocultarse.

A “Pirucha” se la investigó como presunta cómplice o instigadora. Pero no hubo pruebas. Ella un día entró en la casona del horror con Barreda y dijo que la energía era de muerte. Dijo encontrar un muñeco sometido a la magia vudú, que habría plantado ella en la casa. “Te van a matar, te están haciendo brujería”, le dijo ella.

El frente de la casa
El frente de la casa que perteneció a Barreda. A pesar del deterioro, está valuada en 350 mil dólares (Google Street View)

La tercera amante simultánea vivía en Mar del Plata. Barreda, poco antes de morir -el 25 de mayo de 2020- le confesó a su biógrafo, Pablo Martí, que estaba enamorado de esa mujer. Y que pensó en dejar a su familia para irse a vivir con ella. Si lo hubiera hecho no se habría convertido en femicida.

Lo llamativo es que Barreda estaba obsesionado con la casa. Hasta sus últimos días.

Lo manifestaba con estas palabras al autor de esta nota, que lo entrevistó diez veces en 2012:

-Quiero volver a mi casa. A salir en mi Ford Falcon. A arreglar mi consultorio y volver a ejercer. Hay gente que me llama para que le arregle los dientes. Quiero ver en el living los partidos de Estudiantes y las películas de Chaplin. Y, quien te dice, ponerme de novio con una linda piba y llevarla a vivir conmigo.

Por entonces vivía en un departamento de dos ambientes con su novia Berta. Quería recuperar la casa donde desencadenó la matanza. Cada tanto viajaba en tren o micro a La Plata y “camuflado” (lentes aparatosos negros y boina) pasaba por enfrente de la casona y la miraba con nostalgia.

Quizá recordaba cuando salía bien vestido de ahí para ir al teatro a ver ópera con su amante. O salía a la cancha o al cine donde lo conmovían las películas de Fellini y Bergman.

El Ford Falcon verde de
El Ford Falcon verde de Barreda, al que le había puesto el apodo de "Flaco" (Dino Calvo)

Barreda nunca pudo cumplir su deseo. Los animales murieron. Barreda también. Desde hace un año, el Falcon modelo 89 no está más en la casona que le fue expropiada a Barreda aunque él mantuvo un pleito judicial para recuperar su casa o ser parte de la sucesión.

“Es probable que las mató porque lo dejaban en la calle, lo rechazaban por romper la familia y perdía su reputación. El las humillaba. Llegó a tener seis amantes y miraba con lascivia a algunas amigas de sus hijas. Y con los años hay pistas que sostienen una sospecha: que fue un plan para aniquilarlas”, dijo el psiquiatra forense Miguel Maldonado, quien fue perito de parte de Barreda.

“Fue un hecho emblemático y siempre se planteó que sea una casa que se recupere para los derechos de las mujeres. Desde que llegamos al ministerio nos pusimos esto como objetivo”, explicó, en diálogo con el diario El Día de La Plata, Estela Díaz, ministra de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de la provincia de Buenos Aires desde el 11 de diciembre de 2019.

El 22 de septiembre de 2022, una grúa se llevó del garaje los dos autos del asesino. El Falcon y un DKW más antiguo. El operativo fue autorizado por la Justicia Civil y Comercial N° 17, que se encarga del proceso de sucesión de los bienes de Barreda.

Tras diez años de gestiones, Estela Díaz, confirmó que transferirán a la Municipalidad de La Plata la casa de Barreda para que comience a funcionar un lugar de atención de la violencia de género.

El tema se terminó de definir a partir de un fallo del Juzgado Contencioso Administrativo N° 3 de La Plata, en sintonía con la ley provincial N° 14.431, promulgada el 27 de diciembre de 2012. La norma establece el procedimiento por el cual el lugar será entregado al municipio de La Plata para que luego de una serie de adecuaciones, se ponga en funcionamiento.

Uno de los impulsores del proyecto fue Darío Witt, fundador de Casa Abierta María Pueblo para Mujeres Niñas y Niños Víctimas de Violencia. Barreda lo odiaba. “Seguro es un homosexual de porquería”, decía.

El sueño de Barreda (la
El sueño de Barreda (la pesadilla para la sociedad) era regresar a ejercer la odontología en su casa de La Plata

“Espero volver a mi casa porque me corresponde. Ya pagué en la Justicia y estoy arrepentido por lo que hice. No es justo que a alguien que cometió un delito le quiten la casa. Lo hacen por mi mala fama. (Carlos) Robledo Puch tenía varias propiedades y no le sacaron ninguna. Y mató a once. Y hay tantos asesinos que salen en libertad y viven en sus casas”, llegó a decirle Barreda a a este cronista.

También contó que cuando viajaba a La Plata para ver viejos amigos la gente lo saludaba, le pedía autógrafos o se sacaba fotos con él.

“La casa de Barreda se ha convertido en una especie de pizarrón de la sociedad. Algunos escriben ídolo, aguante Ricky y otros lo llaman asesino. Es inédito. Nunca se le sacó la casa a un asesino múltiple para destinarla a un fin noble. Podemos decir que en México a casas de narcos las derriban o destinan el lugar a la lucha contra la adicción a la droga. O que la ex SIDE de la provincia de Buenos Aires se transformó en Comisión por la Memoria, el ex Regimiento 7 en Centro Cultural ‘Malvinas Argentinas’ y la ex ESMA en Museo de la Memoria. Siguiendo esos casos se puede construir en esta casa el primer centro de referencia en el mundo realizado en una ex casa de un reconocido múltiple asesino de mujeres para profundizar desde un lugar emblemático la lucha contra el Machismo Cultural y la Violencia de Género”, argumentó Witt.

La casona de Barreda es tristemente icónica. En los últimos años, varias personas intentaron usurparla. Uno de los casos más conocidos fue protagonizado por un grupo que intentó entrar después de hacer un boquete. Las paredes están pintadas con leyendas de todo tipo. “La casa, pese a estar en estado desastroso, está valuada en 350 mil dólares y tiene una deuda de impuestos de 500 mil pesos, pero con todo lo que ha ocurrido y el estado de abandono que presenta, su valor bajó, por lo menos, un 20 por ciento”, dijo una fuente judicial. Hace un año un grupo de personas logró usurparla, pero se fueron ante la presencia policial. Y hasta autores desconocidos la intentaron prenderla fuego que fue apagado por los bomberos. Es más: al menos cinco personas intentaron comprarla. O hicieron averiguaciones.

La tumba de Barreda en
La tumba de Barreda en el cementerio de José C. Paz (Franco Fafasuli)

La estrategia de Barreda era clara. Como la sucesión de la casa estaba en pleno trámite, tenía posibilidades de recuperarla. Si quedaba probado que a la última que mató era a una de su hijas, iba a ser el heredero. En cambio, si la última víctima fue su suegra, los beneficiados iban a ser los hermanos de la mujer. Pero ninguno de ellos, ni asesino ni familiares de víctimas, se quedaron con la casa.

“Fue tan canalla que cambió el orden de las víctimas para quedarse con su casa”, recuerda Witt.

No está claro si lo que está adentro de la casa, muebles viejos, el consultorio de Barreda (todo en pésimo estado) será subastado.

Barreda murió. Las cotorras y la elefanta también. Lo único que sobrevive -al menos en el plano material- es el Falcon. La última vez que Barreda lo manejó fue para ir a Punta Lara a tirar la escopeta.

Las paradojas de este caso marcan una coincidencia. El Falcon, al igual que Barreda, el que le decía Flaco, está en un cementerio. Pero de autos, claro está. Barreda bajo tierra. Y su auto amado en un predio de La Plata, entre chatarra. Tan “muerto” como su dueño.

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