“El teniente Daniel Amelong, al (que) Villarruel defiende y presenta como una víctima de esta ‘Memoria incompleta’, fue junto con Pagano uno de los represores que me buscaron en el Instituto Privado de Pediatría y me abandonaron, con apenas días de nacida, en la puerta del Hogar del Huérfano de Rosario. Era la madrugada del 27 de marzo de 1978 y para garantizar que alguien atienda la puerta (como buenos cristianos), colocaron un escarbadientes en el timbre. Amelong seguramente sabe -si no es que fue él mismo- quién asesinó a mi madre y puso su cuerpo desnudo, con los brazos atados atrás y con una bolsa de nylon en la cabeza, en un baúl de un Peugeot 504 para reunirlo con los cuerpos de los otros 14 compañeros -asesinados- en el Centro Clandestino de Detención conocido como La Intermedia, una propiedad de la familia de Amelong. Puede Villarruel preguntarle a su amigo Amelong, su defendido, juzgado a varias cadenas perpetuas en cinco juicios, ‘¿A quién le entregó al Melli?’ Nuestra familia está incompleta”.
Sabrina Gullino Valenzuela Negro supo en 2008 que es hija de desaparecidos. O que ella misma fue durante 30 años, una desaparecida. Nació junto a su hermano mellizo entre el 3 y 4 de marzo de 1978 en el Hospital Militar de Paraná durante el cautiverio de su mamá, Raquel Negro, secuestrada con siete meses de embarazo y, probablemente, sin saber que gestaba mellizos. Sabrina escribió el texto del párrafo anterior este jueves y lo posteó en su cuenta de Instagram, presa del estupor, después de escuchar la noche del miércoles a la candidata a vicepresidenta de la Nación por La Libertad Avanza, Victoria Villarruel, defender al teniente coronel (retirado) del Ejército Juan Daniel Amelong -condenado en cinco causas por delitos de lesa humanidad cometidos en la última dictadura- durante el debate con el candidato de Unión por la Patria, Agustín Rossi, casualmente rosarino como el genocida.
Desde que conoce su historia, Sabrina busca a su hermano, “el Melli”, como ella lo llama, casi como una invocación, una pregunta siempre flotando en el aire, cargada de dolor, pena e incertidumbre. En algún lado está su mellizo, con otro nombre pero con su mismo rostro.
Apenas nacieron, ambos bebés fueron derivados al Instituto Privado de Pediatría (IPP) de la capital entrerriana. Ella fue ingresada con los nombres falsos de Soledad López y su hermano como “NN López”. El 27 de marzo, fueron dados de alta. Sabrina fue dejada en el Hogar del Huérfano de Rosario. Las monjas que allí vivían avisaron a la Justicia y la bebé fue dada en adopción legal a la familia Gullino, que vivía en Villa Ramallo, provincia de Buenos Aires. Del “Melli” no se supo más nada.
“Cada día de mi vida yo busco parecidos, me pregunto a quién se parecerá mi hermano”, repite Sabrina, y apunta contra Villarruel: “Quizás ella sabe dónde está”. Sobre Amelong, Sabrina es contundente: “Incidió de mi vida de manera muy perversa. Es el responsable de separarme de mi mamá y de mi hermano. Fue la mano de obra barata del genocidio, pero su participación para la sustitución de nuestras identidades fue clave. Es muy violento y muy preocupante y grave que una diputada nacional, que tendría que asentar sus posicionamientos sobre la democracia, esté cuestionando y confundiendo al electorado con estas ideas reaccionarias y fascistas. Lo victimiza a Amelong como si fuera un delito común pero los delitos de lesa son imprescriptibles”.
“Acá hubo víctimas del terrorismo que no tienen derechos humanos. Muchas personas están detenidas, como por ejemplo, Amelong. Es una persona cuyo padre fue asesinado por Montoneros en la democracia, en 1974 en Rosario. Era civil, un ingeniero de 11 hijos. Su hijo está preso por delitos de lesa humanidad y por qué no los que asesinaron a su padre”, había dicho la candidata de La Libertad Avanza durante el debate emitido por el canal de noticias TN, con picos de rating por encima de los 8 puntos.
Días atrás la Cámara Federal de Casación Penal revocó la prisión domiciliaria del represor y lo mandó otra vez a la unidad penal 34 para militares ubicada en Campo de Mayo, imputado por la desaparición de Miguel Membrive. Amelong, que en 1987 reconoció su participación en el terrorismo de Estado, tiene 71 años y fue integrante de la patota del Destacamento 121 de Inteligencia de Rosario. Está involucrado en cinco causas y tiene 3 condenas a perpetua por delitos de lesa humanidad. La foto con sonrisa diabólica y una vincha blanca con la palabra “legalidad” escrita a mano es tan célebre como tenebrosa.
De acuerdo con su legajo militar, en 1975 participó en Tucumán del “Operativo Independencia” y desde el año siguiente se sumó al Destacamento de Inteligencia 121 de Rosario, en la Sección Operaciones Especiales de Inteligencia (OEI), de la que más tarde sería jefe. En los centros clandestinos de detención era conocido como “Daniel” o “Teniente Daniel”.
“Le quiero preguntar a Villarruel si puede hacer que Amelong rompa el pacto de silencio y complete esa memoria de mi familia. Ella tiene ese deber público. Es una legisladora que está cuestionando la memoria, la verdad y la justicia. Hay cinco condenas que tiene Amelong que indican que hizo todo esto y seguramente hizo mucho más porque las pruebas -los cuerpos- no están. Sabemos que hubo otras embarazadas bajo la órbita del Segundo Cuerpo del Ejército y también las estamos buscando”, dice Sabrina, militante de Abuelas de Plaza de Mayo: “Ella quiere simplificar, negar, confundir al electorado y a nosotros los familiares nos cuesta hablar de esto porque son nuestras ausencias, nuestros dolores”.
Sabrina también es hija de Edgar Tulio Valenzuela, estudiante de abogacía en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y militante en la Juventud Peronista (JP) y en Acción Revolucionaria Peronista (ARP), aunque años más tarde ingresó en la organización Montoneros. En 1972 fue detenido y llevado al Penal de Rawson, donde quedó como segundo de su organización después de la fuga del 15 de agosto de ese año.
Valenzuela fue liberado con la amnistía del 25 de mayo de 1973, y se sumó al trabajo organizativo de la Juventud de Trabajadores Peronistas (JTP) de Morón, donde quedó como jefe de la Columna Rosario de Montoneros. Después del 24 de marzo de 1976 se exilió con Raquel, su segunda esposa, docente y militante de la misma organización, y Sebastián, el hijo de Raquel con una pareja anterior.
Volvieron al país en diciembre de 1977. Fueron secuestrados el 2 de enero de 1978 en Mar del Plata y llevados al Centro Clandestino de Detención (CCD) “Quinta de Funes”, ubicado cerca de Rosario. Raquel estaba embarazada de mellizos, aunque Sabrina duda si sabía ese dato. Allí, los represores gestaron la Operación México, cuyo objetivo consistía en que Tulio facilitara la infiltración en la organización y el asesinato de Firmenich y otros dirigentes de la conducción, que estaban en el país de América del Norte.
Edgar y Raquel simularon colaborar con los represores y los denunciaron en México y en Europa, lo que provocó un escándalo internacional, pero también implicó que fueran capturados por el gobierno mexicano. Tucho, además, fue despromovido en su organización y a los pocos meses volvió a entrar a la Argentina. Se desconoce cómo fue su final pero, simultáneamente, ocurrió el operativo que terminó con la internación de Raquel en el Hospital Militar de Paraná, quien había quedado en Argentina como rehén de la operación encomendada a su pareja.
A Raquel los genocidas la anotaron como sobrina del entonces jefe del Segundo Cuerpo de Ejército, Leopoldo Fortunato Galtieri. De nombre le pusieron María Amarilla. Allí tuvo a los mellizos. Pero ante, entre enero y marzo del 78, estuvo detenida en la escuela técnica Magnasco, un sitio de memoria, donde paradójicamente le tocó votar a Sabrina en las elecciones de octubre.
“Desde chica mis padres adoptivas me dijeron que no era hija de ellos. Crecí en Ramallo. Y más grande me fui a estudiar Comunicación a Rosario, donde conocí a los chicos de HIJOS aún sin saber nada de mi identidad biológica. Pero tenía la sospecha y me quería hacer el ADN, así que me comuniqué con Abuelas de Rosario”, contó Sabrina, licenciada en Comunicación Social, más de una vez. Finalmente recuperó su identidad el 20 de diciembre de 2008, lo que abrió varias causas judiciales. Declaró en las causas Guerrieri I y II, por la desaparición de sus padres, y es querellante en la causa Hospital Militar de Paraná, por la sustracción de su identidad.
“Tengo confianza en que a la mayoría de las personas, con la tradición que se construyó en Argentina, no nos da lo mismo que nos gobiernen pro genocidas. Nos estamos moviendo para que la opción negacionista no gane. Que gane una opción que se sustente en los valores democráticos”, remarca Sabrina.
Mientras tanto, nada detiene su marcha, su encuentro con el Melli. “Se sostiene la búsqueda porque estoy con otros y hay contención. Es tan profundo el dolor, es tan presente esa ausencia que tiene que recargarse de algo positivo y eso positivo es la energía que uno toma cuando va a Abuelas”, dice.
Desde 2008 se avanzó en diversas líneas de investigación sobre su historia y la de su hermano. Sabrina no pierde la fuerza ni la fe: “Se pudo reconstruir desde el secuestro de nuestros viejos hasta que yo restituyo mi identidad. A partir de ahí hubo varios caminos que se fueron andando y derrumbando hipótesis. Cada vez estamos más cerca del Melli. Las personas que tienen dudas se tienen que acercar a Abuelas. Los estamos esperando y solo queremos saber que están bien”.
Si naciste entre 1975 y 1983, podés ser uno de los nietos y nietas que falta encontrar. Si dudás de tu identidad podés comunicarte con dudas@abuelas.org.ar. Para aportar información información sobre hijos/as de desaparecidos/as, a: denuncias@abuelas.org.ar