Los cordobeses Gerard Lazcano y Barb Bruno hace casi 15 años viven en Barcelona. En la Argentina tenían una marca de ropa infantil que se vendía solo en su provincia y en la actualidad, se dedican a lo mismo, solo que ahora tienen una marca de ropa que se vende en todo el mundo. En 2020 inauguraron un local en Pekín, y en 2022 en Shangai. Actualmente, el matrimonio vive con sus cuatro hijos en las afueras de la ciudad, en una apacible casa en el barrio de San Cugat del Vallés, frente al cerro Collserola, con una parrilla que suele convocar a muchos amigos argentinos.
Barb cuenta que cuando tenían una marca en la Argentina, que se llamaba Umbaba, el modelo de negocio era muy diferente. “Teníamos nuestra propia fábrica y llegamos a tener seis locales propios. Fabricábamos solo para esos locales, ropa para niños de 2 a 12 años. Llegábamos a Córdoba, Villa María, Río Cuarto. Pero no llegamos a Buenos Aires”, cuenta la diseñadora y empresaria nacida en Córdoba capital, igual que su marido.
En 2009 les llegó una propuesta laboral para Gerard, que antes de empresario textil, es médico psiquiatra y no lo pensaron demasiado. Con la crisis de Lehman Brothers, según la pareja, la Argentina empezó a estar “demasiado inestable”, y que era insostenible comprar tela importada, fabricar y vender. “Ya está, mirá, acá lo intentamos todo”, dice la mujer en conversación telefónica con Infobae.
Tenían la ciudadanía europea, los papeles en regla, por lo que eso les facilitó tomar la decisión de migrar. En ese entonces ya tenían a tres de sus hijos, María Cruz, Catalina y Gregorio. “El varón ya de 15 años tiene autismo. En ese momento, tenía un año apenas cumplido. De cara al futuro, fuimos previendo la situación”, dice Lazcano. Y su mujer agrega: “En ese momento tampoco sabíamos mucho, pero sabíamos que algo estaba bastante mal. Pensábamos que era más grave de lo grave que es, porque ya es grave, pero pensábamos que era mucho peor. Entonces nos costó menos tomar la decisión de cerrar todo allá, vender y venirnos para acá”, explica Barb, quien se quedó con Gregorio un año entero mientras Gerardo trabajaba en un consultorio.
Los primeros años en España Gerard los dedicó a la medicina en un 100% y no part time como en la Argentina, donde repartía el tiempo con el emprendimiento textil. “Me dedicaba justamente al autismo. Mirá lo que son las cosas”, expresa.
Cuando Barb vio que Gregorio ya estaba encaminado con la escuela, se postuló en un puesto para Adidas, donde se encontró con una situación inesperada. Eran “millones de personas” detrás de ese trabajo, tuvo tres meses de entrevistas y fue “quedando, quedando hasta quedar finalmente”. La gran sorpresa fue que le ofrecieron un trabajo mejor del que buscaba porque comprobaron que su experiencia en la Argentina era superior al de ese puesto. “Yo había traído todo lo que habíamos hecho allá, y por suerte, fue como un milagro. La vida te castiga y te premia. Me pagaron el doble de lo que buscaba. Una cosa insólita. Al revés de lo que ocurriría en la Argentina, donde siempre intentamos sacar ventaja, acá me dijeron: ‘vos sabés más de lo que buscamos y tenemos una posición para vos”, relata Barb quien estudió Bellas Artes en la Argentina y se considera en materia de diseño una completa autodidacta. Con ese puesto, también dedicado al segmento infantil, empezó a viajar mucho por Asia, a recorrer fábricas, ver cómo se desenvolvían los equipos y fundamentalmente aprendía. A los cuatro años y medio le dijo a su marido, que la había apoyado con tanto viaje: “Volvamos a intentarlo”.
Así Gerard y Barb hicieron una nueva apuesta con marca propia de chicos: Tinycottons. Crearon un muestrario y viajaron a una feria de París donde gustó la propuesta y recibieron los primeros pedidos. Esperaron un año y en 2013, aproximadamente, la diseñadora renunció a su trabajo.
Entrar a una feria donde los estándares de calidad son altos no es algo sencillo y la pareja emprendedora se embarcó en todos los desafíos. Tenían que hacer una presentación, crear la marca, tener una página Web. “Hicimos todo en tiempo récord para intentarlo y nos aceptaron. Y ahí empezó la historia. Hicimos una colección en Perú, luego de Perú la movimos a Portugal y de Portugal ahora estamos fabricando en India, Turquía, Portugal, España, China, o sea, donde toque.
—¿Empezaron en Perú por el algodón pima?
— Barb Bruno: Sí, exacto. Y después encontramos en Portugal quién lo podía hacer, que era mucho más cerca, mucho más rápido. Fue todo de a poco. Empezamos a vender en el norte de Europa al principio, luego Corea del Sur, Japón, luego España. España fue el final. España lleva un tiempo más en poder desarrollarse
— Gerard Lazcano: empezamos a vender mucho a los países nórdicos a Dinamarca, a Suecia, a Noruega. También a Bélgica, Países Bajos, Corea del Sur, Japón. En Asia vendemos mucho. Y después Estados Unidos. La verdad es que crecimos mucho.
—¿Cuál fue la inversión inicial?
— B.B: Es ridícula
— G.L.: Te vas a reír.
— A ver
— B.B: 15 mil euros (se ríe). Y hoy facturamos 15 millones de euros anuales. 5000 eran de nuestros ahorros y 10.000 eran un crédito personal que nos dio el banco. Realmente yo me río porque aparte tuvimos que salir de “avalistas” para los 10.000. En ese momento eso nos parecía una fortuna. Hicimos todo sin ningún inversor, ni capital, sin nada. Lo que hemos luchado no te das una idea, como cualquier argentino. No relegamos esa parte nuestra de pobres luchadores.
— G.L.: Ser argentino te da esa esa faceta. Cuando todo es adversidad y de repente tenés que ponerle la mejor cara, tirar para adelante y salir como sea. Y si el ambiente te lo reconoce es un súper plus. En definitiva, las cosas se te van dando y la verdad que es algo muy gratificante.
Así se recuerdan viajando 1200 kilómetros hasta París con el auto cargado de ropa y armando el stand mientras algunos se les reían como diciendo ¿Qué hace esta gente con el auto cargado desde España? Claro, lo normal era llevar los productos con sus medios transportes, cargadores, montadores. E incluso algunos van en su propio avión, según la pareja.
—¿Y cuál fue la propuesta de la ropa? ¿Siguieron haciendo lo que ustedes sabían hacer? ¿Vieron que hacía falta algo? ¿Cómo hicieron para destacar en un mercado abierto y competitivo?
— El algodón peruano no lo conocían y fue como una oportunidad ahí en ese momento y funcionó. Hasta hoy seguimos haciendo con algodón pima en gran parte de la colección. Ahora nos hemos cambiado un poco a lo orgánico, porque el pima orgánico no es tan fácil de conseguir. Pero tenemos una parte todavía de pima y se nota. La gente lo aprecia un montón. Creo que apostamos por la calidad 100% desde el primer día y creo que fue el secreto, sinceramente. Bueno, el diseño por supuesto. Tenemos un eslogan que es que ‘los abuelos nos escogen por calidad, los padres por diseño y los niños por confort’, porque realmente es así.
Las primeras grandes conquistas de la marca se dieron al año. Fue cuando lograron pedidos de grandes almacenes. Estuvieron en Barneys, hasta que cerró, Harvey Nichols, Selfridges, Le Bon Marché. Todos grandes almacenes. Al inicio los pedidos eran pequeños hasta que empezaron a crecer. Iban regulando los pedidos.
En el diseño empezó Barb sola. La primera persona que contrataron fue una chica que había trabajado con ella en Adidas, que sigue siendo parte del staff y es su mano derecha. “Casi una socia”, dice la empresaria. Ahora son 50 personas. Unas diez están en el departamento de diseño, donde Barb sigue siendo la directora creativa y aún en esa función, diseña bastante. “Me meto bastante, dibujo los estampados, nosotros fabricamos la tela, no compramos un estampado afuera, todo se genera desde el mismo equipo de diseño”, explica. Las temáticas que inspiran cada colección pueden saltar “localmente”. Hicieron un invierno inspirado en las pistas de esquí de Chamonix, y el verano encontrará patrones con el mundo de Elvis Presley. El siguiente invierno (trabajan con 18 meses de anticipación) explora una galería de arte, y la siguiente colección todavía es un secreto.
Además, hicieron colaboraciones para muchas marcas importantes en el rubro de la moda, entre ellas una empresa deportiva gigante, que lanzó su producto masivamente durante ocho temporadas; también se sumo una marca de relojes suizos, un supermercado de lujo inglés y más.
Gerard se remonta a 2013 cuando abrieron el primer local en Barcelona. Un local de 13 metros cuadros, frente a la Rambla de Cataluña y Diputació, sin baño. Las empleadas tenían que recurrir a un bar de enfrente del local. El lugar estaba muy bien ubicado, y a pesar del tamaño, el alquiler representaba una fortuna para ellos, teniendo en cuenta de lo que vale el m2 de las propiedades en la ciudad de Gaudí. Pero era la primera vez que llegaban a la calle, un espacio físico, porque hasta ese momento toda la venta era online. En esa época llegaban japoneses con el Google Maps y no podían creer cuando se encontraban con ese local tan chico.
— Era muy gracioso. Después fuimos poniendo otros locales. La verdad que los otros locales estuvieron muy lindos. Abrimos en El Born y acá, donde tenemos todas las oficinas en la Vía Augusta y Diagonal. Saltamos a Madrid donde fuimos cambiando de ubicación hasta llegar al barrio de Salamanca. Ahora estamos pensando en abrir otra tienda en Madrid, en Valencia y en San Sebastián. También, hace cuatro años empezamos a desarrollar una línea de mujer, que se llama The Tiny Big Sister, que también tiene sus locales. Aquí en Barcelona tenemos dos locales de esa marca. Y tenemos también otra empresa, una marca de juguetes llamada We are Gommu, que son unos muñecos sustentables de goma que está creciendo mucho.
Si la facturación actual es de 15 millones de euros al año, Lazkano dice que van por más, si la situación global lo permite.
El próximo paso es un viaje a Estados Unidos que es su principal mercado, donde más venden en todo el mundo. Específicamente Los Ángeles. Están planificando el desembarco. Y están yendo en familia, porque las hijas mayores ya están involucradas en el negocio.
Las marcas todavía no llegan a la Argentina, aunque eso les genere angustia. Tienen amigos, familiares que intentaron comprar pero se encontraron con muchas trabas para recibir la mercadería. “Lo frenaban en la Aduana. Para evitar problemas con los clientes, bloqueamos el país para la venta online. A mí me causa una angustia el hecho de ver que no está la Argentina”, expresa el empresario y concluye: “¿Viste la cuestión romántica de la tierra de uno? En ese sentido, uno no pierde las esperanzas de algún día ver una tienda de Tinycottons allá”.