La batalla de Suipacha: crónica de la victoria patriota que hizo estallar la interna en la Primera Junta

Esta contienda ocurrió el 7 de noviembre de 1810. Cuál fue la estrategia del ejército de la Revolución de Mayo que derrotó a los españoles. El engaño en el que cayeron los realistas y los fusilamientos de los jefes tras la rendición

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La batalla de Suipacha, que
La batalla de Suipacha, que no duró más que media hora, fue la primera victoria de las armas patriotas (Litografía de Nicolás Grondona, Museo Histórico Nacional)

Los españoles estaban exultantes. Francisco De Paula Sanz, intendente de Potosí, hizo publicar en un bando las alternativas de la victoria que habían logrado en Cotagaita, el 27 de octubre, contra el ejército patriota. Hizo poner en cafés y vía pública y se rezaron misas en agradecimiento.

Se persiguieron a los señalados como simpatizantes de la Revolución de Mayo y muchos fueron encarcelados.

Antonio González Balcarce se inició
Antonio González Balcarce se inició en la milicia a los 13 años, a órdenes de su padre. Era el jefe del Ejército Auxiliar

Desde que el Ejército Auxiliador partió de Buenos Aires, había sofocado la rebelión realista encarada por Santiago de Liniers, que terminó con su fusilamiento. Camino al norte, luego del revés en Cotagaita, no detuvo su marcha, a pesar de que los españoles los perseguían y que solo eran frenados por Martín Miguel de Güemes y sus hombres.

El 6 de noviembre de 1810 los patriotas llegaron a Suipacha, un poblado levantado a la vera de un río del mismo nombre, a ochenta kilómetros al norte de La Quiaca. Suipacha es un vocablo quechua, formado por las palabras Supay, que significa diablo y pacha, tierra. Allí el mayor general Antonio González Balcarce, 36 años, jefe de las fuerzas patriotas, acampó en la margen sur, sabiendo que Castelli se le estaba por unir con refuerzos.

Panorama del lugar donde tuvo
Panorama del lugar donde tuvo lugar el combate y el croquis explicativo de la disposición de ambos ejércitos (Revista Caras y Caretas)

Cuando llegó el enemigo, se estableció en la margen norte. Balcarce, para confundirlo, mandó a un indígena que, simulando ser un desertor, le pasó al jefe español datos falsos sobre el estado del ejército patriota.

Al parecer los españoles cayeron en la trampa y en la mañana del 7 -desconociendo que la noche anterior habían llegado los refuerzos que esperaba Balcarce- iniciaron el ataque. Había un millar de hombres por cada bando.

Los españoles se entusiasmaron. Veían que les hacían frente una compañía de infantería y otra de granaderos. Lo que ignoraban que oculta en la quebrada de Choroya, estaba el resto de sus fuerzas más la reserva.

A las 11 de la mañana comenzó la acción. Balcarce amagó un ataque y simuló retirarse, lo que provocó que los españoles los persiguiesen. Cuando cruzaron el río, se vieron atacados por su flanco izquierdo. El Batallón Provincial de la Plata y el de Veteranos de Borbón llevaron la peor parte.

Fusilamiento de los jefes españoles
Fusilamiento de los jefes españoles luego de la victoria de Suipacha

Se produjo una gran confusión entre el enemigo que optaron por dejar el campo de batalla, abandonando su artillería, armamento y dos banderas. Tomaron 150 prisioneros. Todo no había durado más de media hora.

Hay quienes sostienen la versión que todo se resolvió con la actitud tomada por Güemes y sus hombres que decidieron arrollar el campamento realista. Desde Yavi, Castelli redactó el parte de la victoria.

En Potosí la derrota les cayó a los españoles como un baldazo de agua fría cuando el 9 llegó la noticia. La gente se amotinó y liberó a los patriotas. El mariscal Vicente Nieto, 41 años, presidente de la Real Audiencia de Chuquisaca y el mayor general José de Córdoba y Rojas, 36 consideraron que lo más prudente era huir. Todos esperaban, de un momento a otro, la llegada de Juan José Castelli, quien anunciaría que en el Alto Perú gobernaría la Primera Junta de Buenos Aires.

Francisco de Paula Sanz, el gobernador de Potosí, se descontroló. Ordenó al síndico procurador Manuel Suertegaray extraer de la Casa de Moneda doce mil onzas de oro, y que las escondiese. Cuando le preguntaron para qué hacía eso, pretextó que debía enviarlo a Lima, a pedido del virrey. Pero nadie le creyó y fue obligado a dejar los caudales donde estaban.

Presionado, debió renunciar y sintió que su vida corría peligro por un pueblo enardecido. Cometió la locura de hacer disparar sobre los vecinos, hiriendo a algunos. Finalmente fue detenido y encerrado. Ese día, en Potosí, se reconoció a la Junta de Buenos Aires y se armó una local de nueve miembros.

Mariano Moreno fue el impulsor
Mariano Moreno fue el impulsor de la supresión de honores luego de los brindis por la victoria en Suipacha

Las campanas de las iglesias sonaban a rebato, que es cuando se convoca a la población, para comunicar que el Cabildo, a partir de las dos de la tarde de ese día, se hacía cargo del gobierno.

Córdoba había sido capturado el 13 de noviembre, al intentar escapar hacia Chuquisaca. Nieto, al enterarse de la derrota, tomó el camino en dirección a la costa del Pacífico, acompañado por su capellán. Tras días de fatigosa marcha, tuvo la mala fortuna de ser apresado por los indígenas de la región de Lípez y conducido a Potosí.

El que sí pudo eludir la persecución fue el general José Manuel Goyeneche. Los jefes españoles fueron sometidos a un proceso exprés que encabezó Eustoquio Díaz Vélez, tercer jefe del Ejército Auxiliar, con un final firmado de antemano: la pena de muerte, por negarse a jurar fidelidad a la Primera Junta, tal como les exigió el propio Castelli. Muchos vieron la sentencia como una venganza por los ajusticiados de la revolución de La Paz del año anterior, cuando se intentó instalar un gobierno independiente y fue severamente reprimido con diez cabecillas ahorcados y otros degollados.

La ejecución fue a las 10 de la mañana del viernes 15 de diciembre, frente a la iglesia matriz de la Villa Imperial de Potosí, en la plaza principal. Mientras se les leyó la sentencia de muerte, De Paula Sanz permaneció impávido. A viva voz, dijo que durante toda su vida había sido leal al rey, por cuya causa daría su vida. Pidió, como última voluntad, besar las banderas españolas que habían desplegado a sus espaldas. “Es mi última prueba de amor y veneración a tan augusto monarca”. Fueron sus últimas palabras.

Los hicieron arrodillar y una descarga de fusilería terminó con sus vidas. Sanz recibió una segunda descarga, ya que había quedado con vida.

A las once y media de la mañana del 2 de diciembre entró a la ciudad de Buenos Aires el capitán de Patricios Roque Tollo con la bandera capturada a los españoles. Se organizó una banda militar, fue recibido por Cornelio Saavedra y de ahí fueron al Cabildo. Colgaron del balcón la bandera española. Hubo salvas de artillería y repique de las campanas de las iglesias. Durante tres noches la ciudad permaneció iluminada con bailes, música y con te deum en la Catedral.

La mecha que hizo explotar la relación entre Saavedra y Moreno fue Suipacha. En el cuartel de Patricios se organizó la noche del 5 de diciembre un festejo donde la figura central fue el propio Saavedra y su esposa. Se cuenta que Mariano Moreno quiso ingresar, pero no se lo permitieron y hasta se dijo que el centinela no lo reconoció o simuló no hacerlo. Durante los brindis, el capitán de Húsares Atanasio Duarte, un montevideano conocido por su carácter insolente, un poco pasado en la bebida, brindó a la salud del “emperador de América” y tomando una corona de azúcar la quiso colocar en la cabeza de la mujer.

Moreno, al enterarse, elaboró el decreto de supresión de honores, eliminando privilegios que venían de la época virreinal, entre ellos la escolta del presidente de la Junta y de su esposa. “Si deseamos que los pueblos sean libres -escribió el secretario- observemos religiosamente el sagrado dogma de la igualdad. ¿Si me considero igual a mis conciudadanos, por qué me he de presentar de un modo que les enseñe que son menos que yo?” Al pobre Atanasio Duarte lo condenaron a destierro y Saavedra comentaría que “Valgame Dios, ¡qué importancia, qué bulto se dio a esta bobada…!”.

Sin embargo, la relación entre Saavedra y Moreno, ya deteriorada por diferencias de criterios en la marcha del gobierno, no tendría marcha atrás.

González Balcarce fue ascendido a brigadier por la Primera Junta. Los hermanos Miguel y Alejandro Gallardo recibieron 50 pesos de premio y un ascenso a sargento, por haber capturado la bandera española en la primera victoria de las armas patriotas en las orillas del río Suipacha.

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