Al imaginar su cumpleaños de 60, Nemesio Jerez sintió en su cabeza y en su corazón. De repente, el deseo profundo de que ese 28 de octubre de 2023 estuvieran en la mesa sus “hermanos del corazón”, esos que le dejó la guerra de Malvinas, invadió todo su cuerpo.
Así, este hombre, nacido y criado en Sarmiento, provincia de Chubut, soldado del Regimiento 25, clase ‘63, se puso en campaña.
La búsqueda de Nemesio
Después de mucho rastrear, ubicó a Renato Ruiz --que vive en Mendoza--, y a Rodolfo “Remo” Braki, oriundo de Chascomús, provincia de Buenos Aires. Con ellos había compartido el capítulo más dramático de su vida: el hambre, el frío y el horror de la guerra de Malvinas.
La vida y el destino los unió a los tres, que apenas tenían 18 años, en la sala A de Traumatología del Hospital Militar de Campo de Mayo: Nemesio yacía en el box de enfrente de sus dos compañeros con los dedos del pie amputados. Había sufrido “pie de trinchera”, que ocurre cuando los pies permanecen mojados durante mucho tiempo y por eso duelen, se hinchan y, en casos extremos, como el suyo, deben extirparse.
A escasos metros, Renato, que en ese entonces vivía en Castelar, sufría la mutilación de su pierna derecha, de la rodilla hacia abajo, producto de la explosión de una mina antipersonal, un tipo de mina terrestre diseñada para matar o incapacitar a sus víctimas.
Remo, por su parte, tenía quemaduras de gravedad en el cuerpo y el rostro a raíz de una bomba expansiva que explotó a escasos metros de su trinchera.
Fue allí, precisamente, cuando apareció alguien que para ellos fue un verdadero “ángel”: Noemí “Mimí” Julio, una entrerriana de 22 años aspirante a enfermera del Ejército Argentino. Le habían asignado seis pacientes en Campo de Mayo y, tres de ellos, eran Nemesio, Remo y Renato.
Recuerdos del hospital
“Esos momentos quedarán por siempre en mi corazón y en mi mente. Solo nosotros sabemos lo que pasamos, por eso quise que estuvieran todos, incluso Mimí, que fue mucho más que una enfermera, fue nuestro sostén, nuestro oído, una mujer apenas un par de años mayor que nosotros que supo acompañarnos y darnos esperanzas cuando creíamos que moriríamos. Nos repetía que íbamos a salir de allí, que teníamos una vida por delante”, rememora Nemesio, en diálogo con Infobae.
“Mimí” tiene hoy 63 años, es abuela y vive en Comodoro Rivadavia, a unos 400 kilómetros de Sarmiento. Cuando recibió la invitación de Nemesio se emocionó hasta las lágrimas. No lo dudó y le dijo que contara con ella.
“De repente me encontré abrazada a estos soldados que curé, bañé y acompañé hace 41 años y con quienes sufrí a la par de ellos. Esta invitación fue, además de una felicidad y un enorme reconocimiento a la labor cumplida que agradezco enormemente. Era muy joven y lo que vivimos en ese hospital junto a mis compañeras fue indescriptible. Aún no había egresado como enfermera, era simplemente una aspirante, pero recuerdo intacta la vocación y el deseo de ir a Malvinas porque sentía que debía servir a la Patria. Fui al Ejército en el momento más crudo y mis padres quedaron en Entre Ríos, preocupados. Nuestros jefes nos decían que no estábamos preparadas para ir a Malvinas. De todos modos, lo que hicimos en Campo de Mayo fue invalorable”, repasa Noemí, que en 1985 se casó también con un militar.
“‘¿A qué van a ir a Malvinas, si apenas saben colocar curitas?’”, repite esta enfermera retirada que solían cuestionarles sus superiores. Sin embargo, su misión y la del resto de las aspirantes, todas muy jóvenes, fue mucho más abarcativa que sanar heridas. “Además de curaciones, los soldados necesitaban una palabra de aliento, una contención”, reflexiona y agrega que le “dolía” el corazón.
“Al mismo tiempo no era consciente de la ayuda que estaba brindando. Recién hoy, hablando con estos soldados veteranos, puedo dimensionar la importancia del rol de la enfermera cuando hay verdadera vocación”, señala.
Por fin, la contienda entre Argentina y el Reino Unido por la soberanía de las Islas Malvinas finalizó y cada cual siguió su rumbo. Noemí, finalmente, recibió su diploma el 4 de diciembre de 1982. Cumplió toda la carrera militar y se jubiló hace 10 años del Ejército Argentino. Por mucho tiempo, perdió el rastro a estos soldados.
“Con los años, las redes sociales, especialmente Facebook, hicieron lo suyo y algunos de los veteranos comenzaron a tener contacto, incluso yo también encontré a algunos de ellos. Hace dos años Renato me invitó a su cumpleaños de 60 y también fue un momento muy emotivo”, recuerda.
Una mesa especial
En esta ocasión, la del pasado sábado 28 de octubre, la celebración de Nemesio Jerez reunió en una misma mesa a la enfermera y a sus viejos pacientes, cada uno con sus familias. Hablaron, recordaron momentos tristes y también felices, como cuando recibieron el alta médica; ríeron y también se les escaparon lágrimas.
Los cuatro protagonistas se casaron, tuvieron hijos y recibieron el feliz título de abuelos.
“Siento que cumplí mi sueño. Con todos ellos siento una hermandad difícil de explicar. Somos veteranos de guerra que pasamos momentos muy duros y que hoy celebramos el encuentro. No importa cómo, ni dónde. Festejé mi cumpleaños de manera sencilla, en un quincho alquilado, pero estuvieron ellos y con eso basta”, resume Nemesio, que se dedicó toda la vida al campo y a la crianza de ovejas. Además, toca el acordeón, por eso su torta fue alusiva a ese instrumento.
“Eramos pibes y hoy estamos acá, con secuelas físicas pero vivos. Nuestra enfermera Mimí, aunque era apenas unos años mayor, fue para nosotros como una madre en los momentos más críticos. Ni ella sabe cuánto nos ayudó su acompañamiento”, reflexiona.
Renato, que se casó con una mendocina a quien conoció a través de cartas que ella le enviaba al hospital de Campo de Mayo, se radicó en Mendoza hace muchos años y padre de tres hijos y abuelo de un nieto.
“Desde marzo Nemesio me seguía de cerca para que no faltara a su cumpleaños y así lo hice. Llegué a Sarmiento y poco después ya estaba en su casa. Nos abrazamos y dejamos escapar alguna lágrima. Pasamos un momento hermoso, hablamos, recordamos viejos tiempos. Siento que somos una gran familia. Compartir días enteros en la sala de un hospital nos unió para siempre”, asegura.
La tarde previa al cumpleaños, que se festejó en un quincho de la ciudad de Sarmiento, la noche del 28 de octubre, tocaron la puerta de la casa de Nemesio: era Remo y su señora.
“Fue otra alegría enorme. Por fin estábamos todos juntos. Estoy feliz de haberlo logrado”, repite Nemesio, que vive mitad en el campo y mitad en la ciudad, tuvo seis hijos y hoy disfruta de sus tres nietos.
Renato acota: “Para eso estamos. Para encontrarnos, sacar todo lo que tenemos adentro y también celebrar. Que Noemí estuviera acá junto a nosotros también fue una alegría y ya hacemos planes para vernos pronto”.
Huellas de Malvinas
Remo es, quizás, el veterano más reservado y a quien más le cuesta expresar sus sentimientos. Finalizada la guerra regresó a Chascomús, tuvo dos hijos y tres nietos. Toda su vida trabajó como cartero en el Correo Argentino.
“Volví de Malvinas con la cara y el cuerpo quemados. No me acuerdo mucho o, mejor dicho, no quiero acordarme. Por eso, durante muchos años no participé de ninguna actividad ni reuniones relacionadas con ese período de mi vida”, confiesa a Infobae y añade: “Me recluí durante mucho tiempo, pero eso sí, el recuerdo en el hospital de Campo de Mayo, donde conocí a mis camaradas, sigue latente”.
Aunque decidió cerrar los canales de Malvinas, tal como él mismo lo grafica, para Remo, que perteneció, al igual que Renato, al Regimiento de Infantería Mecanizada 3 de La Tablada, en Buenos Aires, sus compañeros del hospital quedaron vivos en su corazón. “Sí, fueron compañeros y amigos del hospital porque nunca antes nos habíamos visto en el campo de batalla”, aclara.
Por teléfono o por Facebook Remo se reencontró con algunos. “Y hoy me enorgullece haber compartido esta mesa”, concluye.