El joven que escondió dinamita en la valija de su madre para hacer explotar el avión en el que viajaba

John Gilbert Graham asesinó a los 44 pasajeros del vuelo 629 el 1 de noviembre de 1955. Su objetivo era cobrar el seguro de vida que había sacado segundos antes del despegue de la nave y apoderarse del negocio familiar. Fue sentenciado a morir en una cámara de gas

El joven Graham puso 25 cartuchos de dinamita en la valija de su madre

El 1 de noviembre de 1955 Daisie King se disponía a viajar en avión, algo no tan común y popular en la época. La mujer había juntado dólar a dólar para poder tomar un vuelo comercial de los pocos que surcaban el aire de Estados Unidos.

La mujer, de 54 años, abordó la nave ese día de otoño en Denver. Su objetivo era llegar a Alaska a visitar a su hija. Sin embargo, el avión explotó en el aire minutos después del despegue. Por la tragedia murieron los 44 ocupantes de la nave. Lo que no sabía Daisie era que ella llevaba en su valija la sentencia de muerte de todos pasajeros.

Mientras el avión sobrevolaba la pequeña ciudad de Longmont, Colorado, a pocos kilómetros de Denver, el capitán encendió el piloto automático y le pidió a una de las azafatas una taza de café. Revisó el panel de instrumentos. Todos los indicadores eran normales y los sistemas de la aeronave funcionaban correctamente.

Pero instantes después cambiaría el panorama en forma abrupta. Su primer indicio de que algo había salido mal fue un fuerte estallido en la parte trasera de la nave. Luego otra explosión más fuerte. Como los tanques de combustible estaban casi llenos, habían despegado hacía 11 minutos, una inmensa bola de fuego detonó y envolvió todo el avión.

Así tituló el diario de Denver el día después de la tragedia

Ambos motores se separaron de las alas y las hélices continuaron girando mientras comenzaban el descenso en picada. Cuando los restos en llamas cayeron a la Tierra, varias otras explosiones más pequeñas destrozaron las partes restantes del avión. Estas piezas, junto con los pasajeros y sus pertenencias, se esparcieron por varios kilómetros cuadrados del condado de Weld, en el norte de Colorado.

La persona más joven que murió en el accidente fue un bebé llamado James Fitzpatrick. Su padre era un soldado destinado en Okinawa, tras la Segunda Guerra Mundia, que no había visto a su hijo desde que tenía 6 semanas. “Fitzpatrick nunca volverá a ver a Jimmy”, dijo el artículo principal del Denver Post al día siguiente. “El niño murió el martes por la noche, a la edad de 18 meses, en los restos del vuelo 629 de United Airlines al este de Longmont. Murió en los brazos de su madre, probablemente todavía durmiendo”. Fue el primer y último vuelo de su joven vida.

El hijo de Daisie, John Gilbert Graham, de 23 años, lo había planeado todo con anticipación. Iba a asesinar a su madre de la forma más violenta. Hizo volar el avión en el que viajaba a ver a su hermana.

La explosión que derribó al vuelo 629 de United fue presenciada por familias de agricultores en el área de Longmont que escucharon una explosión seguida de una lluvia de escombros ardientes que cayeron del cielo. Lo que no sabían era que todo había sido planeado por un joven para cobrar el dinero del seguro y quedarse con el negocio familiar.

John Graham durante una de las audiencias del juicio en su contra

Un simple “regalo de Navidad”

El joven había pasado los días anteriores al vuelo buscando lo que describió como un “regalo de Navidad anticipado” para su madre antes de llevar el paquete al sótano, donde King había estado empacando.

La noche anterior al viaje, Graham bajó al sótano haciendo el menor ruido posible. Su mamá miraba la TV en el living de la casa. Mientras la mujer estaba sentada en el sillón y bebía un café caliente, el joven colocó los explosivos en la valija.

Al otro día, la familia se dirigió al aeropuerto Stapleton de Denver, desde donde el avión despegó poco antes de las 19. Solo 11 minutos después, un empleado en la torre de control de Stapleton informó haber visto un destello blanco brillante y una llamarada en el cielo, según un informe de los diarios de Denver de esa época.

Los rescatistas notaron el distintivo olor a dinamita entre los restos y los investigadores señalaron que algunas de las piezas más grandes del avión parecían haber caído directamente del cielo y hundirse profundamente en la tierra.

Pronto se hizo evidente que el punto de explosión estaba ubicado en el compartimiento de equipaje trasero del DC-6B, conocido como depósito de equipaje número. El equipaje recuperado en esa zona tenía un fuerte olor a pólvora y estaba destrozado de forma diferente al resto de los elementos, lo que indicaría algún tipo de explosión. Luego, los investigadores revisaron el manifiesto de carga del vuelo 629 que mostraba el tipo y tamaño de toda la carga a bordo. No había nada de naturaleza explosiva en el compartimento de carga ni nada que pudiera explotar. Además, se determinó que toda la carga contenida en el contenedor 4 había sido cargada en la aeronave en Denver.

Una de las máquinas que permitían sacar un seguro de vida antes de subirse al avión

Mientras continuaba la búsqueda, los ingenieros encontraron cuatro pequeños trozos de chapa de metal de una calidad inusual. Estas piezas no se pudieron combinar con ninguna parte del DC-6B estallado. Además, cada uno de estos fragmentos estaba fuertemente cubierto con un residuo de hollín gris, que normalmente se asocia con una explosión. Tras más pruebas, los técnicos determinaron que la mayoría de los restos del área de carga, incluido el equipaje, contenían trazas de carbonato de sodio, nitratos y sulfatos. La presencia de estos compuestos químicos indica tradicionalmente el uso de dinamita. El FBI se convenció de que justo antes del despegue se había colocado en el avión en Stapleton una bomba, compuesta por una gran cantidad de dinamita y un dispositivo de sincronización.

Acorralado por el FBI

Entonces tras investigar a todo el pasaje, llegaron hasta Graham. Durante el interrogatorio, el FBI le preguntó al joven sobre el regalo, que inicialmente se pensó que era un juego de herramientas, que había comprado para su madre, y sobre por qué compró una póliza de seguro de viaje de 37.500 dólares a nombre también de Daisie.

En esa época era común que los aeropuertos de Estados Unidos tuvieran una máquina expendedora automática de seguros de vida. Entonces, Graham insertó una moneda de 25 centavos y obtuvo la póliza sobre su mamá justo antes del vuelo en el que iba a morir. Todo cerraba para el joven.

Los agentes comenzaron a encontrar contradicciones en el relato de Graham y el hijo admitió haber causado la explosión en el restaurante de su madre meses antes. Luego admitió haber causado la explosión a bordo del avión, diciendo que había construido una bomba de tiempo con 25 cartuchos de dinamita.

Graham en el momento de escuchar la sentencia en su contra que lo condenaba a morir en una cámara de gas (UPI/Bettmann/Getty Images)

Todo ocurrió en un par de horas de interrogatorio. Sentaron a Graham en una pequeña sala de las oficinas del FBI en Denver. Dos agentes se sentaron frente a él. Uno le gritaba asesino en la cara. “Te vas a pudrir en la cárcel”, le dijo a tan poca distancia que creo que el joven sintió el aliento a tabaco del policía. En cambio el otro agente, calmó a su compañero y empezó a preguntarle sobre su vida.

El policía “bueno” le ofreció un café. Graham se largó a llorar y primero confesó que había hecho estallar el restaurante de su mamá. El mismo agente colocó una mano sobre la cabeza del joven. Minutos después la confesión estaba completa. Mientras tanto, el otro oficial que le había gritado daba un portazo y se iba de la sala de interrogatorios.

Mientras estaba detenido a la espera del juicio, Graham fue sometido a pericias psiquiátricas. En esas sesiones, el joven contó que había puesto la bomba en la valija de su madre antes de dejar a su familia en la puerta del aeropuerto y conducir hasta un estacionamiento. Puso el cronómetro del detonador en 90 minutos y luego llevó la maleta a la consigna de equipaje, donde pagó una tarifa por tener sobrepeso.

“El número de personas que iban a ser asesinadas no me importaba- dijo Graham a los psiquiatras durante las sesiones que se filtraron a la prensa -. Podrían haber sido mil. Cuando llegue el momento, no podrán hacer nada al respecto”.

Graham en prisión mientras esperaba que se cumpla su condena a muerte

La confesión

Según el FBI, Graham dijo que envolvió el dispositivo de 25 cartuchos de dinamita como un regalo de Navidad y lo colocó en el equipaje de su madre justo antes de que ella saliera de la casa para tomar su vuelo. Tras ver el despegue desde la terraza del aeropuerto, fue a la cafetería y pidió unas donas. Cuando escuchó la noticia de que un avión se estrelló en las afueras de la ciudad de Longmont, supo que su bomba había funcionado.

Graham ayudó al FBI con muchos detalles del complot, incluido dónde y cuándo compró las piezas de la bomba. Guiado por sus confesiones, el joven fue identificado más tarde por el empleado de una ferretería donde compró la dinamita varias semanas antes.

Los detalles de las declaraciones de Graham se filtraron a la prensa. En su confesión, el joven parecía ansioso por explicar cada pequeño detalle de su crimen.

“Luego envolví una cuerda alrededor de la dinamita para mantener los cartuchos en su lugar alrededor de las cápsulas - dijo a la policía- . El objetivo era que en caso de que una de las cápsulas fallara, explotara la otra. Por último, coloqué la valija en el baúl de mi auto con otra más pequeña que mi madre había empacado para llevarse con ella en el viaje”, dijo a la policía en los datos filtrados a los medios de Estados Unidos de la época.

Parte de lo que quedó del avión de United del vuelo 629

Graham, condenado

John Gilbert Graham fue acusado de 44 cargos de asesinato. Pero no sería tan fácil la condena del joven.

Durante el proceso en su contra, se retractó de su confesión a la policía y dijo que había sido amenazado. Quizás recordó a ese policía que le habló muy cerca de su cara y lo acusó de asesino. Ahora, sostenía que nunca había puesto una bomba en el equipaje de su madre. Además, agregó que ni siquiera recordaba haber firmado una confesión escrita.

El 21 de abril de 1956, puntualmente a las 9:30 am, Graham, que entonces tenía 24 años, entró en la sala del tribunal en el centro de Denver. Estaba pálido y demacrado, según las crónicas de la época. La vida de la cárcel lo había tenido a maltraer.

La cola del avión hallada en los campos del condado de Colorado tras la explosión

La fiscalía llamó al estrado a decenas de peritos, técnicos, analistas de accidentes, científicos y agentes del orden. En testimonios a menudo fascinantes, describieron en detalle la catastrófica explosión a bordo del vuelo 629 en la fatídica noche del 1 de noviembre de 1955. Los agentes testificaron sobre el descubrimiento de pruebas incriminatorias encontradas en la casa de Graham durante un registro en su dormitorio. El fiscal de distrito Keating presentó la confesión escrita de 20 páginas de Graham, que proporcionaba la cronología exacta de cómo y cuándo colocó la bomba en el equipaje de Daisie King. Fue condenatorio hasta el punto de ser abrumador.

Los abogados de Graham no pudieron montar ningún tipo de defensa significativa. El jurado deliberó durante una hora y doce minutos. Graham fue declarado culpable de asesinato en primer grado. La condena requería una pena de muerte automática. El acusado aceptó el veredicto de la misma manera que vio el proceso, con una benigna indiferencia. “¡Soy inocente!” dijo tras la condena.

Graham fue condenado a muerte por asesinato y ejecutado en una cámara de gas el 11 de enero de 1957. Fue hacia el cuarto de ejecución por el pasillo de la prisión en pantalones cortos y de buen humor. Nunca se arrepintió de sus actos.

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