Durante días, el pequeño Donald Watson no pudo dormir. La visita a la granja de su tío George, a quien quería como a un padre, lo había cambiado todo: solía ir allí junto a su familia y pasar tiempo jugando con los animales que el hombre tenía. Le gustaba adivinar para qué estaba ahí cada una de las especies (vacas, gallinas, ovejas y caballos), pero ver por primera vez a unos cerdos le generó mucha intriga ya que no encontraba en ellos algo que pudieran dar para el beneficio humano como la leche, la lana o los huevos que sí sacaban de los demás.
Su pregunta fue respondida de la peor manera: su tío comenzó a correr a uno de los marranos, lo agarró con fuerzas, sacó un cuchillo grande y afilado, se lo clavó en el cuello y lo hundió. La sangre comenzó a brotarle como cascada mientras el pobre animal no dejaba de gritar y los demás chanchos corrían asustados. Donald vio por primera vez la agonía y la muerte lenta en aquellos ojos y entendió que estaban allí por su carne.
“Aún tengo recuerdos vívidos de todo el proceso, incluyendo por supuesto, todos los gritos, que fueron sólo a unos pies de donde todos los compañeros del cerdo seguían viviendo. Lo que me impactó, junto con el impacto principal de toda la instalación, fue que mi tío, a quien yo estimaba mucho, era parte de ello. Creo que en ese momento decidí que las granjas y los tíos tenían que ser revaluados”, recordó el momento crucial en su vida durante la ultima entrevista que brindó el 15 de diciembre de 2002.
Respecto al concepto de granja en sí, sostuvo: “No eran lo que aparentaban ser a primera vista y, por consiguiente, la idílica escena no era más que un corredor de la muerte; un corredor de la muerte en donde los días de cada criatura estaban contados al punto en que dejaban de estar al servicio de los seres humanos”.
La historia de Watson
La agonía y muerte de aquel cerdo, y frente a sus ojos, marcó el inicio de su vegetarianismo y cambiar por completo la percepción que tenía de la vida.
Había nacido en 1910 en Mexborough, un pueblo minero en Yorkshire del Sur, en Inglaterra, y en una familia en la que todos se alimentaban de animales. Su educación inicial fue en la escuela Pitt Street y en la escuela secundaria de Mexborough.
De fuerte convicción sobre el respeto a la vida animal, a los 18 años dejó de consumir lácteos porque entendió que “la producción de leche tampoco era ética”. No se detuvo allí y comenzó a dejar de lado el consumo de todo los productos de origen animal (aceptados por los vegetarianos) y quiso diferenciarse de ellos tomando el camino que consideró acorde a su moral y que, gracias a su larga vida, vio florecer y convertirse en uno de los movimientos y revoluciones sociales más importantes del siglo XXI, el veganismo.
De profesión fue carpintero, oficio que aprendió de su padre. Aunque no la definió, quedó en la historia como quien inventó la palabra ‘vegano’, en la cual plasmó más que un simple concepto: una elección de vida que va más allá de los gustos personales sino que se trata de una vida respetuosa, empática y coherente entre el pensamiento, las palabras y acciones. Con esa idea nace el veganismo.
Lo que siguió fue la creación de una nueva organización desde la cual defender esta postura, la The Vegan Society; que cada mes sacaba un periódico —que él mismo realizó a mano— desde el que difundió sus ideas y proclamó por la defensa de los derechos de los animales, y abogó por reconocerles su capacidad de sentir, lo que recién sucedió el 7 de julio de 2012 con la Declaración de Cambridge. Watson vivió en plenitud de salud y convicciones, y murió a los 95 años en su casa de Keswick, Reino Unido.
The Vegan Society
Aunque fue fundada en 1944, no fue hasta 1949 que Leslie J. Cross entendió que era necesario definir al conceptualmente al veganismo. “El principio de la emancipación de los animales de la explotación por el hombre”, dio como primera acepción tomando la palabra hombre como sinónimo de humano, propio de esos años. Pero, más tarde aclaró que se trata de “buscar el fin del uso de animales por parte del hombre para alimento, mercancías, trabajo, caza, vivisección y todos los demás usos que impliquen la explotación de la vida animal por parte del hombre”.
Ya con concepto, el trabajo para fomentar el veganismo, sobre todo entre los vegetarianos y asociaciones protectoras de animales, comenzó. Fue a finales de agosto de 1964 que la sociedad se registró como una organización benéfica y, con el paso de los años, la definición de veganismo se perfeccionó y en 1988 se redactó la aún vigente: “Excluir, en la medida de lo posible y practicable, todas las formas de explotación y crueldad hacia los animales para alimento, vestimenta o cualquier otro propósito”.
“Dos años antes de que formáramos una sociedad democrática, literalmente dirigí el espectáculo. Por la respuesta que tuve, miles de cartas, siento que si yo no hubiera formado la Sociedad, alguien más lo habría hecho, aunque podría haber tenido un nombre diferente. La palabra vegano fue inmediatamente aceptada y se convirtió en parte de nuestro idioma y ahora está en casi todos los diccionarios del mundo, supongo”, recordó Watson durante aquella ultima entrevista.
Le consultaron si le había resultado difícil ser vegano. “Supongo que se considera difícil el aspecto social: excomulgarme de esa parte de la vida donde la gente se reúne para comer. La única forma de aliviar este problema es que el veganismo sea cada vez más aceptable en las casas de huéspedes, los hoteles, donde quiera que uno vaya, hasta que uno espera que algún día se convierta en la norma”. En tanto, sobre lo fácil de serlo, dijo: “La gran ventaja es tener la conciencia tranquila y creer que los científicos ahora deben aceptar la conciencia como parte de la ecuación científica”.
Finalmente, le pidieron unas palabras para las personas veganas y para las vegetarianas: “Adopten una visión amplia de lo que representa el veganismo, algo más que encontrar una nueva alternativa a los huevos revueltos sobre una tostada o una nueva receta para el pastel de Navidad. Date cuenta de que estás en algo realmente grande, algo que no se había intentado hasta hace 60 años y que está enfrentando todas las críticas razonables que cualquiera pueda lanzar en su contra. Y esto no implica semanas o meses de estudio de tablas de dietas o de lectura de libros de los llamados expertos; significa captar algunos datos simples y aplicarlos”.
A los vegetarianos, les pidió: “Acepten que el vegetarianismo es solo un trampolín entre el consumo de carne y el veganismo. Puede que haya veganos que hayan hecho el cambio de un solo salto, pero estoy seguro de que para la mayoría de la gente el vegetarianismo es una etapa necesaria”.
Con el paso de los años, el concepto de veganismo tomó otras acepciones para seguir alejándola de lo que es solamente una manera de alimentarse o modas pasajeras cultivadas por las personalidades del momento. Por eso, hoy se habla de antiespecismo (la no discriminación o explotación de ciertas especies animales por los seres humanos, basada en la presunción de superioridad del género humano) y una forma de ejercer justicia contra la explotación que padecen los demás animales.
El Veganismo antes de tener nombre propio
Bien podría decirse que veganismo tiene una historia mucho más extensa que la que se cree y que desde que el mundo es mundo hubo personas que eligieron vivir absteniéndose de usar productos animales. A veces, esto sucedió por razones religiosas, filosóficas o espirituales.
Ya en 1830, se registró la palabra “vegetariano” para referirse a quienes no comían ningún producto animal y cuya alimentación estaba basada en plantas, lo que hoy se conoce por su término anglosajón “plant based”.
Más tarde, en 1909, un corresponsal del diario de la Vegetarian Society, The Vegetarian Messenger and Health Review, escribió: “Los ‘supuestos’ vegetarianos son responsables del número de vacas, terneros y aves asesinadas” ya que consideró que “no puedes tener huevos sin tener también en tus manos una cantidad de pájaros machos, que debes matar”.
Poco después, en 1910, el escritor Rupert Wheldon publicó en Reino Unido el libro No Animal Food. Two Essays and 100 Recipes, el primero de cocina basada íntegramente en vegetales que estaba dividido en tres secciones. Las dos primeras eran ensayos: Por qué comer comida animal no es una buena idea y otra que exponía sobre los beneficios de esta alimentación para la salud, argumentos éticos, estéticos y económicos, que contenía 100 recetas.
En 1912, también el diario The Vegetarian Messenger and Health Review ( TVMHR ) difundió un informe sobre productos animales no cárnicos y definió: “Hay dos tipos de vegetarianos: los que consumen lácteos y huevos, y los que no lo hacen aduciendo a un fuerte argumento ético para no hacerlo”.
Más tarde, en 1935, Muriel Davies afirmó que “el ganado debe sufrir abuso, cautiverio y finalmente será asesinado para que los humanos consuman el alimento de los terneros”. En 1943, Leslie Cross, quien más tarde sería importante en los primeros años de la British Vegan Society, afirmó que “la leche y sus derivados son productos del dolor, el sufrimiento y la interferencia abominable a la ley del amor “.
En 1944, el escocés naturalista Dugald Semple aseguró que “si la crueldad es el criterio, es probable que los productos lácteos causen más dolor que los productos cárnicos” mientras que Donald Watson reveló en el periódico TVMHR que “la vaca siente la pérdida de su cría de la misma manera que una madre humana sentiría la pérdida de su hijo: a veces llorará por días”.
Esta idea de no comer animales fue extendida y, en consecuencia, también se dejó de lado las prendas de vestir hechas de sus cueros y pieles, y de igual manera se optó en dejar de lado todo lo que implique el uso y abuso de animales en los demás aspectos de la vida. Todo esto fue resumido en el terminó que acuñó Watson en 1944.
En 2020, la Unión Vegana Argentina y la empresa Kantar Insights Division realizaron una encuesta que reveló que la comunidad vegana/vegetariana en el país sumaba alrededor de cinco millones de personas, el 12% de la población, tres puntos porcentuales más que en el año anterior, 2019.
Y según un informe de la ONU, de 2019, la población vegana en el mundo se estimaba en 616.000 millones de personas mientras que el New York Times destacó en 2020 a Brasil como uno de los países de Sudamérica donde más veganos hay.
El 1 de octubre pasado, la consultora Statista Consumer Insights publicó un relevamiento que muestra cuáles son los países con mayor cantidad de veganos: la India, el 12,5% de la población es vegana (principalmente, a la filosofía de vida que promueven las principales religiones, el hinduismo, el budismo, el jainismo y el sijismo); en Suiza, el 7,8% son veganos; en Gran Bretaña, el 3,8% de las personas lo son y China tiene el 5,1% de su población vegana.
En Alemania, el 3% mientras que en los Estados Unidos, el 3,8% opta por el veganismo; en Sudáfrica, sólo un 2,1% elige el veganismo; en España, sólo el 1,9% es vegana; Brasil, es el primer representante de América Latina, con un 2,1% de la población vegana y en México, un 2,1% elige el veganismo.