Hace 40 años, en 1983, el peronismo sufrió su primera derrota electoral. Cuando faltaban dos días para la realización de las elecciones presidenciales del 30 de octubre, el Partido Justicialista realizó el acto de cierre de campaña en la Avenida 9 de Julio, ante decenas de miles de personas. En esa ocasión, el entonces candidato a gobernador por la provincia de Buenos Aires, Herminio Iglesias, prendió fuego desde el palco a un cartón representadno un féretro con las siglas de la UCR, la fuerza que era su principal competidora en las urnas.
A posteriori, la quema del cajón de Herminio (así quedó registrado el hecho) fue señalada como la causa central del fracaso del peronismo en las urnas. En realidad, las encuestas ya daban ganador a Raúl Alfonsín, desde un tiempo antes. Hoy, el justicialismo hace una autocrítica. “El peronismo en su conjunto fue culpable. Unos más y otros menos”, sentencian ex y actuales dirigentes.
Finalizada la Guerra de Malvinas, el declive de la dictadura militar era inminente y la Junta acabó convocando a elecciones para octubre de 1983. Comenzaba una nueva etapa en la Argentina. Tras años de dictadura, el retorno a la democracia ya era un hecho. Los radicales proclamaron la fórmula Alfonsín-Víctor Martínez y el peronismo, a Ítalo Luder-Deolindo Bittel. “Lo elegimos en una piecita del teatro Odeón cinco tipos: Luder, Bittel, Herminio Iglesias, Lorenzo Miguel y el que te habla. Se suponía que todos los que estábamos ahí aspirábamos a algo”, contaba Antonio Cafiero. ‘Antonio, vos sabés lo que te queremos, siempre nos acompañaste, pero en este momento creemos que el que debe ser candidato es Luder’”, le dijo Lorenzo.
Luder era una figura ambigua y opuesta a Bittel e Iglesias. El candidato presidencial no había recorrido cárceles, ni presentado habeas corpus durante la dictadura, pero el poder militar influyó para que él terminara siendo el elegido.
Herminio Iglesias era una figura más carismática y la gente lo acompañaba con el jingle: “Herminio Iglesias, justicialista y trabajador, a votarlo compañero, a votarlo el pueblo entero, con Herminio triunfa el pueblo de Perón”. Con la fórmula Luder-Bittel para la presidencia y Herminio Iglesias-Carmelo Amerise para la provincia de Buenos Aires, el justicialismo se lanzó a conquistar votos en una campaña histórica para la Argentina.
El acto peronista y el mito del cajón
Los primeros días de septiembre, empezó la campaña electoral. El peronismo conservaba su aura de invencibilidad. Cerca de la recta final de la campaña y cuando faltaban solo dos días para los comicios, el justicialismo realizó un acto épico y multitudinario, como dos días antes lo había hecho Raúl Alfonsín en la misma Avenida 9 de Julio. Tras siete años de dictadura, faltaban 48 horas para las elecciones. El justicialismo, que había padecido -y resistido- más que ninguna otra fuerza a la dictadura, descontaba su regreso al gobierno. El 28 de octubre, decenas de miles se congregaron para escuchar al candidato Ítalo Argentino Luder. En el palco, estaban también Deolindo Bittel, Herminio Iglesias, los sindicalistas Lorenzo Miguel, Diego Ibáñez, Saúl Ubaldini, el empresario Carlos Spadone, Antonio Cafiero y Beto Imbelloni. La gran cantidad de gente que había movilizado, más que la UCR, afirmó al peronismo en su sentimiento ganador.
En un clima de fervor y entusiasmo, militantes peronistas subieron al palco un ataúd de madera rojo y blanco, en referencia a los colores radicales, que llevaba escrito “UCR. Alfonsín. QEPD”, acompañado por una corona fúnebre y una botella de la marca Coca-Cola, como un símbolo de que Alfonsín representaba al imperialismo. Con cantos a favor de Perón y en contra de la dictadura y de Alfonsín, Luder fue el único orador de la jornada. Hacia el final del acto, el empresario Carlos Spadone y el candidato a diputado nacional Beto Imbelloni le acercaron un encendedor a Herminio. Fueron unas llamaradas y el cajón nunca llegó a prenderse fuego.
Solo las pocas personas que se encontraban cerca del palco pudieron percibir la situación. La multitud de peronistas que se acercó a la 9 de Julio ni se enteró de lo que ocurría. En contra de los tiempos que corren, en los que las redes sociales logran viralizar las noticias y las imágenes en pocos segundos, de ese episodio solo hay una toma de televisión, de costado, y algunas fotos realizadas por la revista Gente. Al día siguiente, en los diarios no se habló del tema, pero a posteriori de la derrota, se buscó instalar en la opinión pública que la imagen de Herminio quemando el cajón había sido decisiva en la derrota peronista.
Sin embargo, la realidad era otra. Las encuestas, un mecanismo novedoso para la época, demostraban lo contrario. Todas ellas, como los sondeos de A&C y un de la revista Gente, coincidían en que el peronismo perdería la elección y que Alfonsín ocuparía el sillón de Rivadavia. En efecto, la gente eligió al candidato radical con casi el 52%, contra el 40% de Luder. Herminio Iglesias también perdió en la provincia y el radical Alejandro Armendáriz se consagró gobernador.
“Un pueblo que quería la paz no la encontró en nosotros y sí en Raul Alfonsín”, asegura hoy el dirigente peronista Fernando “Pato” Galmarini. “El culpable fue el peronismo. Unos más y otros menos. El duelo seguía porque Perón ya no estaba y el rumbo, sin nuestro fundador y conductor, no apareció”, agrega.
El actual diputado nacional Eduardo Valdés opina en el mismo sentido. “La derrota del 83 tiene que ver con que el peronismo quedó congelado en el 76″. Explica que, de cara a los comicios, el peronismo y el radicalismo habían presentado dos modelos distintos. “Luder quería la autoamnistía y Alfonsín decía ‘somos la paz, somos la vida’. El PJ hacía pintadas que decían ‘somos la rabia’”. Y sobre esto, agrega: “Nuestra propuesta era muy militarista y la sociedad no quería saber nada más con los militares. No supimos interpretar ese momento”.
Quién fue Herminio Iglesias
Herminio Iglesias nació en el barrio de Avellaneda el 20 de octubre de 1929, en el seno de una familia de trabajadores, que pudo progresar económicamente gracias al peronismo. Movido por la gran admiración que sentía por el General, el joven Iglesias, de 15 años, cruzó nadando el Riachuelo el mítico 17 de octubre para ir a pedir por la liberación de Perón, que estaba detenido en la isla Martín García. “Sentí que fue la primera vez que los pobres le ganamos a los ricos”, rememoraba, emocionado. Con la llegada de Perón a la presidencia, Iglesias entró en la fábrica metalúrgica Siam Di Tella, ubicada en Avellaneda, donde comenzó su trayectoria sindical. Fue elegido delegado y, con el tiempo, llegó a ser directivo metalúrgico de la seccional Avellaneda. Además de su actividad gremial, también comenzó a militar de manera muy activa en el PJ, en el que ocupó varios cargos partidarios.
Cuando el segundo gobierno de Perón fue derrocado en septiembre de 1955 y se impuso la dictadura autodenominada Revolución Libertadora, Perón debió exiliarse, el peronismo fue proscripto y los principales líderes, encarcelados. Comenzó una etapa de resistencia, encabezada por el movimiento obrero, en la que Herminio formó parte. Entre las duras represalias sufridas, estuvo la intervención de los sindicatos, la UOM incluida. Herminio volvió a la fábrica Siam Di Tella, donde con José Ignacio Rucci, Julián Moreno, Beto Imbelloni, Rosendo García y Juan de Stefano, se sumó activamente a la resistencia peronista.
Intendente de Avellaneda
El enorme y dedicado trabajo realizado por Herminio en tiempos duros del peronismo fue reconocido con una candidatura a la intendencia de Avellaneda en 1973. Iglesias fue elegido y su gestión sería valorada como una de las mejores de aquellos años, por la construcción de numerosas viviendas populares en Villa Corina, polideportivos, mejoras en los hospitales municipales y superávit municipal.
La denuncia de las violaciones a los Derechos Humanos ante la OEA
En 1976, en los días previos al golpe militar contra el gobierno de Isabel Martínez de Perón, Iglesias asumió como secretario general del partido justicialista a nivel nacional, junto al gobernador chaqueño Deolindo Bittel que le tocó el cargo de vicepresidente del partido. También, en esos álgidos momentos, Herminio se presentó el 23 de marzo en la Casa Rosada junto a Bittel para defender al gobierno de Isabel y, en las primeras horas del 24, fue desalojado de la intendencia de Avellaneda por los golpistas.
Ese año, Bittel e Iglesias se hicieron cargo del partido a nivel nacional ante la prisión de María Estela Martínez de Perón. Ambos recorrieron iglesias, consulados, embajadas, y presentaron cientos de hábeas corpus por sus compañeros en una época en la que muchos no se hacían cargo de lo que sucedía y preferían callar o mirar para otro lado. En plena dictadura, Herminio y Bittel fueron protagonistas de un acontecimiento decisivo: el 12 de septiembre de 1979, el Partido Justicialista entregó el primer documento institucional y orgánico elaborado por un partido político dirigido a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA (CIDH). En el mismo, se denunciaba la sistemática violación a los derechos constitucionales, apremios ilegales y la desaparición de personas.
Por qué fue elegido Herminio como candidato a gobernador
Osvaldo Papaleo, secretario de prensa del gobierno peronista en 1976, fue testigo de la época. “A Herminio lo respetábamos todos por su lucha contra la dictadura. Él y Bittel fueron dos generales de un ejército vencido y, en parte, por eso fue candidato a gobernador”, explica el dirigente. “Todos hablan de él como el responsable de la derrota y el principal culpable fue Luder, que tuvo una actuación que dejó mucho que desear durante la dictadura”. El ex gobernador de Santa Fe José “Tati” Vernet se suma a esta teoría, responsabilizando más a Luder que a Iglesias. “Ítalo era un desastre en todo sentido. Tenía una oratoria paupérrima”, asegura.
Por qué perdió el peronismo
En 1983, el peronismo perdió las elecciones por muchos motivos, pero no por un ataúd que nunca se llegó a quemar, pero que sirvió luego como chivo emisario de una responsabilidad colectiva.
Los referentes de entonces fueron derrotados porque no podían recuperarse de la ausencia física de Perón y no fueron capaces de construir un liderazgo colectivo a la altura del desafío. No presentaron un candidato carismático. Luder no representaba la tradición histórica peronista, pero tampoco la modernidad. El movimiento, cuyos mejores cuadros políticos habían padecido exilio, cárcel, secuestro o inhabilitación, no había curado aún las heridas de los enfrentamientos internos de la década del 70 ni superado las consecuencias de la represión militar que lo había tenido como blanco principal.