Enrique Piñeyro llevó donaciones a Armenia y se reunió con el presidente: “siempre estaré del lado de los desplazados”

Por pedido de la agencia Cascos Blancos, el piloto argentino llevó 11 toneladas de ayuda humanitaria a Ereván. El cargamento será destinado a las 130 mil personas desplazadas del territorio de Nagorno-Karabaj, tomado por las fuerzas de Azerbaiyán. Fue un vuelo de 15 horas por el cual el presidente de Armenia, Vahagn Khachaturyan, quiso conocer a Piñeyro, que se ofreció a seguir ayudando a las víctimas de la guerra

Enrique Piñeyro llevó en su avión 11 mil kilos de ayuda humanitaria para los 130 mil desplazados de la región de Nagorno-Karabaj que se refugiaron en Armenia: su Boeing 787 Dreamliner estaba al tope de su capacidad

El oficial de migraciones mira al pasajero. Le pide el pasaporte, se lo extiende. Le pregunta si necesita visa, el pasajero, argentino, responde que no. El oficial asiente. “¿Boarding pass?”, le pregunta entonces. “No tengo”, le dice el otro, y le explica que llegó en un vuelo privado, “un vuelo humanitario”, aclara. El oficial sale de su oficina y va a preguntar, confundido. Vuelve unos minutos después, satisfecho. “¿Y escala dónde?”, dice ahora. No, dice el argentino, “Buenos Aires-Erevan directo”. La desorientación ahora es absoluta: “eso no es posible”, dice. “Tienen que haber hecho escala”. El pasajero insiste, fueron quince horas, explica, y el oficial vuelve a salir de su cubículo.

Nunca antes un vuelo llegó directo a Ereván desde Buenos Aires. No un vuelo con pasajeros, al menos.

Unos minutos después el oficial aparece otra vez ya resuelto del todo. Estampa el pasaporte con un sello y el argentino, seguido de otro grupo de argentinos, finalmente entra al moderno aeropuerto internacional de la capital de Armenia.

El vuelo humanitario que encabezó Piñeyro y su ONG Solidaire es el primero que cubrió en forma directa los 13 mil kilómetros que hay entre Buenos Aires y Erevan, la capital de Armenia. El trayecto insumió 15 horas (Foto: Araz Hadjian)

Todo se armó en pocos días. Ante la avanzada de Azerbaiyán en Nagorno Karabaj se vieron desplazados de sus hogares cerca de 130 mil personas. La inminencia del invierno aumentó la alerta: cuando llegue el frío de las montañas de Armenia la temperatura rondará los quince grados bajo cero y harán falta calefactores, abrigo, frazadas, toda aquello que las familias, por el apuro de la huída, tuvieron que dejar atrás.

El primer llamado lo hizo la cancillería argentina, a cargo de Santiago Cafiero, quien habló con el embajador Armenio en Buenos Aires y le ofreció un operativo de ayuda humanitaria, que fue aceptado. Luego entró en escena Cascos Blancos, la agencia de la cancillería a cargo de las labores humanitarias, dirigida por Sabina Frederic. Se contactaron con las organizaciones armenias locales (agrupadas en IARA -Instituciones Armenias de la República argentina-), y en tan solo dos semanas se juntaron 11 toneladas de donaciones conformadas justamente por ropa de abrigo, ropa infantil, mantas y frazadas, caloventores y calzados.

Por la cantidad de bultos con ayuda humanitaria y la capacidad de la bodega colmada, hubo que colocar algunos en la cabina del avión

Pero el factor clave para el operativo era el traslado: cómo llevar once mil kilos de cargamento a más de 13 mil kilómetros de distancia, lo que separa Buenos Aires de Armenia. Es ahí donde entró Enrique Piñeyro, que con su ONG Solidaire viene haciendo un trabajo humanitario constante, con su principal foco puesto en los vuelos. Cascos Blancos lo convocó y le preguntó si podía contar con él, con quien ya colaboraron en múltiples vuelos de donaciones a Ucrania, entre otras misiones.

“Es muy diferente lo que hace Enrique y su organización. Sobre todo por la idea de la acción directa, por la decisión de que sea en su propio avión, piloteado por él. La idea de cargar toneladas de donaciones y entrar a países en conflictos, llevar una delegación de voluntarios… No conozco nada igual. Y cuando se lo convocó para la misión en Armenia su respuesta fue un sí inmediato”, dice Mauro Vivas, Director de Operaciones y Logística de Cascos Blancos.

“No conozco a muchas personas que pongan a disposición sus recursos en pos de la solidaridad, porque la solidaridad es un trabajo importante y lo sabemos todos, pero tiene muchos costos, logísticos, de movilidad… Y él se hace cargo de todo. Es algo insólito, muy particular, y hace que esto sea muy novedoso para el sistema humanitario en sí, porque rompe con muchas prácticas que venían funcionando de otro modo. Enrique se metió por intersticios distintos, rompiendo muchas lógicas, y para nosotros es muy inspirador”, agrega.

130 mil personas huyeron de la ocupación que hizo Azerbaiyán de Nagorno-Karabaj. Muchos se refugiaron en Erevan, la capital armenia (Foto: Araz Hadjian)

Buenos Aires - Erevan, non stop

El vuelo se fijó para el sábado 21 de octubre a las 23:55 horas de Buenos Aires. Saldría del aeropuerto de Ezeiza exactamente dos horas y medias después de que finalizara la función de “Volar es humano, aterrizar es divino”, el show de Enrique Piñeyro en el teatro Coliseo. Así se planeó y así se hizo: Piñeyro se presentó frente a un auditorio lleno y después del aplauso final subió a un auto y partió hacia el aeropuerto para ponerse al comando de su Boeing 787 Dreamliner, que ya estaba preparado con las donaciones cargadas hasta en la cabina, ya que por la cantidad no entraba todo en la bodega.

Unos minutos después, ya volando sobre el Atlántico, diría: “es el despegue con más peso que hicimos con este avión. Solo podriamos sumar 500 kilos. Estamos a tope”. En el avión apenas viajaban 10 pasajeros, todos funcionarios o voluntarios de Cascos Blancos. Además de Mauro Vivas, quien comandó la misión, viajó Eduardo Costanian, referente de la comunidad armenia en el país y dueño del restaurante “Armenia”, en Palermo. “Se dice que hay cerca de 150 mil armenios en la Argentina, de segunda o tercera generación, pero activos activos, que participan y se sienten parte de la diáspora, somos cerca de 30 mil”, contó, emocionado de llegar una vez más a la tierra de sus abuelos, que sobrevivieron al genocidio de principios de siglo veinte.

Entre los únicos 10 tripulantes del avión se encontraban Mauro Vivas, Director de Operaciones y Logística de Cascos Blancos, funcionarios de ese cuerpo de asistencia humanitaria y Eduardo Costanian, referente de la comunidad armenia en la Argentina

“Lo que llevamos fue recaudado 100% por nuestra comunidad, por los que más pueden y los que menos, todos aportaron cosas, y se juntó muchísimo en solo dos semanas. De hecho quedaron cosas abajo que estamos organizando y seguro llegarán más cosas aún”, agregó antes del aterrizaje. Muy activo políticamente, cree que es difícil que Armenia pueda recuperar el territorio perdido en Nagorno Karabaj y le reclama al Primer Ministro armenio no haber mantenido la lucha por más tiempo. Allí quedaron además algunos amigos suyos detenidos por Azerbaiyán: “el canciller de Artsaj junto a otros representantes de la región de Nagorno estaban últimos en la evacuación para asegurarse de que todos pudieran irse en paz, pero al final los azeríes no los dejaron salir a ellos y los detuvieron. Estamos muy preocupados, quién sabe en qué condiciones están o qué harán con ellos”, reclamó.

La República de Artsaj es el nombre que utilizan los habitantes de Nagorno Karabaj, hoy desplazados a Armenia, para hablar de su patria. Su reclamo de país independiente -cuyo territorio está enclavado dentro de Azerbaiyán por una decisión de Stalin en la década de veinte- es apoyado por Armenia y rechazado por Azerbaiyán, que lanzó su ofensiva por recuperar el territorio en el 2020 y la completó en el 2023, tomando total control de la región.

Dicha situación disparó el desplazamiento forzado de los 130 mil armenios que quedaban en la zona, y que están ahora contenidos en Armenia, un país de poco menos de 3 millones de habitantes y del tamaño aproximado de la provincia de Misiones. En menos de un mes la población aumentó en un 5%.

Enrique Piñeyro fue invitado a una reunión por el presidente de Armenia, Vahagn Khachaturyan, que lo quiso conocer al enterarse que quien donaba el vuelo era también su piloto (Foto: Araz Hadjian)

Encuentro con el presidente

La agenda en Ereván, capital de Armenia, fue intensa. La comitiva fue recibida en el aeropuerto por Juan Scartascini, Encargado de Negocios de la embajada argentina en Armenia. Al día siguiente de la descarga de material, Piñeyro fue invitado a una reunión por el presidente de Armenia, Vahagn Khachaturyan, que quiso conocerlo personalmente cuando se enteró de que quien donaba el vuelo era también quien lo piloteaba.

El encuentro sucedió en sus oficinas en el centro de Ereván. A las 12 del mediodía del lunes 23 de octubre Piñeyro y Khachaturyan se sentaron a conversar. El presidente le dijo que el suyo fue el primer vuelo directo desde Buenos Aires -algo que confirma la sorpresa del agente de migraciones-, y le contó al piloto argentino que estaba al tanto de que su 787 tenía el record del vuelo más largo de la historia de ese avión (fue Seúl-Buenos Aires, con una duración de 20 horas y 10 minutos, a través de 19,483 kilómetros). Además le agradeció la acción y le dijo que eso ratificaba las buenas relaciones en entre Argentina y Armenia.

Piñeyro agradeció su invitación y le contó la labor de su ONG, poniendo el avión a disposición para futuras acciones que sean necesarias. Y explicó también su posicionamiento ante la complejidad geopolítica actual: “Siempre voy a estar del lado de las víctimas civiles y de los desplazados”, dijo.

Una familia desplazada por la guerra que desató la invasión azerí a la región de Nagorno-Karabaj (Foto: Araz Hadjian)

Luego de la reunión hubo un encuentro en la residencia del embajador argentino -que aun no fue nombrado dado que el último terminó su mandato este año-, y desde ahí Piñeyro y la tripulación del P4-787 partieron nuevamente al aeropuerto de Ereván para volver a despegar. El equipo de Cascos Blancos quedó en Armenia para encargarse de la desclasificación de las donaciones y asegurarse en terreno de que lleguen a destino.

El aire frío comienza a llegar a la capital, los árboles ya se pintaron de amarillo por el otoño y algunas nubes bajas tapan las montañas. A lo lejos se ve el monte Ararat, allí donde habría quedado el Arca de Noé tras el diluvio. Armenia es acaso uno de los diez lugares del mundo donde todo comenzó: la primera vasija de vino se encontró allí, el primer alfabeto, el primer estado en adoptar una religión como propia. Por estos días nadie piensa en eso. Una parte del país piensa en la guerra, la otra intenta seguir como si nada pasara. Hay un 5% por ciento que antes no había. Casi tres millones de armenios adentro, casi diez millones de armenios afuera, en la diáspora. Algunas patrias existen mucho más allá de su territorio, algunas otras mucho menos. La guerra, parece, es lo que hay entre medio.