El crimen de Ruggierito: los negocios del pistolero, su amistad con Gardel y la bandera que cubrió su ataúd

Era cercano al intendente de Avellaneda Alberto Barceló. Por años fue el símbolo del juego ilegal, la trata de blancas y el fraude electoral. El sepelio, el 23 de octubre de 1933, conmovió al sur del conurbano bonaerense

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Juan Nicolás Ruggiero, en una fotografìa en su juventud. Manejó una banda que estuvo al servicio del intendente de Avellaneda, Alberto Barceló
Juan Nicolás Ruggiero, en una fotografìa en su juventud. Manejó una banda que estuvo al servicio del intendente de Avellaneda, Alberto Barceló

Luego de haber pasado la tarde del sábado 21 de octubre de 1933 en el hipódromo de La Plata, Juan Nicolás Ruggiero regresó a Avellaneda. Pasaría a buscar a Elisa, con la que convivía hacía diez años en una amplia casa de la avenida Belgrano al 900, frente al Hospital Fiorito. Era tiempo de proponerle casamiento y ya había hecho los arreglos para irse con ella y sus padres a pasear por Europa. Tanto deseaba conocer Italia y España que rechazó el ofrecimiento del intendente de Avellaneda Alberto Barceló. Este dirigente político le había ofrecido la intendencia de Avellaneda, si llegaba a la gobernación bonaerense, lo haría intendente.

Ruggierito, como era popularmente conocido, había nacido a la una y media de la mañana del 24 de junio de 1895 en la isla Maciel. Su padre Francisco era un napolitano que se ganaba la vida como carpintero ebanista y su mamá Amalia Lucachi tenía 14 años cuando se casó y al año siguiente ya había sido madre. De carácter fuerte, lo justificaba diciendo que “soy enérgica porque tengo muchos hijos para darles de comer”. Tuvieron más de 15, y habían llenado dos libretas enteras para inscribir los nacimientos.

Alberto Barceló manejó Avellaneda desde comienzos del 1900 hasta bien entrados los 30. No pudo ser gobernador bonaerense
Alberto Barceló manejó Avellaneda desde comienzos del 1900 hasta bien entrados los 30. No pudo ser gobernador bonaerense

Estudió en el Colegio Hispano Argentino, en Mitre al 100, y lo dejó en cuarto grado para ayudar a su papá en la carpintería. En su adolescencia se juntó con malas compañías y así se metió en el mundo de la marginalidad. Cuando se tiroteó en la puerta de uno de los prostíbulos que custodiaba, que era de Enrique “El Manco” Barceló, hermano del intendente, logró fama y un ascenso. Era 1913 y el líder conservador no demoró en ponerlo al frente de un subcomité conservador, que funcionaba en Pavón 252, frente al frigorífico La Negra.

Vida de comité

En el comité se hacía política, se arreglaban elecciones y se repartía ayuda a los que más lo necesitaban. Y también se apostaba. Esos días colgaban de la puerta de entrada el cartel “Hoy – Escolaso – Hoy”. El joven Ruggiero cuidaba su negocio. Muchos de los que timbeaban iban de la ciudad de Buenos Aires y cuando alguien ganaba mucho, lo hacía acompañar hasta el puente del Riachuelo. “Si lo afanan en la capital que se joda, pero acá, en Avellaneda, no me asaltan nunca un cliente”, siempre decía este individuo retacón y algo regordete.

Elisa Vecino, su compañera. Convivieron diez años. El era doce años mayor. Fotografía tomada en 1931
Elisa Vecino, su compañera. Convivieron diez años. El era doce años mayor. Fotografía tomada en 1931

El local contaba con la infraestructura y con el ingenio en encontrar soluciones a los problemas, a tal punto que a través de un telescopio alemán, ubicado afuera del hipódromo de Palermo, se relataban las carreras, transmitidas a través de un teléfono.

El comité funcionaba como lugar para escuchar tangos. Entre los cantantes que concurrieron estaba Agustín Magaldi y el Pibe Ponzio, que acostumbraba a ejecutar el violín mientras colgaba de su dedo meñique un revólver.

Julio Valea, "el gallego". Con Ruggiero fueron amigos pero luego se transformaron en enemigos
Julio Valea, "el gallego". Con Ruggiero fueron amigos pero luego se transformaron en enemigos

Política y negocios

Ruggierito también tenía negocios en la prostitución. Era socio en el Farol Colorado, el burdel más conocido de la isla Maciel, que estaba a cargo de la princesa Matilde y sus bailarinas o pupilas, como gustaba llamarlas. El prostíbulo, cuyo nombre original era “Café du Paradis”, estaba ubicado al lado de la escuela primaria de la isla y cuando ya era un establecimiento popular, se lo promocionaba como “cinematógrafo para hombres solos”, ya que allí se proyectaron las primeras películas pornográficas en el país.

Tuvo que vérselas con matones al servicio de otros partidos. Con uno de los primeros que lidió fue con el Paraguayito, un bravucón a sueldo de los radicales que manejaba la delincuencia en Villa Industriales.

Juan Lucachi era tío de Ruggiero. Dueño de varias carnicerías, era de armas llevar. Murió defendiendo a su sobrino
Juan Lucachi era tío de Ruggiero. Dueño de varias carnicerías, era de armas llevar. Murió defendiendo a su sobrino

Pero su rival más enconado fue Julio Valea, el “Gallego Julio”, cuyo radio de acción era Barracas y hacía lo mismo que él pero para los radicales. Había llegado de España escapándole al servicio militar y vivía con dos mujeres, una italiana y otra francesa en el recién inaugurado Hotel Castelar. Fueron amigos cercanos hasta que Ruggierito impidió que asaltase a un pobre italiano, y se enemistaron para siempre. Hubo un intento de acercamiento pero cuando una tarde Valea miraba correr a su caballo desde el techo de su vehículo -tenía prohibida la entrada al hipódromo- un certero disparo de winchester terminó con su vida.

El amor de Ruggierito

Se había enamorado de Elisa Vecino, una chica del barrio, de 14 años. Él le llevaba doce. Y a pesar de que la mamá de ella no quería que su hija tuviera una relación con un delincuente, nada pudo hacer. Se fueron a vivir juntos a una casa recién construida en la intersección de las calles Belgrano e Italia, con mucama, cocinera y chofer.

Se hizo amigo de Carlos Gardel. El matón había intercedido por el cantante cuando el hampón Juan Garesio, dueño del cabaret Chantecler, mandó a pegarle un tiro la noche del 11 de diciembre de 1915 porque el cantante salía con su novia. Gardel recibió un disparo en el pulmón izquierdo y las gestiones de Ruggierito lograron calmar a Garesio. En agradecimiento, el dúo Gardel-Razzano amenizó los actos del partido Conservador. Y fue el propio Barceló quien le consiguió la documentación al artista para que pudiera salir de gira al exterior.

Menos de un mes antes de su asesinato, Ruggierito se tomó una foto con Carlos Gardel, quien fue a cantar a Avellaneda. Fue en Leales y Pampeanos
Menos de un mes antes de su asesinato, Ruggierito se tomó una foto con Carlos Gardel, quien fue a cantar a Avellaneda. Fue en Leales y Pampeanos

Fue el 27 de septiembre de 1933 que Gardel cantó en Avellaneda. Se planeó que fuera en el club Leales y Pampeanos, pero la multitud que se congregó lo obligó a cantar en la calle. De esa oportunidad, quedó la fotografía del cantante y Ruggierito.

25 días después lo asesinarían.

El 14 de agosto de 1929 sufrió un grave atentado cuando, con su tío Juan Lucachi, regresaba de La Boca. Había llevado un grupo de prostitutas desde la isla Maciel. En la esquina de Cevallos y Hernán Cortés fueron emboscados, su tío murió acribillado y él quedó herido. Su auto terminó con treinta impactos de bala. Mientras estuvo internado en el hospital Fiorito quisieron terminar la faena, pero un guardaespaldas frustró el ataque.

A esa altura, su familia había prosperado económicamente. Su mamá tenía acciones del Banco de Avellaneda, y la impunidad con la que se manejaba hizo que en 1929 Ruggierito -cuya banda integraba la planta permanente de la municipalidad- se apropiase de la primera línea de colectivos que unía Isla Maciel con el centro de Avellaneda. Era una idea de los hermanos Bruni ante la ausencia de un medio de transporte en el barrio. Como eran siete los socios, la línea llevó ese número. Su gerente general pasó a ser Alfonso, hermano de Elisa; los Bruni quedaron con las manos vacías.

Además, les regaló a sus padres una quinta en Ranelagh, que se la había comprado a un comisario. El dueño de la vecina estación de servicio de la Standard Oil se encargaba de arreglar las pinchaduras de los neumáticos, producto de los impactos de bala. Su figura ya era muy popular en la ciudad y la gente no solo iba a la residencia de Barceló, en Lavalle 43, a pedir por trabajo o algún favor, sino que también hacían lo mismo en la casa de Ruggiero.

El fin

Ese sábado 21 de octubre, cerca de las nueve de la noche, el auto chapa 2817, manejado por José María Caballero, estacionó en Dorrego 2049. Ruggieri iba a visitar a una mujer. Ni el chofer ni su guardaespaldas Moretti repararon en el Chevrolet azul estacionado en la vereda de enfrente. En el momento que Ruggierito salió de la casa y se agachó para entrar al auto, un hombre apareció de la oscuridad y le disparó un tiro por la espalda. La bala le salió por la garganta.

Lo mataron a los 38 años. Su asesinato tuvo amplia repercusión en los diarios
Lo mataron a los 38 años. Su asesinato tuvo amplia repercusión en los diarios

Rápidamente el agresor subió al auto. Caballero y Moretti lo siguieron y cuando lo tuvieron a tiro, el auto de los agresores frenó sorpresivamente y efectuó una cerrada descarga. Reventaron el neumático trasero derecho y el parabrisas del auto de los perseguidores. Luego, los agresores huyeron por la avenida Mitre.

Ruggierito ya había sido llevado al Hospital Fiorito, donde falleció minutos después de la medianoche. Con su mirada, alcanzó a despedirse de sus seres queridos. Tenía 38 años.

Fue velado desde el domingo a la mañana hasta el lunes a la tarde en el subcomité de Pavón, avenida que permaneció cortada por la cantidad de vehículos. Cuando llegó el momento de llevarlo al cementerio, la gente transportó a pulso el féretro de caoba borravino. En ese momento un diputado provincial colocó una bandera argentina. Así lo llevaron hasta la iglesia, donde se rezó un responso. En camino al cementerio local, la policía frenó la carroza fúnebre y quitó la bandera, que quedó como una suerte de trofeo de guerra en la comisaría. Actuaron por orden del comisario Esteban Habiague, que desde que había asumido en febrero de 1932 fue un enemigo declarado del muerto.

“¡Vos lo mataste! ¡Vos sos la culpable de todo!” La mujer estaba fuera de sí. La madre de Ruggierito había elegido a Elisa Vecino, la compañera de su hijo, como el blanco de su ira. La chica, de 25 años, nunca le había agradado a su suegra y era el matón el que mantenía el equilibrio. La acusaba de haberlo dejado ir solo a la cita donde sería asesinado.

Fotografía histórica. El día del sepelio, el ataúd fue llevado a pulso por las calles de Avellaneda. El ataúd estaba envuelto en una bandera argentina
Fotografía histórica. El día del sepelio, el ataúd fue llevado a pulso por las calles de Avellaneda. El ataúd estaba envuelto en una bandera argentina

El crimen nunca se esclareció. El auto de los agresores fue hallado abandonado en La Boca. El parabrisas tenía un orificio de bala, realizado desde adentro hacia afuera y los asientos estaban bañados en sangre. La policía adjudicó el hecho a peleas entre bandas, aunque la sospecha que pesaba sobre su patrón, Alberto Barceló, nunca se disiparon. Dicen que montó en cólera cuando en un acto político le gritaron en la cara “Ruggierito si; Barceló, no”.

Al año, los Ruggiero echaron a Elisa de la casa de la avenida Belgrano. Ruggierito no había puesto nada a su nombre. Debió empeñar las joyas que le había regalado para poder vivir y aunque su hermana las rescató, ella no quiso volver a tenerlas. Consiguió un trabajo de vendedora en una casa de ropa y se casó con un empleado bancario, aunque tiempo después se separó. Cuando su ex marido falleció, se volvió a casar. No tuvo hijos. Falleció en 1974.

Sepultado en el cementerio de Avellaneda, su bóveda está muy cerca de la de Barceló, su antiguo patrón
Sepultado en el cementerio de Avellaneda, su bóveda está muy cerca de la de Barceló, su antiguo patrón

La mamá encargó una estatua de cuerpo entero de su hijo, a la que hizo colocar en la quinta de Ranelagh. Allí, junto a sus viejos amigos, le seguiría festejando su cumpleaños, añorando esos viejos tiempos en que eran los dueños de Avellaneda.

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