Mario Sinay es argentino, doctor en Educación y pedagogo del Holocausto. Días atrás fue convocado para participar de una conferencia virtual y gratuita de la AMIA, organizada por el Vaad Hakehilot, donde brindó su testimonio. Cuando tenía 15 años se mudó a Israel con sus padres, y tiempo después se casó con su novia de la adolescencia, también argentina. Tuvieron dos hijos, y llevan cuatro décadas de matrimonio. El 7 de octubre se encontraban en distintos lugares cuando comenzó el ataque de Hamas: su esposa estaba sola en el séptimo piso del edificio donde viven, su hija se refugió en su casa junto a sus dos bebés, su sobrino estaba en la fiesta electrónica del horror, y su yerno estaba trabajando en el aeropuerto. Todos lograron sobrevivir. “No podemos explicar los milagros que tuvimos más que con la mano de Dios”, le cuenta Sinay a Infobae, desde la ciudad de Ashkelon.
Mario tiene 62 años y estaba en Europa en un viaje de estudio en memoria del Holocausto junto a 30 estudiantes cuando se enteró de lo que estaba ocurriendo, y recién una semana después se pudo reencontrar con su familia. “Estábamos recorriendo Bélgica y Holanda, y a primera hora de la mañana supimos que Hamas había entrado a Israel, y no me pudo comunicar con mi esposa hasta que salió del cuarto de seguridad, que afortunadamente ella estaba ahí cuando nuestro edificio recibió un impacto directo”, cuenta.
El matrimonio vive en un séptimo piso, y su departamento quedó destrozado. “Justo sobre el techo de nuestro salón está todo el sistema de agua del edificio, y ahí es donde fue el impacto, todas las ventanas se rompieron, partes de las paredes, pero mi esposa resultó ilesa, más allá del shock personal que sintió cuando la fue a buscar un vecino que sabía que estaba sola, y cuando vio la destrucción entendió la magnitud del impacto”, indica. Con pesar, confiesa que se había vuelto una tradición ingresar al refugio cada vez que sonaba la alarma, y podía ocurrir hasta tres veces en el mes.
“No sé cómo nos podemos acostumbrar a que nos disparen, a saber que nos están tirando proyectiles, no se lo deseamos a nadie, y desgraciadamente la muerte golpeó la puerta de nuestra casa”, se lamenta. Cuando por fin pudo hablar por teléfono con su esposa y le aseguró que estaba bien, pensó en volver inmediatamente a su casa, pero no había vuelos a Israel, y aunque el aeropuerto estaba abierto los aviones no volaban, y cuando empezaron a habilitar los viajes tenía prioridad el personal militar. “Soy una persona racional y entendí que no podía hacer nada más que estar comunicado constantemente con ella y con nuestros hijos, y además tenía la responsabilidad de todos los estudiantes que estaban a mi cargo, y hasta el 13 de octubre no pude regresar”, relata.
Supervivencia y reencuentro
Para Mario no pasaban más los segundos ni las horas hasta volver a ver en persona a su familia. “Mi hija Meital vive en el moshav más cercano a la Franja de Gaza, limita con la muralla, y Hamas entró por el aire, y el saldo que dejó allí es de 21 muertos; ella logró sobrevivir porque estuvo 12 horas encerrada en el cuarto de seguridad, sola con sus dos hijos, de 2 años y mi nieto que recién cumplió un mes, sin electricidad, con terroristas afuera, oyendo los disparos, hasta que pudo refugiarse con un vecino y esperar a mi yerno, que estaba trabajando en horario nocturno en el aeropuerto”, detalla.
La pareja de su hija ni bien supo lo que estaba ocurriendo se subió a su auto para ir a recatarlos, pero casi no llega a destino. “Cuando estaba acercándose a su casa fue rodeado por 25 motociclistas que le balearon todo el coche; al principio pensó que eran del Ejército de Israel, pero cuando vio que tenían una vestimenta diferente, y que usaban bandanas en la cabeza, supo que eran palestinos, y que era una emboscada, pero cómo él salió vivo no lo puedo explicar, y él tampoco lo puede explicar”, expresa Sinay, que revela que se considera agnóstico, pero en este caso no encuentra otra palabra más que “milagro” para definirlo, sobre todo luego de ver el estado de destrucción total y cada uno de los orificios de bala que quedaron registrados en el auto.
Hay un caso más de su familia que solo pueden explicar desde la fe. “Mi sobrino Yahar estaba en la fiesta electrónica, él tiene 28 años y acaba de recibirse de abogado, y a las 6.30 cuando escuchó la alarma de la caída del primer proyectil, entendió que era momento de irse y se subió a su auto con dos amigos”, relata. El muchacho puso la dirección en el sistema del GPS y la ruta sugerida lo llevaba directamente a donde estaban los terroristas, pero él no tenía manera de saberlo. “Sin saber por qué, tomó otro camino, eligió ir para el otro lado, y cuando llegó a una entrada donde hay dos kibutz, uno a la derecha, Beeri, y a la izquierda el kibutz Saad, en los dos lo invitaron inmediatamente a que entrara: eligió Saad, y todos los compañeros que eligieron Beeri no salieron con vida”, revela.
El viernes 13 de octubre se reencontró con su familia, hubo abrazos, llanto y una sensación que no alcanzan las palabras para describir. “Nacimos de nuevo, los miraba para ver que estén todos enteros, y me quedé reflexionado sobre en qué mundo loco estamos viviendo, que tenemos que agradecerle a Dios que la familia de uno esté viva, y considerarnos muy afortunados porque nuestro caso no es el de las mayorías de familias; tenemos 1300 muertos, lo que implica 1300 familias rotas y llenas de dolor, además de los 199 israelíes secuestrados”, expresa entre la impotencia y la certeza de que el 7 de octubre de 2023 será un antes y un después en la historia de Medio Oriente.
“Yo luché en la Guerra del Líbano en 1982, mi hijo en la Segunda Guerra del Líbano en 2006, y probablemente mi nieto que recién acaba de cumplir un mes, tenga que seguir luchando”, expresa Mario, compungido por las experiencias que ha vivido y el análisis que realiza de lo que está sucediendo. “Una desgracia así nunca tuvimos en el Estado de Israel desde la Guerra de la Independencia en 1948”, expone.
Despedidas y reflexiones
Luego del reencuentro acompañó a una de sus hijas a Atenas, para que pudiera tramitar la visa en la Embajada de Estados Unidos, porque luego de lo que vivió durante las 12 horas que estuvo cuidando a sus dos niños escondida en el cuarto de seguridad, tomó la decisión junto a su pareja de irse de Israel. “Los recibieron muy bien en la embajada, al principio les habían dado turno para junio, pero después comprendieron la situación y pudieron conseguir el visado inmediato, así que ya están rumbo a Norteamérica, y estamos tristes porque nos dejan, pero entendemos que en este momento no hay un lugar seguro en Israel”, expresa.
Mario volvió al departamento donde vive con su esposa, e ingresó para limpiar algunos de los destrozos, pero todavía debe acudir un ingeniero civil para determinar sino hay riesgo de derrumbe del techo a futuro, y mientras tanto se están quedando junto a su otra hija, sus dos nietos, su yerno y un hermano, por lo que son ocho personas en total conviviendo en una casa pequeña. “Nuestros dos nietos están durmiendo en el cuarto de seguridad con su papá hace 14 días, eso es terrible, y cuando suena la alarma vamos todos ahí, pero es un lugar muy chico en el que apenas entramos los ocho parados, uno al lado del otro”, explica.
Cuando se cruzan con los vecinos intercambian miradas en silencio, con las que se dicen todo. “Hay un surco de tristeza en sus rostros, no hay alegría, solo hay tristeza, y los sentimientos son muy duros porque una cosa no debe ni puede pasar. Fueron animales, bestias, que violaron, degollaron bebés, fusilaron hombres con las manos atadas y quemaron vivos a padres delante de sus hijos; fue una masacre, y un acto de lesa humanidad, es decir que la humanidad entera debe de sentirse víctima de este ataque, y no solamente el Estado de Israel y el pueblo judío”, sentencia.
Estos días escuchó más de una vez la frase: “Es el Holocausto de nuevo”, y en base a sus estudios y a su experiencia, aporta una reflexión. “Luché toda mi vida contra la banalización del Holocausto, me la pasé llevando a grupos de estudio a los campos de concentración para hablar del tema, y siempre alegué que ningún evento en el mundo puede ser comparado con el Holocausto; sin embargo estamos en una sensación nacional de un Holocausto, de duelo nacional, y verdaderamente no me queda alternativa que decir que ese paradigma se ha destruido y que estamos en una situación verdaderamente desesperante porque estuvimos frente a lo que hasta hoy se puede considerar el día más negro de nuestra historia después del Holocausto”, argumenta.
“No tenemos control de lo que está pasando militarmente, y aunque no tengo dudas de que los objetivos del Gobierno se van a lograr y que Hamas va a ser destruido, las alternativas que debemos afrontar son iguales o peores”, dice con preocupación. “Hay ataques muy fuertes en el norte, están evacuando gente hacia el sur, pero también están evacuando en donde estamos nosotros, más al sur, al 40% de la gente que no tiene cuartos de seguridad, es decir que nuestro destino está en las manos de Dios”, concluye.