Nada, protagonizada por Luis Brandoni, en el rol de Manuel Tamayo Prats, un reconocido crítico gastronómico y que tiene como invitado especial a Robert De Niro, su amigo Vincent Parisi, un aclamado escritor neoyorquino, el narrador omnisciente de la historia es en estos momentos la serie del momento. Por varias razones: por sus encantadores escenarios, una trama muy atractiva, un personaje extravagante tan logrado por Brandoni y porque participa una de las máximas estrellas de Hollywood genuinamente interesado en la cultura local, igual que su personaje. Ambos actores son amigos desde los años 80s. Se conocieron por medio de Lito Cruz y mantuvieron su amistad a través del tiempo.
La historia de cinco episodios creada y dirigida por Mariano Cohn y Gastón Duprat, en una coproducción con Star +, fue rodada en mayo del año último y revolucionó cada calle que cerraban para grabar escenas, especialmente en aquellas en las que participó el actor de Taxi Driver y El Padrino. El neoyorquino visitó varias veces la Argentina, algunas lo hizo por trabajo (La Misión) y otras por placer (algún viaje a la Patagonia y Mendoza interesado en los viñedos). En una entrevista que le concedió en 2020 a la revista Condé Nast Traveller dijo que Buenos Aires es uno de sus destinos favoritos: “Me gusta París y Buenos Aires viene detrás por muy poco. Es absolutamente hermosa. Pero me quedo con Nueva York”.
Sentarse en un sillón y mirar Nada lleva al espectador a mirar con otros ojos la belleza de Buenos Aires, palmo a palmo, en un paseo por Retiro, el microcentro, Once, Caballito y La Boca. Cada plano es una declaración de amor. Nada está librado al azar. En su caminata por la ciudad que el personaje reconoce como su “casa”, nos traslada a la elegantísima calle Arroyo, de galerías de arte y cafeterías, no lleva bajo la sombra de la añosa arboleda de la Plaza General San Martín, con sus faroles dorados y un barranco ideal para un picnic. También nos deja ver de fondo el que supo ser el rascacielos más alto de Sudamérica de hormigón armado, el edificio Kavanagh, inspirado en el edificio Rockefeller de Nueva York. Y Diagonal Norte nos presenta una de sus esquinas más fotogénicas, a la altura de Florida.
Mientras las postales de la ciudad se hilvanan, el narrador norteamericano se detiene en las extrañas costumbres de sus habitantes como en una suerte de estudio antropológico, donde explica frases como remar en dulce de leche y se aventura en los insultos más comunes. En el primer episodio, compara Buenos Aires con Nueva York, porque tampoco duerme y expresa de esta manera su espíritu: “Está siempre despierta, al acecho, esperando para empujarte al vacío… o para darte una mano. Te sorprende, para bien o para mal. Es compleja, contradictoria, sofisticada, salvaje y encantadora. Y lo mejor de todo, es impredecible”.
Nadie más complejo que Tamayo Prats, inteligente, mañoso y querible, quien vive en una colorida casa de La Boca. Su mundo mágico tiene un piso damero, ventanas que dan al puente transbordador Nicolás Avellaneda y está repleto de alacenas con especias, ingredientes y vajilla de porcelana para sus manjares. El chef Francis Mallman, además de prestar su cocina ofreció asesoramiento culinario junto con Narda Lepes. Gracias a esta dupla los platos ofrecen espectacularidad al ser servidas, como un panqueque que al ser cortado deja libre el camino a un dulce de leche que avanza hacia el plato con la fuerza de la lava en una toma por de más tentadora.
El recorrido por la ciudad, a medida que la trama avanza, incluye visitas tanto a lugares sencillos, como locales de comida rápida populares como lugares aristocráticos de Buenos Aires, de principios del siglo XX.
Infobae identificó varios sets elegidos por la producción de Nada, que si bien no sirvieron la comida en la serie, ya que labor que estuvo a cargo de Narda Lepes, le dieron una atmósfera especial, inconfundiblemente porteña. Te contamos cuáles son, qué se come y cómo fue la experiencia de la filmación.
Parrilla Rojas: es el local de comidas rápidas al paso, que está justo en una ochava, donde el crítico gastronómico y su nueva empleada paraguaya disfrutan de un súper pancho. La esquina es la de Yerbal y Rojas, a metros de la estación del ferrocarril Sarmiento. La zona es muy transitada. Horacio, su propietario, comienza a vender a las 11 de la mañana sus panchos, hamburguesas y sándwiches de milanesa hasta las 9 de la noche, como desde hace 25 años.
El hombre recuerda que el año pasado pasó alguien de la producción de la serie y le dijo que le gustaba el lugar para filmar. “Ellos trajeron los panchos, pero no alcanzaron y usamos los de acá. Es el súper pancho, alemán, al que se le agregan papas y aderezos”, explica, mientras comienza a formarse una larga fila. Un súper pancho cuesta 350 pesos, un precio bastante razonable para los bolsillos devaluados de los trabajadores.
El propietario de la parrilla cuenta que hubo gente que reconoció el local por la serie. Ya le hicieron comentarios desde su estreno. “La gente que preguntó, que vio la serie, no compra (se ríe) es otra gente, del barrio generalmente”.
Una mujer pide un pancho pasadas las dos de la tarde, que sale rápido para saciar su apetito, pero no quiere posar para la foto y lo saborea del mismo modo que Manuel Prats y su nueva empleada doméstica y compañera de aventuras, la joven Antonia. Cuando le preguntamos a Horacio qué sintió al ver su local en la serie, sorprendió con sus respuesta porque todavía no la vio. “No sabía que la estrenaban ahora. Me avisó hace poco una señora”, asegura el hombre. En el cartel puede leerse Superpancho Milan, pero no se trata de ningún nombre dedicado a una ciudad italiana. Solo que se cayó el “esa” que completaba la palabra milanesa.
Parrilla El rebenque de Omar: este boliche bien de barrio (Matheu 24) tuvo el privilegio de tener en su mesa a Robert De Niro en su rol de Vincent Parisi. La mesa donde se sentaron lleva una foto bajo el vidrio, que lo recuerda. Nos recibe el mismo Omar, el propietario. Omar Escudero (74), un cantante de tangos que junto a su mujer inauguraron este lugar hace 28 años originalmente como una casa de tangos. “En su momento me dedicaba a eso, desde mi nativo Comodoro Rivadavia y me radiqué en Buenos Aires por la música”, cuenta el hombre que cantó para orquestas reconocidas. Y agrega: “En este negocio no solo se ha filmado con De Niro, también para canales europeos, para la televisión francesa, alemana, italiana, porque les llama la atención el típico boliche de barrio que no está preparado para el turismo, es algo muy común de un barrio, muy natural, no es un for export, como normalmente se dice”, destaca el hombre. No solo a las productoras les llama la atención ya que es un espacio que disfrutan mucho sus clientes, porque les recuerda la infancia, los boliches como eran antes.
Omar cuenta que un día vio que alguien estaba haciendo fotos enfrente y luego se cruzó y seguía haciendo fotos, de manera que le preguntó por qué lo hacía. Y le respondió: ‘estaba evaluando como posible lugar para una filmación de un artista muy importante a nivel internacional’. No le dijo quien era. Y ahí quedó, hasta que después se enteró que era nada menos que Robert De Niro, cuenta. El día del rodaje lo recuerda como “una bendición” y pregunta “¿Quién no quisiera tener a De Niro en su casa? Es una figura internacional, importantísima. Nos vino muy bien”, expresa. La carne la trajo la producción. Narda Lepes tenía un trailer ahí fuera, pero se terminó de cocinar todo en su parrilla. Estaba todo prendido porque era parte de la escena. Era un bife de chorizo que se sirvió con dos huevos fritos arriba”, detalla.
La escena incluye un bandoneón sonando de fondo, mientras los amigos Manuel y Vicent se deleitan, en palabras del propio camarero de la ficción, con la “vedete” del menú, un bife de 900 gramos de ternera de Angus, criada a pasto, con dos huevos fritos por encima (el clásico “bife a caballo”) y que por una cuestión del guión, decidieron cortarlo con cuchara para mostrar lo tierna que puede ser la carne argentina.
Lo que más se pide en El Rebenque de Omar es asado y bife de chorizo y se suman el vacío, las bondiolas de cerdo, las achuras, según su Omar. Todo hecho en el momento. Los precios no son for export, son de barrio por eso aseguran trabajar mucho. Ellos ya contaban con una clientela fiel antes de que el lugar se popularizara más por “Nada”, pero a raíz de eso ahora llegan caras nuevas. “Gracias a Dios siempre hay cola, desde hace años. Empezamos a las 12 hasta las 3 de la tarde y otro turno que empieza a las 8 y media y termina a las 12 de la noche. Hacemos dos turnos con el mismo personal”.
Más que una parrilla para Omar el lugar es un club social, porque ya son amigos todos los que van. Hay familias, madres con su hijos pequeños. Omar, por sus horarios de trabajo, tampoco vio la serie todavía. Pero dice que ya la va a ver. La decoración de la parrilla es especial. Ese armado de cuadros y objetos que cuelgan de las paredes son el resultado de compras que el hombre fue haciendo de a poco en San Telmo y el Mercado de Pulgas. Con orgullo muestra dos cuadros originales de De la fuente y de Castagnino que fueron “regalos del público”. Le dicen “qué mejor que estar acá”.
Uno de sus empleados fue un extra en la escena, porque es el parrillero. Antonio Niz todavía no puede creer lo vivido, porque se trata de una parrilla de barrio y no están acostumbrados a recibir estrellas internacionales. Para lograr la escena del corte, usaron varios bifes de chorizo, que se terminaron de cocinar en la parrilla. ¿Si los actores comieron? “Un poquito sí”, dice el hombre que ahora da entrevistas.
The Brighton: Este restaurante es el interior más deslumbrante de toda la serie donde se realiza la cena de los “epicúreos”. El restaurante están en la calle Sarmiento 645 y funciona desde 1908, según recuerdan los carteles. Aunque por esos tiempos The Brighton era una tienda inglesa de ropa masculina, frecuentada por la alta sociedad, donde vendían también sombreros y perfumes. Tenía una sucursal en Londres y otra en Montevideo. La tienda funcionó desde 1908 hasta 1976. “Cerró en el 76 y en el 78 el Gato Dumas lo abre como Clark’s”, explica Héctor Latorre, gerente general del restaurante The Brighton. La forma circular de la madera, casi en forma de carrousell, tan característico del restaurante, se debe a la escalera caracol del edificio que lo aloja.
Después de la etapa de Clark’s, el restaurante pasó de manos y quebró. Permaneció cerrado cinco años y volvió a ser restaurado en 2007 por otro dueño. Durante la pandemia cerró sus puertas y en diciembre de 2021 regresó triunfal, con el nombre The Brighton, el original de la sastrería masculina inglesa.
El arquitecto Iván Rodrigo transformó el espacio en restaurante, conservando la boiserie de roble, sus vitreaux, espejos y luminarias. El gerente del restaurante cuenta que el local fue set de filmación de otras películas, como la ganadora del Oscar, La historia Oficial, de Luis Puenzo, entre otras. Y además, entre sus paredes se hicieron muchos cortos publicitarios de bebidas alcohólicas.
El rodaje de la escena de Nada se llevó a cabo durante cinco noches, según Latorre. El restaurante funcionó como todos los días de 8 a 24 horas, pero a la medianoche dejaban lista la mesa para 10 comensales en el salón del fondo y empezaban a grabar a las 2 de la mañana.
Quien entre cualquier hora de la tarde, escuchará el repertorio de un pianista que va del tango a música de Yan Tiersen para la película Amelie. Marchan platos abundantes de comida a toda hora, porque la cocina se mantiene abierta y también salen de la barra tragos clásicos como Negronis, Manhattans o copas de champagne con gotas de cassis adornado con una cereza. Los turistas que entran y salen, en su mayoría brasileños y estadounidenses. Por la noche, predomina el público extranjero, mientras que durante el día consumen locales, oficinistas que regresaron a las calles del microcentro, que se ven más animadas. “Sí, volvieron a full. Nosotros al mediodía trabajamos con dos turnos de reservas. Por la noche es todo turismo ”, precisa el gerente.
La cocina es internacional. Al mediodía se come carne y pescado y por la noche carne lo más pedido por el público extranjero. Los norteamericanos empiezan a llegar temprano, a las 18.30, según sus costumbres. El cubierto cuesta aproximadamente 12 mil pesos, con entrada, plato principal, postre y vino de la casa.
El estreno de la serie también atrajo un público nuevo, curioso, con muchas ganas sentarse a comer o tomar un cortado en el histórico local. “Y los clientes de siempre vinieron a felicitarnos”, expresó Latorre.
Descubrir cada rincón de la ciudad en Nada es uno de sus grandes atractivos y por qué no una gran excusa para salir de paseo.