Nació el 20 de octubre de 1903 en Arerunguá, un paraje del departamento de Salto. Distante a 360 kilómetros de Montevideo, significa “lugar de los que perduran” y aseguran que esas tierras fueron el refugio de José Gervasio de Artigas durante la guerra de la independencia. Siendo muy chico, el papá Tomás murió y de pronto, él fue un peoncito más de campo para ayudar a su mamá y hermanas. Y así fue como de niño empezó a montar.
Tenía 13 años Irineo Leguisamo cuando ganó su primera carrera, como aprendiz, en el hipódromo de Salto, montando a la yegua Mentirosa. También compitió en Uruguayana, en el hipódromo uruguayo de Maroñas y en otros con distinta suerte.
Viajó a Montevideo con el propósito de hacerse jockey profesional. En la capital uruguaya se relacionó con Francisco Maschio, reconocido cuidador de caballos, a los que se los llegó a conocer como “compositores de caballos”, tal era el ojo y la mano que tenía. Aún Leguisamo no lo sabía, pero ambos conformarían un binomio imbatible en los hipódromos de Palermo primero y San Isidro después. Su caballeriza de la calle Olleros, casi esquina Vértiz, eran habituales las fiestas que se organizaban por las victorias obtenidas.
Tenía 19 años cuando debutó en Buenos Aires el 15 de agosto de 1922 con la yegua Mina de Plata. El que lo asistió fue el entrenador Naciano Moreno. Esa carrera fue para el olvido.
Pero a la semana, cuando ganó con el caballo Tamarisco en una sorprendente atropellada en la pista de Palermo, los burreros empezaron a codearse y a preguntarse quién era. Enseguida aprendieron a conocer su estilo de competencia. No le gustaba arremeter de punta sino que prefería ir de atrás, produciéndose finales electrizantes.
Una tarde, luego de un entrenamiento, Maschio le presentó a Carlos Gardel. “Carlitos, éste será un gran jockey”, lo presentó. El cantante lo miró de arriba abajo y preguntó en tono algo sobrador “¿éste va a ser jockey…?”. Leguisamo sintió que se le venía el alma al piso por el tono que empleó el cantante, pero Gardel lo abrazó y le dijo: “Maschio es un verdadero maestro, y si dice que serás un gran jockey, lo serás”.
Gardel y Maschio eran viejos conocidos y el cantante solía veranear en la casa que éste último tenía en el barrio de Malvín, en Montevideo, actualmente transformada en museo.
En 1924 le compraron al haras Ojo de Agua a Lunático, el caballo de Gardel. Pagaron dos mil pesos al contado y tres mil más en premios. Como el cantante no tenía colores propios reconocidos por el Jockey Club, Lunático usó los del stud Yeruá, de Maschio. El caballo era hijo de Saint Emilión y Golden Moon. Debutó el 26 de abril de 1925.
Gardel le decía “el Mono”, apodo que a Leguisamo no le gustaba, y esté solía llamarlo Romualdo, su segundo nombre.
Lunático participó en 34 carreras en el Hipódromo Argentino, de las que ganó 10 y cosechó cerca de 72 mil pesos en premios. La realidad es que no era un excelente caballo, ya que nunca ganó un clásico ni tuvo un triunfo resonante. Sobresalía por la fama de su dueño y de quien lo montaba. Su última carrera fue el 9 de mayo de 1929.
Maschio dijo del jockey que “Legui triunfa porque ha conseguido dominar la psicología del caballo. Le basta acercarse al animal para entenderlo. Habla con los caballos. Yo no sé qué les dice; yo no sé qué instintos secretos de vigor les descubre, pero ellos lo entienden, le obedecen y vuelan”.
Leguisamo siempre sostenía que arriba del caballo mandaba él y, a diferencia de otros colegas, prefería no abusar de la fusta y trataba de no maltratar al animal, porque se dio cuenta que así respondía mejor.
Cuando se hizo conocido, Leguisamo era el “Pulpo” por el monopolio de sus victorias. En una carta que Gardel le mandó desde Francia, lo aconsejó: “Amigo Legui, hay que sostenerse, no ser arrebatado y provechar los años de suerte y juntar vento para mandar a pasear todo y disfrutarla”.
Jockey y cantante se hicieron grandes amigos, y Leguisamo confesaría que lo había querido como un hermano. En 1925 un compositor llamado Modesto Papavero le mandó por correo a Gardel un tango que había compuesto. Cuando lo leyó, estando en Barcelona, lo pulió un poco y decidió grabarlo. Se llamó “Leguisamo solo” y el jockey un día se enteró cuando recibió el disco de regalo.
Curiosamente Gardel solo lo vio ganar con Lunático una sola vez. Esa misma noche, en el cine Empire, de Corrientes y Maipú, cantó este tango.
Cuando terminó la reunión del Hipódromo Argentino del 13 de diciembre de 1931, lo primero que hizo Leguisamo fue enviarle un telegrama a Gardel, de gira por Europa: “Carlitos: corrí en las ocho. Gané siete y en la otra entré segundo. Te dedico el día glorioso. Legui”.
Hasta Gardel quiso homenajearlo con un postre, que por años disputaron su autoría las confiterías Del Molino y Las Violetas: “el Leguisamo” una bomba atómica de bizcochuelo, hojaldre, marrón glacé y crema imperial.
Cuando triunfó -era “el mago”- y se hizo de una posición económica, quiso que su madre dejase el campo y se fuera a vivir con él. Hasta le compró un campo en Tacuarembó “para que se divierta con los animalitos”. Pero ella no quiso dejar el lugar donde había vivido toda su vida.
Cuando Gardel falleció trágicamente en Medellín, Leguisamo integró la comisión de homenaje y fue uno de los pugnó por llevar a pulso el féretro del cantante cuando arribó al puerto de Buenos Aires en febrero de 1936.
En la carrera de inauguración del Hipódromo de San Isidro, en 1935, estuvo presente y la ganó, montando a Macanudo.
En 1939 se distanció de Maschio. Su mejor temporada sería la de 1944. El Gran Premio Carlos Pellegrini lo ganó 10 veces, el Jockey Club siete, más 11 Copas de Oro y 18 Pollas de Potrillos o Potrancas.
A lo largo de su vida corrió 12.700 carreras y obtuvo cuatro mil triunfos, que cosechó en nuestro país y en diversos países de América.
En la década del sesenta conoció a Palito Ortega. Fue en un festival a beneficio para una escuela de Paso del Rey, donde Leguisamo era el padrino. Estaban juntando fondos para construir un comedor.
En agradecimiento por su participación, el jockey invitó a Ortega a comer a su casa. Le presentó a su esposa Delia Claudia Viani del Río, con quien se había casado en 1938 y que no habían tenido hijos. A “Memé” la había conocido en 1934.
El matrimonio y el cantante no se separaron más. Según relató Palito en entrevistas periodísticas, la mujer había perdido un embarazo: era un varón y hubiera nacido el mismo año que él. La pareja lo tomó como una señal.
Creció entre ellos un amor filial y paternal. Leguisamo le decía cariñosamente “el negrito”. En sus últimas competencias, Leguisamo corrió en el Hipódromo de San Isidro con un caballo del cantante y también triunfó en el Hipódromo de Maroñas, el más importante de Montevideo. Era diciembre de 1973. Tenía 70 años cuando dejó de competir.
Falleció el 2 de diciembre de 1985 y fue objetos de varias distinciones, como el de ciudadano ilustre de la ciudad de Buenos Aires y el premio Konex de platino en 1980.
Era de carácter fuerte, serio y reservado y lo que más le costaba, en sus últimos años, era volver a escuchar los tangos de Gardel, el genial cantante que estaba convencido de que Leguisamo sería un gran jockey.
Fuentes: Primer Diccionario Gardeliano, de Barcia, Fulle y Macaggi; Así nacieron los tangos, de Francisco García Jiménez; Carlos Gardel, la verdad de una vida, de Armando Defino; Wikipedia