El misterio del globo Pampero: un vuelo nocturno, un destino incierto y la clave de la paloma mensajera

El 17 de octubre de 1908 se planeó el viaje trágico. Nadie supo qué pasó, pero lo cierto es que esa noche sin luna desapareció junto a sus dos tripulantes. Las búsquedas que se realizaron y las teorías sobre su destino

Eduardo Newbery, en la barquilla del globo Pampero (Revista Caras y Caretas)

Un pichón de paloma, al límite de sus fuerzas, que llegó a la ciudad de La Plata. Esa fue la única noticia que se tuvo de la desaparición del globo Pampero, que intentó la arriesgada empresa de emprender un vuelo nocturno.

Lo tripulaban Eduardo Federico Newbery, un odontólogo de 30 años y el sargento primero Eduardo Romero.

El globo Pampero. Desde que Aarón de Anchorena lo trajo de Europa, realizó diversos vuelos (Caras y Caretas)

Eduardo era el quinto de once hijos del matrimonio de Ralph Newbery y de María de los Dolores Celina Malagarie Ramos. La familia vivía en una casa en la calle Juramento, en el barrio de Belgrano.

Luego de terminar sus estudios en el Colegio Nacional de Buenos Aires, en marzo de 1897, Eduardo Newbery ingresó a Medicina a estudiar odontología. Se recibió en diciembre de 1901 y junto a su padre abrió un consultorio en la calle Perú 71, casi esquina Avenida de Mayo.

El correntino Eduardo Romero, si bien ya había viajado en globo, no estaba planeado que fuera de la partida (Caras y Caretas)

Ese año se casó con Ana Cristina Maranesi, y tuvieron dos hijos. Como su hermano, era un fanático de los deportes y fue uno de los fundadores del Club Náutico Belgrano.

Con su amigo Thomas Walter Owen pensaron dejar una marca en los arriesgados vuelos en globo, haciéndolo de noche.

Lo harían en el globo Pampero. Aarón de Anchorena, siendo secretario de la legación argentina en París, había hecho en Francia sus primeros vuelos en globo y se maravilló. A tal punto que compró uno, al que bautizó Pampero, que hizo estampar en letras pintadas de rojo.

La primera ascensión de este globo en Buenos Aires fue el 25 de diciembre de 1907. El que iba a hacer Eduardo Newbery sería el décimo viaje.

Dispusieron partir el sábado 17 de octubre de 1908: el globo Pampero haría el primer vuelo nocturno. Estaría tripulado por Eduardo y lo acompañaría su amigo Thomas Walter Owen, el primer traductor al inglés del Martín Fierro.

17 de octubre de 1908: comienzan los preparativos de inflado del globo (Caras y Caretas)

Partirían de Villa Ombúes, una espléndida quinta del empresario Ernesto Tornquist, de donde salieron otros vuelos, aprovechando la cercanía de la usina de gas, imprescindible para elevar el globo. Estaba ubicada en Luis María Campos y Olleros. El palacio que dominaba la zona fue demolido en la década de 1970 y actualmente el predio está ocupado por la embajada de Alemania.

Como Owen no aparecía, Eduardo se preparó para ir solo, pero el sargento primero Eduardo Romero, que había llevado diez palomas mensajeras con las que los tripulantes irían comunicando su itinerario, se ofreció a ir. Romero revistaba en la Estación Central de Palomas -que se encontraba sobre Cabildo donde tiempo después funcionó la Escuela Superior Técnica del Ejército- y era habitual que esta dependencia proveyera de estos animales en los vuelos organizados por el Aero Club, así los tripulantes no perdían la comunicación con tierra.

Se congregó mucha gente en el predio y su hermano Jorge lo fue a despedir. Estaba vestido de frac y galera porque esa noche sus amigos le habían preparado una despedida de soltero en el Jockey Club. Se casaría con Sara Escalante el 23 de noviembre.

A las 17:30 el globo, de 1200 metros cúbicos de capacidad, soltó amarras. Se había planeado un descenso en la pampa central.

Muchos misterios. Salvavidas, presuntamente del Pampero, hallado en la zona de Flores (Caras y Caretas)

Lo último que les quedó grabado a los que presenciaron el ascenso fue el sonido de la corneta con pera de goma que Eduardo acostumbraba a hacer sonar.

Una hora después, lo vieron por Villa Devoto. A partir de ahí, las opiniones se dividen. Unos aseguraron que el globo tomó rumbo noroeste hacia la provincia de Córdoba y otros que se dirigió hacia el sudeste, con dirección a la bahía de Samborombón, que se los vio cerca de las nueve de la noche por Bahía Blanca y que continuaron rumbo sur siguiendo la costa.

Fue una noche sin luna y por datos del servicio meteorológico, después de las 22 horas arreciaron vientos huracanados desde el noroeste. Newbery y algunos socios del Aero Club, luego de hacer algunos cálculos, temieron lo peor: que los vientos hayan llevado al globo mar adentro.

Solo regresó, a Río Santiago, una paloma mensajera, y se encontró restos de un salvavidas en Flores.

Ese fue el inicio del misterio y los familiares, desesperados por la falta de noticias, comenzaron a recibir las más disímiles versiones. Que indígenas que tenían sus tolderías en los alrededores de Toay, en La Pampa, lo habían visto precipitarse a tierra; que en Montevideo aparecieron vestigios o que pasaron por Sierra de la Ventana.

Jorge Newbery lamentó mucho la pérdida de su hermano, a quien admiraba, y ambos tenían el mismo espíritu de competencia y de alcanzar récords. Jorge había hecho su primer vuelo en ese globo en febrero.

La aeroestación nacional tuvo, así, sus dos primeras víctimas. En 1970, por ley 18559 fueron declarados, junto a otros aviadores, precursores de la aeronáutica argentina. Romero fue el primer miembro del ejército en morir en un accidente de aviación.

Cuando el Pampero se perdió, cundió el desánimo entre los precursores de esos vuelos. Muchos de los asociados del Aero Club Argentino -fundado el 13 de enero de 1908- abandonaron la entidad.

Horacio Anasagasti, ingeniero argentino que construiría un automóvil en nuestro país, gestionó la compra de un nuevo globo en Francia, y el entusiasmo resurgió.

Hasta años después investigadores provistos con detectores de metales revisaron diversas áreas de la provincia de Buenos Aires en la búsqueda de restos del globo, pero sin suerte. Familiares, amigos y autoridades debieron conformarse solo con un silencioso testigo, ese pichón de paloma que regresó, exhausta, sin ningún mensaje.

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