“La razón de mi vida”: la autobiografía de Evita que fue reescrita por orden de Perón para exaltar su propia figura

Hace 72 años salía a la venta una autobiografía de Eva Perón que en nada se asimilaba a la original. El origen del libro, las motivaciones del autor y la manipulación para adecuarlo al relato oficial y llenar de elogios al entonces presidente. El gobierno lo impuso como lectura obligatoria en todos los niveles de educación por una ley sancionada por el Senado el 17 de julio de 1952

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El libro fue un éxito editorial. Se llegaron a imprimir más de un millón de ejemplares
El libro fue un éxito editorial. Se llegaron a imprimir más de un millón de ejemplares

Fue en un descanso en Saint Moritz cuando el embajador argentino en Suiza, Benito Llambí le planteó a Evita -en su gira europea de 1947- la inquietud de un periodista español, Manuel Penella de Silva. Inspirado en la figura de Eleanor Roosvelt, de quien había tomado algunos apuntes para un futuro libro, le comentó el interés del periodista, que vivía en Suiza, en instalarse en Buenos Aires porque evaluaba que en la Argentina se estaba construyendo una imagen de proyección internacional y él quería ser testigo de ello.

Penella había nacido en Valencia en 1911 y era un renombrado columnista en la prensa suiza, italiana y española. Debió abandonar la Alemania nazi por lo que escribía, era muy popular su columna “Desde mi puesto de observación en Zürich”, era el más leído en España y uno de los más importantes en Europa.

Llambí le comentó a Evita que Penella ya estaba en Buenos Aires. Ella se interesó y le indicó a Llambí que el periodista se trasladase a Río de Janeiro donde ella asistiría a la Conferencia de Quitandinha, donde se originaría el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR).

Manuel Penella de Silva, el periodista español quien tuvo la idea de escribir un libro sobre Eva Perón y el papel de la mujer en la política
Manuel Penella de Silva, el periodista español quien tuvo la idea de escribir un libro sobre Eva Perón y el papel de la mujer en la política

Evita ya gozaba de gran popularidad y fue el centro de esa reunión internacional, opacando la presencia de figuras de la talla del general George Marshall, de gran prestigio por su papel en la Segunda guerra mundial.

Penella alcanzó a saludarla allí pero no logró hablar ni dos minutos. Siempre estuvo rodeada de su séquito y de quienes pugnaban por hablarle. Emprendió el regreso a Buenos Aires con la sensación de que había hecho el ridículo y que había sido en vano el esfuerzo de viajar solo para saludarla.

Sin embargo, en el periodista fue madurando la idea de hacer un libro sobre ella, y especialmente sobre el papel de la mujer en los partidos políticos, pero era necesario planteárselo. Necesitaba estar con ella una semana y entrevistar a familiares y amigos. Estaba seguro que el libro sería un éxito.

En Buenos Aires tuvo tres entrevistas con la esposa del presidente pero fue poco lo que avanzó. Curiosamente le cayó muy bien a Perón, quien le encargó algunos trabajos, como editoriales para el diario Democracia y la redacción de discursos, cada dos o tres meses, que tuvieran alcance internacional.

Perón quiso que Penella escribiese un libro sobre él, y en su momento cajoneó los originales de la obra sobre su esposa
Perón quiso que Penella escribiese un libro sobre él, y en su momento cajoneó los originales de la obra sobre su esposa

Una tarde, charlando con el presidente en su residencia, salió el tema del libro sobre Evita. “¿Por qué no para el jefe?”, le propuso Perón y de pronto, Penella se vio escribiendo algunos borradores, relegando el proyecto inicial. Perón se entusiasmó cuando leyó los primeros capítulos y lo alentó a terminarlo. Le dijo que si necesitaba algo, que se lo pidiese al catalán José Figuerola, Secretario de Asuntos Técnicos del gobierno. Le pidió que trabajase rápido, porque hasta se le había ocurrido editarlo en varios idiomas.

Penella se encerró a trabajar y cada vez que le mencionaba a Perón el tema del libro de Evita, se hacía el desentendido. El presidente aprovechó que ella había hecho un viaje y organizó en la residencia presidencial una lectura de los originales. Penella se sorprendió al ver que Perón no le hacía objeciones y que todo le parecía un excelente material. Le pidió el borrador para leerlo en las vacaciones que se tomaría entre el 20 de diciembre al 6 de enero.

Con el correr del tiempo, las colaboradoras de Evita en la fundación que dirigía le insistían en que escribiese sus memorias para ser publicados para que fuera un insumo más para la rama femenina del Partido Peronista.

Evita, ansiosa y expectante, le preguntaba cómo iba su libro y Penella trataba de dilatar el asunto, diciéndole que había mandado a pedir a Llambí algunos libros sobre el papel de la mujer en la historia, que verdaderamente necesitaba consultar.

El periodista trabajaba con la máxima discreción y no se sentía cómodo. Sabía que el libro de Perón lo estaba haciendo a espaldas de ella, que cuando se publicase dirían que otro lo había escrito. En la prensa se había filtrado que el presidente se encerraba en su residencia para darle forma a un libro.

Cuando se aprobó la reforma constitucional que prohibía que los extranjeros pudiesen ser ministros Figuerola, el que asistía a Penella, fue relegado del gobierno y el libro de Perón se fue desdibujando.

El índice del libro. Son capítulos cortos y en la mayoría es inevitable la referencia a Perón
El índice del libro. Son capítulos cortos y en la mayoría es inevitable la referencia a Perón

En paralelo, había empezado a trabajar sobre el de Evita, quien cambió de planes: no quería un libro sobre ella, sino de ella. Se reunieron durante meses, con innumerables interrupciones por cuestiones de trabajo. Ella casi no probaba bocado y él, que le siguió el ritmo, bajó varios kilos.

El periodista quiso cortar por lo sano. Le propuso a Evita que haría una primera versión y que se volverían a encontrarse cuando la tuviese lista. Ella no contuvo su ansiedad y comenzó a llamarlo para reunirse. Él se negó una y otra vez, argumentando que aún no tenía listos los originales. Ella dejó de llamar.

Cuando lo tuvo listo, a Evita le agradó. En algunos tramos de la lectura, ella se emocionaba. “¡Así fue, así mismo!”, decía.

Perón la alentaba, y cierto día le pidió los originales y los cajoneó, aprovechando que su esposa estaba con toda su atención en la campaña por el voto femenino.

Cuando en 1951 la enfermedad de Evita se agravó, le insistió a su marido que quería ver su libro terminado. Perón se lo mandó a miembros de su gabinete para que lo revisaran. Quería tener cuidado por la mención de nombres y de detalles internos del gobierno. Lo devolvieron con muchas modificaciones, aparentemente hechas por Raúl Mendé, que desde marzo era el director de la Escuela Superior Peronista y que escribía las columnas que Perón hacía publicar en el diario Democracia y otros textos.

Penella había dividido el libro en tres partes: acción, opinión y misión. En la primera describía a Evita sumida en su tarea asistencial y gremial; en la segunda se desarrollaban sus ideas políticas y el tercero sobre la condición femenina.

La versión corregida no se parecía a la primera. Mendé había eliminado cerca de una tercera parte del contenido original.

Al texto le cambiaron el orden de algunos párrafos, se sumaron pequeños capítulos con títulos sencillos, y a lo largo de sus páginas, lo que en un primer momento sería un relato autobiográfico de la mujer, se incluyeron demasiados elogios a Perón. Se lo tituló “La razón de mi vida”.

Se lo presentó como “espontánea autobiografía para explicar las raíces íntimas de su gran amor por el pueblo…” Sin embargo, el prólogo adelanta que “por más que, a través de sus páginas, hablo de mis sentimientos, de mis pensamientos y de mi propia vida, en todo lo que he escrito, el menos advertido de mis lectores no encontrará otra cosa que la figura, el alma y la vida del General Perón y mi entrañable amor por su persona y por su causa”.

Penella fue a verlo al cura Hernán Benítez para que intercediera con Perón y quedara la versión original, pero el religioso le respondió que si ya lo había visto Mendé nada se podía hacer. Benítez diría que el libro estaba bien escrito pero que “tenía muchos inventos, muchas macanas”.

El libro incluye detalles cotidianas de la labor de Evita y de Perón, y tiene diversas fotografías de la pareja
El libro incluye detalles cotidianas de la labor de Evita y de Perón, y tiene diversas fotografías de la pareja

El periodista, que admiraba a Evita, intentó hablar con ella, pero no lo recibió más. Hubo encuentros ocasionales donde intercambiaron saludos pero ella enseguida cambiaba de conversación. También quiso hablar con Perón, quien lo trataba con amistad, pero se hacía negar. Los funcionarios de gobierno le respondieron que no se le debía nada.

“La razón de mi vida”, impresa por Jacobo Peuser, apareció en 1951. Se puso a la venta el 15 de octubre, día que se presentó en la editorial, Florida 750 en un acto presidido por Perón y del que participó el poeta Horacio Rega Molina. La editorial le obsequió al presidente -su esposa no pudo asistir por su enfermedad- una edición de lujo en cuero pergamino y los primeros cien ejemplares numerados para Evita.

Su tirada inicial fue de 300 mil ejemplares, y en el primer día se vendieron 150 mil. Los de tapa dura se vendían a 16 pesos, y 9 los de tapa blanda. Se llegaron a imprimir 1.300.000 libros.

El gobierno lo impuso por ley sancionada por el senado el 17 de julio de 1952 como lectura obligatoria en todos los niveles de educación. También, en la cámara alta se aprobó un proyecto que establecía una edición especial de cien mil ejemplares para enviarlos a los trabajadores de Estados Unidos. El mismo cuerpo la había ungido ese año como la “Jefa espiritual de la Nación” y a su esposo “Libertador de la República”.

Penella pudo leer la versión final cuando lo compró. Cobró 50 mil pesos de un pago que le habría hecho el gobierno; calculaba que por los derechos le corresponderían cinco millones de pesos, ya que el arreglo inicial con Evita era ir por partes iguales.

Luego consiguió un trabajo de agregado de información en la embajada de España en Uruguay, Chile y Brasil. Por su condición de diplomático, mantuvo un respetuoso silencio sobre el asunto. En su familia se conservó la versión original del libro y las hojas escritas de puño y letra por Evita. Su hijo Manuel Penella publicó hace unos años el libro “Evita y yo. La verdadera historia del libro de Eva Perón”, donde cuenta lo que realmente ocurrió con esta obra. “El original fue manipulado para complacer a Perón”, denunció su hijo.

En octubre de 1951 el periodista -que murió en 1969 de un ataque al corazón en su oficina en Río de Janeiro- la vio por última vez: “Gracias por el libro. Es el hijo que no tuve”, le confesó. A esa altura, Penella había invertido sus ahorros y tiempo y había quedado prácticamente en la ruina. Todo por contar la verdadera historia.

Fuentes: La Razón de mi Vida, de Eva Perón; Medio siglo de política y diplomacia (Memorias), de Benito Llambí; Evita íntima, de Vera Pichel; Historia del Peronismo, de Hugo Gambini

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