Lo primero que piensa Daniel Hendler cuando se despierta cada mañana es “estoy vivo”. Todavía no puede creer estar hablando y poder contarlo. Este argentino de 65 años que hasta hace un poco más de una semana vivía tranquilamente en su casa de un kibutz del sur de Israel, sobrevivió a un ataque terrorista en su casa. Y se salvó por dos milagros. Otra explicación no encuentra.
Hendler recibe la llamada de Infobae desde un hotel cercano al Mar Muerto, a 150 kilómetros de su casa, donde se encuentra bajo la protección del ejército israelí . Está junto a su familia. Tiene hijos y nietos. Están todos reunidos tratando de reponerse a la pesadilla que vivieron y de mantenerse enteros para enfrentar lo que tienen por delante. Una nieta se despierta y llora. Hendler la calma y pide volver a reanudar la conversación minutos más tarde. Su voz tiembla cuando empieza a repasar los hechos. “Físicamente estamos bien, pero estamos shockeados. Tuvimos una experiencia bastante problemática, difícil de contar. Mucha, mucha gente querida murió, otros están secuestrados en Gaza y acá estamos. Tratando de pasar esta época que no va a ser fácil, pero lo vamos a hacer”, dijo Hendler, que vive en Israel desde 1978, época en que decidió dejar la Argentina sometida por la dictadura militar.
El sábado último, el hombre estaba descansando en su casa situada en el Kibutz Kisufim, que está a solo 3 kilómetros de la frontera de Gaza. Todo comenzó a las 6 de la mañana con un ataque aéreo. “Estaba solo en casa. Cuando pasa un ataque de este tipo tenemos una especie de refugio que es un cuarto blindado. Tenemos una reglamentación para entrar y nos dicen qué tenemos que hacer”. El hombre explica que los refugios en las casas comenzaron a hacerlos hace casi 20 años cuando comenzó el conflicto con Hamas.
Dice que hasta ese momento, era un ataque más, porque habían tenido varios durante mucho tiempo. “Después nos dimos cuenta de que el ataque fue un anticipo de una invasión de grupos terroristas. A mi kibutz entraron entre 60 y 70 terroristas y empezaron a matar a mansalva gente. Es algo que ni puedo describir. Yo por supuesto, estaba dentro del refugio”, recuerda el argentino israelí, que calcula que la invasión al kibutz comenzó a las 7 de la mañana.
— ¿Cómo ese enteró de lo que estaba sucediendo afuera?
— Estaban al lado de mi casa, al lado de la ventana. Y yo los estaba escuchando. Gente hablando en árabe. Enseguida entendí lo que estaba pasando. Me quedé mudo. Con una sensación de miedo de muerte. Los tipos estaban ahí. Y tenía otro miedo. Porque yo estaba con mi perra Numa, que generalmente, cuando hay ese tipo de visitantes ladra. Sí, yo tenía mucho miedo de que ella empezara a ladrar. Si lo hubiese hecho, me quemaba (delataba). No sé cómo fue. Y yo no entiendo árabe pero ellos decidieron no entrar en mi casa. Rompieron una de las ventanas y tiraron una ráfaga de sus ametralladoras dentro de la casa. Y también me tiraron una granada que no explotó.
Hendler nunca vio a los terroristas. Ni se permitió verlos. Se mantuvo en el refugio cuerpo a tierra junto su perra. Hoy está convencido que está vivo de milagro. “Se puede decir que fueron dos milagros. Uno que la perra no ladró y la granada no explotó”.
— ¿Calmó a la perra para que no ladre?
— No hice nada. Se mantuvo en silencio sola. Te puedo asegurar de que fue increíble. Y la granada que no explotó. Si hubiera pasado una de las cosas de esas yo no podía estar hablando con vos ahora.
— ¿Durante cuánto tiempo se quedó encerrado hasta quedarse tranquilo de poder salir?
— Pasé toda la noche sin electricidad. Por supuesto que dos días no comí. Tomé un poco de agua. Bajo ningún punto de vista podía salir del refugio. Si lo hacía era hombre muerto. Me escondí en el refugio más de 24 horas. Pasé toda esa noche y a eso de las 8 de la mañana del domingo me vino a rescatar el ejército. Cuando me golpearon la puerta no sabía si eran de los nuestros o terroristas. Entonces me fui agachando hasta la ventana, en forma de cuerpo a tierra, cosas que aprendí en el ejército y pude ver que eran soldados y ahí me tranquilicé.
Hendler perdió la noción del tiempo. Pensó que fueron dos días y medio, pero después advirtió que fueron 24 horas, que seguramente habrán sido las más largas de su vida. En soledad, en alerta, incomunicado, sin comer, ni dormir, temiendo por su familia y en una situación de extremo peligro. Los soldados le dijeron que agarrara algunas pocas cosas, rápido, para evacuarlo. Lo escoltaron hasta un ómnibus con su perra Numa, que sigue a su lado. Al Mar Muerto llegó ese mismo domingo después del mediodía donde se reencontró con su familia, sana y salva. Pero se encontró con que muchas personas conocidas fueron asesinadas brutalmente y secuestradas. El dolor es inmenso.
“Parece una película como de Spielberg o de Hitchcock. Cada uno que está acá tuvo vivencias increíbles. Nos atacaron de una manera tan salvaje”, destaca. Y menciona a personas que conocía, una señora chilena, mayor de 90 años, que estaba en el refugio, la arrastraron hasta el salón y le pegaron dos tiros en la cabeza. Su ex suegro, porque Daniel está divorciado, también pasó por los mismo. Una persona mayor, de 90 años. Él y su cuidador, una persona llegada de Moldavia, fueron acribillados a tiros. Ellos vivían en otro kibutz. Y cuenta algo realmente aterrador que sucedió en el mismo Kisufim. Una familia que estaba a resguardo en el refugio de su casa, los terroristas les gritaron que salieran. Y al negarse les prendieron fuego a la casa y los quemaron vivos.
El sobreviviente a la masacre perpetuada por los terroristas también menciona a trabajadores de origen tailandés que fueron acribillados. Eran seis que trabajaban en la agricultura. Y se pregunta ¿por qué mataron a gente que venía de Tailandia? Y afirma: “Porque les dieron orden de matar a todo lo que tienen en el camino, no importa quién. Y para ellos un prisionero de cinco meses es lo mismo que un soldado. Tienen a bebés sin padres, sin madres. O madres sin los chicos. Un espanto”.
— ¿Cómo fue el reencuentro con sus hijos?
— De lo que estoy hablando es toda una vivencia de 24 horas. Me parece que a lo mejor envejecí 20 años con eso. En el momento que vi que todos, todos mis hijos y mis nietos qué estaban bien ahí fue todo mi mundo, ya no importaba otra cosa. Yo sabía que de forma milagrosa me salvé y todos los míos se salvaron. Me contaron que fui uno de los últimos en ser rescatados. A uno lo rescataron el sábado a las 21, y a otro, a las 4. Algo así. Ahora estamos en el mismo hotel.
A continuación, el video de rescate de la familia de uno de los hijos, con sus nietos. Por cuestiones de seguridad, el protagonista no ofrece más contenido de imágenes