Es muy común que cuando se habla de Dios, estemos refiriéndonos al Dios que adoran las religiones Abrahámicas, es decir las conocidas como “las religiones del Libro”: el judaísmo, el cristianismo y el islam. A nadie se le ocurriría pensar que cuando se menciona a Dios en el contexto occidental se está nombrando a Zeus o a Júpiter. O en nuestro contexto latinoamericano, referencia a las divinidades del panteón de los Aztecas: Huitzilopochtli; o de los Mayas: Hunab-ku.
Pero Dios es un sustantivo masculino que define a una entidad sobrenatural dotada de poderes superiores a los de los hombres. Esta divinidad ¿posee un nombre propio? Sí, pero no lo pronunciamos, es decir que no decimos su nombre. Esto tiene sus bemoles.
El Dios bíblico posee un nombre. Leemos en Éxodo 3. 13-15: “Moisés contestó a Dios: ‘Si voy a los hijos de Israel y les digo que el Dios de sus padres me envía a ellos, si me preguntan: ¿Cuál es su nombre?, yo ¿qué les voy a responder?’ Dios dijo a Moisés: ‘Yo soy: YO- SOY.’ Así dirás al pueblo de Israel: YO-SOY me ha enviado a ustedes. Y también les dirás: YAVE, el Dios de sus padres, el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado. Este será mi nombre para siempre, y con este nombre me invocarán de generación en generación’”.
Pero más adelante, cuando el Señor otorga los mandamientos a Moisés, prohíbe que su nombre sea mencionado, Éxodo 20. 7: “No tomes en vano el nombre del Señor, tu Dios, porque el Señor no dejará sin castigo a aquel que toma su nombre en vano.”
Este nombre prohibido, se compuso por 4 consonantes el llamado: El Tetragramatón: יהוה (en hebreo) que se traduce como: YHWH. Pero también hay otros nombres con el que se denomina a Dios en la Biblia como ser: Adonaí ; El ; El Brit; El Elyón ; El Olam ; El Shad(d)aj ; Elohim ; Shadai. El Tetragramatón no poseía vocales, pero solo una persona conocía el nombre con vocales y consonantes: el sumo sacerdote del templo, y solo podía ser pronunciado una vez al año en el Lugar Santísimo, en Yom Kippur. Los místicos judíos, sin embargo, creían que aparte de Dios, manifestado en la creación y en la teofanía del Sinaí, también se debería notar la presencia del Dios oculto, completamente inaccesible a cognición humana. Isaac el Ciego lo definió como “Lo que es esquivo”.
Cada vez que en la Tanaj (el conjunto de los veinticuatro libros sagrados canónicos en el judaísmo) aparece estas sílabas se pronuncia como “Adonaí” es decir “El Señor”. Con el paso de los milenios se perdieron las vocales, por tanto el nombre tuvo diversas traducciones tales como: Yahveh, Yahweh, Yahwoh, Jehovah, y otros, aunque para transcribir el Tetragramatón en español se recomienda y se le da preferencia a la forma Yavé; su variante Yaveh también está bien, pero se escribe sin tilde por ser aguda terminada en hache.
Pero no solo el nombre de Dios tuvo traducciones diversas, también el de Jesús. Según leemos en los Evangelios en la carta a los En Filipenses 2:9: “… Dios exaltó a Jesús hasta lo sumo y le dio un nombre que es sobre todo nombre”.
En el Nuevo Testamento, además del nombre Jesús, encontramos otros nombres de dados que abundan en significado y transmiten aspectos especiales de quién es Él para los Cristianos.
Jesús: es el primer nombre mencionado en el Nuevo Testamento en Mateo 1:1. En el versículo 21 leemos que Dios le dio este nombre. Un ángel del Señor se le apareció a José en un sueño y le ordenó: “Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”. Pero, ¿qué significa este nombre? Jesús es equivalente al nombre hebreo Josué que significa Yahweh Salvador o Yahweh salvación.
Emmanuel: En Mateo 1:23 vemos otro nombre para el Señor: “He aquí, la virgen quedará encinta y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel” que significa Dios con nosotros. El nombre Jesús le fue dado por el Arcángel, mientras que Emmanuel fue llamado por el hombre dado que Emmanuel “es más un título que un nombre, al igual que Cristo”. El texto de Isaías también explica que el Mesías será llamado “Maravilloso Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Isaías 9:5). Jeremías dice explícitamente que “el rey que reinará sabiamente” será llamado “Jehová es nuestra justicia”. Por supuesto, ninguno de estos nombres son nombres reales en sí mismos. Estos son atributos que describen quién es el Mesías. En hebreo, “ser llamado” y “ser” generalmente significan lo mismo, por lo que “ser llamado Emmanuel” significa, al final, que “él será el Dios que vivirá con y entre nosotros”. Por naturaleza es Emmanuel. Por su nombre es Jesús, “el nombre sobre todo nombre” (cf. Filipenses 28:11).
Cristo: Otro nombre usado en el Nuevo Testamento para Jesús es Cristo. Juan 1:41 dice: “Encontró a su hermano Simón primero y le dijo: ‘Hemos encontrado al Mesías (que se traduce como ' Cristo’)”. “Mesías” es una palabra hebrea; Cristo es su traducción en griego. Ambas palabras significan ungido. Cristo es el Ungido de Dios, Aquel a quien Dios ha designado para cumplir Su propósito, Su plan eterno. Por eso se lee como “Jesús, el Cristo” el cual lo hemos apocopado como “Jesucristo”. San Pablo, quien contribuyó en gran medida a difundir las enseñanzas de Jesús en el Imperio Romano, y al ser Judío helénico -es decir, que había nacido fuera de Israel-; y para que sus coterráneos comprendieran de los que estaba hablando, fue el que siempre designó a Jesús como Iesoûs Christós, “Jesús el ungido”, que se contrajo en el nombre de Jesucristo. Por la gran influencia que tuvieron sus escritos en la formación del cristianismo, este término terminó siendo adoptado en el ámbito religioso para hablar del personaje en su aspecto místico, mientras que el nombre Jesús se usaba para referirse al hombre.
El Verbo: Es otro de los nombres de Jesús. El comienzo del primer capítulo del Evangelio de Juan es muy profundo. El versículo 1 dice: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios”. El Verbo es la definición, explicación y expresión de Dios; es por tanto Dios definido, explicado y expresado. Esta calificación es muy teológica y muy específica para su interpretación. Pero leemos en el versículo 14 de Juan que “…el Verbo se hizo carne, puso su tienda entre nosotros, y hemos visto su gloria: la gloria que recibe del Padre el Hijo único, en él todo era don amoroso y verdad.” El Verbo, que es Dios mismo, salió de la eternidad y entró en la esfera del tiempo para hacerse carne, es decir, encarnarse en el hombre Jesús. El Verbo Eterno, que estaba con Dios y que era Dios, decidió unirse a la humanidad. En el Antiguo Testamento, el tabernáculo era la morada de Dios entre Su pueblo. Aquí, sin embargo, en el Nuevo Testamento, el tabernáculo era la Palabra hecha carne.
Cordero de Dios: Cuando Juan el Bautista estaba bautizando a la gente en Betania en Juan 1:29, “vio a Jesús que venía hacia él y dijo: ¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” haciendo clara referencia a los corderos que eran sacrificados en el Templo de Jerusalén para el sacrificio al Señor. En el Antiguo Testamento el pueblo tomaba un cordero propio y hacía el sacrificio en favor de sí mismo, en el Nuevo Testamento es Dios mismo quien sacrifica a su “Cordero”, en favor de toda la humanidad. Por lo tanto, hasta el día de hoy se sigue utilizando el término “Cordero de Dios” muchas veces para referirse a Jesús.
¿Y el nombre de María, la madre de Jesús? Según la Enciclopedia Católica, la forma hebrea del nombre de María es Miriam (o Myriam) y puede haber sido su nombre real. Sin embargo, a lo largo de los años, el nombre ha pasado por varias traducciones a medida que la Biblia se ha extendido por todo el mundo. El nombre “Miriam” está más cerca del hebreo original que del latín “María”.
Además, muchos eruditos y santos consideraron que la definición original del nombre tenía un gran simbolismo. Algunos estudiosos de la Biblia han interpretado que el prefijo “mar” en el nombre de María significa “gota del mar”. San Jerónimo lo tradujo del latín como “stilla maris”, que luego fue cambiado a Stella (estrella) Maris. Esto explica el título popular de María como “Estrella del Mar”. San Buenaventura adoptó muchos de estos significados y combinó su simbolismo, dando a cada uno su propio significado espiritual: “Este nombre santísimo, dulce y digno era eminentemente adecuado para una virgen tan santa, dulce y digna. María significa mar amargo, estrella de mar, la iluminada o iluminadora. María se interpreta como Señora. María es un mar amargo para los demonios; para los hombres, ella es la estrella de mar; para los ángeles ella es la iluminadora, y para todas las criaturas ella es la Señora.”