Vivi Roitman es argentina, tiene 63 años, y hace 42 que vive en Israel en el kibutz Nir Izhak. Estaba en su casa junto a su marido cuando comenzó el ataque del grupo terrorista Hamas, y se escondieron en un pequeño cuarto de seguridad durante 12 horas. “Quisieron entrar tres veces en distintos horarios, nosotros estábamos muertos de miedo, pero no pudieron entrar a la habitación”, expresa en diálogo con Infobae. En uno de los intentos, casi logran derribar la puerta que mantenían trabada con una cadena, y pensaron que no sobrevivirían. Sus vecinos, entre los que se encuentra la mejor amiga de Vivi, fueron secuestrados y están desaparecidos. Desde el lobby del hotel a donde fueron trasladados por el Ejército israelí, relata la aterradora vivencia y la desesperante búsqueda por el paradero de sus amigos.
“A las 6:30 de la mañana del sábado sonó una alarma, y nosotros sabemos que cada vez que suena tenemos que entrar al refugio, que es un cuarto chiquito, un dormitorio dentro de la casa que está hecho con paredes más fuertes, de otro material para que no pasen las balas, y generalmente cuando suena es porque están tirando misiles; entonces solemos entrar, esperar unos minutos y después de que se escucha el impacto, que tiembla toda la casa, salimos”, explica. Esta vez fue diferente, porque recibió un aviso en el grupo de WhatsApp del kibutz que decía: “No salgan, aunque no escuchen nada y haya silencio, no salgan; entraron terroristas y es muy peligroso”.
Su marido, de 72 años, transcurridas dos horas tenía mucha sed, y quería salir de la habitación, pero Vivi se opuso y lo convenció de quedarse. “Gracias a Dios no estaban mis hijos ni mis nietos, estábamos solos, pero hay otras familias que estaban con sus bebés, con niños, personas en sillas de ruedas, sin poder comer ni beber, sin acceder a medicamentos”, dice con profunda tristeza. A las 10.30 de la mañana oyeron ruidos y supieron que habían irrumpido en su casa. “Escuchamos que rompían vidrios, que hablaban en árabe gritando ‘¡Allah Akbar!’ -en árabe “Dios es grande”- y destrozaron todo, también comieron, robaron cosas, y trataron de abrir la puerta del cuarto de seguridad, pero tenemos una cadena que cierra la puerta de adentro y gracias a que no tenían explosivos, no pudieron abrirla”.
Como muchos no sabían lo que estaba pasando, lo primero que hizo Vivi fue alertar a sus vecinos. “Les escribí: ‘Están en mi casa, no salgan’, porque nuestra casa fue una de las primeras a las que entraron”, indica. Cuando los terroristas se fueron, su esposo pensó que lo peor ya había pasado, y que no volverían dos veces al mismo lugar. Pero una hora y media después, volvieron a ingresar. Afortunadamente, tampoco pudieron derribar la puerta y abandonaron la propiedad. “Dos horas después regresaron, y esta vez forcejearon más la manija, estaban intentando entrar con todas sus fuerzas, y yo salté para sostener la manija con la mano lo más fuerte que pude, temiendo que metieran un arma por el agujerito de la puerta, o que lanzaran una granada, como hubo en otros lados, pero tuvimos la suerte de que nos salvamos”, relata compungida.
Cuando lo recuerda sigue temblando, en su voz se percibe el dolor, la impotencia y la desesperación. “Todas esas 12 horas estuve petrificada, era como si yo me quedara quieta y mi cuerpo saliera de sí para accionar, porque estaba como una pesadilla de la que todavía no me puedo despertar”, se lamenta. Su esposo es veterano de la Guerra de Yom Kipur de 1973, y fue quien reconoció a los soldados del Ejército Israelí que llegaron en micros para rescatar a los sobrevivimientos y evacuarlos a lugares seguros.
“Nos mandaron a la mayoría a los hoteles cerca del mar muerto, a tres horas de viaje de nuestra casa, aunque yo ya no sé si tengo casa, porque hay muchas que explotaron, otras las incendiaron para que la gente saliera de los refugios y poder matarlas; no hay palabras para describir lo que está pasando, es más que una masacre”, sentencia.
Madres por la paz
Vivi cuenta que viajó por primera vez desde Buenos Aires a Israel a los 17 años, y cuando conoció la vida en el kibutz decidió que allí iba a formar su futuro. “De casualidad vine al mismo kibutz donde terminé viviendo desde los 21, ahí nacieron mis tres hijos; fui maestra jardinera, me dediqué a la educación durante 30 años, y el último tiempo trabajé con personas de la tercera edad, muchos de los que ahora con mucha impotencia veo en los videos que comparte Hamas donde los maltratan, se burlan de ellos y les piden que hagan la letra ‘V’ de ‘Victoria’ con los dedos, mientras los tienen secuestrados”, manifiesta angustiada. Con algunos de esos adultos mayores tomó el té la semana pasada, y todavía no puede creer que este sea el presente.
“Nuestros vecinos son gente muy pacífica, todos trabajadores del campo o asistentes sociales, y no somos los únicos, porque en Israel hay muchos partidos que piden por la paz; no son partidos políticos, sino manifestaciones que se hacen, y yo pertenezco a uno en el que mujeres árabes, judías e israelíes caminamos juntas con una camisa blanca y un cordón azul, y nos llaman ‘Las madres por la paz’”, revela.
“Tengo amigas que son palestinas, con las que hablaba cada vez que podía, y ellas también sufren, porque quieren tener una vida normal, estar con su familia. criar a sus hijos, trabajar, y siempre son los civiles los que sufren de ambos lados, porque nos hacen pedazos la vida”, cuestiona. Y ruega: “Soy una mujer judía, argentina, que vive en Israel, y creo que el mundo tiene que unirse para que esto no siga avanzando, porque a Hamas no le importa la religión, el color de piel ni el sexo de las personas, y por eso es importante luchar por la paz, para que el día de mañana no entren a las casas de otras familias”.
El domingo a la madrugada cuando llegó al hotel donde se están refugiando tuvo una charla con un psiquiatra, y asegura que ese desahogo fue muy importante para intentar ponerse de pie. “Empecé a ir por los hoteles a visitar a los ancianos con los que yo trabajaba, y cuando me ven se ponen a llorar y me dicen: ‘Vivi, esto es otra vez el Holocausto’, porque muchos de ellos lo vivieron, son sobrevivientes, y tienen razón, por la crueldad de los terroristas, de destrozar, robar, e ir como carniceros casa por casa para tratar de matar y secuestrar, quemar viva a la gente, y raptar gente de 90 años, lamentablemente entendí que Hamas es como Isis”, expresa.
“Matar a bebés, mujeres embarazadas con nenes chiquitos en los brazos, no sé cómo la mente humana puede aceptar una cosa así, y a lo que lleva el fundamentalismo y el fanatismo de los extremistas, que son peor que los animales, porque un animal mata por supervivencia, pero ellos matan con odio y sienten satisfacción de dejar a la gente sin honor y no tienen ningún escrúpulo para asesinar y decapitar a quien sea”, indica, mientras siente un nudo en la garganta, porque a su alrededor ve la tristeza de padres que perdieron a sus hijos, e hijos que se quedaron sin sus padres.
“Todos los que estamos evacuados tenemos a alguien que está desaparecido, ya sea de la familia o amigos, y la gente está sentada en el lobby llorando, mientras nos damos consuelo los unos a los otros”, expresa. “Estamos todos shockeados, sin saber a dónde volver ni cuándo vamos a volver porque dicen que todavía hay terroristas en el kibutz, entonces lo que hacemos es vivir un día a la vez, y nos aferramos a la solidaridad del pueblo de Israel, que nos hace llegar ropa, zapatos, artículos de higiene, alimentos para bebés y juegos para los más chicos, porque salimos de nuestras casas con una mano adelante y la otra atrás, dejamos todo ahí”, explica.
Vivi asegura que tiene el “alma rota”, y siente que falta mucho para que la pesadilla termine. “Esto recién empieza, todavía no se sabe a quiénes se llevaron por los túneles o por el campo, hay gente que quedó enterrada debajo de sus casas quemadas, a cada momento nos enteramos de más desaparecidos y más muertes”, se lamenta. Agradece las muestras de afecto que recibieron en estos días, y concluye: “Sentimos el apoyo del pueblo argentino y nos emociona mucho”.