Brenda, mi hija, tiene 18 años, se fue a Israel en febrero de este año, apenas terminada la secundaria, con la idea de conocer el país, su sociedad, y tomarse este año para decidir su futuro, si volver a Argentina a estudiar o quedarse allí a vivir, pero lo que sabe con seguridad es que donde sea el próximo año comenzará la carrera de Actuario. Se fue con amigas a hacer un plan de estudio de 4 meses de perfeccionamiento de inglés en una universidad del norte del país donde vivía y estudiaba. Al finalizar el plan la idea era quedarse a trabajar 8 meses, para eso alquiló un departamento en el centro del país junto con 3 amigas y comenzó a trabajar en el hotel Hilton.
El momento de la despedida no fue fácil para ninguno de los dos, ya que era la primera vez que nos separábamos por tanto tiempo, fue un momento duro pero gratificante a la vez, era ver como mi hija, que se lleva el mundo por delante, iba en búsqueda de su futuro, algo a lo que siempre la alentamos en casa para que ampliase su visión de la realidad y tenga más herramientas en la vida.
Las comunicaciones con ella son muy fluidas, no pasa un día sin hablar, sin hacer videollamadas, y si bien esta experiencia le sirvió para aprender a arreglarse sola en todos los aspectos de la vida cotidiana adulta, no deja de consultarnos ante las distintas dudas que se le presentan, más allá de que siempre toma sus propias decisiones.
Fueron meses muy felices para los dos, para ella por todas y cada una de las experiencias que me fue contando y para mí por verla ser feliz. Encontró en Israel un lugar con mucha seguridad y tranquilidad, a los días de estar allá se manejaba como una ciudadana más, moviéndose de una ciudad a otra e incluso me hacía video llamadas a la madrugada de Israel mostrándome cómo atravesaba un bosque para ir a trabajar sin tener miedo, algo a lo que no estaba acostumbrada. Desde el momento en que llegó siempre se topó con gente dispuesta a ayudarla en todo lo que fue necesitando, eso es parte de la cultura del pueblo de Israel, y aunque siempre lo supo, vivirlo en carne propia fue emocionante.
En el momento en que comenzaron los ataques terroristas Brenda estaba en su departamento en Tel Aviv, se levantó y se fue trabajar como todos los días, no estaba enterada de lo que estaba sucediendo en el sur del país y sin ser consciente de la gravedad aun escuchando algunos cohetes explotando en el cielo de su ciudad (por las intercepciones de los sistemas anti misiles). Una vez en su trabajo le fui contando lo que estaba pasando y fue entendiendo la crudeza de lo que se estaba viviendo en el país, de hecho, al volver a su departamento luego de la jornada laboral tuvo que ir a refugiarse bajo las escaleras unas 5 veces por el sonido de las sirenas. Los días subsiguientes ella y sus amigas no se movieron de su departamento un poco por la incertidumbre de lo que sucedía afuera y otro poco por consejos míos. Por mi especialidad en estudios de terrorismo, sobre seguridad y por mi cobertura sobre el conflicto en la región, le pedí que en todo momento se mantuviese en contacto con familiares y amigos que viven en Israel y que hiciese caso a todas las indicaciones de las autoridades. A partir de ese momento la comunicación entre nosotros fue casi minuto a minuto, acordando cada movimiento que haría.
Cuando se aconsejó que todos los ciudadanos del país debían estar cerca de un refugio por 72 horas, nos encontramos frente a un dilema. En su departamento no hay refugio y tenía que trasladarse a la casa de unos amigos, argentinos que conoció allí, y que la invitaron a convivir esos 3 días, pero ya era de noche y yo no quería que saliera y viajara sola. Así fue que a través de la madre de una amiga fue contactada por una mujer que integra una red de ayuda para latinoamericanos, redes solidarias que abundan en Israel, para llevarla en su auto de un lugar a otro, arriesgándose a salir en el medio de la noche para ayudar a quien lo necesite. Esto realmente la conmovió, sintió como nunca la solidaridad israelí.
En estos momentos todavía se encuentra en el departamento de sus amigos junto a más gente, porque así se hace más llevadero, según sus propias palabras “los días son eternos, el encierro es peor que en la pandemia”.
A la distancia uno siente una impotencia terrible, si bien en ningún momento tuve miedo, ni sentí que estuviera insegura, el no poder estar al lado de una hija en estos momentos es durísimo, pero ella está tranquila y eso me transmite serenidad. Las noches son difíciles, casi no puedo dormir, la cabeza trabaja todo el tiempo, desde que comenzó todo no debo haber dormido más de ocho horas en total. Si bien obviamente esto es en parte porque ella está allá, la realidad es que todo el pueblo de Israel es mi familia, somos todos hermanos, y por ello estoy muy triste, lo que siento es imposible de describir con palabras.
El proyecto de Brenda en Israel finalizaba a fin de diciembre, y si bien no tiene miedo y quisiera quedarse, entendió que ahora debe volverse porque la mayoría de sus amigos argentinos adelantaron sus regresos y se quedaría sola en un momento complejo, así que estamos con los trámites para que lo haga lo antes posible.
La espero con los brazos abiertos y la convicción intacta de que debe seguir buscando su futuro donde sea que ella quiera.
Dani Lerer Dani Lerer es periodista y experto en terrorismo y crimen organizado. Su cuenta en X @Danilerer ofrece información actualizada sobre Israel y Medio Oriente