Roque Pérez lleva el nombre del abogado cordobés que murió víctima de la fiebre amarilla en 1871, cuando estaba al frente de la Comisión Popular de Salubridad. Al momento del nacimiento de Juan Domingo Perón, era un caserío que se fundaría como pueblo el 21 de septiembre de 1884 gracias a la llegada del ferrocarril y que alcanzaría su autonomía municipal el 24 de junio de 1913.
Ya forma parte del folklore de la región el tenso tironeo con la vecina ciudad de Lobos, ya que ambas localidades se adjudicaban ser la cuna del ex presidente. La historia oficial señalaba que había nacido en la casa de la calle Buenos Aires 1380 de Lobos. Pero pacientes investigaciones de biógrafos del general finalmente brindaron las pruebas que había sido en una habitación de piso de tierra, en un rancho de adobe en las afueras de Roque Pérez.
En la campaña electoral de la fórmula Cámpora-Solano Lima de 1973, la Juventud Peronista colgó el cartel “Roque Pérez pueblo natal del General Perón”. Ellos sabían que la casa de Lobos que se consideraba natal había sido construida muchos años después del nacimiento del fundador del peronismo. Ahí funcionaba la pensión de Moore, donde solía alojarse el papá del futuro presidente.
Perón habría sido un hijo natural, tardíamente reconocido. Su abuelo, Tomás Liberato Perón fue médico, presidente del Consejo Nacional de Higiene y estuvo en la guerra del Paraguay. Falleció en 1889. Su hijo, el porteño Mario Tomás -nació en Corrientes y Libertad- abandonó sus estudios de medicina y a los 23 años llegó a Lobos para ser juez de paz. Su papá le había recomendado los aires de campo para curarse de una neumonía. Allí conoció a Juana Sosa Toledo, una criolla con sangre mitad tehuelche y española, que trabajaba en una estancia en Salvador María, criando ovejas y realizando diversos menesteres.
Mario y Juana convivieron en Lobos. Primero nacería Mario Avelino el 30 de noviembre de 1891 y al tiempo se mudaron a Roque Pérez, a un rancho que estaban construyendo, por 1893, con paredes de adobe y ladrillo, techo a dos aguas, una ventana y dos puertas. En una foto de ese año, se ve a Juana embarazada, parada detrás de Mario Tomás.
Si uno pretende ir a Roque Pérez un 8 de octubre a participar de las celebraciones del cumpleaños de Perón, llegaría un día tarde. Porque para los roqueperenses, nació un 7 de octubre de 1893, y no de 1895 como siempre se creyó.
La lejanía de los registros civiles hacía que la gente anotase tarde a las criaturas o que nunca lo hiciera. Para ir a Lobos, había que transitar unos 35 kilómetros y vadear, cuando se podía, el río Salado, que entonces carecía de puentes. Biógrafos, como Enrique Pavón Pereyra e Hipólito Barreiro, descubrieron que había nacido el 7 de octubre de 1893 en ese rancho de Roque Pérez.
Se llamó Juan Domingo, por los nombres de sus dos abuelas. Y se lo anotó como Sosa.
Sus padres, Mario, de 33 años y Juana, de 26, finalmente se casaron al mediodía del 25 de septiembre de 1901 y reconocieron a Mario Avelino y Juan Domingo como sus hijos.
Luego del casamiento, el padre viajó solo a Santa Cruz a probar fortuna. Al año, hizo ir a la familia, que se embarcó en el buque “Santa Cruz”. En el sur el niño Juan Domingo recibiría su primer regalo: un rifle calibre 22, con el que aprendió a cazar. Los fríos extremos que debían soportar en el invierno, los hicieron radicarse más al norte, en Chubut.
Pero a Juan Domingo lo mandaron a estudiar a la ciudad de Buenos Aires. Vivió un tiempo en Ramos Mejía, en la casa del abuelo paterno. Entre 1904 y 1905 iba al turno mañana en la escuela del distrito 1, en San Martín 548, junto a sus primos hermanos Julio y María Amelia Perón. Su primera maestra fue Agustina Boggero y la de segundo grado fue Asunción Deroqui de Banquero. Después, continuaría sus estudios en la Escuela Parroquial Nuestra Señora de la Merced, en la calle Cuyo 1251. Los primeros tres años del secundario los cursó en el Colegio Politécnico, que funcionaba en la calle Cangallo 2311, y que luego se mudó a Olivos. Iba a Chubut en las vacaciones a visitar a sus padres.
Se entusiasmó en estudiar medicina, pero como algunos compañeros se anotarían en el Colegio Militar, lo convencieron. Pero el hecho de ser un hijo natural podía ser un impedimento para el estricto ingreso al Colegio Militar. Nuevamente, Pavón Pereyra aseguró que pudo entrar gracias a las gestiones del padre del que sería el senador Julio Amodeo, que integraba la comisión de Guerra (no existía la denominación Defensa entonces) de Diputados y también por las gestiones de su abuela Dominga Dutey. Y el 1 de marzo de 1911 comenzó su carrera militar.
A los roqueperenses les viene como anillo al dedo el origen de Perón, porque les sirve para compararlo con el de Evita: ambos hijos naturales, de familias humildes, nacieron en ranchos y convivieron con gauchos.
El rancho, de 48 metros cuadrados, se conserva tal cual, está aún sobre calle de tierra, que se llamaba Mitre y que fue cambiado por Perón, y estuvo habitado hasta 1995. Está enfrente del hogar de ancianos y muy cerca, hay un terreno de un cuarto de manzana, en Presbítero Francisco Massobrio y Sabaté, que lo había comprado el expresidente, y aún está a su nombre.
Según autoridades locales, originalmente el rancho estaba en un terreno de seis lotes. En 2001 arqueólogos de la Universidad Nacional de La Plata realizaron excavaciones en el lugar y hallaron diversos objetos: balas, monedas, botellas, un hacha, una tijera para esquilar, un serrucho, hasta un baúl y una cocina a leña, que se exhiben en el rancho.
En 1946, cuando Perón redactó de puño y letra su declaración jurada, incluyó entre sus bienes “un terreno en el pueblo de Roque Pérez, provincia de Buenos Aires”.
Por 1938, siendo un joven teniente coronel, llegó a Roque Pérez y enfiló al fondo del pueblo, dándole la espalda al camino principal. En medio del campo, se dirigió a un rancho. Parado en la puerta, señalando al interior le dijo a sus ocupantes, los Illescas: “Yo nací en esa habitación”. Venía de ser agregado militar en Chile y aún era un perfecto desconocido para casi todo el mundo, pero no para algunos viejos habitantes con recuerdos grabados a fuego en la memoria.