Cada 4 de octubre la Iglesia celebra a San Francisco de Asís. Este mismo día se celebra el Día Mundial del Animal. Es que Asís es considerado su patrono. Es considerado la primera persona que creyó que todos los seres vivos, incluyendo los animales, son criaturas de Dios. Tanto fue así que el papa Juan Pablo II en 1980 lo declaró patrono de los veterinarios, animales y los ecologistas.
La historia de este santo arranca el 17 de septiembre de 1224. En ese momento un ermitaño de 42 años, oriundo de la ciudad de Asís, se hallaba perdido en la soledad del Monte Averna. Habían pasado 72 horas de la solemne celebración de la Santa Cruz. Desde el día de la Asunción de la Virgen, ese lugar había sido su refugio en busca de paz y serenidad. Allí, en la región del Casentino, enclavado en el Apenino toscano, al norte de la provincia de Arezzo, entre las fuentes del Tíber y el Arno, el monte se alza como una isla de rocas apenas visibles entre la espesura de un bosque. Se asegura que el nombre se origina en la palabra “herna”, que significa piedra o lugar rocoso.
El ermitaño, cuyo nombre originalmente era Giovanni di Pietro Bernardone, pero que con el tiempo adoptaría el sobrenombre de Francisco, meditaba sobre la pasión de Cristo. Había dejado la carrera militar. En ese preciso instante, el escenario se transformó. Un Serafín resplandeciente, dotado de seis alas majestuosas, apareció ante él. En el centro de este ser surgía la figura inconfundible de un hombre crucificado. Desde esa aparición emanaron rayos de luz que, con precisión quirúrgica, traspasaron las manos, los pies y el costado del ermitaño, infligiéndole los estigmas sagrados.
El tipo de heridas refleja su correspondencia con la Pasión de Jesús a través de las siguientes señales: heridas en manos o muñecas y pies causadas por clavos, heridas en la cabeza semejantes a las provocadas por la corona de espinas y en la espalda, semejantes a las del látigo en la flagelación.
Fray León fue el único testigo de los momentos previos a la estigmatización de san Francisco. Al final de su vida, el santo confió el cuidado de su persona a cuatro de sus más allegados. Uno de ellos fue precisamente el fray León. Francisco intentó disimular los estigmas, pero le fue casi imposible. El suyo fue el primer caso muy documentado de un estigmatizado en la historia de la Iglesia, y el único caso con fiesta litúrgica propia otorgada por el Papa Benedicto XI (Nicola Boccasini, Sumo Pontífica desde 1303 a 1304).
Del mismo modo, la noble señora Jacopa dei Settesoli, muy amiga del santo de Asís, le confeccionaba unas alpargatas de algodón y unos mitones del mismo material para proteger las llagas. Fue gracias a ella que Francisco llegó a ver al papa Inocencio III, ya que era la cuñada del primer consejero papal.
Francisco, que le había otorgado el título de “Fra”, -es decir “hermano”- y no el de “Sor”, le escribió una carta días antes de morir: “A doña Jacopa, sierva del Altísimo, el hermano Francisco, pobre hombre de Cristo, desea la salud en el Señor y la comunión en el Espíritu Santo. Sepa, querida, que el bendito Señor me ha dado la gracia de revelarme que el final de mi vida. Por lo tanto, si quieres encontrarme todavía con vida, tan pronto como hayas recibido esta carta, date prisa y ven a Santa María degli Angeli. Porque si vienes más tarde el sábado, no podrás verme con vida. Y trae contigo un paño de color ceniza para envolver mi cuerpo”
También Dante, en su “Divina Comedia”, menciona el hecho prodigioso del Monte Averna, en el undécimo del Paraíso: “En el áspero monte entre el Tíber y el Arno / de Cristo recibió el último sello / que sus miembros llevaron durante dos años).
Hoy en día, el lugar donde ocurrió el evento milagroso es un importante santuario franciscano. En esa montaña se construyó una capilla en el lugar que San Francisco recibió los estigmas. Se destaca allí la basílica de Santa María de los Ángeles, junto a la entrada original del santuario. Esta fue la primera iglesia en este terreno, construida en el siglo XIII y adornada con cerámica vidriada. La capilla de los Estigmas se encuentra al final de un pasillo. En el suelo, frente al altar se colocó una losa, en recuerdo del lugar exacto.
Otros casos de estigmas
Si bien siempre se consideró a San Francisco de Asís como el primer caso de estigmatizado documentado de la historia de la Iglesia, hubo otro anterior a él, doce años antes y fue el de María de Oignies, una beguina y mística que nació en Nivelles en 1177 y falleció el 23 de junio de 1213 en Oignies, Bélgica.
En la Iglesia Católica hay 70 santos o beatos, de ambos sexos, que recibieron estigmas. Y el más popular del S. XX fue San Pío de Pietrelcina (1887-1968), capuchino italiano.
Vale la pena aclarar que cuando se reconoce el fenómeno como auténtico se lo acepta, pero en ningún caso se lo propone para ser creído como dogma de fe. La Iglesia no canoniza a nadie tan solo por ser estigmatizado, sino por haber vivido su vida practicando las virtudes teologales y luego, que por su intercesión se obtenga de Dios un milagro reconocido. Es por ello que aunque se reportaron más de 350 casos y sólo 70 fueron canonizados.
Algunos científicos afirman que estos hechos ocurren sólo en las personas que llevan una vida muy espiritual y mística. Su religiosidad y obsesión por las llagas de Jesús le hacen entrar en un profundo éxtasis, generando una autosugestión capaz de somatizar la experiencia psíquica. Y es que los estigmatizados reportan las visiones en las que se presenta Cristo o ángeles, mantienen conversaciones con Dios o personajes religiosos y hasta perciben olores extraños. Por esta razón, algunos catedráticos indican que es posible que la mente influya sobre sus organismos, al punto de provocarse heridas sangrantes correspondientes a su fe en Cristo. De aquí se desprende que los estigmas en dichas personas aparezcan en los lugares prefijados por el arte iconográfico y las imágenes y no en los lugares que según los estudios modernos Cristo fue crucificado.
Por ejemplo, aparecen señales en las palmas de las manos, pero según los estudios Jesús no fue clavado por sus palmas a la cruz (se comprobó que no resisten el peso de un cuerpo) sino por debajo de la muñeca, por el espacio entre los huesos cúbito y radio. Lo mismo ocurre con los pies: es muy factible que haya sido crucificado al madero por los talones y no por el empeine como se lo acostumbra a ver.
Por tanto, todo lo referente a los estigmas y a los estigmatizados, solo es creíble para aquellos que tiene fe, y para estas personas, su fe les basta para poder seguir el camino de la vida.