Carlitos Páez y la Sociedad de la Nieve: “En la cordillera padecimos más la sed que el hambre, esa es la verdad”

Cerca del estreno de la película donde aparece en el rol de su padre, uno de los 16 sobrevivientes del accidente del avión uruguayo en la cordillera de Los Andes el 13 de octubre de 1972 habló con Infobae sobre el film y la experiencia de soportar 72 días en la nieve. La decisión de comer carne humana. El frío de 25 grados bajo cero. La vida al regreso. Sus adicciones. El emotivo recuerdo de su mamá

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Entrevista a Carlitos Páez, sobreviviente de La tragedia de Los Andes - Entrevista Completa

-¿Te digo Carlos o te digo Carlitos?

-Carlitos.

Hace casi 51 años -faltan apenas días para el 13 de octubre-, Carlitos Páez era un chico uruguayo de 18 años -”un pelotudo”, según se definirá él mismo en esta entrevista-, hijo del famoso pintor Carlos Páez Vilaró y de Madelón Rodríguez Gómez, que viajaba en una gira de rugby a Chile junto a otras 46 personas a bordo de un avión Fairchild FH-227D de la Fuerza Aérea Uruguaya. Lo que sucedió aquel día en 1972 es bien conocido: la aeronave se estrelló, y sólo 16 fueron rescatados con vida el 22 de diciembre, luego de 72 días de permanecer en la montaña, y 62 de saber que ya no los buscaban. Y este hombre que es hoy, el publicista, el que da conferencias y charlas a poderosos empresarios en cualquier parte del mundo, aún se emociona cuando habla de sus padres y de sus compañeros. De esa “Sociedad de la Nieve”, como el título de la película que dirigió Juan Antonio Bayona y produjo Netflix, que aún no tiene fecha de estreno en Argentina, y en la que actúa en el rol de su padre.

La charla arranca precisamente ahí, en el film. Y en su director. “Bayona dirigió Lo imposible, la película de tsunami tailandés, El orfanato, Jurassic World, El Señor de los Anillos, mirá qué películas. Cuando estaba dirigiendo Lo imposible le llegó a sus manos el libro La sociedad de la nieve, de (Pablo) Viersi, que era un compañero de Nando Parrado del colegio. Es un libro maravilloso. Y lo empezó a leer y dijo ‘me estoy equivocando de película, yo tengo que hacer la de los sobrevivientes’. Tanto es así, que Lo imposible se llama así por el libro de Viersi, porque dijo ‘esto es imposible’. Lo terminó de concretar ahora, que se acaba de estrenar con un éxito monumental, clausurando el Festival de Venecia, rompiendo todos los récords del Festival de San Sebastián. La producción es de Netflix y veremos cuando se estrena, es la pregunta del millón.

-¿Será para el aniversario?

-Supongo, pero no quieren decir nada, hay estrategias. La película fue nominada para el Oscar por España, tienen esperanzas, pero para estar en el Oscar tiene que pasar por cines, entonces tienen todo un lío ahí.

-El libro tiene la particularidad que hablan todos los sobrevivientes.

-Sí, y en la película también. Esa es la gran diferencia que tiene con Viven. Si bien fue una película muy buena y muy taquillera, es más tipo gringo, con el chico de la película, Ethan Hawke. Esta es una película coral, donde todos actúan. Nando Parrado dijo, ahora van a saber lo que lo que vivimos en Los Andes, porque la película está hecha con un realismo brutal. Se empezó a filmar en Sierra Nevada, en España y se terminó de filmar acá en la cordillera, donde nos caímos nosotros. Filmaron la caminata exacta de Parrado y Canessa. Se filmó en Montevideo también, en el aeropuerto viejo de Montevideo. Es una película que es un homenaje a la vida. Y es un homenaje a la amistad y a la solidaridad.

Los 45 que salieron de Montevideo, horas antes que el avión se estrellara en la cordillera de Los Andes
Los 45 que salieron de Montevideo, horas antes que el avión se estrellara en la cordillera de Los Andes

-¿Vos cómo cómo llamas a lo que les pasó? Porque hay muchos que dicen la tragedia de los Andes, y otros el milagro de los Andes.

-Te diría que no es ni tragedia ni milagro. Porque milagro habría sido aparecer los 45 vivos después de 70 días. Yo creo que el milagro es el hombre capaz de adaptarse a esa circunstancias. Y tragedia sí, fue un horror para los que murieron, naturalmente, pero para otros no, porque al final -yo veo siempre el lado positivo- triunfó la vida. Hoy somos más de lo que salimos en aquel avión. En mi caso personal, gracias a que estoy vivo, hay ocho más. El 22 de diciembre, cuando se celebraron los 50 años, había como 120 descendientes de los sobrevivientes. Entonces, al final, pasas raya para decir que valió la pena nuestra historia para que lo que triunfe sea la vida.

-¿Quién era vos antes de de embarcarte en ese avión?

-Y... yo era un pelotudo. Disculpame la palabra, los uruguayos no hablámos mal, pero yo era un nene que no servía para nada, malcriado, consentido, tenía niñera en esa época. Cuando vos tenías una niñera de chico continuaba en la casa. Fue la que me hizo la valija para ir al viaje. Nunca había visto un muerto en mi vida, venía de una situación acomodada, con un papá pintor que, con tal de pintar y que no le rompieran, nos daba todo. A mi mi la cordillera me sirvió. Me pasé los 70 días con mocasines de Guido, que era una marca que estaba de moda acá en aquella época. Los uruguayos moríamos por tener un mocasín de Guido.

-No tenían otra cosa, además.

-Totalmente, los 70 días con mocasines de Guido, a 25 grados bajo cero. Yo no sé si eran buenos o malos para el frío, pero...

-Se la bancaron.

-Se la bancaron.

Entrevista a Carlitos Páez, sobreviviente de La tragedia de Los Andes - El Accidente

-Y de pronto el accidente inesperado.

-De pronto el accidente. Sí, cuando cruzando la cordillera hubieron dos pozos de aire gigantescos, nosotros gritamos como en la plaza de toros ‘oooole’, con la inconsciencia de la juventud. Y de repente sentimos el golpe. Chocamos a 400 kilómetros por hora contra la montaña. El avión se partió al medio y se desplazó como si fuera un trineo, con tal suerte que no tocamos una sola roca, porque una sola roca que hubiera tocado el fuselaje, se hubiera despedazado

-¿Cómo era adentro del avión mientras sucedía todo esto... ¿había gritos, se hizo silencio?

-Había de todo lo que te puedas imaginar. El frío que entraba, el caos más absoluto, el griterío. Yo me acuerdo que me puse a rezar y y tuve la oportunidad de elegir la oración. ‘Voy a empezar rezando un padre nuestro’ y dije ‘no, es demasiado larga, no la voy a terminar’. Entonces después me fui al Gloria, que es la más corta que tenemos los cristianos. Cuando empecé, dije ‘no voy a quedar lo suficientemente bien con Dios’. Ese análisis de los 18 años. Y opté por rezar una Ave María, que en tamaño es la del medio. Dije ‘acá mato dos pájaros de un tiro, porque quedó bien con Dios y con la Virgen’, que es la que tiene más rating de todo el santoral.

-¿Eras muy católico?

-No, no era muy católico. Pero viste que ahí te agarras de lo puedas. Iba a un colegio católico, el Cristian, rezábamos cuando entramos a clase. No, no era muy católico, pero me agarré de Dios en Los Andes.

-¿Los que iban en la cola murieron todos?

-Murieron todos. Creo, o dicen por ahí, que Parrado iba en el último asiento, pero sin cinturón y que voló para adelante y quedó vivo, porque el avión se partió. Pero sí, murieron todos y murieron algunos de los que iban adelante también. El piloto, el copiloto, todos...

La llegada a la cola del avión, que se desprendió en el impacto, fue muchos días después del accidente (Foto: gentileza Antonio Vizintín)
La llegada a la cola del avión, que se desprendió en el impacto, fue muchos días después del accidente (Foto: gentileza Antonio Vizintín)

-Recién dijiste que nunca nunca habías visto un muerto.

-Nunca. Entonces, para mí era... Mirá, yo era tan pelotudo, tan nene de mamá, que cuenta Canessa que yo le dije, entre el medio del lío, ‘¿esto es lo que se llama un desastre?’ O sea, yo no tenía la definición de la palabra desastre, fíjate la ingenuidad.

-¿Y qué te pasó cuando cuando empezaste a ver eso, cuando también algunos que habían sobrevivido empezaban a morir?

-A morir. Y sí. Yo me pasé los 70 días, además de con mocasines de Guido, con un par de medias de nylon, porque no había otra chance. Porque todas las valijas iban en la cola, la cola voló. La encontramos después de un mes y medio. No teníamos nada y no íbamos preparados, porque octubre es primavera en Montevideo y en Chile al mismo tiempo. No estábamos preparados para estar en la cordillera.

-¿De esos heridos que murieron en los primeros días, de quién te costó más despedirte?

-Bueno, yo me vanagloriaba de que los cinco amigos íntimos estábamos vivos. Es mas, le escribí a mi madre el 23 de octubre, 10 días después, ‘la barra estamos todos vivos por suerte’. Y cuando murieron dos de ellos en la avalancha, bueno, tampoco te digo que me costó como si hubiera sido acá en la civilización, ¿eh? Porque el ser humano lucha por sí mismo, allá no los lloré. Los lloré después cuando vine acá a la civilización.

-¿Cómo se vivía la muerte ahí arriba?

-Y bueno, lo que pasa que sabías que el próximo podía ser vos. Digo, 29 muertos. Parrado pierde a su madre, pierde a su hermana. Javier Methol pierde a su mujer. O sea, era un caos bestial, la verdad, digo. Y había tres que fueron muriendo con el tiempo este que estaban heridos.

-Pensé en tres cosas que pasan ahí. Uno es la altura.

-Es un tema que nunca se habló la altura, y te aseguro que es un tema, porque lo viví después cuando volví al lugar con una productora de Discovery Channel y ella se apunó. A 4.200 metros te apunás, hubo que bajarla. Nosotros no tuvimos tiempo de ocuparnos de ese tema, teníamos otros... También hubieron temblores de tierra. Pero ahí teníamos otros problemas, por eso.

Todas las fotografías que hay de los sobrevivientes en la montaña fueron tomadas el mismo día, asegura Páez (Foto: gentileza Antonio Vizintín)
Todas las fotografías que hay de los sobrevivientes en la montaña fueron tomadas el mismo día, asegura Páez (Foto: gentileza Antonio Vizintín)

-El segundo, el frío.

-Por suerte el ser humano tiene una capacidad de olvido terrible. Si no, no habría niños, porque las mujeres dicen que el parto es lo más doloroso. El frío fue espantoso, pero nosotros nos abrazábamos, nos pegábamos. Porque, aparte, el frío es tan intenso que esto (mira el vaso de agua) era oro en la cordillera. Derretir la nieve a 25 grados bajo cero es imposible. Pero nosotros inventamos algo con unas latas plateadas, que cuando había sol caía gotita tras gotita... Padecimos más la sed que el hambre, esa es la verdad. Era desesperante la sed. Después me enteré de que el ser humano precisa cinco litros de agua para no deshidratarse a esa altura. Por suerte que me enteré hace poco porque no llegamos nunca a eso.

-El tercero es el hambre. No tenían nada para comer.

-Absolutamente nada, había una lata de mariscos que compartimos entre 26, dos cuadraditos de chocolate que me tocaron a mí y unos vasitos de guindado. Eso fue lo que comimos en 10 días. No había nada, era un avión militar, cero. Y tras cartón recibimos la noticia... Había uno que se encargaba de escuchar la radio, porque habían pasado aviones por arriba nuestro y querían ver por dónde venía la búsqueda, porque estábamos convencidos que nos habían visto. Y escuchando las noticias entra Gustavo Nicolich y me dice ‘Carlitos tengo una buena noticia para darte’. ‘¿Qué pasó Gustavo...’. ‘Acabo de escuchar una radio chilena donde el locutor dijo que dieron por finalizada la búsqueda del avión uruguayo’. Le dijo, ‘¡pero como buena noticia, hijo de puta!’. Lo quería matar. Imagínate, al nene caprichoso le dicen ‘no te buscan más’. Y él me miró los ojos y me dijo, ‘¿Sabes porque es buena noticia?, porque ahora dependemos de nosotros y no de los de afuera. Carlitos ‚tenemos que encontrar nuestros propios recursos’. Mirando para atrás te puedo decir qué razón tuvo Nicolich, porque ese día dejamos de esperar, y empezamos a actuar. Empezamos a pelear una historia propia, porque nosotros fuimos a buscar los helicópteros, no es verdad que los helicópteros nos encontraron. Tengo un libro escrito que se llama Después del día 10 y que se iba a llamar Yira, yira, como el tango, porque yo no podía comprender que el mundo siguiera girando y nosotros ahí. Se seguía jugando al fútbol, se festejaba el Día de las Playas en Montevideo a 34 grados de temperatura, los astronautas llegaban a la Luna y nosotros ahí. Es un golpe brutal a la arrogancia del ser humano. Todos creemos que cuando te pasa algo el mundo se detiene. Y aprendí que el mundo sigue andando.

Entrevista a Carlitos Páez, sobreviviente de La tragedia de Los Andes - El Hambre

-¿Llegaste a sentir hambre?

-Si.

-¿Cómo es?

-A ver, hay un hambre que tenés ahora, ganas de comer un sándwich, que es el hambre inicial. Después hay un hambre donde ya te empieza a doler el estómago, se te empiezan a pegar las paredes del estómago, según decían los estudiantes de medicina, y te empieza a laburar la cabeza que si no comes te morís. Y entonces empiezó a surgir, en todos, la misma idea, pero nadie se animaba a comentarla. Mucho menos yo que era el más chico. Creo que el primer comentario se lo siento a Nando Parrado. Yo me iba a buscar la cola del avión, que era donde estaba el equipaje. Le dije ‘Nando, no queda nada en la despensa’. La despensa en un bolsito de mujer raído donde guardamos la lata de mariscos. Y Nando me miró y me dijo ‘Carlitos, yo me como al piloto’. Quizás un comentario natural: él había perdido a su madre en el accidente, a su hermana 5 días después. Se ve que a nivel consciente o inconsciente los hacía responsables, y aparte era el lejano de todos nosotros. No vas a empezar por tu mejor amigo. Entonces, y yo me acuerdo, mira qué cobarde fui, que me fui a esa expedición y me quedé en un aparte con Adolfo (Strauch). Yo también había pensado que la solución era por ahí, pero tenía que ver qué opinaban los otros. Entonces lo inculpe a Nando: ‘Che, Adolfo, Nando está loco de remate. Se quiere comer al piloto’. Y Adolfo me dice,: ‘No Carlitos, no está tan loco, yo con mis primos ya lo pensamos’.

-Todos lo pensaban...

-Y nadie se animaba a hablar. Y cuando llegamos de esa expedición, hablamos del tema y creeme que no ofreció resistencia alguna. Fue mucho más simple de lo que la gente cree, porque habíamos vivido un proceso de no comer absolutamente nada, de saber de que no nos buscaban más, y que teníamos el más sagrado de los derechos, que era el derecho a la vida y el derecho a volver a casa, que era por lo que peleaba. Yo no peleaba porque Bayona haga una película 50 años después, o porque tú me invites acá a Infobae, no. Peleamos por cosas más simples, las pequeñas grandes cosas que le dan el verdadero sentido a la vida.

-Vivir.

-Vivir.

-¿Cómo hacían? ¿Cómo se organizaban para para conseguir ese alimento?

-Bueno, hicimos un pacto solemne primero: si alguno de nosotros moría, quedaba a disposición de los demás. Y la segunda cosa fue encomendarle a los estudiantes de medicina -estudiantes de primer año eran, pero bueno, como habían asumido su rol de médicos- que se ocuparan del asunto. Resolvimos el asunto de un plumazo. Y el hecho de tomar la decisión, te habilita poder empezar a pensar en salir de Los Andes, porque de otra manera era imposible. Uno no puede salir a lo desconocido sin tener alimentos de ninguna especie. Y bueno, no fue un gran tema, la verdad que no fue un gran tema.

-No era algo que hablaban o discutían...

-No no, no, no... Si al principio hubo un poco una discusión casi filosófica, la vinculamos con los trasplantes de órganos, ‘esto es lo mismo que un trasplante de órganos’, otro decía que tenías que tener el consentimiento. En fin, hubo esa discusión, pero como católicos, también pensas que si hay alma y hay cuerpo, bueno, el alma se separa y el cuerpo es agua con sales minerales, que no es lo mismo que dijo una revista famosa de aquella época ‘para Carlitos Páez comer carne humana fue como tomar agua mineral’.

Los sobrevivientes en el fuselaje del avión, y junto a ellos, restos humanos. "Lo naturalizamos", cuenta Carlitos Páez (Foto: gentileza Antonio Vizintín)
Los sobrevivientes en el fuselaje del avión, y junto a ellos, restos humanos. "Lo naturalizamos", cuenta Carlitos Páez (Foto: gentileza Antonio Vizintín)

-En un momento naturalizaron todo eso, hay fotos donde aparecen huesos tirados al lado de ustedes.

-Si, lo naturalizamos porque porque el ser humano es de costumbres, ¿viste? Vas naturalizando y vas aprovechando todo lo que podés. Al principio sos muy cuidadoso, pero después te vas acostumbrando. Yo siempre digo que, en Uruguay por lo menos, cuando vas al entierro de una persona todo solemne y el tipo cuando mandan el cajón para abajo grita, ‘aguantalo que va’. O sea, se naturaliza.

-El alud fue después...

-...Después de empezar a comer carne.

-¿Y alguno lo sintió como un castigo? Porque ustedes iban a un colegio católico.

-No, la culpa no vino por ahí. Vino más por ¿cómo Dios nos da vuelta a la espalda? Nos manda el accidente, que no te busquen, comer carne humana, y encima una avalancha que quedamos tres días sepultados. Yo cumplí 19 años ahí abajo de la nieve. Y además, con esa infantilidad que yo tenía, hasta quise festejar mi cumpleaños en el medio del caos más brutal. Pero bueno, yo era como el personaje de la película La vida es bella. Ese que en el medio del drama tenía humor o inconsciencia.

-¿Había momentos de risa?

-Sí. Siempre hay momentos de risa.

Carlitos Páez, en el centro, sin camisa: "Quería llegar bronceado a Punta del Este". En 1972, la fe movió las montañas
Carlitos Páez, en el centro, sin camisa: "Quería llegar bronceado a Punta del Este". En 1972, la fe movió las montañas

-¿Quién sacaba las fotos?

-Las fotos se sacaron un día solo, porque no queríamos sacar fotos del desastre. Es más, de hecho hay una foto de uno que está sin camisa, que soy yo. Dije ‘yo quiero llegar bronceado a Punta del Este’, fíjate el acto de frivolidad o de esperanza, el saber de qué iba a llegar quemado a Punta del Este. O que yo tenía un saco de Pierre Cardin regalado por mi papá, que Canessa lo rompió para taparle las piernas a uno. No sabes el dolor que me dio de que me rompieron el saco de Pierre Cardin, porque uno, en esa época, pensaba en las marcas, yo lo quería lucir en Chile...

-¿Estaban muy pendientes de la radio?

-Al principio estábamos pendientes, después no queríamos saber nada de la radio, porque no queríamos noticias del exterior. Queríamos que fueran lo nuestro

-¿Alguien se quedó con esa radio?

-Sí, la tiene Roy Harley.

Trailer de La Sociedad de la Nieve, la película sobre los sobrevivientes del avión uruguayo en la cordillera de Los Andes

-¿Y vos te llevaste algo del avión, algo material?

-Tres cinturones de seguridad del avión, porque mi mamá tenía un Fiat 850, y en aquella época los europeos nos mandaban los autos sin cinturón de seguridad y estaba de moda tenerlos. Más por moda que por seguridad. Como que era más divertido, ‘Che tengo mi auto con cinturón’. Y era algo caro. Entonces dije ‘me robo tres del avión’. Precisaba dos, pero me robé tres por si se me rompía uno. Podía cambiarlo por algo más inteligente, el barómetro, la brújula, pero era un símbolo, lo que me vinculaba con mi mamá, y eso para mí era lo más importante. Pensaba muchísimo en mi mamá y mi papá. Esa es la verdad, en la familia.

-Hay una historia muy linda con tu mamá y la luna.

-Sí, yo era un obseso por mirar la luna, porque sabía que era algo que mamá podía estar mirando. Y curiosamente, cuando llegué a Montevideo, le dije: ‘mamá, sabes que yo miraba la luna porque sabía que vos la podías mirar’. Y ella me dijo ‘yo iba hasta la rambla de Carrasco a mirar la luna, porque sabía que tú la estabas mirando’. Son... me emociona hoy contarlo, es de las historias que también es bueno rescatar. Obvio que a papá, con lo creativo que era, le encantó el título, la imagen y escribió el libro ‘Entre mi hijo yo la luna’.

Esta semana, Carlitos Páez luego de dar una charla en el Colegio Nacional Rafael Hernández de La Plata, donde estudiaron René Favaloro y Ernesto Sábato, entre otros
Esta semana, Carlitos Páez luego de dar una charla en el Colegio Nacional Rafael Hernández de La Plata, donde estudiaron René Favaloro y Ernesto Sábato, entre otros

-¿En algún momento perdieron la esperanza, pensaron que se quedaban ahí ustedes también?

-No, pero en algún momento dejamos de pensar en la familia, porque era era un lastre más. Fíjate lo que es la obsesión por trascender del ser humano, que en algún momento yo me afeité y mi complicación era que si me encontraban muerto iban a creer que me había muerto en el accidente, porque no me había crecido la barba, fíjate vos el pensamiento que absurdo.

-Cuando Parrado y Canesa se fueron caminando, los vieron perderse... ¿qué pasaba entre los los 14 que permanecieron ahí?

-No sé qué era más duro, si seguir caminando o quedarse esperando. Pasaban los días y nada pasaba. Diez días caminaron estas bestias. Y yo me acuerdo que el último día, yo estaba llorando desesperado, abrazado a Coche Iniciarte, que justo murió hace un mes y medio. Estaba abrazado a él porque era una historia que no se resolvía, 70 días habían pasado, 10 días que habíamos perdido contacto con Parrado y con Canessa. Yo lloraba desesperado y aparte se venía la Navidad, que era un deadline que teníamos. Y no sé por qué mecanismos psicológicos de la depresión y la angustia, pasé a la euforia y tuve una especie de premonición, que habían llegado. No me animé a comentarlo, pero se despertó Daniel Fernández y me dijo ‘Carlitos, acabo de soñar de Fernando y Roberto han llegado a algún lado’. Le dije ‘yo tengo la misma sensación’. Y ahí prendimos la radio y sentimos las palabras ‘avión uruguayo’ en medio de la estática. Después cambiamos el dial y estaba el embajador uruguayo César Charlone en el aeropuerto de Pudahuel, que dijo ‘señores, debo decir que es oficial que han aparecido Fernando Parrado y Roberto Canessa’. Imagínate lo que fue para nosotros escuchar esos dos nombres. El final de nuestro dolor, de nuestra angustia, de nuestro llanto, pero era el principio de la libertad. Era por lo que habíamos peleado. No sabés lo que nos abrazamos, lo que lloramos, lo que festejamos. Parecíamos locos alrededor de ese aparatito acostado en la nieve.

La nota de su padre que le entregó uno de los rescatistas a Carlitos Páez en lo alto de la montaña
La nota de su padre que le entregó uno de los rescatistas a Carlitos Páez en lo alto de la montaña

-Y después, la llegada del helicóptero.

-Bueno, sabiéndolo, porque Charlone dice ‘en este momento despido a los helicópteros que van a buscar...’. Los sentimos por radio despegando. Ahí yo me peiné con gomina, que fue lo único que se salvó que lo comiéramos e hice mi valija con los cinturones. Nos sentamos a esperar. Y demoraron más de lo que creíamos. Y de pronto, mirando ese valle donde nunca habíamos visto nada -excepto una vez que pasó un cóndor con intenciones de comernos a nosotros y nosotros nos hacíamos los muertos esperando que bajara para comernoslo a él-, empezamos a sentir en la lejanía, ese ruido maravilloso de las aspas que se sienten desde muy lejos, sobre todo si hay montañas. Y de pronto irrumpen en ese valle. Me imagino lo que habrá sido para los pilotos vernos a nosotros, debe haber sido alucinante después de 70 días. Y se descuelgan tres personajes del cuerpo de Socorro Andino Chileno y uno de ellos, Sergio Díaz, empieza a gritar mi nombre. ‘¿Quien es Carlitos Páez...? Tengo dos cartas para usted’. Y me entregó dos papeles escritos en rojo, el primero de ellos decía ‘querido Carlitos Miguel, como ves nunca te fallé. Te espero con más fe en Dios que nunca. Tu madre llega ahora nomás a Chile, un abrazo, el viejo’. Y cuando abró la segunda carta, más linda que la primera, tenía un helicóptero dibujado y decía ‘Hola, chicos, acá les mando un helicóptero como regalo de Navidad’, porque era 22 de diciembre. ¿qué cosa más linda me podía estar pasando a mí en ese momento?

-Tu papá nunca desistió. ¿En que lo transformó eso para vos?

-Era un inconsciente (risas), un insensato. Solamente papá podía hacerlo. Porque yo cruzo la cordillera a dar conferencias a Chile y digo acá no se salva a nadie, no hay posibilidad. Pero bueno, también fue un optimista impulsado por mamá, vamos a decir las cosas como son, porque mamá tenía un carácter que era como la Thatcher. Le dijo ‘vos buscas o buscás’. Y se le dio además.

La icónica fotografía tomada desde el helicóptero de rescate chileno el 22 de diciembre de 1972, cuando los 14 sobrevivientes que aún estaban en la montaña fueron hallados gracias al largo viaje de los dos restantes, Parrado y Canessa
La icónica fotografía tomada desde el helicóptero de rescate chileno el 22 de diciembre de 1972, cuando los 14 sobrevivientes que aún estaban en la montaña fueron hallados gracias al largo viaje de los dos restantes, Parrado y Canessa

-En la película vos ocupas el rol de tu padre.

-Si, cuando da la lista de sobrevivientes. Me hicieron adelgazar, después metí los kilos de vuelta. Me tiñeron el pelo, mi hija me dijo ‘parecés el dueño de un prostíbulo’. Papá tenía 49 años. La verdad que actuar es muy difícil y hacer de tu padre es más difícil. Aparte con un director como Bayona, que es un obsesivo y un caprichoso, no sabes las cosas que me dijo para que saliera bien, hasta me puso una luna, pero salió bien.

-¿Quién hace de vos?

-Un chico argentino que se llama Felipe González Otaño, que es nieto de Aitor Otaño, capitán de los Pumas. Este no es nada rugbista, pero es un divino, tiene humor y me estudió. Me da rabia porque es más alto que yo. En la foto sin camisa le dije, ‘loco, te podrías haber metido más abajo de la nieve’.

Carlitos Páez (a la derecha) en su llegada a Montevideo luego del rescate
Carlitos Páez (a la derecha) en su llegada a Montevideo luego del rescate

-Mencionaste a Coche Inciarte, ¿es el primero que murió de los sobrevivientes?

-No, el segundo, el primero fue Javier Methol.

-¿Y cómo se maneja eso, la muerte de un amigo después de sobrevivir?

-Coche era un tipo particularmente buena gente. Yo no voy a dar el currículum de Coche, porque el mejor sponsor que tiene la gente es la muerte, pero este fue un buen tipo. Lo único que le dije al Coche cuando hablamos del tema, porque él era hablaba con desparpajo de que se iba a morir, ‘lo único te pido Coche es que dejes la puerta de arriba bien cerrada para que no nos deje entrar a ninguno’. Pero fue duro, la muerte de Coche para mí fue dura, porque yo lo quería mucho.

-¿A tu vuelta siguió la niñera...?

-Bueno, tengo mis caprichos todavía, pero me di cuenta que podía tener recursos que yo desconocía. Y además me convertí en famoso, que es muy atractivo.

Los sobrevivientes en uno de los regresos al lugar del accidente en la cordillera de Los Andes
Los sobrevivientes en uno de los regresos al lugar del accidente en la cordillera de Los Andes

-Pero la fama te hizo una zancadilla.

-Me hizo una zancadilla, pero es muy atractivo ser famoso. Quien diga que no miente, éramos tapa de Gente, de Siete Días, ese verano el 72 todo el mundo hablaba del tema. Los argentinos son geniales, porque te convierten un drama en algo farandulero, crearon hasta un look Alive: para que te vaya bien con una chica tenías que estar con la camisa rota, un poquito de barba, qué sé yo. Y empecé sin darme cuenta a tomar alcohol. Yo me jactaba de que ese verano no había dejado de tomar nunca un whisky y te vas metiendo, te vas metiendo, y entré en un mundo de alcohol y de drogas. Luego de un tiempo dije ‘después de haber luchado tanto por la vida, ¿como me puedo meter en un proyecto de muerte?’ Empecé en un grupo de recuperación de Narcóticos Anónimos y llevo 34 años limpio de alcohol y de drogas. Me tomé el último vagón que pasó. Cuando cumplí un año limpio, que se festeja mucho, comparé la mesa de ping pong donde nos reuníamos abajo en una iglesia con las aspas del helicóptero, porque fue lo que me dio la libertad.,

-Vos volviste al lugar del accidente. ¿Qué viste?

-Bueno, como te dije, el mecanismo mío es el humor para todo. Volví la primera vez con once de los sobrevivientes, ¡no sabes lo que los hice reír! La segunda vez volví con Discovery Channel, una cosa más normal. Y la tercera con mis dos hijos, cuatro nietos y como cien personas más. Y ahí el mecanismo del humor no lo podía hacer funcionar, porque no podía ser el payaso de mis hijos. No sabes lo duro que fue para mí, porque se respira mucho sufrimiento en ese lugar. Hace poco tiempo aprendí una frase maravillosa de San Francisco de Asís, que dice ‘empieza por hacer lo necesario, luego lo que es posible y te encontrarás haciendo lo imposible’. Eso fue exactamente lo que hicimos.

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