El Día del inventor se celebra el 29 de septiembre porque en esa fecha de 1899 nació en Hungría Ladislao Biró, inventor de la famosa birome, que fue lanzada desde nuestro país al mundo en 1944. Pero para recordar el día del inventor en la Argentina sobran ejemplos de quienes pasaron a la historia gracias a que se les prendió la lamparita.
Inventos para cruzar los Andes
¿Qué hubiera sido de San Martín sin el auxilio del cura, matemático y químico Luis Beltrán? Se había ordenado sacerdote en 1805 –dejaría los hábitos una década después- y, al mando de centenares de hombres, fabricó armas, municiones y pólvora.
Y a la hora de cruzar los Andes, inventó equipos especiales para que las mulas pudiesen transportar por desfiladeros y sorteando precipicios las piezas de artillería y los bagajes. También fue de su autoría un sistema especial para trasladar pesadas cargas en lomas muy empinadas. De la misma forma, los granaderos usaron los puentes colgantes que Beltrán ideó para llegar a Chile. Asimismo, Andrés Tejeda inventó una máquina hiladora que sirvió para confeccionar prendas para los soldados.
El globo de Colombise
En agosto de 1810 la Primera Junta recibió de Miguel Colombise, un holandés radicado en Buenos Aires, un pedido de ayuda económica para un proyecto que su promotor consideraba revolucionario.
En Mendoza había desarrollado un sistema de un control de vuelo de globos aerostáticos, asegurando que podría guiarlos. Para ello, solicitaba 4000 pesos pero Mariano Moreno, luego de leer la nota, la mandó a archivar. Ese fue uno de los primeros inventos que registra el país a partir de 1810.
<b>¿El helicóptero nació acá?</b>
Fue un argentino, quien en 1920 patentó el primer modelo de helicóptero con palas contrarrotativas. Hubo otros prototipos construidos anteriormente, pero éste podía ser controlado en el vuelo. Su inventor fue Raúl Pateras de Pescara, un abogado nacido en Adrogué quien además -ya radicado en Europa- diseñó motores y compresores.
<b>Las huellas digitales</b>
El horrendo crimen que había cometido una madre cuando degolló a sus dos pequeños hijos, en Necochea en junio de 1892 fue el primero en ser esclarecido por un sistema de identificación por el diseño de las huellas dactilares. Lo había creado un antropólogo croata que se había radicado en la ciudad de La Plata. Se llamaba Iván Vucetic, quien sería conocido como Juan Vucetich.
Su descubrimiento, reconocido a nivel mundial, en un primer momento provocó un rotundo rechazo de las autoridades locales, quienes veían una intromisión en la vida privada de las personas el tener una ficha dactiloscópica. Fue así como se ordenó la destrucción de un valioso archivo identificatorio que con mucho trabajo y dedicación había iniciado en la provincia de Buenos Aires. Moriría enfermo, deprimido y olvidado en 1925. Los reconocimientos llegarían más tarde.
<b>Antes que Disney</b>
No sabemos si Walt Disney fue un “copión”, como dicen los chicos, pero el inventor de largometrajes de dibujos animados fue Quirino Cristiani. Era un italiano naturalizado argentino quien en 1917 realizó el primer largometraje animado, llamado El Apóstol, que relataba la vida de Hipólito Yrigoyen y en 1931 el primero animado y sonoro, Peludópolis, que denostaba al ex presidente que había alabado años atrás. En 1941 rechazó una oferta de Walt Disney de ir a trabajar con él a Estados Unidos.
<b>Inventos para curar</b>
En el ámbito de la medicina, el doctor Enrique Finochietto lleva la delantera. Se recibió de médico muy joven y se desempeñó en los hospitales de Clínicas y Rawson. Tuvo la oportunidad de viajar a Europa, donde se perfeccionó en diversas técnicas, hasta promovió la creación del Hospital Argentino en París, para asistir a heridos en la Primera Guerra Mundial. Su inquietud por inventar instrumental lo llevó a estudiar dibujo técnico. De su invención son, por ejemplo, la luz en la frente para operar, la mesa quirúrgica móvil, pinzas y separadores y valvas que llevan su nombre, entre otros tantos dispositivos que aún se aplican.
Luis Agote era un médico recibido en la Universidad de Buenos Aires quien descubrió que el citrato de sodio evitaba la coagulación de la sangre. La primera prueba la realizó el 9 de noviembre de 1914 cuando transfundió sangre al portero del instituto donde llevaba adelante sus investigaciones. Luego, haría demostraciones ante diversas autoridades. No quiso patentar su invento, sino que lo comunicó a revistas científicas y lo regaló a los países que en Europa estaban involucrados en la Primera Guerra Mundial. Su descubrimiento ayudaría a salvar millones de vidas. También moriría olvidado.
El entrerriano Domingo Liotta, junto con su colega norteamericano Denton Cooley, transplantó un corazón artificial creado por él, en el Hospital de Texas. Fue en 1969 y estaba hecho de fibra de plástico y una especie de poliéster. Por su parte un médico platense, Julio Palmaz inventó el stent coronario y Juan Carlos Parodi ideó el stent para tratar la aneurisma de aorta abdominal.
Y al doctor René Favaloro se le ocurrió usar la vena sofena para desarrollar su método de bypass aortocoronario, que aplicó por primera vez el 9 de mayo de 1967.
<b>El colectivo</b>
Un grupo de taxistas, que en 1928 se quejaban por el poco trabajo que tenían, casi sin querer inventaron el colectivo. En una mesa del café La Montaña, de Rivadavia y Carrasco, se contaban las penas José García Gálvez, un español naturalizado argentino que había sido chofer de Jorge Newbery; Rogelio Fernández, futuro corredor de Turismo Carretera; Pedro Etchegaray, Manuel Pazos, Felipe Quintana, Antonio González y Lorenzo Porte.
De ese cónclave salió la idea de adaptar sus coches taxímetros, esos Ford T, en un transporte de más de un pasajero. Lo llamaron el “auto-colectivo”. Adaptaron sus autos y el 24 de septiembre de ese año nacería este medio de transporte bien argentino.
El aviador riojano Vicente Almandos Almonacid, que durante la primera guerra mundial peleó como voluntario para Francia y después hizo lo propio para Paraguay en la Guerra del Chaco, inventó en 1925 un sistema de navegación nocturno.
<b>El balón de fútbol</b>
En el Mundial de Fútbol de 1934 se usó un invento argentino: la pelota sin tiento, con costura invisible. Había sido creada en 1931 en Bell Ville por Romano Polo, Antonio Tossolini y Juan Valbanesi. A nivel local, el primer partido del que participó fue el encuentro entre Club Atlético Belgrano y Newell’s Old Boys. Hace años que Bell Ville es la sede de la Fiesta Nacional de la Pelota de Fútbol.
Siguiendo con el deporte, Enrique Romero Brest se le ocurrió el deporte de pelota al cesto, para que lo pudiesen practicar las mujeres.
También tiene origen argentino la silobolsa y la paternidad del bastón blanco para ciegos está peleada entre José María Fallótico -a quien se le habría ocurrido la idea luego de ayudar a un no vidente a cruzar la calle- con un británico.
Hay unos 3000 inventores activos, pero sólo unos pocos son profesionales, esto es, que viven de sus inventos, crean pymes, exportan e inventan a pedido de empresas nacionales y extranjeras.
Hubo presidentes interesados en la promoción de esta actividad, como Agustín P. Justo, que además de militar era ingeniero, apoyó a los inventores en general y a Biró en particular, a quien ayudó a venir a la Argentina. Y Perón, en 1945, promovió la creación del sindicato argentino de inventores.
Eduardo Fernández, fundador y director de la Escuela Argentina de Inventores es el responsable de la iniciativa de declarar este día como el del inventor, que distingue el ingenio, la creatividad y la inteligencia de aquellos que tienen la facilidad de brindar una solución donde la mayoría ve un problema.