Un grupo de presos usaba su marca para estafar a compradores online: el drama de una emprendedora que sufrió robo de identidad

Una organización de estafadores liderada por personas detenidas en la cárcel de Sierra Chica usurpó el nombre del comercio de Marcela Genolet para engañar a clientes por Marketplace. Los estafados descargaban su furia contra la dueña del local, que en verdad era una víctima más de los delincuentes. Una particular historia en la tercera entrega del ciclo “Yo sobreviví a una estafa”

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Estafas karpitas

Karpitas nació de una anécdota. Marcela, Andrea y Claudia eran tres amigas que se reunían para los cumpleaños. Integraban a sus parejas y comían pizzas en el patio de una casa, amparadas por una carpa que ellas mismas armaban en cada encuentro. Una noche demoraron tres horas en levantarla. Esa ardua empresa inspiró el emprendimiento. Resolvieron invertir ahorros para fundar un local de carpas plegables. Confeccionaron inmediatamente el nombre, el logo y arrancaron. Era 2007.

Andrea duró un año. Claudia llegó hasta la pandemia. La amistad se sostuvo a pesar de los desprendimientos laborales. Marcela decidió continuar sola. “Kárpitas es mi sostén, es mi trabajo, es mi aporte a la familia”, asegura. La compañía está radicada en Pilar y emplea a más de veinte personas directa e indirectamente. Se dedican a la fabricación y venta de carpas plegables y gazebos personalizados de armado rápido. Les iba bien, hasta que alguien usurpó su nombre y su prestigio.

“Llegué al local como todos los miércoles y había como diez personas en la puerta. ‘Guau -dije-, aumentó la mercadería y me vienen a vaciar el stock’. Y no. Empezaron a decirme ‘acá viene’, ‘existe’, ‘venimos a buscar nuestras carpas’. Y ahí fue muy complicado. Estaba sola y eran muchos, y todos muy enojados. La primera reacción que tiene uno es enojarse. Eso no sirvió. Me asusté mucho porque cuando me enojaba, las cosas se me iban de control. Me decían ‘ladrona, estafadora, danos la carpa, danos la plata’. No entendía nada. Empecé a pelearme”, relata Marcela.

Marcela Genolet fundó Kárpitas en
Marcela Genolet fundó Kárpitas en 2007 junto a sus amigas Claudia y Andrea. Desde la pandemia, siguió sola a cargo del emprendimiento

La mecánica de la estafa era sencilla: ofrecían el producto de Kárpitas en el Marketplace de Facebook, invocaban la marca, cobraban el dinero, jamás lo entregaban, jamás le daban el producto. “Ponían fotos de carpas chinas, de productos que no eran los míos, decían que las vayan a buscar a mi negocio y ponían una foto del frente del local. El frente tiene mi teléfono. Muchos de los compradores me llamaban y no me depositaban. Pero el 90% depositaba y supuestamente a la semana les iba a llegar la carpa. Ahí los tenía yo en el local reclamándome a mí”, describe Marcela.

La vida de Marcela cambió por completo. Era tan abrumador lo que le estaba pasando, tan inesperado, rebuscado y masivo que no gozaba de tiempo, lucidez ni paciencia para encontrar una manera de resolverlo, para canalizar una solución. “No me veían a mí como una víctima. Cuando a la gente le pasa esto, necesita un chivo expiatorio. ‘Estaba tu nombre, decía tu dirección’, me decían como si formara parte de eso”, recuerda. “Me sentí muy vulnerada -agrega-. Me la voltearon de la noche a la mañana. Tanto sacrificio, tanta responsabilidad para tener un buen servicio, una buena atención y que de golpe te empiecen a insultar y a decir barbaridades”. Hubo quienes le sugirieron que cerrara el negocio, que dejara de hacerse mala sangre. “Pero cerrar era darle la razón a los que decían que la estafadora era yo y yo no me quedé con la plata de nadie. Por primera vez no sabía qué hacer”, afirma.

Los compradores siguieron acercándose al local para reclamar por productos que, en efecto, nunca habían adquirido. La plata se la había llevado otro. Marcela personificaba la inocencia y la impotencia de los estafados. “Toda esa pérdida de dinero a alguien se la tenían que reclamar y la cara visible era yo”, dice. Le daba bronca que su emprendimiento, el que había nacido una noche entre amigos, al que le había dedicado tiempo y dinero, estuviese involucrado en algo tan perverso. Con los días aprendió a procesarlo. “La mejor manera que encontré fue escucharlos sin decir nada. Y cuando terminaban de quejarse y de llorar, porque venía gente que se ponía a llorar, explicarles”, cuenta Marcela.

Una banda que operaba desde
Una banda que operaba desde las unidades N° 27 y 38, en la zona de Sierra Chica, jurisdicción de Olavarría, había encontrado un engaño por fuera del libreto usual

Una señora de edad avanzada entró al local y se alegró de que existiera. “Vengo a buscar la carpa”, le dijo. “A mí no me compraste ninguna carpa”, le respondió la dueña. La mujer le mostraba las conversaciones y las transferencias realizadas. “Pero esos no somos nosotros”, le explicó. Ni siquiera era el mismo producto el que vendía. Ni siquiera valían lo mismo: sus carpas cuestan más. La accesibilidad de los precios que ofrecían los estafadores contribuía para agilizar el engaño. La señora se sentó a llorar desconsolada. “Estuvo una hora llorando. Había pedido plata prestada. Fue muy triste. Me sentí muy angustiada. Ese fue el detonante en el que dije ‘alguien tiene que hacer algo’”.

A la señora le prestó una de sus carpas para que vendiera lo que había producido en una feria. Y se presentó ante la Justicia para hacer la denuncia. “Podía hacer dos cosas. O me corro sin que me importa nada. O lo llevaba hasta las últimas consecuencias. Hice la denuncia, se hizo un allanamiento. Pensé que ahí había terminado y no, recién empezaba. ‘Por unos meses te recomiendo que trabajes a puertas cerradas’, me decía el fiscal. Me asustó mucho. ‘Yo empecé esto pero lo tienen que continuar ustedes’, les dije. Pero me explicaron que si yo no seguía impulsando la causa, todo se caía”.

El 22 de marzo de 2023, luego de meses de investigación con un expediente por los delitos de asociación ilícita y estafas reiteradas dirigido por la UFI N°2 de Pilar y el juez de Garantías Walter Saettone, la banda cayó. Se allanaron las cárceles de Sierra Chica y diversos puntos de Olavarría y el Conurbano bonaerense, como Fuerte Apache, con un total de quince detenidos. Habían engañado a doce víctimas entre agosto de 2022 y enero de 2023. La División Inteligencia Contra El Crimen Organizado de la Policía Federal detectó giros a más de diez números CBU distintos por más de dos millones de pesos.

"Nuestra atención es personalizada y
"Nuestra atención es personalizada y solamente por nuestros medios de contacto oficiales. No vendemos en marketplace ni otras plataformas", aclaran desde la web de Kárpitas

“Sigo pensando que somos más los buenos que los malos -sostiene Marcela-. Hay que involucrarse. Lo hice por el amor de una empresa por la que vengo peleando hace quince años”. Siete meses después de que detuvieran a la banda que llevaba a cabo estas estafas, volvió a recibir veinte llamados de nuevos compradores engañados. “Se frenó por un tiempo y esta semana recibí veinte llamados. Estoy viviendo esta pesadilla otra vez. Ya me siento un poco más empoderada. Ya le hablás con otra seguridad a la gente porque ya lo viviste y no te sorprende”, relata.

Durante todo este proceso sintió la desprotección y el desamparo de la Justicia, y la deshumanización de la sociedad. Siente que a nadie, ni a los funcionarios judiciales ni a la gente estafada ni a los estafadores, le importa nada: “Somos todas burbujas y cada uno se ocupa de su propio bienestar”. Dice haber perdido la seguridad de pensar que algo puede marchar bien solo con su voluntad. “Me di cuenta de que no, de que no podía controlar todo. Esto me sobresaltó. La seguridad de decir ‘esto es mío, lo construyo, lo cuido y lo llevo por donde yo quiero’. Pero tenés una intrusión y se te desmorona todo en un segundo”, expresa.

Desde entonces, en la página de Kárpitas hay un cartel que aparece destacado en una posición central: “Informamos a nuestros clientes que no vendemos por Marketplace de Facebook y solo atendemos en nuestro Whatsapp. No se deje estafar con cuentos chinos”.

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