La historia detrás del panadero de pueblo que se convirtió en meme y la receta del pan dulce que nunca reveló

Una joven de Urdinarrain grabó a Antonio Magnin en su comercio. El video obtuvo millones de reproducciones en Tiktok. Cómo es el trabajo en la cuadra de la panadería Ceferino con el horno a leña en el centro de la escena

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Antonio Magnin, el hombre del viral, es nacido y criado en Urdinarrain. Tiene 82 años y toda una vida en el pueblo que lo vio nacer (Gentileza @florencialuljan)
Antonio Magnin, el hombre del viral, es nacido y criado en Urdinarrain. Tiene 82 años y toda una vida en el pueblo que lo vio nacer (Gentileza @florencialuljan)

Un hombre de unos 82 años frente a la cámara de una chica que maneja un TikTok que sube historias de Urdinarrain, el pueblo en el que viven en el sur de Entre Ríos. El panadero toma una tortita negra con la pinza y la ofrece a la cámara mientras se queda congelado por 5 segundos.

El video fue subido a la red en la cuenta @undiaenurdinarrain y obtuvo cerca de 2 millones de visitas. Fue usado en Twitter por otros usuarios como un meme para decir cómo quedaron ante otra situación. Pero detrás, de ese breve video de TikTok corre una historia de un emprendimiento familiar que ya lleva más de 50 años en la localidad entrerriana.

Un amor de pueblo

Antonio Magnin, el hombre del viral, es nacido y criado en Urdinarrain. Tiene 82 años y toda una vida en el pueblo que lo vio nacer. Era de familia humilde, de las que trabajan en el campo. Y por las calles de tierra de la localidad, mientras dejaban pasar los carros a caballo y los primeros autos, conoció a la que sería el amor de su vida: Olga Teresa Borrero.

Ella tenía unos 14 años, 5 menos que Antonio. Empezaron a salir y a mostrarse en los bailes del pueblo, a puro chamamé. Estuvieron bastante tiempo saliendo como novios hasta que cuando él tenía 28 y ella 23 se casaron. Al mismo tiempo, Antonio empezó a formarse como panadero.

Florencia Luján maneja la cuenta @undiaenurdinarrain y subió el video del panadero que tuvo casi 2 millones de reproducciones

El sueño de la panadería propia

Pasaron los años y surgió la chance de tener el local propio a comienzos de la década del 70. “Mi mamá siempre fue como la que impulsó todos los proyectos de la familia –cuenta corina Magnin, hija del matrimonio y también panadera-. Y siempre le insistía a mi papá para que abra un negocio por su cuenta”.

Entonces, en 1971 estaba en venta una de las panaderías de la localidad. Olga trabajó muchos años de peluquera y jugaba al básquet en el equipo del pueblo Luis Luciano. Allí habló con un dirigente y le pidió que le salga de garantía para poder obtener el crédito para comprar el comercio.

Así, abrieron el local propio, el mismo en el cual se grabó el video de TikTok de las millones de reproducciones. La nueva panadería de los Magnin se llamó Ceferino, porque Olga es devota de Namuncurá.

Antonio y Bernardo en la cuadra de la panadería. De fondo, el horno con la llama a pleno
Antonio y Bernardo en la cuadra de la panadería. De fondo, el horno con la llama a pleno

Los hijos Magnin crecieron y se incorporaron al negocio familiar. Hoy Bernardo ya tomó la posición de Antonio como panadero principal de la cuadra. Ceferino tiene una particularidad que la hace ser una panadería única en Urdinarrain: su horno a leña. Es que es la única que queda que todavía usa este tipo de combustión para cocinar.

Actualmente todas las tardes, Bernardo prende el horno que ya tiene casi unos 100 años de antigüedad. Usa unos 1.500 kilos de leña por día. Lo enciende y lo lleva a casi 400 grados. Mientras tanto, empieza a preparar las masas para el otro día. Así trabaja junto a su hermana en tener los elementos listos para llevarlos al horno a la madrugada del día siguiente.

El horno queda toda la noche en espera y ya a la madrugada está en los 200 grados aproximados indispensables para la cocción de las masas del pan, las facturas y otras opciones del menú de Ceferino.

Las manos de su padre

Bernardo aprendió todo viendo a su papá. Desde sus ojos de adolescente veía las manos de Antonio, alias Pocho, como trataba las diferentes texturas de las masas. “Lo miraba mucho cuando usaba la sobadora para ver cómo la usaba sin lastimarse los dedos. Ahí aprendí mucho del trabajo de panadero que ahora hago yo en mayor medida y mi papá colabora cuando se levanta un poco más tarde con alguna indicación”.

Uno de los estantes del local con productos e imágenes de Namuncurá (Gentileza @florencialujan)
Uno de los estantes del local con productos e imágenes de Namuncurá (Gentileza @florencialujan)

Así, desde la adolescencia el hijo veía esas manos manchadas de blanco como llevaban y traían las masas entre las máquinas. Siempre con los dedos en peligro, pero corriéndolos a tiempo para evitar el accidente. Ahí estaba Bernardo todavía con alguna tarea más fácil, pero ya fijando en su memoria los movimientos de Antonio. Ya sabía que su destino era heredar la cuadra de la Panadería. Manejar el horno y las máquinas como lo veía hacer a su papá en esos momentos.

Cuando Antonio le dejó el mando de la cuadra a Bernardo, hubo algunas modificaciones en las opciones de la panadería. Se siguieron vendiendo las tortitas de “80 golpes” tradicionales en Entre Ríos, el pan del día, las facturas y las tradicionales tortitas negras (en el pueblo también las llaman caras sucias). “Fuimos probando recetas todo en forma autodidacta. Así, agregamos donas y churros que salen calentitos en el momento”.

También aggiornaron la panificación clásica y ofrecen pan con semillas, de salvado y prepizzas. “Desde la pandemia mucha gente se lanzó a hacer panes y dulces en sus casas –explica Corina-. Es por eso que diversificamos la oferta para poder llegar a mayor cantidad de clientes. Por ejemplo, yo armo unos pebetes y me voy a la puerta del sector industrial del pueblo a ofrecerlo en los almuerzos”.

Pan puerta a puerta

Aún con las viejas tradiciones de pueblo, Ceferino tiene reparto de pan por las calles de Urdinarrain. Primero fue con un carro a caballo. Y desde la década del 90 en camioneta. “Voy casa por casa dejando los pedidos. Algunos ya los conocemos bien y saben lo que quieren –relata Corina-. Además, siempre llevo mercadería de más y cuando tocamos timbre siempre puedo vender algo más”.

Antonio trabajando en el amasado de una de los productos de la panadería
Antonio trabajando en el amasado de una de los productos de la panadería

Corina es la cara de Ceferino ante el pueblo la que lleva los pedidos puerta a puerta. Pero también, hay personas que se acercan hasta la panadería todos los días sin falta. Quizás una tradición que ya se perdió en Buenos Aires. “Hay un señor que viene todas las mañanas tempranito y se lleva siempre la misma cantidad de pan. Siempre lo esperamos. Creo que cuando no venga lo vamos a ir a buscar a su casa por las dudas”, ejemplifica Corina cómo es la relación con los clientes de la panadería.

Dos veces por año, la cuadra Ceferino prepara una opción especial para sus clientes. Ya desde la época de Antonio lo hacían y la receta se mantuvo intacta y llegó hasta su hijo Bernardo. La primera fecha es en octubre para el Día de la Madre (el tercer domingo de ese mes). En esos momentos, la tradición de la panadería dice que sale una partida de panes dulces para compartir la tarde de ese fin de semana. “Son unos 70 que hacemos solo para ese domingo y se venden casi al instante”, explica Bernardo.

Después, ya empiezan a hornear los panes dulces durante el mes de diciembre. Allí salen varias tandas diarias que son devoradas por clientes tradicionales y por los nuevos que se acercan por el boca a boca. Pero, ¿cuál es el secreto del éxito de este producto de la panadería? “Eso nunca lo vamos a revelar. Guardamos el papelito que escribió Antonio para no olvidarse. Y ya se lo pasó a Bernardo, pero es un secreto que queda para nosotros”. Así, con ese mensaje que pasó de una generación a otra, la familia Magnin escribe la historia de sus vidas marcadas por el trabajo al calor del horno a leña centenario.

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