La intimidad de la campaña de Alfonsín bajo la mirada de un fotógrafo y una conversación inolvidable en un vuelo

En septiembre de 1983, el candidato radical a la presidencia y Dani Yako, fotógrafo de la agencia DYN recorrían el país durante una campaña electoral que marcaba el regreso a la democracia. Los diálogos entre el futuro presidente y el reportero quedaron plasmados en un libro “1983 - Imágenes del regreso”. Un regreso también personal de Yako después de un largo exilio tras haber sido secuestrado y torturado por la dictadura. El vuelo en el que Alfonsín le anticipó que derogaría la “ley de autoamnistía” si llegaba a ser presidente

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Raúl Ricardo Alfonsín en un avión durante la campaña electoral, el 23 de septiembre de 1983 (Crédito Dani Yako)
Raúl Ricardo Alfonsín en un avión durante la campaña electoral, el 23 de septiembre de 1983 (Crédito Dani Yako)

La recuperación de la democracia con la asunción de Raúl Alfonsín el 10 de diciembre de 1983, pronto hará cuarenta años, llegó un poco antes de esa fecha; o al menos lo que llegó antes fue su espíritu, o el que debió regir, si años después no hubiese sucedido lo que estaba por venir. Lo documenta una foto y el testimonio de su autor, Dani Yako, un profesional con casi medio siglo de trajinar la actualidad, que en septiembre de ese año cubría día a día, para la ya desaparecida agencia DYN, la campaña del candidato a la presidencia por la UCR.

-Aquel 23 de septiembre subimos con Alfonsín a un avión de seis plazas, a hélice, creo recordar a un Piper, y nos sentamos frente a frente. Viajábamos a un acto de campaña. En julio más o menos, la agencia decidió ubicar a dos fotógrafos, el verbo que usaron entonces fue “empotrar”, en las campañas de los dos candidatos principales, Alfonsín e Ítalo Lúder por el peronismo. Recuerdo que nos designaron al colega Omar Torres y a mí; a Torres le dieron a elegir porque era el más antiguo en la agencia y él dijo: “Yo voy a ganador”. Y eligió a Lúder. Y yo, que no era peronista y no conocía a Alfonsín, empecé a seguirlo por toda la provincia de Buenos Aires y por el interior del país: ya a fines de julio trabajábamos duro. Aquella mañana Alfonsín se sentó en el avión y, ya en vuelo, “Hola, Dani, ¿cómo vas?” Le comenté un poco los titulares de los diarios, hice algunas fotos y le pregunté: “¿Vio doctor, lo de la ley de autoamnistía?”. Alfonsín dijo: “Tremendo, Lo primero que hago si llego a ser presidente, es derogar esa ley”.

Retrato del reportero gráfico Dani Yako, quien había regresado a la Argentina en 1983 luego de siete años de exilio en España
Retrato del reportero gráfico Dani Yako, quien había regresado a la Argentina en 1983 luego de siete años de exilio en España

Alfonsín le había dado a Yako una primicia imposible de fotografiar. El único testimonio posible es esa foto del candidato preocupado, pensativo, como si intentara escudriñar el futuro. ¿De qué hablaban candidato y fotógrafo? El día anterior, 22 de setiembre, la dictadura militar, ya en retirada, había sancionado una ley a la que llamó “De Pacificación Nacional” y a la que el lenguaje popular llamó de inmediato “de autoamnistía”. Por esa Ley el poder militar pretendía eludir cualquier tipo de acción legal que pudiera juzgar los crímenes cometidos bajo el terrorismo de Estado, que todavía no se conocía como tal.

El artículo primero extinguía las acciones penales por los delitos “cometidos con motivación o finalidad terrorista o subversiva” y extendía los beneficios de esa extinción penal “a todos los hechos de naturaleza penal realizados en ocasión o con motivo del desarrollo de acciones dirigidas a prevenir, conjurar o poner fin a las referidas actividades terroristas o subversivas, cualquiera hubiere sido su naturaleza o el bien jurídico lesionado. Los efectos de esta ley alcanzan a los autores, partícipes, instigadores, cómplices o encubridores y comprende a los delitos comunes conexos y a los delitos militares conexos”. Otro artículo de esa ley, el quinto, era más específico: “Nadie podrá ser interrogado, investigado, citado a comparecer o requerido de manera alguna por imputaciones o sospechas de haber cometido delitos o participado en las acciones a los que se refiere el artículo 1º de esta ley o por suponer de su parte un conocimiento de ellos, de sus circunstancias, de sus autores, partícipes, instigadores, cómplices o encubridores”.

Apenas horas después de dictada la ley, Alfonsín había decidido derogarla si llegaba a la presidencia. La historia fue recordada por Alfonsín para el libro de Yako 1983 – Imágenes del regreso, publicado en 2008. El ya ex presidente escribió entonces: “Trato de recordar qué estaba pensando en el avión mientras miran el paisaje que ofrecía el río, allí abajo, y una voz me recuerda que ese día la Junta Militar que todavía permanecía en el poder había decretado una autoamnistía con la que pretendía borrar de un plumazo los crímenes cometidos durante la dictadura. Yo me dirigía a un acto de campaña porque faltaba poco para las elecciones con las que recuperaríamos definitivamente la democracia en la Argentina. Y es precisamente el autor de la fotografía quien me cuenta que dije en voz alta: ´Si llego a ser presidente, anularé esa ley’. Y ahora, tantos años más tarde, ese día esa afirmación, esa imagen, queda instalada, y ahora sé que perdurará para siempre”.

Las imágenes del regreso que cifra el título del libro de Dani Yako no hablaban del retorno de la democracia, o no hablaba sólo del retorno de la democracia: se trataba de un regreso personal. Yako, que nació en diciembre de 1955, cerca de la cancha de All Boys, que intentó jugar en sus divisiones inferiores y lo habría logrado si le hubiesen dejado jugar con anteojos; que egresó del Colegio Nacional Buenos Aires, se inscribió en Arquitectura y de inmediato empezó a trabajar como reportero gráfico en el diario “La Calle”, también carga con una historia trazada con el carbón cruel de la Argentina. Militante de la FEDE, la Federación Juvenil Comunista, hasta 1974, en octubre de 1976 fue secuestrado y torturado junto a su novia en lo que se conoció entonces como “Garage Azopardo”, una manzana bordeada por esa calle, la Avenida Huergo, Chile y México.

-Creo que me secuestraron por figurar en alguna agenda, o porque alguien que me conocía mencionó mi nombre bajo tortura. Yo trabajaba entonces en la agencia NA. Su director, Horacio Tato se movió para dar con nuestro paradero. Un día, como a la semana de estar secuestrados, vino uno de los tipos y me dijo: “Che, pibe, decínos quién sos que Harguindeguy preguntó por vos”. El general Albano Harguindeguy era entonces el ministro del Interior de la dictadura. Nos largaron a los dos en la Boca, nos dijeron que esperáramos quince minutos y nos sacáramos la venda. Estábamos harapientos, golpeados, aterrados; paramos un taxi y le pedimos que nos lleve hasta Avenida San Martín y Nazca, la otra punta de la ciudad. El tipo no dijo nada, nos hizo subir, manejó en silencio hasta que llegamos, nos dijo: “Suerte, chicos”, y se fue. Algo verían los taxistas que en esos días trabajaban de noche…

Una foto de la intimidad de la campaña tomada por Dani Yako, donde Alfonsín armaba una valijita, tres o cuatro prendas, un cuarto austero, una cama sobria, un teléfono de aquellos de disco (Crédito Dani Yako)
Una foto de la intimidad de la campaña tomada por Dani Yako, donde Alfonsín armaba una valijita, tres o cuatro prendas, un cuarto austero, una cama sobria, un teléfono de aquellos de disco (Crédito Dani Yako)

Con veinte años se exilió en España y regresó siete años después, en 1983, “deprimido, sin haber estado apegado nunca a esa tierra. Fue un año maravilloso, conocí a Laura, que es hoy mi mujer; hacíamos buen periodismo, las fotos de los reporteros gráficos se publicaban en todos lados, cubrí las grandes inundaciones de ese año en el litoral, en Chaco y Formosa…” Y entonces llegó la campaña electoral.

-Un par de historias de la campaña con Alfonsín. Teníamos un trato muy respetuoso, sin invadir su intimidad, diría que un poco distante; un trato que mejoró con el correr de los días. Había una rutina casi fija en cada pueblo al que llegábamos: recorrida por la ciudad, visita a fábricas, escuelas, a barrios pobres, conferencia de prensa al mediodía, almuerzo, siesta, que para Alfonsín era sagrada, y a la noche el gran acto. Empezaban todos como a las diez de la noche y costaba mucho mandar una foto a la agencia. No existía la fotografía digital. Había que revelar el rollo primero, convertíamos el baño de la habitación del hotel en un cuarto oscuro, después imprimíamos la foto en papel y la enviábamos por telefoto. Todo el proceso demoraba hora y pico. Siempre tuve la intuición de que a Alfonsín le gustaban mis fotos. Pero hubo una especial, un acto en Oberá en el que yo sentí que con ese tipo pasaba algo. Lo retraté en un gesto enérgico, con el fondo de un estadio repleto de gente. Cuando volví a Buenos Aires, mi foto, que la agencia había cedido, era uno de los afiches de campaña de Alfonsín. Otro día, en Formosa, había llovido mucho y Alfonsín visitó una villa; volvimos todos con los zapatos llenos de barro. En un café un chico lustrabotas le preguntó si quería que limpiara esos zapatos, Alfonsín dijo que sí y yo me preparé para la foto. Me paró con un gesto y me dijo: “No me gustaría que esa foto pueda ser mal interpretada”. A mí me parecía todo lo contrario, pero tampoco quise incomodarlo. A la noche, uno de sus hombres me dijo: “Raúl quiere hablar con vos”. Me dijo: “Te censuré el laburo hoy… Esa no es mi intención, ni mi estilo. Pedíme qué foto querés”. Como no tenía ninguna foto digamos íntima de su campaña, le pedí una. Al otro día, ahí está la foto, le hice varias en su habitación, mientras preparaba su equipaje: una valijita, tres o cuatro prendas, un cuarto austero, una cama sobria, un teléfono de aquellos de disco…

A cuarenta años de aquellos días, Yako describe al entonces candidato como a un hombre que escuchaba a la gente, que registraba todo cuanto sucedía a su alrededor, concentrado en su campaña; era un muy buen orador y también creo que aprendió mucho en los actos, creció, construía mejor las frases, los párrafos, sus argumentos parecían más sólidos.

-Algunos recuerdan que fue en otro sitio, pero yo creo que fue en Paraná cuando cerró uno de sus discursos, por primera vez, con el preámbulo de la Constitución. La gente deliró, lloraba, fue una reacción impresionante. Yo me dije: acá pasa algo.

Raul Alfonsín al recibir los resultados de las elecciones el 30 de octubre de 1983 (Crédito Dani Yako)
Raul Alfonsín al recibir los resultados de las elecciones el 30 de octubre de 1983 (Crédito Dani Yako)

El 30 de octubre, el día en el que ganó las elecciones, Yako fue llevado casi en secreto a la quinta de Alfredo Odorisio, en Boulogne, donde Alfonsín iba a esperar el resultado de las elecciones. Iban pasándole las cifras por teléfono, no existía otro adelanto técnico más veloz y certero, lo rodeaban su familia y unas quince o veinte personas. Yako recuerda dos hechos de aquel atardecer, cuando el triunfo de la fórmula Alfonsín-Martínez era irreversible.

-No hubo euforia. Alfonsín salió a caminar por el jardín, junto a su hija Marcela: los tomé a los dos de espaldas. Pero no fue una celebración ruidosa, ni tumultuosa. Sí recuerdo que Bernardo Grinspun, que sería ministro de Economía de su gobierno, le gritó: “¡Cagaste, Raúl! ¡Ganamos!”. Un par de horas después, cerca de las diez de la noche, cuando decidió viajar al Comité Nacional de la UCR, le pidió a su mujer: “Lorenza, traéme el traje”. Y su mujer le dijo: “Raúl, con esa campera estás bárbaro”. Y Alfonsín: “No. Soy presidente y voy a ir de traje”.

El final de la historia. Pocos días después de asumir, Alfonsín envió al Congreso un proyecto de ley de anulación de la “Ley de Pacificación Nacional”, la autoamnistía, sancionada por la dictadura. La Cámara de Diputados lo trató el 15 de diciembre y el Senado el 22. La ley quedó anulada.

Otra foto histórica, tomada por Dani Yako: los comandantes de las tres primeras juntas militares frente a los jueces de la Cámara federal que los condenaron (Crédito: Dani Yako)
Otra foto histórica, tomada por Dani Yako: los comandantes de las tres primeras juntas militares frente a los jueces de la Cámara federal que los condenaron (Crédito: Dani Yako)

Dos años después, Yako hizo otra foto famosa: la de los comandantes de las tres primeras juntas militares frente a los jueces de la Cámara federal que los condenaron.

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