En Río Cuarto, por las calles, o en sus casas, hay cien personas que se pondrían una máscara de ser posible. Se sienten como sospechosos. Todos ellos deberán someterse a un análisis de ADN que busca resolver el gran misterio: quién mató a Nora Dalmasso el 26 de noviembre de 2006 en su casa de Villa Golf.
Al mismo tiempo, Marcelo Macarrón, el viudo que fue acusado primero de asesino y al final juzgado por ser el presunto autor intelectual del crrimen, y fue absuelto el 5 de julio de 2022, camina y los vecinos lo abrazan, le regalan estampitas religiosas, quesos regionales, vino. El traumatólogo se emociona y remarca que su calvario personal terminó. “Pedimos, como siempre, Justicia por Nora. Pero las mentiras taparon eso. Acusaron a mi hijo Facundo y a mí”, dijo.
La medida fue requerida por el fiscal de Instrucción de primer turno de Río Cuarto, Pablo Jávega. Después de comprobarse la inocencia de Macarrón, el caso volvió a cero. Las personas señaladas tenían contacto con Nora, laboral o casual, o estaban cerca de la casa donde la estrangularon y violaron.
“Es una primera medida, que se toma con la idea de tener un mapeo para luego seguir avanzando”, indicó el fiscal del caso, que confía en llegar a la verdad de un enigma que lleva 17 años y que tuvo a casi 20 sospechosos, tres imputados y un detenido, el obrero que trabajó en la casa de Nora, “El Perejil” Gastón Zárate,
Macarrón estaba imputado por el delito de “homicidio calificado por el vínculo, por alevosía y por precio o promesa remuneratoria en concurso ideal”. Fue absuelto. Hasta el fiscal que lo acusó, Julio Rivera, pidió su libertad, criticó a sus predecesores y apuntó a un asesino que conocía a la víctima, aunque no tenía pistas ni sospechas sobre alguien.
A lo largo del proceso pasaron los fiscales Javier Di Santo, Fernando Moine, Marcelo Hidalgo, Daniel Miralles y Luis Pizarro, quien cerró la instrucción y la elevó a juicio. Todos fallaron rotundamente. No había pruebas contra nadie.
Un allegado a la familia de Nora aclaró que esta medida se tomó hace dos meses pero se filtró por uno de los que se presentó a la prueba. Y remarcó que no son 200, sino 100. “Quisimos mantener un perfil bajo para que no se embarre la investigación. Hay un ADN masculino en el cinto de la bata sin identificar. Y los cien seleccionados surgieron de un informe del entorno socio laboral de Nora al momento del crimen, que encargó el nuevo fiscal y no la familia como querellante”.
Macarrón, Facundo, Valentina y el abogado Marcelo Brito apuntan al perfil bajo para dejar trabajar a la Justicia. “Si acompañan y consideran que es un buen primer paso, es algo que se tendría que haber hecho desde un inicio para poner blanco sobre negro en una causa que se volvió laberíntica. Lo que sí, esperan obviamente más: es decir, que de esto se pueda esbozar una hipótesis. Hay mucho todavía por hacer. Pero algo bueno puede salir”, analiza el allegado de la familia, que tiene su propio sospechoso, un empresario y ex entrenador de rugby que era amigo de Nora y Marcelo y que no puede ser nombrado.
El 5 de diciembre de 2006, el fiscal Javier Di Santo habia pedido que se hicieran 18 pruebas de ADN “Si no aparece el asesino en esa lista, la causa vuelve a fojas cero”, dijo uno de los investigadores según el diario Puntal de Río Cuarto.
En la lista figuraban amigos, vecinos, personal que trabajaba en la casa y hasta clientes de Nora. La mujer de 54 años estaba al frente de una empresa de servicios sociales y sepelios.
Los sospechosos pasaron por tribunales una vez que los especialistas del CEPROCOR (Centro de Excelencia y Procesos Córdoba) establecieron el patrón genético del semen encontrado en el cuerpo de la víctima. Las 18 personas estuvieron imputadas en la causa, no procesadas. Así lo establece el artículo 306 del Código Procesal Penal de la Provincia que contempla la figura de “homicidio simple en grado de sospecha menor”.
Bajo este cargo estuvo Rafael Magnasco, relacionado a la política y con un cargo en la Secretaría de Seguridad de Córdoba. Pero los resultados favorecieron a las 18 personas.
Un caso en el laberinto
El caso Dalmasso rompió de raíz un viejo axioma según el cual la escena del crimen es un sitio sagrado que contiene el último instante que un asesino y su víctima sellan para siempre.
Lo que Edmon Locard llamó la ley del intercambio: a la víctima le queda algo impreso e imperceptible del asesino. Y el asesino se lleva la marca de la víctima.
Pero en la habitación de Nora, la escena del crimen se convirtió en una especie de museo del horror: por ese lugar desfilaron 23 personas, desde la empleada doméstica hasta el cura de la familia, que tapó el cuerpo de la mujer por una cuestión de pudor. Nora fue hallada desnuda.
Antes que todos ellos, por ese lugar desfiló el asesino. Un asesino, hasta ahora, en las sombras. Que pudo haber esperado a Nora adentro de la casa para sorprenderla o atacarla, o quizá llegó después que ella. Nora había pasado la noche con amigas mientras su marido Marcelo Macarrón jugaba con un grupo de amigos un torneo de golf en Punta del Este.
Para el forense Osvaldo Raffo, recientemente fallecido, Nora Dalmasso se trabó en lucha con el agresor. Y fue golpeada, desvanecida y luego estrangulada con el lazo de su bata y con las manos. El asesino ejerció una fuerza de 15 kilos durante tres a cinco minutos.
Hasta se habló de un sicario colombiano. En un momento, una fuente judicial se refirió a una denuncia anónima que hablaba de la presencia de un “extraño hombre colombiano que fue visto en un bar la noche del crimen”.
El anterior fiscal, Daniel Miralles, había ido más lejos. Por un cabello y por restos de semen, que se correspondían con el ADN de Macarrón, ideó su propia hipótesis: que el viudo se tomó un avión “fantasma” que no dejó registro, entró en su casa, tuvo sexo con su esposa y la ahorcó con el lazo de la bata y con sus manos.
La madre de Nora le dijo al diario El Puntal: “Una persona sola no ha sido, ha venido bien planificado. La mató o la mandó a matar una mafia, como un clan. Alguna cosa sabría ella. Mi yerno estaba con toda esa gente en asados y comilonas”.
Más allá de su enigmática frase, la familia de Nora, en un principio, sospechó de los albañiles. Ahora apuntarían a uno de los presuntos amantes de la mujer.
El primer fiscal del caso, Javier Di Santo, se apartó de la causa sin ningún resultado. Sin ninguna prueba (ni siquiera los ubicó cerca de la escena del crimen), mantuvo dos imputaciones incompatibles. Acusó a Facundo Macarrón y al albañil Gastón Zárate.
Lo insólito es que al hijo de Nora le atribuyó un móvil pasional: dedujo que había entrado en la casa con sus llaves (después de manejar bajo la lluvia 230 kilómetros desde Córdoba) y que había manoseado a su madre. Facundo dijo que su vida de había transformado en un infierno cuando uno de los fiscales del caso lanzó la hipótesis de que él había asesinado a su madre
Al llamado “perejil” del caso, lo acomodó a otra hipótesis: lo consideró un hombre obsesionado con su patrona. El móvil era el robo y cree que entró por la ventana con “andar felino”. A diferencia de Facundo, el fiscal interpretó que el obrero había violado a la víctima con acceso carnal. Lo insólito es que el crimen no pudo haber sido cometido por los dos. Era uno o el otro. Y la falta de pruebas demostró que lo más probable es que no hayan sido ninguno de los dos.
En los últimos años hubo unos 25 sospechosos. Desde presuntos amantes de Nora, un albañil, su hijo Facundo, una mujer y ahora su viudo. Aunque el asesino, el que la golpeó y la estranguló, se esfumó.
¿Lo encontrarán?