La familia que reabrió el misterioso castillo de la ruta 2 y rescata el legado trágico de Felicitas Guerrero

Desde el camino a Mar del Plata se asoma la imponente estancia que volvió a abrir la tranquera para recibir visitantes. La relación directa de su construcción con la joven de la alta sociedad porteña que fue asesinada en 1872

Una vista panorámica de la estancia La Raquel y el parque botánico que la rodea (Foto: Matías Virasoro Guerrero)

Rumbo a la Costa Atlántica, en el kilómetro 168 de la Ruta 2 se vislumbra un castillo de estilo francés. Se trata de La Raquel, que data de 1894, aunque las intervenciones edilicias continuaron hasta fines de 1930, cuando el paisajista danés Forkel -contemporáneo a Carlos Thays- agregó una pileta frente a la propiedad y concluyó su excepcional trabajo al crear un parque botánico de ensueño alrededor de la construcción. Lo que atrae miradas curiosas, además de su carácter imponente, es que alguna vez caminó por esos campos Felicitas Guerrero, la joven de alta sociedad que fue asesinada en 1872 por Enrique Ocampo, el mismo día que iba a anunciar su compromiso con Samuel Sáenz Valiente. “Ella no vivió acá porque la construcción es posterior, pero el casco de la estancia formaba parte de su ruta habitual, y todavía hay mucho interés sobre su vida y su trágica muerte”, cuenta Cecilia Guerrero, sobrina bisnieta de Felicitas, en diálogo con Infobae, y revela el detrás de escena del proyecto de reapertura que llevó varios años.

A 168 kilómetros de Buenos Aires, en la localidad bonaerense de Castelli, se encuentra el ecléctico edificio de tres plantas, con torre incluida y una gran cantidad de detalles ornamentales que invitan a detenerse para observar. Hoy lleva las riendas la Fundación Russo-Guerrero, que combina la tarea que realizan Cecilia y su marido, Juan Pablo Russo, y también participan del proyecto sus hijos, como una familia ensamblada que apuesta a la unión para enfrentar los desafíos. “Somos cuatro que nos ocupamos continuamente de todo, mi único hijo, Matías Virasoro Guerrero, de mi matrimonio anterior, y uno de los cuatro hijos de mi marido, que lleva su mismo nombre”, detalla.

El espejo de agua que forma la pileta está ubicada estratégicamente para reflejar el castillo (Foto: Matías Virasoro Guerrero)

“Nos conocimos en la estancia, trabajando juntos cuando teníamos tambo y lechería, después nos enamoramos y nos casamos. Es especial La Raquel para nosotros”, revela Cecilia. Lo cierto es que ya estaban unidos previamente por sus ancestros. “El nombre es en honor a Raquel Cárdena, la esposa de Manuel Guerrero, hermano de Felicitas, y ellos tuvieron cuatro hijos, uno es Luis, mi abuelo, otra es Valeria, que se casó con el primer Juan Pablo Russo de la familia, pero hay tres: el que sigue es mi marido, Juan Pablo Russo segundo, sobrino de su tocayo, y el tercero es su hijo, nacido en el matrimonio anterior a conocerme”, explica sobre el complejo árbol genealógico que hizo posible el flechazo de amor con su marido.

La tragedia y el dolor

En los días de campo que organiza el matrimonio incluye una charla histórica donde Cecilia toma el rol de portavoz y relata la vida, obra y trágica muerte de su tía bisabuela. “Fue la primogénita de Carlos Guerrero y Felicitas Cueto y Montes de Oca, de un total de once hermanos”, indica. Todos los hijos del matrimonio nacieron en San Telmo, en la casa ubicada en México 524, que sería el mismo lugar donde 25 años más tarde velaron a Felicitas.

“A ella le gustaba mucho el arte. Pintaba, tocaba el piano y siempre estaba atenta a las obras de teatro. Su tío Bernabé Demaria era quien la acompañaba en esas actividades”, relata la mujer. Muchos conocen lo que ocurrió después: cuando la joven cumplió 15 años su padre recibió la propuesta de casamiento de uno de sus amigos, Martín Gregorio de Álzaga, un potentado estanciero 32 años mayor que ella que se dedicaba a la venta de cueros, y al poco tiempo sonaron campanas de boda. “Uno lo piensa ahora y es terrible, pero en ese momento, con los mandatos de la época, era lo que se esperaba y estaba bien visto en determinado círculo social”, expresa Cecilia.

Felicitas Guerrero, en una representación de su viudez tras la muerte de Martín de Álzaga: su vida inspiró la película que lleva su nombre, dirigida por María Teresa Costantini y El retrato de Felicitas, film dirigido por Alexis Puig

“Cuando el padre de Felicitas vino desde España a la Argentina en 1937, puso su empresa naviera, decidido a trabajar en el país, y se integró muy bien en la sociedad, compartía con los personajes de la época, y así fue como se hizo amigo de Álzaga y no dudó en que era el indicado cuando le pidió la mano de su hija, pero por supuesto Felicitas no quería saber nada”, comenta quien se desenvuelve como anfitriona en muchos de los paseos guiados que tienen lugar al aire libre.

“Siempre aclaro que esto lo cuento desde mi corazón, desde lo que siento, y que por supuesto al no haber estado ahí y haber ocurrido hace tanto tiempo, no resultó fácil hacer una reconstrucción”, indica. Y con sinceridad agrega: “Fue muy difícil porque había muchas cosas que no se podían hablar ni abrir las puertas para saber qué es lo que pasó y que nos cuenten los más grandes, no era sencillo el diálogo porque lo que pasó dejó un dolor muy fuerte por varias generaciones”.

Retoma el hilo cronológico y asegura que pese a la resistencia y descontento inicial, el matrimonio de Felicitas y don Martín prosperó con el paso del tiempo. “Por lo que se entiende ella le fue tomando cariño, empezó a acompañarlo en los viajes al campo y fue aprendiendo toda la labor de su marido”, narra. La pareja tuvo dos hijos, pero sufrieron una tragedia tras otra: su primogénito, Félix, murió a los 3 años de fiebre amarilla, y Martín falleció el mismo día de su nacimiento. A estas terribles pérdidas se suman la versión que indica que mucho antes de su matrimonio, Álzaga mantuvo una relación con una mujer francesa, María Camino, y fruto de ese vínculo nacieron cuatro hijos: Ángela, María del Carmen, Martín y Enrique Francisco. Aunque no se habían casado, él cumplía con sus obligaciones como padre, pero Felicitas no estaba al tanto del pasado de su esposo, y al enterarse habrían surgido más desacuerdos entre ambos.

La Estación Guerrero en 1890, desde donde se despachaban a Buenos Aires unos 18.000 litros diarios de la lechería de Manuel Guerrero, hermano de Felicitas

“Álzaga entró en una gran depresión y murió 15 días después que su segundo hijo, y Felicitas queda viuda muy joven, a los 23 años, hereda el patrimonio de su marido, y tenía a todos los pretendientes a la expectativa”, recalca. El poeta Carlos Guido Spano la describió como “la mujer más hermosa de la República” y la haya considerado “la joya de los salones porteños”, por la gran cantidad de hombres que buscaban su atención. “Siempre la perseguía Enrique Ocampo -tío abuelo de las escritoras Silvina y Victoria Ocampo-, pero a ella no le gustaba para nada”, confirma Cecilia.

Durante el luto la joven se convirtió en una empresaria rural, y aplicó todos los conocimientos que aprendió de su difunto esposo. “Tuvo que hacerlo por medio de su hermano, Carlos José, porque no estaba bien visto que una mujer llevara adelante toda esa tarea. Con ese apoyo siguió trabajando las tierras”, detalla Cecilia. Alejada de las tertulias y el círculo habitual de pretendientes, Felicitas encontró una segunda oportunidad en el amor mientras hacía sus recorridos entre estancias.

“Se perdió durante una tormenta y los recibió en su estancia vecina Samuel Sáenz Valiente. En ese momento nació una amistad que se transformó en una relación romántica, y fue la persona que eligió para casarse”, dice Cecilia, que se compenetra en lo ocurrido porque se trata de su tía bisabuela y de un hecho que conmocionó a la sociedad en tiempos donde no existía la palabra “femicidio”. Cuando parecía que al fin había llegado el momento de recuperar la felicidad, y todo marchaba viento en popa, fue que ocurrió el inesperado desenlace.

Las charlas históricas suelen realizarse frente a la histórica casa, que por dentro continúa en remodelación (Foto: Matías Virasoro Guerrero)

“Iba a hacer una fiesta en la quinta de Barracas, para anunciar el compromiso y la inauguración de un puente para dejar de cruzar el río Salado por el paso del Villar, porque era muy complejo, y había que esperar que subiera o bajara el agua para poder avanzar, y mandó comprar todos los materiales al mismo tiempo que planeaba su casamiento”, describe Cecilia. A horas de que comenzara el evento, Ocampo se apersonó en el lugar y pidió hablar con Felicitas. “La familia lo vio muy nervioso, y le recomendaron que no lo atendiera, pero ella quería dejarle en claro que ella se iba a casar con Samuel, pensó que lo entendería de buena manera y se terminaría por fin el asunto”, asegura con pesar.

“Enrique le dijo: ‘Sos mía o no sos de nadie’, sacó un arma, Felicitas se dio vuelta en un intento por irse, y él le disparó. Ingresaron Cristian Demaría, su primo amigo, y Antonio, uno de los hermanos, pero ella murió pocas horas más tarde, y Enrique se suicidó”, describe, sobre una secuencia que adquirió carácter de leyenda con el correr de los años, y las versiones varían e indican que hubo un forcejeo cuerpo a cuerpo entre Cristian y Ocampo, que culminó con la muerte de Enrique luego de que le disparara a Felicitas. En en ese entonces el juez Ángel Justiniano Carranza dictaminó que Ocampo se había suicidado y cerró el caso.

Pocas veces se profundiza en lo que ocurrió después, pero tristemente hubo más desventuras en la vida de los protagonistas del suceso. El ex prometido de Felicitas, Sáenz Valiente se casó un año más tarde con Dolores de Urquiza Costa, la hija mayor de Justo José de Urquiza y Dolores Costa. Ambos tenían en común el haber visto perecer frente a sus ojos a seres queridos: Dolores presenció el asesinato de su padre en el Palacio San José. La pareja tuvo seis hijos: Samuel, Dolores, Justo José, Raúl, Alfredo y Fernando. Dos de ellos fallecieron prematuramente, y luego de un largo matrimonio, Saénz Valiente se suicidó el 11 enero de 1924.

El legado

“Todas las tierras las heredaron los padres de Felicitas, que vendieron la empresa naviera, volcaron toda su fortuna en los campos, y así es como surge La Raquel, fundada por Manuel Guerrero: Luego su hija Valeria siguió con la tradición”, cuenta Cecilia. En memoria de la joven a la que le arrancaron la posibilidad de vivir antes de que cumpliera 26 años, sus padres erigieron la Iglesia Santa Felicitas de Barracas, construida por el arquitecto Ernesto Bunge, inaugurada el 30 de enero de 1876 en los jardines de la quinta donde ocurrió la tragedia.

"La torre fue agregada después, y se podría decir que tiene un estilo arquitectónico ecléctico porque hay una fusión", indica Cecilia Guerrero (Fotos: Matías Virasoro Guerrero)

En 1888 el hermano de Felicitas poseía unas 40.000 hectáreas, afectadas a la producción desde 1888, y fue el precursor de la lechería en la Cuenca del Salado, con técnicas de avanzada. Su tambo despachaba por tren a Buenos Aires unos 18.000 litros diarios desde la Estación Guerrero. “Manuel fue quien apostó a este campo para lograr que sea una de las estancias del granero del mundo, y se empeñó también en hacer balnearios como los que estaban en el norte de Europa y así es como surgió Ostende”, recalca Cecilia.

“Después de la Primera Guerra Mundial continuó con el sueño su hija, Valeria, que logró junto a Jorge Bunge hacer Pinamar, Valeria del Mar, y así surgió ese sector de la costa argentina, por las ganas de progresar, de hacer cosas, y que los demás también lo disfruten”, agrega. También tuvo un rol fundamental Juan Pablo Russo, que en plena crisis económica de los años ‘30 transformó la estancia de lechería a ganadería y colaboró en la sociedad que su esposa conformaba con el prestigioso arquitecto.

Los recorridos por los senderos y los atardeceres son de los momentos más esperados por los visitantes

El primo de Felicitas, Christian Demaría que presenció la atroz tragedia -y según cuentan tenía un enamoramiento platónico con la joven que llamaban “la más hermosa de la República”-, también hizo historia cuando en 1875 escribió la primera tesis doctoral sobre la condición civil de la mujer. La primera vez que la presentó fue rechazada, pero siguió firme con su tenaz y revolucionaria lucha por la dignidad femenina y batalló contra la violencia de género. En un nuevo intento obtuvo su título de abogado con la misma tesis, y en el desempeño de su profesión fue un juez penal reconocido por su honestidad.

“Son muchas las cuestiones que resguardar, y nos honra formar parte de esa historia y poder continuarla. Es lo que modestamente estamos intentando hacer dentro de lo que está nuestro alcance”, expresa Cecilia, que a mediados de enero de 2023 abrió nuevamente la tranquera para recibir visitantes con reserva previa. “Están viniendo grupos 24 personas cada fin de semana, pero a partir de octubre el cupo aumenta a de 64 porque como todo es al aire libre, y mejora el clima, podemos disfrutarlo más”, celebra.

Por ahora no se puede ingresar al interior de la casa, porque continúan las obras. “Estaba totalmente habitable, siempre estuvo en perfectas condiciones, los pisos impecables, los muebles, y está todo guardado para en su momento volver a armarla como estaba antes, pero había que pasar caños y cables nuevos, por lo que hubo que retirar todo hasta que podamos usarla”, explica. También están refaccionando las casas de huéspedes que rodean el casco, y mientras tanto realizan eventos y utilizan otras instalaciones del predio.

Durante uno de los días de campo, con un multitudinario grupo que recorrió las instalaciones

“Entre cada una de las actividades la idea es que puedan recorrer el parque que data de 1895, que es realmente muy bonito, diseñado por el paisajista Forkel. Hacemos un tour botánico sencillo para entender los puntos más importantes, observar la caída del sol, que se ve perfecto entre la vegetación; siempre hay una rica empanada, una copa de vino, antes de la entrada y el plato principal, con una propuesta gastronómica que va rotando con distintos chefs, y llega la hora de las tortas fritas, que las hace en el momento la casera, y la verdad es que se pasa volando el día de campo”, asegura con entusiasmo.

En cuanto a paisajismo, nada fue fortuito, cada especie se plantó en determinada ubicación para que en un futuro llegara al esplendor que hoy manifiesta la postal general. “La Pampa es puro pastizal, era imposible que creciera acá toda la variedad que hay, pero Forkel hizo magia, pensó en todo, hasta en la pileta, que fue lo último que agregó, y es más bien como un tanque porque en el agua se refleja el castillo, como si fuera un portarretrato de la casa, y continúa hacia lo que es el espejo de agua del Río Salado”, describe.

Las empanadas son un clásico de los días de campo en La Raquel

Transformar una insignia

Cecilia es diseñadora gráfica, pero desde hace un buen tiempo se dedica exclusivamente a la labor en la Fundación Guerrero-Russo, institución sin fines de lucro, que mantiene un compromiso social con la comunidad. “Surgió en los 70′, con objetivos de índole cultural, pero como la situación cambió nos involucramos más en proyectos de ayuda a la comunidad y medioambiente, pero todo es a pulmón”, asegura.

Sin vueltas, admite que más de una vez han enfrentado el prejuicio por el apellido que portan. “Somos una familia común y sencilla, ya no se continúa esa aristocracia, no somos como los pioneros que fundaron la estancia, como mi bisabuelo Manuel Guerrero. Simplemente con mucho cariño estamos cuidando el lugar, y queremos hacerlo como nos enseñaron todos nuestros antepasados, manteniendo la unión, el sentido de pertenencia y continuar para que esto no se pierda”, sentencia.

Cecilia junto a su único hijo, Matías Virasoro Guerrero, quien también participa activamente en el proyecto

“Cualquier preconcepto que tengan con nosotros o con nuestros hijos, desaparece cuando nos conocen y ven que nos cuesta un montón el día a día, que no queremos perder la estancia, porque sabemos lo que significa y que realmente muestra cómo se fue forjando nuestro país”, sostiene. Cada integrante de la familia aportó sus conocimientos, tanto en el manejo de redes sociales -en Instagram @laraquelestancia-, y lograron culminar la obra del exterior del casco principal.

Mientras ofrecen la propuesta de los días de campo, siguen firmes en los objetivos sociales de la fundación. Crearon un área de neonatología, la primera en el corredor de la ruta 2 entre Mar del Plata y La Plata, además de colaborar con distintas iniciativas en merenderos, brindar cursos gratuitos y buscan fomentar emprendimientos de hidroponía. “Es muy de a poco, ahora por ejemplo nos hace falta personal de salud, porque está todo el equipamiento disponible en neonatología del Hospital Ramón Carrillo, pero no conseguimos suficientes profesionales”, explica.

La experiencia es al aire libre, en las cercanías al castillo que está íntimamente relacionado al legado de Felicitas Guerrero (Fotos: Matías Virasoro Guerrero)

Pese a todos los desafíos que quedan por delante, Cecilia asegura que siente “paz y confort” cada vez que llega a La Raquel, y siente la conexión con sus raíces. “Uno percibe esa esencia familiar, y nos sentimos acompañado por las mismas ganas de continuar que tuvieron nuestros antepasados, y queremos seguir aportando nuestro granito de arena”, proyecta Cecilia.