Siguió el legado de su bisabuelo austríaco, se convirtió en orfebre y brilla en el mundo de las joyas

Desde muy chica Yanina Faour empezó su camino en este oficio, como cuarta generación de orfebres. Dejó este trabajo durante 8 años para ir en búsqueda de otra profesión, y su instinto la llevó a reencontrarse con el legado que le transmitió su familia: con su esencia e identidad, marcó la diferencia y rompió barreras en la industria tradicional

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En pleno festejo por las
En pleno festejo por las dos décadas de trayectoria, como pionera y diseñadora de joyería moderna (Fotos: Instagram @oleanajewelry)

Yanina Faour es cuarta generación de orfebres en su familia, y en 2003 abrió las puertas de su primer local como diseñadora de joyería fina. Su bisabuelo vino desde Austria en búsqueda de triunfar en suelo argentino, y le transmitió el amor por el oficio a sus hijos, quienes llevaron las riendas durante mucho tiempo. “Como bisnieta no era mi idea original dedicarme a lo mismo, y elegí estudiar finanzas, pero para mi sorpresa y la de mis padres, encontré mi pasión haciendo lo mismo”, le cuenta a Infobae la emprendedora de 45 años que apostó por la producción nacional y está cumpliendo dos décadas de trayectoria. Aprendió a reconocer piedras preciosas desde la infancia, recorrió ferias internacionales, y cuando menos se lo esperaba, sintió el llamado de la vocación y logró destacarse en un mundo que hasta entonces era mayoritariamente masculino.

“Miro para atrás y sinceramente no lo puedo creer, nunca pensé que 20 años iban a pasar tan rápido, pero fue realmente descubrir lo que me apasionaba y sentirlo como un proyecto de vida y no como un trabajo”, confiesa con emoción. Se acuerda de sus inicios, cuando la apodaban “la niña terrible de la orfebrería contemporánea”, porque estaba decidida a romper moldes y salir de los esquemas comerciales tradicionales. Su espíritu lúdico, el uso de pedrería, la incorporación de colores vibrantes, y la fabricación 100% artesanal se convirtieron en su sello, y pudo mantenerlo en el tiempo.

“Arranqué muy joven, y en ese momento era la más niña del condado, incluso hoy sigo siendo niña para el promedio de edad de los joyeros en Argentina, sobre todo en el rubro de joyerías finas, que se consideran las piezas hechas con Oro de 18 quilates y Plata 925″, detalla. Cuando comenzó no existían las escuelas de joyería, y muchos conocimientos los heredó de sus padres. “Las carreras de joyas tienen entre 10 y 15 años en el mundo, antes se traspasaba de generación en generación, y desde que era chica mi familia me iba enseñando; era de cierta forma como un secreto celoso, un oficio al que era costoso ingresar, no solo por aprender la profesión sino por el costo de la materia prima”, cuenta.

Su esencia divertida, lúdica y
Su esencia divertida, lúdica y colorida forman parte de la impronta de sus creaciones

Pionera en la industria

Aunque creció en medio de recorridos por ferias de joyas y relojes, no vislumbraba un futuro en ese camino, y se alejó por completo durante ocho años. “Decidí la carrera de finanzas, tuve la oportunidad de estudiar en Estados Unidos y no tenía pensado volver a la joyería”, asegura. Aunque trabajó en bancos de renombre en Boston, por dentro sentía que no había encontrado una “pasión verdadera”, y el detonante para regresar a la tradición familiar fue el día en que su padre le contó que se iba a retirar.

Haber tomado distancia durante tanto tiempo le permitió darse cuenta del valor emocional y la conexión que desarrolló con el oficio. “Sentí como un nudo en el estómago, un dolor muy grande de que iba a terminar una etapa que fue tan importante para todos, y ahí le dije que quería dedicarme a lo mismo, algo que sorprendió mucho a mi familia”, relata. Mantuvo una charla muy seria sobre su futuro, y eligió seguir sus instintos. “No fue fácil, contra todo pronóstico, y me acuerdo como si fuese ayer que mi papá me dijo: ‘Pero vos esta es una profesión difícil, ¿estás segura? Vos tenés tu carrera en los bancos, te conviene seguir con eso’”, revela.

Su padre cerró su negocio de todas maneras, y ella se propuso comenzar su propia carrera en un nuevo local, que decidió llamar Oleana Jewelry. “La inspiración viene del nombre de un restaurante de Boston que todavía sigue estando, y como la mayoría elegía nombres italianos en ese entonces, yo quería algo diferente, algo que no tuviera referencia previa para poder cargarlo de sentido y significado”, indica. Para ella era importante que fuese un nombre propio de mujer, y entre risas cuenta que algunos le dicen Oleana, convencidos de que se lo puso en su honor.

"Me dicen la chica de
"Me dicen la chica de los colores, porque saben que en la joyería hay piezas de oro combinadas con piedras de distintos colores", asegura

Como pisciana que disfruta del mar y el sonido de las olas, la frescura que irradiaba, fue lo que la convenció de que era la elección correcta. “Lo relaciono con el agua, la renovación, el movimiento, y creo que hoy ya podría ser como mi alter ego, porque ha habido lindos joyeros en la Argentina, pero faltaba una mujer que aparezca en escena como tal”, dice con humor. Su alma creativa la llevó a buscar la libertad en los diseños, y combinó estilos que hasta el momento no formaban parte de las líneas tradicionales. “Son piezas únicas, joyas pensadas para mujeres, diseñadas por mujeres, y eso es muy fuerte porque en general la joyería fina y piedras preciosas siempre fue un mundo de hombres”, comenta.

“Siento que en este camino he tenido muchas satisfacciones y he sido un poco de punta lanza en ciertas cuestiones, porque en otros países como Brasil hay muchas joyeras, pero acá somos muy poquitas y es algo que sigue siendo nuevo”, agrega. Muchas de las veces que se sentó a crear diseños sintió que estaba “jugando” a hacer diferentes combinaciones, y vivir el proceso de esa forma le abrió otras puertas, mucho más allá del rubro comercial y la tradicional vidriera. Encontró inspiración en el mundo del arte, realizó colecciones en colaboración con otros artistas del mundo de la moda, y fue seleccionada en su momento para ir a representar a la Argentina a Tokio y a París.

Su recorrido incluye la incorporación de mandalas, accesorios relacionados a la espiritualidad, hasta piezas de Art Nouveau y Art decó en sus comienzos. “Tengo mucha afinidad con las artes visuales, soy muy fanática del arte, del cine, de la arquitectura y siempre digo que ser joyero es como ser arquitecto en miniatura”, describe.

"La vocación me encontró a
"La vocación me encontró a mí, fue una sorpresa redescubrir el amor por este oficio y rescatarlo, porque se ha perdido en muchos lugares", expresa

Únicas e irrepetibles

La experiencia de 20 años frente al mostrador le brindó también más conocimientos, y es uno de los momentos que atesora, porque es allí donde conoce sus historias de vida. “Verle las manos y saber qué medida de anillo es la correcta, mirar el cuello y saber qué aros le van, y de qué largo tienen que ser para que cuelguen a la altura perfecta, saber que colgante ofrecerle, todo lo que tiene que ver con el asesoramiento y el simbolismo que implican las joyas, por la carga emotiva de una joya que se hereda, o que se regala en una celebración muy importante, todo eso es lo que amo de mi trabajo”, explica.

Considera que conservar ese servicio de orientación y creación personalizada es un verdadero “lujo”, porque rescata la esencia del oficio. Hacer algo a medida, según el estilo del cliente, y rediseñar en función de eso, representa un valor agregado de las piezas. “En nuestro país lo artesanal todavía se puede sostener, pero en Londres por ejemplo la hora de diseño es muy elevada, por los costos del alquiler del negocio, la mano de obra, y si la hora de manufactura se vuelve cara, entonces te volvés inaccesible para la gente”, sostiene.

Con el correr del tiempo,
Con el correr del tiempo, posicionó su emprendimiento dentro de la alta joyería argentina y trabaja principalmente con oro de 18kts

Actualmente trabaja con un equipo de seis personas en el local de Palermo Chico, y divide sus tiempos como joyera y mamá de tres niños. “Durante 20 años Oleana fue como una hija, pero hoy ya tengo tres chiquitos y mi rutina es full time; afortunadamente cuento con personas en las que confío plenamente por su talento y su calidad humana”, expresa. En el día a día fue notando cambios en las formas de consumo y el target que los elige.

El 95% de los clientes son mujeres, no es como antes que venía el hombre a comprar una joya para regalar, ahora vienen mujeres para comprarse para ellas o para sus hijas o nietas, sobre todo a partir los 35 años; realmente son muy fuertes los procesos que hemos atravesado las mujeres en la joyería y eso se refleja en que ya no es solamente el hombre que busca conquistar, o para pedir casamiento, sino que hay un rango más amplio de posibilidades”, remarca. El magnetismo siguen siendo las piedras preciosas, que atraen miradas curiosas y muchos llaman a Yanina “la chica de los colores”, porque incluye varias tonalidades en sus creaciones.

Durante la pandemia empezaron a trabajar a distancia y fueron creando una cartera de clientes en otras provincias de nuestro país. “Nos abrió un mundo, hice videollamadas para confeccionar diseños, sumamos envíos y de paso desmitificamos que una compra en una joyería tenga que ser la mayor inversión de tu vida, porque puede serlo o no, y ofrecimos una gama más amplia de productos, que va desde el que quiere regalar algo en un cumple hasta las colecciones, pero todas son únicas porque nunca se puede fabricar una igual a la otra”, detalla.

Su nueva colección, "La vie
Su nueva colección, "La vie en Inca Rose", tiene como protagonista a la rodocrosita

Alguna vez charló con los clientes sobre el temor a lucir un diseño llamativo. “Sabemos que la inseguridad es una realidad, pero hoy hay formas de hacer joyas tipo bijouterie que realmente hacen dudar sobre el material, porque ya no son joyas súper doradas y de aspecto antiguo de las que antes se guardaban en una caja, sino otro tipo de joyas más juguetonas para usar como accesorio”, asegura.

Rodocrosita, la piedra nacional

En su recorrido fue de gran ayuda la carrera que estudió para encontrar la forma de repuntar en medio de la crisis económica. “Para lidiar con metales preciosos en monedas extranjeras, hay que tener conocimiento de finanzas, y si bien era un momento muy difícil en 2003 cuando abrí, algo que tenemos los argentinos es que cuando hay crisis también vemos oportunidades”, asegura. Y revela: “Me mudé un año a Miami y trabajé en el mundo de las joyas para ver si era factible, pero me decidí por la Argentina porque me pareció que había más posibilidades acá, y creo que es porque somos muy resilientes, y es algo que vi tanto desde afuera cuando no vivía acá, como desde adentro, la creatividad para resurgir con más potencia”.

Luego de todo el camino que transitó, lo que más la moviliza es el logro de haber apostado por su país natal y sostener el diseño de joyería fina como emprendimiento propio durante 20 años. “Es un orgullo para mí, y si Dios me da salud, ojalá sean 20 o 30 años más”, proyecta. Para celebrar su trayectoria está en plena creación de su nueva colección “La vie en Inca Rose”, diseños realizados en oro y rodocrosita, la piedra nacional de Argentina.

En la actualidad trabaja en
En la actualidad trabaja en una colección de piezas hechas con rodocrosita, la piedra nacional (Fotos: Instagram @oleanajewelry)

“Se trabaja en la máxima expresión de calidad de la piedra, la calidad gema Ortiz, sin betas blancas, completamente rosada, y es hermosísima”, indica. Cuenta que Tiffany & Co la ha tenido en sus vidrieras, al igual que joyeros franceses que apostaron por creaciones que la incluyan. “En Catamarca se exporta bastante, pero acá todavía la conseguimos, y los extranjeros siempre que vienen a buscar algún souvenir a Buenos Aires, quieren esa piedra, y decidí retomarla y trabajar todo con rodocrosita”, revela.

Yanina confiesa que durante muchos años estuvo centrada en crear, y no usaba joyas hasta hace poco. “Priorizaba fabricar para los clientes y el local, pero ahora sí me quiero colgar todo, y como me gusta el uso del color un poco irreverente, tanto en la vestimenta como en la joyería, empecé a incluirlas”, cuenta. Hace poco se sentó a tomar un café con la joyera Ada Murier, y la sintió como una mentora. “Ella es un ícono absoluto en la Argentina, tuvo 30 años joyería en la Argentina en la Avenida Alvear, y me la presentaron hace poco; me llené de orgullo por su generosidad y hablamos de que hoy no hay muchas mujeres en la industria, pero ha habido y han sido gigantes, por lo que es necesario el networking de mujeres, ayudándonos unas a otras”, proyecta.

Así como su bisabuelo, su abuelo y sus padres se dedicaron a la joyería, deja la puerta abierta hacia el futuro de la familia. “Mi hijo más grande tiene 10 años y expresó interés, tuvo su primer acercamiento, le gusta mucho y está aprendiendo. Como le interesa así que le enseño, más adelante se verá si tenemos una quinta generación”, dice entre la ternura y la pasión que alimenta su vocación.

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