Martiniano Caballieri y Noelia Salom son pareja, y aunque se conocen hace 10 años, sus vidas avanzaron como líneas paralelas desde mucho antes. Ambos vivieron en el exterior por una larga temporada y regresaron casi al mismo tiempo a la Argentina, con deseos de echar raíces, reencontrarse con amigos y familiares, y reconectar con iniciativas culturales, otro interés que comparten. La primera salida se convirtió en un longevo amor que los tomó por sorpresa, y hoy son los creadores del primer domo geodésico de Cazón, una localidad de aproximadamente 230 habitantes del partido de Saladillo, también conocida como “el pueblo del millón de árboles”. Están esperando a su primera hija juntos, y se preparan para inaugurar una pulpería, que complementará el circuito de turismo rural de la localidad.
Embarazados de 35 semanas, charlan con Infobae sobre los proyectos que emprendieron juntos. Se miran cómplices cuando la conversación comienza con la clásica pregunta de cómo se conocieron. “Por Internet, en una página de citas”, dice ella entre risas, y cuenta que lo primero que los atrajo mutuamente fue que solían visitar lugares similares, disfrutaban de ir a muestras fotográficas, ver obras de teatro, y visitar centros culturales. “Estábamos en momentos similares porque yo había vuelto hace poco de Perú, de haber trabajado para una ONG mucho tiempo, y él venía de vivir 12 años en España, entonces la mayoría de nuestras amistades estaban en otros países y la verdad es que lo que menos queríamos era engancharnos en una relación, porque ya habían sido suficientes cambios”, confiesa.
Ella es chaqueña, estudió Relaciones Internacionales y su carrera le brindó la oportunidad de viajar. Martiniano creció en Saladillo, de donde son oriundos sus padres, y cuando terminó la secundaria se mudó a Capital Federal para formarse en realización y producción audiovisual. “Tuve la posibilidad de irme a estudiar a Barcelona y después me mudé a Madrid. Son ciudades hermosas, pero llegó un momento que quería volverme, estaba sin pareja y había habido una crisis muy grande en 2008 y 2009, donde bajó un poco el trabajo y me volví”, expresa.
A los dos les pasó que al regresar observaron Buenos Aires “con ojos de turistas”, y querían volver a recorrer la capital porteña para redescubrirla. “Nos sentimos muy agradecidos de la agenda cultural argentina, de saber que hay obras de teatro todos los días, de una variedad de temáticas y posibilidades, que tenemos unos festivales de cine buenísimos, y una escena audiovisual que está en constante movimiento, así que íbamos a todos los lugares que podíamos los fines de semana”, rememoran.
El fin de una etapa
La fotografía es otro de los pasatiempos que tienen en común, y se ríen cuando recuerdan que a poco de haberse conocido ya hablaban de los lentes que les gustaría comprar y planeaban inversiones a medias. Luego de casi cinco años de noviazgo, se mudaron juntos al departamento de Palermo donde vivía Martiniano, y días antes de que se decretara la cuarentena por la pandemia de coronavirus, tomaron la decisión de mudarse a Saladillo. Era una idea que tenían en mente hace bastante, pero no sabían cuándo iban a poder concretarla.
“Vivíamos en dos ambientes casi sin ventanas, siempre a mil, trabajando, yendo y viniendo de aquí para allá, y soñábamos con tener nuestro lugar, nuestro refugio”, revelan. Y aclaran: “No renegamos de la ciudad, amamos la vida de la ciudad, y la hemos disfrutado mucho, pero llegó un momento de nuestras vidas donde nos planteamos desarrollar nuestro futuro de otra manera y darle espacio a otros proyectos”. El círculo de amistades que fueron cultivando y el apoyo de su familia fueron claves para elegir cómo seguir.
“Tenemos amigos que viven en Saladillo hace más de 10 años, y siempre nos decían: ‘Ustedes se tienen que venir acá’, y nos fuimos con un bolso de mano, a empezar de cero, y a los dos días comenzó el aislamiento”, revelan. Se quedaron en la casa de los padres de Martiniano mientras planificaban dónde mudarse de manera definitiva, y en uno de sus recorridos en auto, tras 15 minutos de viaje descubrieron Cazón. “Fue amor a primera vista, sobre todo porque tiene un pulmón verde muy grande, se destaca por tener el vivero más importante de la Provincia de Buenos Aires, -Vivero Municipal Eduardo L. Holmberg, abierto todo el año y de ingreso gratuito-, que tiene 200 hectáreas para caminar libremente, algo para nada común, y ese encanto tan particular, junto con los atardeceres increíbles y el paisaje que lo rodea, lo hace un lugar hermoso para vivir”, enumeran sobre la localidad que en 2019 fue declarada pueblo turístico.
Noelia siguió trabajando en modalidad virtual y él aprovechó para editar materiales pendientes, mientras buscaban lotes en venta. “Apareció una casa que nos gustó, hablamos con la dueña, y todo era perfecto, porque entre los ahorros que teníamos y los ingresos de nuestros trabajos era una posibilidad única para nosotros”, relatan. Por las restricciones en torno al Covid-19 no pudieron concretar el acuerdo, y la frustración fue gigante. “Ya estaba apalabrado el trato, pero no hubo caso, no podía abrir la escribanía, había que esperar y son esos momentos que la vida te sorprende porque lo que parece algo terriblemente malo puede transformarse por completo”, sostienen a dúo.
Gracias a que aquello no sucedió, siguieron atentos a otros lotes, y surgió la oportunidad de un terreno. “Un lote sin casa, con muchísimo más terreno, y era un súper desafío diseñar y construir desde el principio una casa, pero en plena pandemia teníamos el tiempo y las ganas de hacerlo nosotros para ahorrar, solo que no sabíamos nada de construcción”, confiesa Martiniano, que desde 2015 había quedado fascinado cuando entró a un domo. “Estaba trabajando con videos 360° para realidad virtual, en plena ola de video inmersivo y me dediqué a proyectar contenido en domos geodésicos, y la vez que vi una película proyectada en ese espacio fue impresionante, me asombró lo diáfano, la acústica y las figuras geométricas”, manifiesta.
Habían pensado también en adaptar un conteiner para equiparlo como vivienda, pero cuando supieron que “domus” en latín significa “casa”, revalidaron su sentir y las dudas desaparecieron. “De ahí deriva domótica, mayordomo, domesticar, ‘domo’ literalmente es sinónimo de hogar”. En 2021 comenzó el sueño de lo que se iba a llamar Modo Domo Cazón, y buscaron información y orientación a través de las redes sociales y de sus amigos. “Empezamos a buscar cuántos hay en Argentina, vimos que hay en Mendoza, Córdoba, San Juan, en la Patagonia, y también hay muchos en Chile, y así nos fuimos metiendo en ese mundo de referencias, con tutoriales en YouTube, grupos de Facebook, de WhatsApp, y bases que se pueden descargar para una primera noción de cómo construirlo”, indican.
Los desafíos de la semiesfera
Después de tanto camino recorrido, a 177 kilómetros de Capital Federal, por la ruta nacional 205, en el kilómetro 170 encontraron un predio de 750 metros cuadrados que despertó su creatividad, curiosidad y requirió de mucha constancia. “Como queríamos que sea nuestra casa, que tenga un fin habitacional y no una unidad de glamping desarmable, elegimos un revestimiento de madera guayubira, para que sea duradero, de buena calidad y resistente, y lo primero que tuvimos que hacer son los cálculos matemáticos, refrescar conceptos de geometría porque son triángulos con angulaciones específicas”, explican.
Analizaron cómo se imaginaban el lugar de sus sueños y decidieron separar los ambientes: por un lado la construcción semiesférica para disfrutar de un luminoso cuarto principal y comedor, y en otro espacio la cocina, el baño y el lavadero, rodeados de un sector exterior con parrilla para disfrutar del aire libre. “Definimos que 8 metros de diámetro era un modelo que nos gustaba, después averiguamos cuánto tenía que medir cada corte, fuimos a una maderería y encargamos todo para armarlo de forma artesanal, que fue la parte más difícil porque hay muchas uniones; cada triángulo tiene tres uniones, son cientos de triángulos multiplicado por tres y no tiene que filtrarse nada en el medio, así que hay que ser muy prolijo”, comenta Martiniano, que con solo repasar todo lo que investigó confiesa que no se embarcaría en construir otro, al menos por un buen tiempo.
“Pongo a disposición los conocimientos que adquirimos, porque así como nos pasó a nosotros, le puede pasar a alguien más, y está bueno contar con personas que te orienten o te ayuden en lo que puedan; yo he charlado con arquitectos que me preguntaban cómo lo hicimos, y no tenemos inconveniente en compartir la forma que nos funcionó”, expresa. Hubo mucho de prueba y error, y atravesaron adversidades inesperadas, como cuando un tornado azotó al pueblo en agosto de 2021 y perdieron progresos en la obra.
La formación de técnico electromecánico de Martiniano resultó clave para la instalación eléctrica y la construcción en seco, y contó con la asesoría de sus amigos. “El día que pusimos los últimos triángulos en la parte de arriba y la semiesfera se cerró, ahí me tranquilicé, y gracias a que hicimos ambientes independientes para cocina y baño, logramos extendernos a 50 metros cuadrados en el interior”, describe. Noelia participó de todo el proceso, y durante la etapa de obra también se formó en turismo rural, y así conoció más de iniciativas sustentables, y supo que el domo podría ser una propuesta turística compatible con el encanto verde de Cazón.
De a poco, fueron equipando el lugar, y recurrieron a muebles de la familia para darles una nueva vida. “La mesa era de mi abuela, los sillones de mi madre, compramos en remates, pusimos calefacción con salamandra, y otras cosas las fabricamos nosotros mismos, fue mucho más de ingenio que de inversión en la etapa final”, aseguran. “Estamos tan acostumbrados a pensar en cuadrado que siempre llamó la atención durante la etapa de construcción de todos los que pasaban, pero eso fue buenísimo porque también ayudó a romper barreras, a relacionarnos con los vecinos, a explicarles lo que íbamos a hacer y que supieran que teníamos ganas de aportar a la comunidad, de revalorizar la localidad, y así fue como surgió la idea de alquilarlo como hospedaje”, cuenta ella.
Colgaron en la heladera el ingreso de sus primeros huéspedes, con la fecha en que dieron el gran paso de entregar las llaves de su casa. “Fue el 26 de mayo de 2023, y desde ese momento hasta ahora, ya tuvimos 50 visitantes que eligieron quedarse un mínimo de dos noches, y para nosotros es muy simbólico cada una de esas personas que vino, porque en la gran mayoría de los casos, al igual que nosotros, era la primera vez que dormían en un domo”.
Geometría sagrada y naturaleza
Inicialmente abrieron las puertas para estadías para dos personas, sean parejas, amigos o familiares, a través de reservas en sus redes sociales- Instagram: @modo.domo.cazon-, aunque confiesan que hubo algunas excepciones, y una vez cuatro hermanos llevaron colchones para practicar yoga, y en un futuro proyectan hacer jornadas de cine, muestras de fotos, y algún encuentro musical. “Como parte de la experiencia ofrecemos otros servicios adicionales, como visitas guiadas por pueblos aledaños, por el vivero, sesiones de reiki, yoga, alquiler de bicicletas, cabalgata en Saladillo, y tenemos una pequeña tienda regional para dar a conocer a los productores locales, porque la energía circular trasciende nuestro emprendimiento, la idea es que siga ampliándose y que todos nos ayudemos”, celebra Noelia.
Las experiencias que tuvieron fueron muy positivas y aseguran que el aprendizaje es constante, porque cada historia es distinta. “Somos muy respetuosos con todos los que vienen, porque muchos quieren simplemente descansar, y la elección de este espacio es para conectarse con la persona con la que uno viene y con uno mismo”, aseguran. El alma de anfitriones afloró desde su interior y armaron una carpeta que le comparten a cada viajero, con las recomendaciones de visitas cercanas y datos útiles, además de una playlist de música que eligen especialmente para la estadía.
“Nos importa que la gente sepa de Cazón, colaborar para que siga teniendo el reconocimiento que se merece, y por eso alquilamos con otros cinco amigos la pulpería de la esquina, que es uno de los pocos edificios antiguos de la localidad, que estaba cerrado y necesitaba mantenimiento; aunque no venimos del palo gastronómico, nos embarcamos en revivir el lugar y esperamos inaugurarlo pronto”, revelan. Cuando cumplan ese sueño, la propuesta cazonera contará con otro atractivo más dentro del circuito de turismo rural que ofrece, con posibilidad de adentrarse en la naturaleza y parar a almorzar antes de seguir viaje.
A Noelia y Martiniano les brota la pasión desde el corazón y transmiten una genuina vocación de servicio que se renueva en cada logro. “Somos muy felices con este emprendimiento y las cosas que se nos van dando en el camino, poder conocer gente, recibirlos y que lo disfruten tanto como nosotros, porque el domo era nuestro hijo, nuestro proyecto de vida, y en el medio se gestó otra maravillosa noticia, cuando nos enteramos de que vamos a ser padres”, revelan. En octubre recibirán a Jazmín, el nombre que eligieron para su primogénita, porque será la flor que más cautive en la localidad que se caracteriza por la variedad de árboles y especies, donde todos sus habitantes tienen el conocimiento de la botánica incorporado.
“A veces decimos en chiste que tengo un domo en la panza”, dicen con una sonrisa y mucha ilusión por conocer a la nueva integrante de la familia. “Realmente el cambio de vida que hicimos nos sorprendió en todo sentido, nos dio la oportunidad de explorar nuevos roles, primero como emprendedores, socios, y ahora como papás”, dicen con gratitud por todo lo que se sucedió desde que abrieron las puertas de su casa, inspirada en la geometría sagrada de la naturaleza.