El rol de la Iglesia y de la Biblia: cuáles son las principales diferencias entre católicos y protestantes

Ambas confesiones tienen una raíz común, que es la fe en Dios y la Trinidad. Pero a partir de la Confesión de Augsburgo en 1530, Martín Lutero provocó un cisma. Qué es el ecumenismo y cómo el diálogo interreligioso ayudó en los últimos años a un mayor entendimiento

Guardar
La Basílica de San Pedro,
La Basílica de San Pedro, el principal templo católico. Y a la derecha, la Iglesia de Todos los Santos en Wittenberg, donde Martín Lutero sentó las bases del protestantismo (Crédito: Getty)

En nuestro cotidiano andar por la vida, se suele escuchar que es lo mismo ser católico, evangélico, ortodoxo; ir un día a una misa, al otro a un culto y así, total, “es todo lo mismo”. Hoy veré al pastor pentecostal y mañana iré a San Cayetano a pedirle trabajo y prender una vela. Y ese sincretismo es la total pérdida de identidad, y si bien el fin último de los cristianos en la adoración de Dios y el reconocimiento de Cristo-Jesús como parte de la Trinidad, y todos compartes ciertos punto centrales de la fe, la diferencia fundamental entre católicos y protestantes radica en la definición del lugar y el papel de la Iglesia.

El 31 de octubre de 1999, el cardenal Edward Cassidy y el obispo Christian Krause, presidente de la Federación Luterana Mundial, firmaron en Augsburgo una “Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación”. La elección del lugar es simbólica ya que se hace eco de la Confesión de Augsburgo que fue, en 1530, el texto fundacional del luteranismo.

Es una suerte que las dos iglesias hayan llegado a un consenso en las verdades fundamentales de la doctrina de la justificación. Incluso si las diferencias permanecen, el texto especifica que ya no son divisivas: “Las diferencias que permanecen en el lenguaje, las formas teológicas y el énfasis particular en la comprensión de la justificación... son llevadas por este consenso. Hemos hablado de consenso diferenciado para decir que las restantes diferencias de énfasis no cuestionan un consenso fundamental.

Si el consenso fue posible, es porque la profunda diferencia entre catolicismo y protestantismo no se basa en la cuestión de la justificación, sino en el lugar y el papel de la Iglesia. Para aclarar esta diferencia, el teólogo Friedrich Schleiermacher afirmaba que la Reforma era mucho más que una protesta contra los abusos de la Iglesia de su tiempo, sino una articulación diferente entre el creyente y la Iglesia: “El protestantismo hace depender la relación del individuo con la Iglesia y su relación con Cristo, mientras que el catolicismo, por el contrario, hace depender la relación del individuo con Cristo y forma a la Iglesia”. Para el catolicismo, Cristo llega a los fieles a través de la Iglesia, mientras que, desde una perspectiva protestante, la Iglesia es la reunión de los fieles a los que Cristo ha unido. Esto es lo que hizo decir al teólogo André Gounelle en un curso sobre protestantismo: “Casi se podría decir, exagerando las diferencias, y caricaturizando cosas, que para los católicos la Iglesia es la madre de los creyentes, y que para los protestantes es su hija . La caricatura del católico es la que declara: “Lo que yo pienso, pregúntale a Roma”. Y la caricatura del protestante: " Yo, mi Dios y mi Biblia: no necesito a nadie”. Estas son caricaturas, porque hay católicos que tienen verdadera libertad y una comprensión profunda de lo que creen, y protestantes que tienen un fuerte sentido de Iglesia, pero la esencia de las caricaturas es permitirnos identificar las fortalezas y los límites de cada posición.”

San Pedro, el primer Papa,
San Pedro, el primer Papa, es común a Católicos y Protestantes. Su confesión en Cesarea de Filipo, cuando le dijo a Jesús "tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo", es la base de la fe cristiana

Tradicionalmente, una de las historias bíblicas que funda la Iglesia es la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo. Cuando Jesús pregunta a sus discípulos qué dicen de él, Pedro responde: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”, que es la confesión básica de la fe cristiana. Ser cristiano es considerar que Jesús de Nazaret no es simplemente un gran sabio o un profeta, sino Cristo, el que nos dice Dios, que es Dios que ha venido a nosotros. Jesús le responde: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás; porque no os lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos! Te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella...”. Este texto está escrito en el ábside de la basílica de san Pedro del Vaticano. Jesús nos deja en claro que la confesión de fe de Pedro viene de Dios, es fundamento para la Iglesia: por eso Simón, desde ese momento, se llamará Pedro, él es la roca sobre la que se edifica la Iglesia. Y es en la comprensión de este texto donde difieren católicos y protestantes.

Para los primeros, la palabra de Jesús es consistente. Jesús escogió a doce apóstoles de entre sus discípulos, y entre los doce le dio a Pedro un lugar especial. La Constitución sobre la Iglesia Lumen Gentium del Concilio Vaticano II afirma: “La única Iglesia de Cristo que confesamos… fue dada (por Cristo) a Pedro para que la apacentara… él la encomendó a Pedro y a los demás apóstoles para que la llevaran y la gobernaran…” Para los católicos hay Iglesia cuando un pueblo de bautizados se reúne en torno a su obispo, que representa la autoridad de Pedro. En general, delega esta autoridad en los sacerdotes. No hay Iglesia sin pueblo, y no hay Iglesia sin obispo. Los protestantes poseen una interpretación diferente a partir del pasaje que sigue a la confesión de Pedro.

Para el protestantismo, otro versículo que funda a la Iglesia es aquel en el que Jesús declara: “donde dos o tres están reunidos por mi nombre, yo estoy en medio de ellos” (Mt 18,20). La Iglesia es una institución, una organización, porque nuestra humanidad necesita visibilidad, pero es sobre todo un acontecimiento, es decir, se hace presente cuando los hermanos y hermanas se reúnen en torno al Evangelio. Esto es lo que hizo decir a los reformadores que hay una Iglesia donde se proclama el Evangelio y donde se comparten los sacramentos. Para los protestantes, no es Pedro como hombre particular quien hace la Iglesia, sino Pedro como hermano en la fe. Para que haya Iglesia basta una Biblia y unos cuantos hermanos, y cuando se tiene un pedazo de pan y un poco de vino, es aún mejor.

La Biblia de Gutenberg. Para
La Biblia de Gutenberg. Para los Protestantes, para que haya Iglesia basta una Biblia y unos cuantos hermanos (AP PHOTO / GTRES)

Desde una perspectiva católica, la Iglesia es eterna porque está fundada en Cristo y tiene una organización que ha abarcado los siglos. Los protestantes están menos apegados a las instituciones. Todas las denominaciones de la Reforma han afirmado que la Iglesia de Jesucristo es eterna, pero su eternidad no descansa en la solidez de una institución, sino en la fidelidad de Dios que mantiene viva su palabra por los siglos de los siglos.

Luego del Concilio Vaticano II, la Iglesia católica cambio el sentido de la palabra “Dialogo Ecuménico”. Antes de este giro copernicano, se comprendía como ecumenismo al simple hecho que los demás estaban errados y que el único “ecumenismo” posible era que volvieran a la verdadera y única fe que es la Católica (todavía hay sacerdotes que consideran al dialogo ecuménico ese tópico) Pero en el Concilio Vaticano II se emitió un documento el 21 de noviembre de 1964, que promulgó solemnemente el decreto “Unitatis redintegratio” sobre el ecumenismo. Desde su introducción, el documento afirma que “Cristo Señor fundó la Iglesia una y única”, y que la división contradice la voluntad del Señor, “es un escándalo para el mundo y perjudica a la causa santísima de predicar el Evangelio a toda criatura”. “Promover el restablecimiento de la unidad entre todos los cristianos es uno de los propósitos principales del sagrado concilio ecuménico Vaticano II”

En primer lugar, está el ecumenismo de la hospitalidad, que es un enfoque espiritual que tiene en cuenta las diferencias entre las denominaciones y que busca no negar, sino acoger, y por qué no amar, lo que funda estas diferencias. Se trata simplemente de reconocer que esta diferencia no impide la hospitalidad: “Tú que eres diferente y que no piensas como yo, ¿quieres sin embargo compartir conmigo la Cena del Señor?” Este ecumenismo nace de una sana curiosidad espiritual, nace de la convicción de que las diferencias no son amenazas, sino que pueden ser riquezas.

En su libro sobre ecumenismo, Marc Lienhard informa sobre una hermosa posición católica sobre el ecumenismo, sostenida por el cardenal Ratzinger antes de convertirse en Benedicto XVI: “Aunque las divisiones son ante todo una obra humana y surgen de la culpa de los hombres, hay también en ellas una dimensión que corresponde a una voluntad divina. Por eso nuestro arrepentimiento y nuestra conversión sólo pueden superarlos hasta cierto punto. En cuanto a saber cuándo ya no necesitaremos más este desgarramiento y cuándo desaparecerá su necesidad, sólo Dios decidirá: es él quien juzga, es él quien perdona... ¿No era bueno en muchos aspectos para la Iglesia católica, en Alemania y en otros lugares, que junto a ella estuviera el protestantismo con su apego a la libertad, con su piedad, con sus divisiones y sus altas exigencias intelectuales?... Por el contrario, ¿podría concebirse el mundo protestante sólo en él? Las reivindicaciones del protestantismo, y en particular su protesta. »

El protestantismo puede ayudar a la Iglesia católica a preservarse de un absolutismo que la amenaza, y el catolicismo le recuerda al protestantismo que la teología tiene una historia y que la Iglesia es universal.

En esta perspectiva, la división entre las Iglesias es saludable, es parte de la sana diversidad dentro de la creación, como dijo el Padre de la Iglesia Basilio de Cesarea, quien señaló que: “es la misma agua fresca y fecunda que cae sobre el campo, para que la amapola florezca roja, la rosa rosa, el lirio azul.” El objetivo final del ecumenismo no es la uniformidad, sino permitir que los diferentes colores de la fe armonicen. Es necesario al mismo tiempo cultivar el verdadero encuentro y la riqueza de su singularidad, sobre todo porque la historia nos enseña que, cada vez que una Iglesia se ha encontrado en una situación hegemónica, ha tendido a pervertirse y a dejarse conquistar por las lógicas del poder. Esta ley no admite excepciones.

Martín Lutero a los 50
Martín Lutero a los 50 años, según el cuadro de Lucas Cranach el Viejo, de 1533 (Photo by Fine Art Images/Heritage Images/Getty Images)

Vale aclarar un punto: el término “Ecuménico” coloquialmente, suele utilizarse mal. Ecuménico, proviene del latín oecumenĭcus, y este del griego οἰκουμενικός y significa “tierra habitada”. Si bien el término «oikoumenē» se utilizó desde los tiempos del Imperio Romano para expresar la totalidad de las tierras conquistadas, hoy se entiende que esa unidad territorial es el cristianismo, que está dividido y se busca un dialogo entre todos los grupos, buscando los puntos que unen y no los que difieren. El “ecumenismo” se entiende solo entre cristianos. El encuentro de los cristianos con otros credos, como ser islámicos, judíos, etc... se denomina “diálogo interreligioso”

El papa Francisco, ha hablado en este sentido de varios tipos de acciones ecuménicas: “el ecumenismo de la oración, los unos por los otros y todos por la unidad”. Y también está el ecumenismo del trabajo “por los muchos necesitados, por muchos hombres y mujeres que hoy sufren injusticias, guerras”. Por otro lado ha hablado del ecumenismo de la sangre. Cuando los terroristas o las potencias mundiales persiguen a las minorías cristianas o a los cristianos –ha observado– no preguntan: ‘¿eres luterano? ¿Eres ortodoxo? ¿eres católico? ¿eres reformado? ¿eres pentecostal?’ El mal, ha asegurado el Papa, no se equivoca, sabe reconocer dónde está Jesús. “Ellos reconocen solo uno: el cristiano”, ha indicado. Y hoy, ha dicho el Papa, somos testigos de ello. Por ejemplo, Francisco ha querido recordar a los ortodoxos coptos degollados en la playa de Libia, “son nuestros hermanos”, ha reconocido

Sabemos que la religión cristiana se ha desarrollado a lo largo de los siglos en diferentes profesiones religiosas, compartiendo el hecho de considerar a Jesucristo como su centro y su Palabra como base del Credo. Los cristianos católicos, ortodoxos y protestantes comparten muchos principios del Credo Niceno o Niceno-Constantinopla, definido en el Primer Concilio de Nicea en el año 325 d.C. J.-C. se trata en particular de preceptos basados en la Unicidad de Dios, en la naturaleza de Jesús y en la Trinidad. En particular, católicos y protestantes creen en un solo Dios en tres Personas iguales y distintas. : el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Por lo general, los cristianos reconocen tres credos: El Nicenoconstantinopolitano, el apostólico y el atanasiano.

Dicho esto, las diferencias entre católicos y protestantes son muchas y significativas, y van desde la interpretación de las Escrituras hasta la autoridad del Papa y del clero en general, pero también involucran muchos sacramentos y dogmas ineludibles. A lo largo de los siglos estas diferencias han sido motivo de enfrentamientos y sangrientas guerras, pero tampoco han faltado los intentos de reconciliación entre ambos grupos. Desde sus orígenes en el siglo XVI, la Reforma protestante se impuso como una crítica explícita y a menudo violenta a la Iglesia católica, en su organización política y en muchos aspectos teológicos importantes. La división entre protestantes y católicos influyó en la historia de la Europa moderna. Durante siglos y el proceso de determinación de las identidades nacionales no sólo desde el punto de vista religioso, sino también político, ético, social y civil. “Cuius regio, eius religió” -la religión del rey es la religión del pueblo-, podría interpretarse como un país con una religión estatal.

Cuando el 31 de octubre de 1517 el fraile agustino Martín Lutero pegó sus 95 Tesis en la puerta de la Iglesia de Todos los Santos en el Castillo de Wittenberg, lo hizo con la intención de condenar la venta sin escrúpulos de indulgencias promovida por el Papa León X. A los ojos del fraile, la promesa de la remisión de los pecados frente a una donación monetaria parecía inconcebible. Pero, desde el principio, quedó claro que la diatriba lanzada por Lutero iba más allá de la venta de indulgencias y, de hecho, cuando fue convocado a la Dieta de Worms para retirar sus acusaciones, proclamó su intención de reformar el cristianismo en todos los aspectos. Así comenzó la Reforma protestante, el cisma que dividiría la iglesia y Europa en dos y conduciría al desarrollo de dos religiones cristianas distintas.

Para los católicos, el Papa
Para los católicos, el Papa es la cabeza de la Iglesia, el heredero de Pedro, el hombre a quien Jesús confió el liderazgo de sus fieles. Para los protestantes, la cabeza de la Iglesia es sólo Dios (Europa Press/Contacto/Ramiro Agustin Vargas Tabare)

Las Sagradas Escrituras

Tanto los cristianos católicos como los cristianos protestantes toman la Palabra de Jesús como base de su doctrina. Pero los protestantes profesan la suficiencia y autoridad de las Escrituras, la única fuente confiable de la revelación de Dios a la humanidad, la única norma de conducta apropiada que debe tener un buen cristiano, la única clave para la salvación.

No es casualidad que la fórmula Sola Scriptura sea la primera de las cinco sola, las cinco fórmulas resumen del pensamiento teológico de la religión cristiana protestante. Aquí están los cinco completos: “sola escritura; sola fe; sola gratia; Solus Christus; Solí Deo Gloria”

A diferencia de los protestantes, los católicos reconocen la importancia ineludible de la Biblia, pero también la de la Tradición, o Santa Tradición, es decir, todas aquellas doctrinas y dogmas establecidos en el seno de la Iglesia Católica durante su historia, tanto en forma oral como escrita, reconocidos como “depósito de la fe”, que Jesús comunicó a sus Apóstoles y que el clero transmitió a los fieles a lo largo de los siglos. Estamos hablando de doctrinas católicas romanas elevadas al rango de verdaderos dogmas, pero también vinculadas a la autoridad del Papa

Otra diferencia fundamental entre el protestantismo y el catolicismo se refiere, justamente, a la autoridad del Papa, en particular y del clero en general. Los católicos consideran al Soberano Pontífice la cabeza de la Iglesia, el sucesor de San Pedro, a quien Jesús confió el liderazgo de sus fieles. Su autoridad se basa en las Sagradas Escrituras y en la Santa Tradición de la Iglesia Católica Romana.

Los protestantes, en cambio, reconocen de manera única a Cristo como cabeza de la Iglesia en todos los tiempos. Ningún ser humano, aunque iluminado por la gracia, posee la infalibilidad para poder arrogarse este poder. El protestantismo si bien creen en la sucesión apostólica, no consideran al Papa como cabeza visible de la Iglesia. Todos los hombres son iguales, todos tienen la capacidad de entender las Sagradas Escrituras. Aunque los pastores protestantes tienen un papel en la Iglesia, no tienen exclusividad sobre los sacramentos y no disfrutan de ningún privilegio sobre otros hombres.

Los protestantes no reconocen la existencia del Purgatorio como un lugar destinado a expiar los pecados de los difuntos que no han tenido tiempo de arrepentirse. Las Sagradas Escrituras no lo mencionan lo suficiente como para aclarar su existencia. Para ellos existen sólo el Infierno y el Paraíso, y la muerte de Cristo en la cruz fue pago suficiente para expiar todos los pecados de los hombres, sin necesidad de penas temporales. Mientras los católicos ven el camino de la Salvación en la fe, en las “obras meritorias” y en los Sacramentos, los protestantes ven en Cristo en la cruz la única y posible expiación de los pecados de los hombres.

Los protestantes reconocen sólo dos Sacramentos, es decir, los instituidos por Jesús en las Sagradas Escrituras: el Bautismo y la Eucaristía. Todos los demás son rituales establecidos por los hombres de la Iglesia. Sin embargo, en la Eucaristía rechazan el concepto de transubstanciación para abrazar el concepto de la Consubstanciación

Para el protestantismo, el bautismo no tiene una eficacia intrínseca, sino que simplemente sirve para manifestar la fe de quien es bautizado, muchas confesiones bautizan de grandes luego de una preparación, otras lo hacen de niños pequeños.

Los reformados sólo reconocen la
Los reformados sólo reconocen la devoción al Dios Uno y Trino. Cualquier otra forma de devoción, ya sea a la Santísima Virgen o a los Santos, no está admitida

En cuanto a la Confesión y la Penitencia, la primera no tiene un valor particular, ya que cada hombre debe tener un diálogo personal directo con Dios, en el que reconoce sus propios pecados y límites. Por tanto, ningún miembro del clero tiene derecho a acoger y escuchar los pecados de los demás. El cristiano protestante confiesa sus pecados en oración privada a Dios. Sin embargo, algunas iglesias protestantes insertan en el contexto de las celebraciones un momento de oración de confesión de los pecados. En la Iglesia Anglicana, por ejemplo, la confesión y la absolución se pronuncian colectivamente durante la celebración de la Eucaristía.

Los reformados sólo reconocen la devoción al Dios Uno y Trino. Cualquier otra forma de devoción, ya sea a la Santísima Virgen o a los Santos, no está admitida. Admiten que María concibió a Jesús siendo virgen, pero rechazan la Inmaculada Concepción, es decir, su nacimiento sin pecado original. Habiendo nacido como todos de un hombre y una mujer, ella debe haber sido afectada por esto y, por la misma razón, no reconocen su Asunción a los Cielos, ya que las Sagradas Escrituras no la mencionan. En cuanto a los santos, el término “san” es aplicado sobre todo a los apóstoles y a los primeros mártires cristianos o a cristianos insignes de las iglesias del lugar. Pero su memoria es recordada, como la de un prócer de la iglesia, no se establece un culto en particular a la memoria del santo. Por ejemplo Santa Lucía es tanto venerada por los católicos suecos como por los protestantes, pero ambos lo hacen de diferentes maneras, para los católicos es veneración hacia la santa y para los protestantes es solo un conmemoración de su vida y su entrega; y así con muchos otros casos.

Aunque los cristianos católicos también prestan mucha atención a mantener separado el concepto de devoción del de idolatría, de modo que al diferenciar veneración, devoción y adoración, admiten el culto a los santos (dulía) y el de la Santísima Virgen (hiperdulía), distinto del dirigido únicamente a Dios (Latría).

Y así, poco a poco, se rehace un camino. Camino que estuvo cubierto por las dudas, y muchas veces regados por intereses creados de poder, dinero y fama, hoy poco a poco, católicos y protestantes se van librando de esas acechanzas y pueden volver a reconocerse como verdaderos hermanos, que piensan diferente y no por eso, dejan de amarse.

Guardar