La aparición de los restos de María Eva Duarte de Perón a fines de los años sesenta era el reclamo de una gran parte de la sociedad argentina. Significaba una espina en el alma nacional. Al mismo tiempo sobre la figura de Evita comenzaba a trazarse una conducta, un relato, para convertirse en una bandera, que poco tenía que ver con el peronismo que representaba su jefe exiliado en España. Jorge Daniel Paladino, el Secretario General del Movimiento -y poco después su delegado personal- le advertía por escrito el 22 de julio de 1969: “El peronismo, y sobre todo los dirigentes, han pasado todas las persecuciones, los intentos de captación, las infiltraciones y la corrupción planificada. Pero estoy seguro que nunca como ahora ha estado expuesto a un peligro mayor con este neo-trasvasamiento que se han inventado los ideólogos falsificando sus palabras, mi General (…) A propósito del dirigente sindical Raymundo Ongaro, creo entender el ‘modus vivendi’ que Ud. me indica. En realidad nunca dejó de existir ese ‘modus vivendi’, de mi parte y unilateralmente, claro está. Aunque él haya adoptado como propia la tesis marxista sobre Eva Perón, como Ud. podrá ver por un artículo que aparece con su firma en una revista (…) Le ruego que le dedique unos minutos a la tesis marxista sobre Evita que desarrolla Ongaro. La conclusión es muy clara: Separar a Eva Perón del Peronismo como paso previo para una transformación y utilización posterior.”
El 25 de mayo de 1971, ya como delegado de Perón en “La Hora del Pueblo”, durante una cumbre en Olivos, Paladino reclamó ante el teniente general Alejandro Lanusse, sin estridencias, la devolución de los restos de la ex señora de Perón. Horas más tarde, en un largo informe escrito a Puerta de Hierro, dice: el presidente de facto “aceptó esto de devolver los restos a Perón y en Madrid, lo que me hace suponer que no lo convencí yo, sino que algo en los niveles donde se decide este problema de Evita, está indicando la devolución a Perón como camino más conveniente. De todos modos, mi General, Lanusse de hecho quedó comprometido a dar este paso lo que me parece muy importante, porque aquí es evidente que algunos de nuestros compañeros sueñan con tener el cadáver para sus propios fines.”
La historia más generalizada revela que el cadáver de María Eva Duarte de Perón había sido retirado de la CGT por un grupo militar al mando teniente coronel Carlos Eugenio de Moori Koenig, el 22 de noviembre de 1955 y llevado a la sede del Servicio de Informaciones del Ejército (SIE) en la avenida Callao y Viamonte. Otra versión dio el almirante Isaac Francisco Rojas en su libro de Memorias, cuando dice que el interventor en la CGT, capitán de navío López de Bertodano, reiteradamente le preguntaba: “Señor, ¿qué hacemos con el cuerpo allá?, porque hay que defenderlo de los amigos y los enemigos”. Está claro que el vicepresidente de la Revolución Libertadora no sabía de qué hablaba, y que la historia de Moori Koenig sonaba a fantasiosa. Para unos pocos, los restos mortales de Eva Perón fueron sacados de la CGT por el entonces mayor Jorge Dansey Gazcón antes del 22 de noviembre de 1955.
El 23 de noviembre de 2012, el general (RE) Dansey me contó que por orden del teniente coronel Moorí Koenig tenía que inspeccionar qué pasaba con los restos de Evita en la CGT y al observar el estado de desprotección se los llevó. Dansey era yerno del presidente de facto general Arturo Franklin Rawson (1943), como oficial del arma de Artillería e Inteligencia llegaría a general de brigada. En calidad de tal participaría entre el 28 de octubre y 8 de noviembre de 1966 en la “Séptima Conferencia de Ejércitos Americanos”. Antes había sido director de la Escuela Superior de Informaciones y luego subdirector del Colegio Militar de la Nación (1964). También fue Agregado Militar en los Estados Unidos de Norteamérica y, finalmente, J II-Inteligencia del Estado Mayor de las FFAA y pasó a retiro el 15 de enero de 1970.
Dansey me relató: “Yo diría que retiré el cuerpo de Eva entre el 21 y 22 de septiembre. Recién el 20 la Junta Militar le aceptó la renuncia a Perón; el 22 se realizó el desfile de la victoria en Córdoba y al día siguiente el general Eduardo Lonardi entro victorioso en Buenos Aires”. Dansey cumplió así una de las dos misiones que le dio Moori Koenig. La otra fue parar las rotativas del diario La Prensa, el órgano oficial de la central obrera, a órdenes de José Espejo. En esta misión fue acompañado por Moori Koenig: “Sí, pero no me acompañó al taller a parar las rotativas” y con gran sutileza agregó: “creo que era una persona no de exponerse demasiado. Luego de detener las rotativas recién nos encontramos con Moori Koenig en el edificio del diario en la Avenida de Mayo”.
“La operación sobre la CGT fue llevada a cabo por muy pocas personas, tres militares y dos ‘comandos civiles’ de entre 25 y 30 años. Recuerdo al mayor Rafael Morell (oficial de Artillería, llegó a coronel y pasó a retiro el 19 de diciembre de 1962), un suboficial motorista y uno de los civiles era Oscar Sagastume. Con gran sigilo entramos a la sede sindical de la calle Azopardo, las puertas estaban abiertas, y en un gran salón iluminado se encontraba el cuerpo de Evita con una guardia de dos hombres que ni se movieron”. Dansey hizo cerrar el féretro y en un vehículo Thornycroft de artillería, sin ninguna cubierta, se lo llevaron a la sede del SIE, en Callao y Viamonte, tras atravesar varias cuadras desiertas.
Luego de entregar el féretro fue dado de pase a la Cancillería casi inmediatamente. Había ido hasta la CGT para inspeccionar y su jefe no le disculpó el no haber comandado la operación.
En esas horas de odios muy profundos podía pasar cualquier cosa y el mayor Dansey Gazcón salvó los restos de Evita de ultrajes mayores. En esas mismas horas eran asaltadas las unidades básicas del peronismo; el 21 de septiembre es cañoneada la Alianza Libertadora Nacionalista en la avenida Corrientes (en el que participaron cadetes del Colegio Militar) y son atacados otros organismos del justicialismo.
El relato del general Dansey Gazcón al periodista de La Nación Jorge Urien Berri, sobre los mismos hechos, fue mucho más extenso y detallado. Cuenta que al llegar a la sede del SIE ordenó despejar la planta baja y “el ataúd se subió en un ascensor al quinto piso, donde estaba el despacho de Moori Koenig. Para darle la mayor de las seguridades ordené instalarlo en un cuarto que hacía de depósito de papeles, cercano al despacho del jefe, a quien recién lo puse al tanto de lo actuado. El mío estaba en el sexto piso. A partir de ese momento ya no tuve la menor intervención y sólo me limité a verificar la vigilancia. A los pocos días me apartaron del SIE enviándome a la Cancillería.”
Con Urien Berri el militar retirado aporta otro dato desconocido: “Soy testigo de que el cuerpo que yo llevé permaneció unos días en el SIE. Quizá después Moori Koenig recibió órdenes de devolvérselo al doctor Pedro Ara, embalsamador y custodio del cadáver en la CGT, ante el temor de que se deteriorara, y Ara no lo mencionó en su libro porque no lo dejaba bien parado. En su libro escribió que estuvo oficialmente encargado de conservarlo y custodiarlo.”
Una vez en el Palacio San Martín, Dansey se enteró que el féretro fue llevado a una casa de la calle Sucre, cerca de Barrancas de Belgrano, una de las tantas casas de seguridad del SIE. Así se lo había confirmado el general José María Díaz “que con el grado de mayor fue jefe de la División de Reglamentos y Técnicas del SIE y estuvo a cargo de la casona. El cuerpo permaneció allí no más de seis semanas, me dijo Díaz. Como al poco tiempo por las noches aparecían velitas encendidas en la vereda, Díaz consideró que no había seguridad y me contó que le pidió al coronel Héctor Eduardo Cabanillas, quien ya era jefe del SIE, que lo trasladara.”
El teniente general Alejandro Agustín Lanusse cuenta que tras asumir el cargo de Comandante en Jefe del Ejército, el 28 de agosto de 1968, al poco tiempo el coronel (RE) Cabanillas le pidió una audiencia. Durante el encuentro, el ex jefe del SIE le hablo del paradero de los restos de Evita en Italia: “Hasta ahora me guardé esta información, pero como tengo con usted una verdadera comunicación quiero que me explique qué debo hacer con todo ese asunto…”. Lanusse le contó al presidente de facto Juan Carlos Onganía y éste le contesto: “Por ahora deje las cosas como están”.
Poco tiempo más tarde, ante un pedido de Lanusse, Cabanillas le entregó la carpeta con los documentos y “yo guardé toda la documentación en una caja fuerte al lado de mi despacho, con la impiadosa historia de los restos de Eva Perón.”
Con el coronel Héctor Eduardo Cabanillas se inició el largo derrotero del féretro por orden de Pedro Eugenio Aramburu. En el acta de entrega del cadáver, realizado el 3 de septiembre de 1971, se registra la firma ficticia de Alexandro Angeli. En realidad era el sacerdote Giulio Madurini, de la Congregación de San Pablo, encargado de cuidar la tumba de Evita, enterrada en el Cementerio Mayor de Milán bajo el nombre de María Maggi, viuda de Magistris. Tras las informaciones que fue obteniendo Juan Domingo Perón sobre el lugar donde estaba enterrada su ex esposa, cuando tuvo la certeza que estaba en Italia y que su cuerpo había sido resguardado por la Iglesia, el ex presidente le enviaría una carta a Su Santidad Paulo VI. Era un secreto de Estado pero Perón estaba bastante informado, así lo demuestra en la carta al Papa de fines de enero de 1971: “No tiene otro sentido esta carta que es un ruego. Algunas debilidades humanas les han quitado a mis compatriotas a la mejor de sus hijas, Eva Perón. El pueblo argentino la necesita (…) Me consta, y desde el fondo de mi alma he dado gracias a Dios por ello, que la intervención de la Santa Sede impidió, en su momento, el sin-destino sacrílego de los restos mortales de Eva Perón.”
(…) Pretender, como se pretende en Buenos Aires en ciertos círculos de ambición y poder perecederos, construir una negociación con el cadáver, sería un error de imprevisibles consecuencias (…) Nuestra información indica que los restos mortales de Eva Perón están depositados en un monasterio de Italia, a unos 40 kilómetros de Roma. Esta información ha sido completada luego de reconstruir todo el itinerario, desde Buenos Aires y las circunstancias decisivas…”
“Es probable y seguramente sería lo atinado, que haya que hacer una etapa intermedia entre la revelación del lugar donde descansa actualmente Eva Perón y su definitivo traslado a la Argentina. Esta etapa podría ser España, con la información y explicaciones debidas a mis compatriotas (…) Humildemente, me inclino ante su Santidad.”
El viernes 3 de septiembre de 1971, el gobierno de facto de Lanusse cumplió con el permanente pedido del peronismo y otros sectores de la sociedad de que se devolvieran los restos de Evita. La ceremonia se realizó en la residencia de Juan Domingo Perón y se formalizó con un acta en la que firmaron los presentes. Varios años más tarde Paladino aportó detalles del momento de la entrega: “El 1º de septiembre de 1971, viajé a Madrid, sin tener la certeza de cuándo sería la entrega. Apenas llegué me llamó el embajador allí, brigadier Jorge Rojas Silveyra, para que fuera al hotel Gran Castilla, donde habría una reunión importante. En un salón reservado me esperaban el coronel Héctor Cabanillas, Rojas Silveyra y el agregado cultural Manuel Gómez Carrillo (uno de los autores de la Marcha de la Libertad). Rojas Silveyra me anunció que Cabanillas sería el encargado de entregar el cadáver al día siguiente, si no había inconvenientes. Pero ese inconveniente existió. Resulta que el cónsul español en Milán no aceptó parte de la documentación para pasar la frontera, y eso demoró la entrega. Ese día, a las 21.30, llegó a la quinta 17 de Octubre un furgón simulado como de transporte de flores, que había recogido el cadáver en la frontera. Adentro de la casa estaban el embajador Rojas Silveyra, Cabanillas, Manuel Gómez Carrillo, Perón, Isabel, López Rega y yo. Colocaron los restos en la planta baja, en un hall, donde existía una mesa grande que sirvió de apoyo al ataúd. Se retiraron todos, y sólo quedamos un empleado de la casa y yo para abrir el cajón y reconocer los restos. Ese día habíamos comprado una lámpara de esas para soldar estaño, porque sabíamos que el ataúd tenía una chapa de zinc. Pero no llegó a funcionar, y debimos recurrir a otro método. No quisimos avisar a ninguna casa mortuoria, especialista en el tema, porque la ley española decía que el cadáver debía ser enterrado. Entonces recurrimos a un abrelatas y a un martillo para abrir la chapa. Fue un trabajo duro, demoramos unos 50 minutos trabajando fuerte, golpeando con fuerza, hasta que logramos abrir la parte superior. Al abrirse Perón permaneció un momento en silencio y luego dijo: ´Sí, efectivamente es Eva´, y nada más. Estaba con el gesto muy adusto, concentrado. No era hombre de demostrar sus emociones, pero la procesión le iba por dentro”.
En el archivo de Perón existían otros elementos relacionados con el momento de la entrega del cadáver de Evita. Se guardaba una película de varios minutos, cuyo dueño –Mario Rotundo- me dejó ver. Está filmado el féretro recién abierto y es iluminado con una lámpara de mano, porque fue sacada por José López Rega. El cadáver embalsamado se veía en mal estado, con golpes en la cara. En el archivo también se encontraba un largo relato escrito a mano por un testigo -Carlos Pedro Spadone- que entró a la Quinta 17 de Octubre a las 14.30 del 4 de septiembre de 1971, dejando constancia de todo lo que vio al lado de Perón, Isabel, López Rega y Paladino.
El testigo Carlos P. Spadone cuenta que entra a la quinta y lo recibe “Lopecito” (al que notó muy desmejorado) y escuchó de su boca, junto con un periodista de Canal 9 de Buenos Aires, el anticipo del comunicado que iba a dar “al pueblo argentino”. Luego de esto se retira al Hotel Emperador donde vivía. “Siendo las 17.30 recibo un llamado de Lopecito para que concurra a la casa (y) siendo las 18.30 me presenté con un ramo de flores que luego Isabelita coloca a Evita, allí me recibió Lopecito y el General Perón que me invitan a pasar a la galería cerrada que da al costado trasero de la casa donde me encuentro y recibo con emoción profunda la presencia del cuerpo de Evita, veo a Isabelita que está limpiando y peinando el cabello de Evita, la saludo, la señora Isabelita me dice ‘Usted será testigo de cómo y en qué estado está el cuerpo de Evita’, lo mismo me manifiestan Lopecito y el propio General Perón quien me explica y muestra el ataúd lleno de cal y que fue puesta a propósito para destruir el cuerpo de EvitaITA.
Me dicen que observe atentamente el estado en que se ve y me dan detalles y muestran los vejámenes que han hecho gentes malas sin razón, me dicen ‘Usted observe que en el futuro atestiguará en qué condiciones, lleno de cal, tierra, óxido y con humedad se encontraba el cuerpo de Evita’. El ataúd cuya parte posterior era nueva pero que había sido colocado al efecto de traerla de Milano a Madrid, cosa que después comprobé, por el relato de los testigos, que al sacarla de la tierra lo preservaron como estaba. Dentro del ataúd estaba la cubierta de metal que acompañó tantos años al cuerpo de EVITA, la misma se encontraba llena de tierra y completamente oxidada, en su interior había trozos de género. Momentos antes le habían realizado fotografías y un film para atestiguar el cómo fue entregado al General Perón, el cuerpo de Evita. A pedido de Lopecito y juntamente con el General, policías de custodia y yo, sacamos del lugar, por un ventanal del mismo, el ataúd traído desde Milano, lo llevamos al fondo del terreno y lo dejamos en un rincón cubierto para que no sea visto desde afuera, Lopecito le pidió al jardinero que conservara la cubierta de metal que tantos años acompañó a Evita, esto así se hizo y en la casa conservan esa cubierta de metal toda oxidada y atacada por la humedad y el tiempo.
Luego la señora Isabelita, mientras limpiaba el cuerpo de EVITA, me fue mostrando juntamente con el General y Lopecito los lugares del cuerpo que fueron vejados, por golpes de pie presumiblemente. En su cara la Señora Eva Perón mostraba, la nariz: con un golpe fuerte viéndose casi destrozada. Su frente: con un fuerte golpe tres golpes (SIC), La cara: en el costado un fuerte golpe. Su hombro derecho. Un fuerte golpe profundo presumiblemente producido por un fuerte golpe (SIC) con un taco de un zapato. El cuello roto por los golpes en todo su alrededor. Su cabello se notaba cortado en varias partes, a la altura del cuello se ve arrancado un… de diámetro que presumiblemente fue arrancado…tirando del cabello que allí se sostenía…se nota la falta en el dedo medio en el pie izquierdo. Pie derecho, también se nota la falta del dedo medio […] Más tarde, siendo alrededor de las 20 Horas se presenta en la casa el Sr. Paladino quien fue recibido por Lopecito en la entrada…e invitados por Lopecito fuimos al interior y al lugar donde estaba el cuerpo de Evita. Observamos todos como la Señora Isabelita se encontraba continuando su tarea, que hace con mucho amor y cariño. Luego salimos a la azotea contigua donde nos sentamos a conversar con el General, presentes Lopecito, Paladino y yo. A las 21.30 hs. nos solicitan les acompañemos a la cena y nos quedamos Paladino y yo, al terminar llevo a Paladino al Hotel Monte Real donde se hospeda, junto con los compañeros metalúrgicos y otros acompañantes.
Al día siguiente domingo 5 a media mañana volví a la quinta encontrando a la Señora Isabelita peinando a Evita, ya su cabello se veía mejor, sin humedad y limpio. A la hora del almuerzo me retiro, volviendo a las 19.30 encontrando a Lopecito en cama, me piden que les acompañe en la cena y luego me retiro. El día lunes 6 por la mañana vuelvo a la casa. El General y la Sra. Isabelita habían salido, cuando regresan eran las 10.45, trasladamos el cuerpo de Evita desde la galería al living, lo hicimos el General, la Sra. Isabelita, Lopecito, el jardinero, las chicas de la casa y yo. El día martes 7 no fui a la casa porque Lopecito estaba en cama, pero a última hora de la tarde me presente allí para despedirme y decirles que partía para Milano. Esa tarde salí desde Barajas a las 20.15 para Roma y desde allí a Milano, fui con Osvaldo Papaleo (de Canal 9 Bs. As.) llegamos a Milano a la 1.30 de la madrugada.”