La tormenta de Santa Rosa suele ocurrir entre los últimos 5 días de agosto y los primeros días de septiembre y afecta a un sector importante de Sudamérica. De acuerdo a los estudios sobre el fenómeno, su surgimiento está asociado al choque entre las primeras masas de aire cálido con los frentes fríos, al aproximarse la primavera.
Pero la tormenta, que se espera cada año, también está asociada a la leyenda que cuenta la historia de cómo Isabel Flores de Oliva, conocida como la “Patrona de América” y la primera mujer latinoamericana en ser canonizada, salvó a su ciudad natal de una invasión de piratas holandeses.
A pesar de que la leyenda de Santa Rosa cobró fuerza a lo largo de los años, tanto en Perú como en Argentina, hay quienes señalan que los piratas desistieron del ataque a la capital peruana por la repentina muerte de su capitán. Pero lo cierto es que Isabel Flores de Oliva, o Rosa de Santa María (el nombre que adquirió años después) se ganó el amor de las multitudes por un acto que se consideró heroico.
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¿Cuándo es la tormenta de Santa Rosa y qué regiones suelen ser afectadas?
Con respecto a la tormenta, los expertos en meteorología señalan que no suele ocurrir con tanta frecuencia. Es el caso de la Ciudad de Buenos Aires, donde el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) señaló que la aparición de la tormenta entre 1906 y 2018 fue tan solo en 63 oportunidades. Aunque sí viene teniendo lugar todos los años desde 2008, con excepción del 2013.
De hecho, el SMN sentenció en un comunicado publicado este 29 de agosto que “este fenómeno no es más que una creencia popular que sucede muy pocas veces, pero aun así genera un gran interés”.
Este año, en Argentina el 30 de agosto no habrá una tormenta de las dimensiones que cuenta la leyenda, y salvo algunas excepciones de nevadas en el sur del país, o lluvias y chaparrones aislados, habrá buen tiempo, será una jornada soleada de viento norte con ambiente templado a cálido.
La mujer que dio origen al mito
Isabel Flores de Oliva nació en Lima, Perú, el 30 de abril de 1586. Fue hija de Gaspar Flores y de María de Oliva, quienes tuvieron otros once hijos. En su entorno familiar comenzaron a llamarla Rosa, el apodo que le había otorgado la nativa limeña que servía en su hogar para remarcar el color rosado de sus mejillas.
La niña fue bautizada en la parroquia de San Sebastián de Lima y sus biógrafos afirman que en 1597 recibió el sacramento de la confirmación de manos de Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo, arzobispo de Lima, durante una visita pastoral en el pueblo serrano de Quives. En este lugar, ubicado en la región andina de la cuenca del Chillón y cercano a Lima, su padre ocupaba el cargo de administrador en un obraje dedicado a la refinación de mineral de plata.
Si bien Rosa no vivió durante su infancia en Lima, cuando regresó sintió un fuerte llamado a colaborar con la Iglesia. En aquel momento, a principios del siglo XVII, Lima era considerada como una “ciudad monasterio”, y llegó a contar con 14 monasterios de clausura femeninos, 5 beatorios e innumerables cofradías y archicofradías.
Su familia quería que se casara y formara una familia, pero ella se negó a todo ello: cortó su pelo, ayunó y se mortificó de forma tal que sus padres debieron escuchar sus deseos. Así, en 1606 tomó el hábito de terciaria dominica en la Iglesia de Santo Domingo, pero nunca habitó un convento.
Ella admiraba a Santa Catalina de Siena, considerada doctora de la Iglesia, que había vivido en su casa como terciaria de Santo Domingo. Isabel siguió su ejemplo y se quedó en su casa, donde construyó, con la ayuda de su hermano, un pequeño cuarto para la oración y la penitencia.
Cambió su nombre a Rosa de Santa María y se entregó por completo a la oración. Adoptó un ascetismo riguroso, se sometía a ayunos extremos, llevaba una corona de espinas y descansaba sobre una tabla con tachuelas. Además, en su hogar brindaba atención a numerosos enfermos que buscaban ayuda, estableciendo una suerte de enfermería. Fue en estas tareas de asistencia donde forjó una amistad con el fraile mulato lego de la orden dominica Martin de Porras (quien más tarde modificaría su apellido a “Porres”), y que con el paso de los siglos sería canonizado por san Juan XXIII.
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El rezo de Rosa que salvó a la ciudad de Lima
En ese contexto, llegó agosto de 1615, cuando una banda de piratas holandeses liderados por Joris van Spilbergen intentó asaltar Lima. Frente al inminente ataque, los habitantes, en un estado de desesperación, emprendieron una huida con sus escasas posesiones.
Sin embargo, Rosa, acompañada por otras mujeres, decidió acudir a la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario para orar. En el transcurso del rezo de Rosa, una tormenta de proporciones nunca antes vistas se desencadenó a lo largo de las costas de Lima. Esta tempestad ocasionó la destrucción de numerosas embarcaciones piratas, y aquellos que lograron sobrevivir se vieron forzados a abandonar sus intenciones de atacar Lima y escaparon de la tormenta.
La población completa atribuyó a las oraciones de Rosa el hecho de que la ciudad no fuera objeto de un ataque. Por esta razón, en muchas ocasiones, su representación incluye un ancla a sus pies, simbolizando los barcos que se retiraron ante el poder de sus plegarias.
Un año más tarde, el 24 de agosto de 1617, Rosa murió debido a su frágil salud y una aguda hemiplejía. Tenía apenas 31 años, era considerada una santa y amada por miles. Tanto era el amor que despertaba que cuando se trasladó su cuerpo al Nuestra Señora del Rosario, una enorme multitud acompañó la peregrinación e intentó acercarse a la santa.
El proceso que llevó a la beatificación y canonización de Rosa de Santa María se inició casi de inmediato, con la recopilación de testimonios por orden del arzobispo de Lima, Bartolomé Lobo Guerrero. Después de 50 años de procedimientos, en 1668 el papa Clemente IX la declaró beata, y un año después la designó patrona de Lima, Perú, así como patrona principal de América, Filipinas y las Indias Orientales. Su sucesor, Clemente X, finalmente la canonizó en 1671, convirtiéndola en la primera santa de todo el continente americano.
En nuestro país, también Santa Rosa recibirá el título de “santa patrona de la Independencia Argentina”, un patrocinio que fue promovido por Fray Justo Santa María de Oro, en el Congreso de Tucumán de 1816 la nombró patrona jurada de la Independencia argentina, un aspecto que en realidad ha caído en el olvido en gran medida. Hace muchos años, debido a este motivo, el 30 de agosto solía ser un “día festivo nacional”. Ese día tiene lugar en muchos países la conmemoración de Santa Rosa de Lima, aunque el Concilio Vaticano II la cambió al 23 de dicho mes.
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